miércoles, 22 de febrero de 2017

La postmodernidad proxeneta

La postmodernidad proxeneta
per Sylviane Dahan

Vocal de Mujeres y Derechos Civiles de la FAVB (Federación de Asociaciones de Vecinas y Vecinos de Barcelona)
Original en Público (27/02/2014)

Asistimos desde hace unas semanas a una intensa campaña a favor de la normalización de la prostitución. Y de modo muy llamativo en Catalunya. Independiente o no – a banqueros y grandes empresarios eso de la autodeterminación no les hace ninguna gracia -, el país que proyectan nuestra élites dirigentes incluye la prostitución como importante “nicho de negocio”. Pero su expansión no es posible sin una previa aceptación social. Y en eso estamos: reportajes machacones en TV3, artículos y entrevistas en los diarios de mayor difusión… Todo ello coincidiendo con el Congreso de Telefonía Móvil, momento álgido en el consumo del sexo de pago en la ciudad.

Los argumentos de los lobby partidarios de las industrias del sexo nunca carecen de imaginación ni cinismo, y se adaptan a todas las circunstancias y a todos los públicos. No por ello dejan de ser deleznables. Así, hemos oído a la enésima “prostituta libre y feliz” contando lo bien que se gana la vida; nos han presentado una academia para aprender “el oficio de puta”, uno de cuyos requisitos sería “el gusto por el sexo”; nos han anunciado el nacimiento de una cooperativa de mujeres prostituidas auto-organizadas (cooperativa, eso sí, gestionada por un hombre); nos han explicado que, renunciando a “moralismos”, debíamos entender que en tiempos de crisis la prostitución devenía una opción para las mujeres. (Por lo visto, algunos cargos públicos del PP traducen ya esa “opción” en senda invectiva). Y, por si hiciera falta dar a todo esa operación publicitaria una pátina de rigor científico, hemos visto salir a la palestra una antropóloga como Dolores Juliano, tratando de convencernos de que, mientras que los hombres se muestran proclives a la violencia, la prostitución constituye una “estrategia de supervivencia” propia de las mujeres. ¡Cómo si esa “estrategia” resultase de la naturaleza femenina o del libre albedrío de las mujeres… y no de la estructura patriarcal de la sociedad y de la violenta dominación de los hombres!


Uno de los elementos clave de este tipo de campañas consiste en erigir como portavoces y representantes de las mujeres en situación de prostitución a ONG que trabajan con ellas – recibiendo subvenciones y ayudándolas a sobrellevar su prostitución, pero no a salir de ella – y a pretendidos “sindicatos” donde apenas hay mujeres, que nunca han negociado una relación contractual, pero que son ampliamente mediatizados. Toda esa abigarrada y ruidosa constelación, manipulando aquí y allá a un puñado de mujeres como ariete contra el feminismo abolicionista, contribuye a silenciar a una abrumadora mayoría de ellas, violentada y explotada. Hay que reconocer que, en su empresa normalizadora, las industrias del sexo han desarrollado una extraordinaria habilidad para hablar a cada cual en el lenguaje que le gusta escuchar – y que tranquiliza su conciencia. A la izquierda le hablan de sindicalismo y conquista de derechos. A las feministas, de autonomía personal y derecho al propio cuerpo. A los movimientos alternativos, de cooperativas. A los liberales, de responsabilidad individual. A los gais, de libertad sexual. La aceptación de la prostitución se vende con envoltorios adecuados a cada público. La intelectualidad postmoderna, que ha perdido cualquier horizonte de progreso social para la humanidad, ha aportado a los grandes proxenetas un precioso arsenal terminológico.

Al cabo, sin embargo, se trata de un comercio entre hombres en el que la mujer, deshumanizada, se convierte en una mercancía. Y eso es lo que, por encima de todo, se pretende enmascarar. Lo característico de estas campañas y sus múltiples argumentos es la ocultación del proxeneta y del “cliente”. Todo recae en las mujeres. Ellas son responsables de su prostitución. Es su opción o su desgracia. Pero, en cualquier caso, es su problema: que nadie las “victimice”. He aquí otra vuelta de tuerca en la perversión del lenguaje. Quienes hunden a las mujeres en la prostitución, se erigen en defensores de su autonomía e intentan levantarlas contra las abolicionistas: “No queremos ser víctimas”. Nadie quiere serlo. Pero víctima es una situación, no una identidad. Somos víctimas de muchas injusticias, de explotación y opresiones múltiples. No por ello somos seres inertes, incapaces de rebeldía. La revuelta comienza justamente con la toma de conciencia de la opresión y la identificación del opresor. Proclamando que las mujeres prostituidas no quieren ser víctimas, los partidarios de su prostitución ocultan en realidad a los verdugos y las conducen a un callejón sin salida.

