sábado, 28 de junio de 2014

Aproximación al daño 1


APROXIMACIÓN  AL DAÑO 1

Por Alberto B. Ilieff



Este artículo fue escrito teniendo en cuenta la prostitución  pero esta visión no es limitativa ni debe cerrar nuestra comprensión acerca de la  trata de personas. Sabemos que prostitución y trata de personas son dos modos de llamar al mismo fenómeno, solamente separados por necesidad de una terminología legal diferencial, ya que mientras las condiciones que rodean a la primera la constituyen en un  delito, la segunda no lo es.
Más allá de esta diferenciación, las consecuencias físicas, psíquicas y sociales son las mismas, por lo que lo expresado en este artículo puede ser aplicado en general a ambas situaciones.
Vale recordar que se estima que más del 95% de las personas en prostitución son víctimas de trata de personas, restando una pequeña porción de quienes están en esta situación por “voluntad propia”, lo que no impide que también sufran importantes daños. El “cuentapropismo” o la propia decisión son mitos interesadamente sostenidos y divulgados por quienes buscan descriminalizar y legalizar a proxenetas y tratantes.


 
Autor Hermel Melozco

La prostitución constituye una prisión sin barrotes, con cadenas invisibles que encierran a las personas sin posibilidad de salida. Saber que no tienen nivel educativo suficiente ni capacitación laboral les impide proyectar una salida laboral efectiva, también la responsabilidad en el cuidado y sostén de los hijos –en general son madres solas- influyen a que no puedan dejar esta actividad para intentar otras.

También puede suceder que transcurrido el tiempo y pudiendo recuperar su libertad, al tomar conciencia de su situación vital, del “estado” en que se hallan, de su grado de adicciones y deterioro psíquico,  opten por quedarse en esa situación. En estos casos la vergüenza, la culpa, la asunción del rechazo familiar y social, colaboran a este resultado.

Este último hecho no es menor. En nuestra cultura  sigue imperando  la culpabilización de la víctima, buscar en ella las supuestas causas que la llevaron a esa situación. En el caso de la mujer que fue prostituida esto es mucho peor, en general las comunidades tienden a descreer de la victimización y culpabilizan a la mujer, provocando nuevas situaciones dañosas. En muchos casos la exclusión social llega al punto en que la persona se siente compelida a regresar al lugar del que la sociedad no la deja salir: la prostitución.

El descreimiento de la víctima y la sensación de desprotección se agudizan cuando comprenden que personas de aquellas instituciones del Estado que tendrían a cargo su cuidado son precisamente quienes contribuyen a su explotación. Es común que concurran a los prostíbulos  policías, políticos, funcionarios judiciales y municipales de la zona, y en los que no cabe, en base  a su misma profesión, el recurso del “no sabía”, de la ignorancia.


Muchas mujeres, sobre todo al principio, mantienen la esperanza de ser rescatadas. El mito del príncipe azul es muy fuerte, esperan del hombre que  las saque de esa situación y les de el hogar que sueñan. Este hombre puede ser incluso un “cliente-prostituyente”. Con el tiempo esta meta también se va perdiendo.

Todos estos elementos narrados a vuelo de pájaro, aunados entre sí, configuran una situación para la persona víctima de abuso sexual comercial de extrema vulnerabilidad.

A ellos debemos unir los propios de la historia precedente. Es común que las mujeres y niñas sometidas provengan de lugares de muy escasos recursos, muchas de ellas son analfabetas, un alto porcentaje ha sufrido violencia sexual en su infancia, en el caso de las travestis el rechazo familiar puede haber sido también muy dañoso, o sea que la prostitución impacta en personalidades previamente vulneradas.

El clima de violencia en que vivieron unido al posterior de la prostitución, se halla “normalizado” en sus vidas, no está registrado especialmente como tal.  No  pueden reconocer la situación de violencia porque no tienen un fondo sin agresión, de cuidado, con el que comparar, por eso, en principio, esta situación debe ser señalada, dicha desde una exterioridad, es alguna otra persona la que le debe mostrar la situación de agresión y el riesgo que corren.
Su ingreso a esta actividad no es contado como otra forma de abuso –ver Persuasión Coercitiva en este mismo blog-  la mayoría cree que lo ha hecho en total libertad de elección. Estos son algunos de los motivos por los que las personas en prostitución no se consideran víctimas lo que les impide comenzar un camino de recuperación. Alrededor de esto el proxenetismo, la llamada “industria sexual” ha montado todo un aparato que les indica que en realidad quienes las violentan son las otras personas, la moral, incluso quienes buscan ayudarlas.
Parte de esto mismo y también como modo de defenderse de los propios sentimientos e ideas, pueden creer que están en una situación privilegiada respecto de las trabajadoras con escasa calificación.