La prostitución no puede abordarse como una casuística, tantas veces manejada de manera tramposa a través de la distinción entre “prostitución libre” y “forzosa”. Se trata de un problema de sociedad, de modelo. Una sociedad que admite la prostitución como “trabajo sexual” certifica una relación de desigualdad estructural entre hombres y mujeres – que a todas ellas, sin excepción, afecta. Tal aceptación hace que todas las mujeres sean susceptibles de ser prostituidas: se trata, simplemente, de fijar su precio. Desde ese punto de vista, nada relevante distingue a una antropóloga postmoderna de los centenares de muchachas chinas de los burdeles domiciliarios del Eixample o de las chicas rumanas que esperan en una esquina del Raval. La primera “piensa la prostitución” como un trabajo – pero es siempre un trabajo para otras, cuya “cultura” las predispone para abrazar tal estrategia. En el fondo del relativismo cultural tan característico de la postmodernidad late el racismo. En el fondo de su amoralismo, la pulsión irrefrenable del neoliberalismo que lleva al sistema a rebasar todas las fronteras, a transformarlo todo en mercancía.

La prostitución, como negocio multimillonario levantado sobre la explotación de las mujeres y la negación de su humanidad, representa la simbiosis perfecta entre patriarcado y capitalismo. Que nos perdonen sus escandalosos voceros. Más que nunca, queremos para nuestro país el modelo nórdico, solidario y respetuoso con las mujeres prostituidas y defensor del derecho a no serlo, implacable con proxenetas, beligerante con los “clientes”. La lucha se anuncia cerrada y extremadamente dura. Por un lado como por el otro, hay mucho en juego. Si el feminismo y la izquierda no despiertan, nos convertiremos en el mayor prostíbulo del sur de Europa. Y eso alejará cualquier perspectiva real de progreso social o emancipación.

Fuente


http://acciofeminista26n.wordpress.com/2014/02/27/la-postmodernidad-proxeneta/



Prostitución: Abolicionismo Normativo

Prostitución: Abolicionismo Normativo
 Por Rosa Cobo. Transcripción de su intervención en el Congreso de Diputados

Martes 18 julio 2006.

Intervención de Rosa Cobo Bedía. Doctora en Ciencias Políticas y Sociología, Profesora de Sociología en la Universidad de A Coruña.

Ponencia sobre la prostitución en España. Congreso de los Diputados 20 de junio de 2006

Les agradezco que me hayan invitado para participar en este debate, que no solamente se está celebrando aquí, sino que es un debate ahora mismo que tiene una grandísima significación y relevancia, no solamente en España, sino también en el marco de la Unión Europea y en otras partes del mundo.

Yo quisiera empezar por explicar que yo me inscribo dentro de una posición que defiendo un abolicionismo que tiene algunas características que yo no sé si se diferencian de otros abolicionismos, desde luego, pero que tiene un adjetivo para poder explicarse bien: y es que es un abolicionismo normativo.

Y con esto, ¿qué quiero decir? Con esto lo que quiero decir es que no puede haber ideología política, no puede haber movimiento social que no tenga unos criterios normativos. Eso es completamente imposible. Igual que el socialismo tiene algunos criterios normativos que están relacionados con la idea de igualdad, el abolicionismo es una de las discusiones fundamentales que se dan dentro del feminismo y va a ser ahí donde va a surgir. Bueno, pues en el feminismo también opinamos -yo soy feminista-, opinamos que tiene que tener algún criterio normativo.

Y uno de los criterios normativos fundamentales para el feminismo es precisamente el abolicionismo ante la prostitución. ¿Qué quiero decir con esto? Lo que quiero decir es que no es lo mismo decir que la prostitución es un trabajo libre que decir que es una forma de subordinación patriarcal. Son dos cosas radicalmente distintas.

Ni el feminismo ni ninguna ideología crítica de la modernidad, ni otras ideologías que no sean críticas, pueden permitirse el lujo de prescindir de criterios normativos. Uno de los criterios normativos fundamentales de la tradición intelectual feminista es precisamente este: el abolicionismo ante un tema como la prostitución.

Esto también quiere decir otra cosa, quiere decir es que desde el feminismo no se hace una apuesta por el relativismo moral ni por el relativismo político que defienden otras teorías como la postmodernidad.

Hay que buscar el fin de la prostitución, pero -y yo creo que esto es muy importante- hay que distinguir analíticamente entre mujeres prostituidas y prostitución. Desde el sector más mayoritario del feminismo se hace una crítica a la institución como una estructura que está fomentando la subordinación de las mujeres, pero al mismo tiempo desde el feminismo que defiende el abolicionismo hay una postura de profunda solidaridad con las mujeres prostituidas, porque pensamos que las mujeres prostituidas son unas víctimas de un concepto que me imagino que ha estado muchas veces en esta Comisión y sin el cual no se puede entender esto, y ese concepto es el concepto de patriarcado.
Y el concepto de patriarcado no significa ninguna otra cosa más que vivimos en una sociedad en la que todos los varones tienen una posición hegemónica en todos los ámbitos de la sociedad, desde los políticos, los económicos, los poderes fácticos, los poderes legítimos, como este donde estamos aquí, que es el Parlamento, y que precisamente las instituciones de representación del Estado son las más legítimas que hay.

Es muy importante entender que una cosa son las mujeres prostituidas y otra cosa es la prostitución; desde el abolicionismo hacemos una crítica radical a la prostitución con un fenómeno social y una enorme solidaridad con las víctimas de esa realidad social.

Cuestionamos la estructura de subordinación y explotación sexual que subyace a la prostitución y, sin embargo, tenemos, como digo, una posición de solidaridad con las víctimas de este sistema. Sobre la prostitución se pueden decir millones de cosas, pero yo solamente voy a decir una, una cosa, y es una en la que yo creo que es en la que más sé y que es mi especialidad.

Yo estoy razonablemente especializada en las cuestiones relacionadas con el contrato social, con el contrato sexual y con el consentimiento. Y yo voy a mantener la siguiente tesis: no hay consentimiento en la relación que se establece entre una mujer prostituida y un cliente, por decirlo de esta forma.

Y para eso, por supuesto que ateniéndome al cuarto de hora lo más exacto posible, para eso ustedes me van a permitir que yo me vaya a un siglo que es mi siglo preferido, que es el siglo XVIII, no porque yo tenga una preferencia subjetiva, sino porque es el siglo que abre el camino a la modernidad.




El siglo XVIII es un siglo clave para la democracia, porque es la primera vez que se conceptualiza la necesidad de construir una sociedad a partir de un contrato libremente consensuado por todos los individuos. Es la primera vez que va a ocurrir. Y desde que ocurre eso, se abre el camino de la democracia en Europa y se considera que la democracia es un bien político y un bien moral para toda la humanidad. En este siglo por primera vez se señala que todos los individuos son libres e iguales y que la libertad y la igualdad son derechos naturales. Por supuesto que ahora el derecho natural no es un derecho fundamental en la teoría política, es un derecho fundamental en la religión.

El telón de fondo que hay en todo esto por supuesto es la Edad Media, donde no existía el libre consentimiento y las vías políticas eran otras. De individuos libres e iguales solamente pueden surgir sociedades libres e iguales. Pero, ¿cómo se constituye esa sociedad vertebrada en torno a esos dos conceptos que van a articular toda la modernidad, que son la libertad y la igualdad? Solamente hay un modo, y ese modo es el que va a articular toda la modernidad, a partir del consentimiento: va a ser el sufragio y va a ser el voto el que nos va a decir si una sociedad es legítima y si una relación social es legítima o no lo es.

Cuando no hay consentimiento, cuando no hay sufragio, cuando no hay voto en sus diversas modalidades no hay legitimidad. Esa es la clave de por qué las dictaduras no son legítimas: porque no hay sufragio y porque no hay consentimiento. ¿Cómo se puede concretar ese consentimiento? En el siglo XVIII se dice que se puede concretar a través del contrato social, a través de un contrato firmado desde la libertad y la igualdad por todos y cada uno de los individuos.