Esto es confirmado por la sociedad misma con su actitud de “tolerancia” o normalizadora. La niña aprendió que su cuerpo era eso un cuerpo, que el que tiene poder puede usarlo y ese uso está bien, es parte del rol, la parte que le toca a quien es pobre, a quien no tiene poder suficiente, a quien es mujer o niña/o.
La prostitución en cualquiera de sus formas es la aceptación última y más claramente consumada del cumplimiento de las reglas de juego que impone el patriarcado unido al capitalismo.
La interioridad se halla sujeta a estas coordenadas  las que son confirmadas y reafirmadas por la exterioridad: por los clientes que pagan por su cuerpo, por su cuerpo convertido en capital que debe rendir, porque a su uso concurren los referentes sociales: funcionarios, comisarios, políticos, profesionales, etc.; en definitiva, porque la sociedad misma confirma  la “normalidad” del sometimiento.




El impacto de la actividad prostituyente no es menor, a la culpabilidad, a la sensación de suciedad se agregan  la necesidad de interminables mentiras que crean una vida imaginaria con la que encubrir esta actividad ante su familia, la escuela de sus hijos, el barrio, los médicos, y el constante estrés debido al temor que provoca estar en la vía pública, subir a coches o ir a departamentos u hoteles con un hombre totalmente desconocido, sin saber si las  tratará con cuidado o por el contrario, les pegará, cortará, quemará con cigarrillos o matará.

La disociación del cuerpo / mente, la pérdida de la autoestima, la sumisión y humillación que conlleva la venta de la propia sexualidad, que se deja en manos del cliente-prostituidor que pacta con el proxeneta, es un acto o conducta que causa ya en sí lesiones graves, en las que hay que añadir las drogadependencias y los abusos sexuales, secuelas de actos de violencia, o las enfermedades que contraen. Las secuelas psíquicas se describen como similares a las personas torturadas o que han sufrido violaciones o a las de los veteranos de guerra.






Con sus “compañeras” se establece una relación ambivalente, tanto pueden hacer sacrificios para ayudarlas como considerarlas competidoras que deben ser desactivadas.

Un punto aparte es la relación con los/las proxenetas, con quienes obtienen su dinero del uso del cuerpo de “las chicas”. La falta de registro de la victimización, la consideración de que está bien, que es normal, que ellos/as  enriquezcan  a costa de su sufrimiento, del lugar que ocupan en esta historia los “clientes”, hace que el suyo sea un dolor sin causantes externos. Este es un punto muy importante en la psicología de la prostitución, porque al no considerar a proxenetas, tratantes, prostituidores-clientes, como los causantes, como los agresores, la culpa recae en la niña-mujer misma, ella cree que es por su maldad innata, por su desvío que se halla en ese lugar. La culpa le niega toda posibilidad,  la ayuda a ver a la situación sin salida y en lugar de promoverla para un cambio, la empuja a un mayor sometimiento, la prostitución es al mismo tiempo causa de la culpa y el castigo merecido. Esto es conocido e incentivado por los proxenetas y por la sociedad misma que les repite: sos puta, naciste puta, no servís para otra cosa, no sabes hacer nada, sos inútil, tonta, estás sucia.
El vínculo persona en prostitución-proxeneta es plenamente negativo, se confía en quien daña, en la persona que la ha llevado a esa situación y la mantiene en ella, cree en quien le suministra la dosis de droga o el alcohol y también la alquila o la vende a otros proxenetas. Es también quien, llegado el caso, usará violencia para que no deje el lugar o se rebele.
A tal punto se establece un vínculo patológico que muchas “chicas” los llaman “papito”  o “mamita”.

El impacto de la prostitución en sus víctimas, especialmente en las mujeres y las niñas y niños es sumamente lesivo. Hay que considerar que las personas sometidas viven bajo constante coacción y violencia física y psíquica.

Como parte de todo esto tenemos que considerar también las infecciones de transmisión sexual, contagio de VIH/SIDA, abortos o embarazos forzados, las consecuencias físicas y psíquicas de los golpes, quemaduras, violaciones sufridas, el ejercicio mismo de la prostitución, consumo obligado de  alcohol y de estupefacientes, presencia e incluso participación obligada en agresiones, torturas y hasta homicidios u otro tipo de delitos.

De todo esto se deriva que las consecuencias dañosas que sufren las víctimas de prostitución pueden llegar a ser muy graves, siempre difíciles de superar, y en muchos casos irreparables.


Por ese motivo el abolicionismo propone que las personas en situación de prostitución no sean perseguidas ni penadas en modo alguno, sí que lo sean los rufianes, proxenetas y tratantes, así como los prostituidores o puteros (erróneamente llamados “clientes”), todos los que obtienen beneficio del sometimiento de estas víctimas.
Los países abolicionistas se oponen a la prostitución porque la consideran una modalidad extrema de violencia de género. La violencia que ejercen algunos hombres sobre el cuerpo de las mujeres y que no se justifica mediante el pago. El daño que sufren las personas que se hallan en esta situación es considerado similar al de aquellos soldados que han luchado en guerras, como por ejemplo la de Irak, en la mayoría de los casos esta gravedad  hace que el promedio de vida de una persona en prostitución sea inferior al de la media poblacional (en el caso de las travestis es aún menor).



La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

En este blog las imágenes son afiches, pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos históricos.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.




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