Bueno, qué duda cabe que al principio los individuos van a ser varones, y qué duda cabe que vamos a tener que esperar un siglo para que ese concepto de todos los individuos sean hombres y mujeres. Pero aquí -y esto es lo que me interesa señalar- se abren dos modalidades de contrato. En el siglo XVIII se dice que todos los individuos deben ser libres e iguales. Pero hay un autor que se llama Locke que dice que la libertad y la igualdad tienen que tener algunas características, y la característica que debe tener la libertad es que debe ser ilimitada. Dicho de otra manera: el contrato social no tiene que tener límites. Y después, hay otro teórico, Carl , que dice que los contratos tienen que tener algunos límites.

Y aquí entramos en el grandísimo debate que surge en el XVIII y que existe ahora de si se pueden poner límites a la contratación y al consentimiento. Parece ser que hemos llegado a la conclusión de que a los contratos sí se les puede y se les debe poner límites. ¿Qué es lo que dice Locke? Locke lo que dice es que la libertad de un individuo debe de llegar tan lejos, tan lejos, tan lejos que puede decretar su propia esclavitud y que puede establecer un contrato con un individuo en el que él decida ser esclavo. A esto le contesta Rousseau en unas cartas, en unos textos en los que hace una afirmación que es importante, y la afirmación que hace es que, si un individuo es capaz de decretar su propia esclavitud pierde su condición de humanidad. Aquí por primera vez, cuando se abren las teorías del contrato social, por primera vez en la historia se dice que los contratos tienen que tener límites, porque los contratos, cuando son ilimitados, desembocan en otro tipo de tiranía o en otro tipo de dictadura, por decirlo así.

Por lo tanto, es la primera vez, en el siglo XVIII, en que se dice que no hay relación legítima que no esté basada en el consentimiento, en el contrato, y al mismo tiempo es la primera vez que se señala que los contratos tienen que tener algunos límites. ¿Qué es lo que ocurre en el siglo XIX? En el siglo XIX ocurre otra cosa, y es que aparece un tipo de pensamiento que ya lo vamos a asumir desde luego de una forma radical quienes estamos dentro de esa tradición intelectual y este movimiento social que es el feminismo, en el que va a aparecer un tipo de pensamiento que se va a llamar la hermenéutica de la sospecha. Es decir, se va a sospechar sobre todas las realidades políticas que se han construido a lo largo de esa época de modernidad, que va a ser el siglo XVIII. Y uno de los autores que va a introducirse o que va a fundar esta hermenéutica de la sospecha va a ser precisamente Marx.

Marx va a sostener la siguiente hipótesis: va a sospechar del contrato que se firma libremente -entre comillas- entre un empresario y un trabajador. Y el telón de fondo histórico que va a tener Marx cuando haga esa afirmación va a ser la revolución industrial. Y detrás, o delante, o a un lado o a otro, o debajo, o encima de la revolución industrial va a haber otra cosa que a Marx le va a parecer desde un punto de vista moral intolerable, que va a ser la situación de explotación y de pobreza de la clase obrera. De modo que Marx va a considerar que el contrato social ha de ser limitado, que la idea de libre y radical consentimiento tiene que mirarse a la luz de otras realidades. Y va a decir Marx en clave económica lo mismo que dijo Rousseau en clave política.

Y lo que dijo es que dos partes, o dos individuos, que firman un contrato, si una de esas partes está dominada por la necesidad, pierde en muy buena medida su libertad, y la idea de consentimiento se pone en cuestión. Esto es una de las partes de lo que llamaríamos la hermenéutica de la sospecha: hay que sospechar de aquellos contratos que tienen la apariencia de ser libres pero que, sin embargo, la libertad hay que mirar de dónde, en teoría, surge. Y eso sucede en el siglo XIX.

Y en el siglo XX va a aparecer otra modalidad de contrato, que es la que nos interesa, pero que no se podría entender sin el contrato social del siglo XVIII del liberalismo y de la democracia más radical, ni tampoco se podría entender sin el contrato económico que critica Marx: y es el contrato sexual, que va a teorizarlo una teórica política australiana, que se llama Carol Pateman. Esta mujer va a decir que algo le pasa al contrato social y algo le pasa al contrato económico de Marx, que ahí se esconde algo que nunca ha sido dicho. Y esto que nunca ha sido dicho a su juicio es que, como ella va afirmar con muy buen criterio y muy lúcidamente, la mitad de la historia está sin contar.

Una democracia que tiene la apariencia de ser perfecta, una sociedad que tiene la apariencia de ser libre, pero algo ocurre cuando las mujeres no pueden votar, cuando las mujeres no tienen derecho a la educación, cuando las mujeres no tienen derecho al trabajo. Entonces ella va a acuñar un concepto que cree que tiene la suficiente capacidad explicativa para dar cuenta de esa situación de inferioridad y de subordinación social de las mujeres; y ese concepto que va a acuñar va a ser el concepto de contrato sexual.

Y el concepto de contrato sexual lo que va a decir ni más ni menos es que, por supuesto, que ni el contrato social existió, por supuesto, ni el contrato económico existió, tal y como lo señala Marx, y por supuesto el contrato sexual no existe. Por supuesto que son recursos metodológicos, por supuesto que son ficciones políticas; naturalmente, que solamente tienen capacidad explicativa para dar cuenta de las cosas que pasan.

El contrato sexual, como dice tan lúcidamente Carol Pateman, es un contrato que nace de un pacto que realizan de una forma fraternalmente los varones. Y aquí no nos queda más remedio que volver a ese concepto, y ponerlo en entredicho, como tantas cosas que hemos hecho las feministas, poner en cuestión el concepto de fraternidad de la Revolución Francesa y de la Ilustración, sobre el que no vamos a entrar, porque no tenemos tiempo. ¿Y qué es este contrato sexual? Este contrato sexual es que los varones van a establecer un pacto por el cual, a través de ese pacto van a asegurarse que las mujeres son de su propiedad. Y quiero decirles que en el origen de los tiempos las mujeres, de verdad, empíricamente contrastable, eran propiedad de los varones.

Tampoco creo que digo nada nuevo si en muchas partes del planeta seguimos diciendo que las mujeres son propiedad de los varones.

Vivimos en Europa, y Europa es un paraíso en eso y en otras muchas cosas, independientemente de las múltiples subordinaciones y explotaciones que hay, que no será que no hay, por cierto. El contrato sexual tiene una característica; y esa característica yo a ustedes les pido que se pongan en el Neolítico, nos podríamos poner en el Paleolítico, nos podríamos poner en la Edad Media, pero se refiere al origen de los tiempos. En este contrato sexual, los varones lo que van a firmar es que cada varón tiene que ser el dueño de una sola mujer. Este concepto, este pacto va a dar lugar a esto que se llama el matrimonio, a esto que se llama la familia patriarcal que, como ustedes saben y afortunadamente, ha dado unas cuantas vueltas y ha dado unos cuantos giros, y es un poco menos opresiva, digamos, o por lo menos existen otras vías. También van a firmar otra cosa, y aquí es el núcleo donde se puede explicar la prostitución. Y la otra cosa que se va a firmar en este contrato sexual es que una mujer va a ser para cada varón, y unas pocas mujeres van a ser de uso público para todos los varones. Esto es exactamente la prostitución.
La prostitución o el abolicionismo se diferencia radicalmente del prohibicionismo, las feministas no somos prohibicionistas porque seamos unas moralistas victorianas del siglo XIX.



Las feministas tenemos una característica con todas las ideologías críticas de la modernidad, y es que tenemos la debilidad o la manía de mirar cuáles son las causas de la subordinación, de la explotación o de la opresión. Y eso es lo que diferencia el abolicionismo del prohibicionismo.

Aunque francamente, tal y como están las cosas, bienvenidos sean hasta algunos prohibicionismos, por cierto. Pues dicho esto, ¿Por qué digo que nos interesan muchísimo las causas de este fenómeno social a las mujeres? Pues nos interesa porque no se podría entender la prostitución como un ejercicio de libertad sexual de las mujeres. En la prostitución las mujeres no ponen en funcionamiento los deseos ni ponen en funcionamiento ni esperan la obtención de ningún tipo de placer. Lo que quiero decir es que uno de los grandes mitos que están alimentando el reglamentarismo es la idea de la libertad sexual. La libertad sexual es uno de los conceptos que se oponen de una manera más radical a la prostitución.

La prostitución es una forma onerosa y una forma extraordinariamente dura de ganarse la vida. Y fíjense ustedes que allá donde aumentan los niveles de bienestar de una sociedad y donde disminuye la desigualdad, de una manera inmediata las personas de esa sociedad, las mujeres de esa sociedad dejan de ser ese grandísimo contingente, que cuando había más pobreza eran de la prostitución. De hecho, como ustedes sabrán, más del 90 por ciento de las mujeres que ejercen la prostitución en España son inmigrantes, de modo que es imprescindible para poder entender el fenómeno social de la prostitución entender que hay una relación de necesidad entre prostitución y desigualdad, entre prostitución y pobreza. Y ese es el único motivo por el cual la mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución son mujeres inmigrantes.

Para terminar, quiero mostrar que el consentimiento al que se apela como fundamento de la legitimidad de la prostitución es inicuo, tal y como señalaba Rousseau desde un punto de vista moral y desde un punto de vista político. El contrato tiene que tener límites, y las sociedades en las que vivimos ponen límites al contrato, pese a que el liberalismo haga una exaltación de que el contrato no tiene que tener límites.

Existe el límite en la propia esclavitud, existe límite, por ejemplo, al trabajo infantil, existen límites a contratar que tú puedas vender tus propios órganos; la libertad de contrato ha de ser limitada, y todo contrato, por el hecho de serlo, no es legítimo. Y es importantísimo que volvamos aquí a diferenciar lo que es la legalidad de lo que es la legitimidad.

Muchas veces hay hechos que son considerados legales y, sin embargo, no son legítimos. La otra idea es que detrás de la prostitución no hay rastros de libertad sexual. La libertad sexual está vinculada al deseo y al placer, y en las mujeres prostituidas no hay libertad sexual ni placer, solo hay una forma de ganarse la vida, y esto es ya suficiente para que las feministas mostremos toda nuestra solidaridad con estas mujeres que, como ustedes saben, son mujeres pobres. Por eso yo creo que es imprescindible establecer, poner al descubierto la vinculación que hay entre prostitución y neoliberalismo.

El neoliberalismo tiene un deseo ilimitado, que es el de que todo lo que existe forme parte del mercado, que todo se pueda vender y todo se pueda comprar, incluidos los cuerpos de las mujeres. Y probablemente éste es el principio. Yo creo que me... Muchísimas gracias.

SEGUNDO TURNO. RESPUESTAS

Muchísimas gracias.

Va a ser completamente imposible que conteste a todo. Yo siempre sospeché que en el Congreso de los Diputados y en el Senado se trabajaba, pero me voy contenta porque se puede ratificar que ustedes escuchan, efectivamente, y que además son muchísimas preguntas y creo que tenemos un cuarto de hora más o menos para contestar. De modo que no ha habido ni una sola pregunta que haya estado desubicada, todas han ido exactamente a la cuestión. Las voy a contestar igual un poco desordenadas.

Lo primero, yo quiero explicar muy brevemente, por las consecuencias que tiene, qué significa lo del abolicionismo normativo; y lo primero quiero decir que lo mismo que no hay un solo feminismo, sino que hay varios feminismos, igual que no hay un socialismo, sino que hay varias posiciones dentro del socialismo, igual que no hay un solo liberalismo, hay liberalismos, neoliberalismos, hay democracias cristianas, hay, en fin, tantas cosas, el abolicionismo es un bloque que no es completamente homogéneo, en el que hay, digamos, matices y hay matices de orden intelectual y también matices de orden instrumental y político.

Cuando yo hablo de abolicionismo normativo lo que quiero decir es que hay dos terrenos muy claros: por una parte está el de los criterios éticos y por otra parte está el de las políticas, el de las medidas políticas y el de, digamos, el carácter meramente instrumental. Yo pienso que se puede discutir sobre qué políticas se pueden hacer, sobre cuáles son más eficaces o cuáles pueden ser menos, sobre cuál es el aspecto fundamental a incidir, cuál es aquel que nos va a proporcionar ganar espacios en la disminución de la prostitución, etcétera. Lo que creo es que no cabe ningún tipo de matiz respecto al carácter ético que se deriva de las posiciones sobre la prostitución.

La prostitución, como otras esclavitudes y como otros fenómenos sociales, es éticamente detestable, porque es detestable la subordinación, porque es detestable la inferioridad y porque es detestable la no libertad. Creo que tenemos que generar criterios éticos que nos permitan distinguir aquello que es adecuado y lo que no lo es, lo que es ético y lo que no lo es. Y para eso precisamente están los derechos humanos, se tengan que revisar o no se tengan que revisar, que esa es otra discusión. Entonces, la prostitución es un fenómeno social detestable desde el punto de vista moral; después ya vienen otras muchas discusiones.

Pero la característica que tenemos en el feminismo y la característica que tiene la izquierda, y digo la izquierda en su sentido amplio, y esta es la distinción analítica fundamental que hay entre el prohibicionismo y el abolicionismo, y la característica fundamental que hay también entre la izquierda y el liberalismo, es que la izquierda y el feminismo, como todos los movimientos críticos de la modernidad, tenemos la manía de preguntarnos por las causas.

No se puede abordar un fenómeno social sin investigar cuáles son sus causas. Vamos a decirlo con otras palabras: no puede haber buenas políticas públicas si no están precedidas y sustentadas en buenos análisis teóricos. Y no hay una definición buena de qué es la política ni se pueden hacer políticas que estén orientadas a ampliar la libertad y la igualdad de los seres humanos si no hay unos criterios éticos que son incontestables.

Sobre la ética no hay discusión, hay discusión sobre la política. Los derechos humanos no se pueden cuestionar, se pueden cuestionar determinadas políticas.

Entonces, cuando yo hablo de abolicionismo normativo, lo que digo es que no cabe ningún tipo de matiz ético sobre que sea buena o mala la prostitución: la prostitución es una indecencia desde el punto de vista moral. Ahora bien, lo que yo -exactamente igual que algunas de ustedes- no pongo en duda es la buena fe que puede animar a quienes consideran que la prostitución se debe reglamentar porque es la forma más idónea de defender los derechos de las mujeres prostituidas o de las mujeres prostitutas.

No es ese mi punto de vista. Pero no es ese mi punto de vista porque yo esté, digamos, que tenga cierta deformación profesional, porque soy una abolicionista normativa, no es mi punto de vista porque empíricamente se puede poner de manifiesto con muchísima claridad que los países en los que se ha reglamentado la prostitución o en aquellos que son altamente permisivos, y los primeros son Holanda, Alemania y Grecia, y los países altamente permisivos son, por ejemplo, España o Francia, la prostitución lo único que hace es aumentar.

Por lo tanto, ahí ninguna duda. Yo tengo absolutamente claro el carácter, digamos, no cuestionable, yo creo que no se puede ni siquiera discutir desde la perspectiva ética sobre prostitución sí o prostitución no, éticamente yo lo veo muy claro, después tenemos que dar un segundo paso. Y el segundo paso que tenemos que dar es entender por qué existe la prostitución.

Y tenemos que deshacernos de esa idea loca, bajo mi punto de vista, que como una realidad ha existido históricamente siempre, tenemos que darla por inevitable. Pues buenos estaríamos y buenas estaríamos si partiésemos de ese supuesto, no habría ninguna ideología, por supuesto, liberadora ni emancipadora; si porque la desigualdad ha existido siempre vamos a fomentarla o vamos a legalizarla, o vamos a hablar moralmente bien de ella, pues faltaría más.

Nos podemos poner en el peor de los casos. Y el peor de los casos es que, efectivamente, estemos en la posición de que queramos que desaparezca la prostitución y la desigualdad, pero lo consideramos imposible.

Aun si lo considerásemos imposible, que podría ser, porque no hay muchos motivos para la alegría ni para el optimismo muchas veces, como seres morales que somos, tendríamos que concluir que, independientemente de cuáles van a ser los resultados, nuestra posición moral y ética no puede variar, y es que la desigualdad no es aceptable, porque no es aceptable que el mundo esté dividido en dos tipos de personas: quienes están en una posición de igualdad y quienes están en una posición de desigualdad.

Y no es aceptable que haya dos tipos de mujeres, quienes están en una posición de mayor emancipación y quienes están en una posición de subordinación explícita. Cuando digo que desde la izquierda y desde el feminismo tenemos esta manía, que yo creo que es una manía muy emancipadora, de mirar las causas, pues yo creo que no se puede entender la prostitución fuera de que tenemos que asumir que existe esto que se llama..., ya comprendo yo que igual este no sé si será un espacio idóneo para decirlo con estas palabras a las que estamos tan habituadas en el movimiento feminista y en la universidad, pero, miren, existe un sistema de dominación de los varones sobre las mujeres, que no hace que cada uno de los varones sea un sinvergüenza, ni muchísimo menos, que lo que significa es que existe un sistema y que ese sistema de una forma aparentemente inercial y aparentemente invisible, no se sabe, parece de cualquier forma, pero las feministas lo sabemos solamente porque llevamos tres siglos investigándolo, coloca a los varones en una posición siempre de superioridad, en una posición de ventaja y a las mujeres en una posición de desventaja social y en una posición de inferioridad.

Bueno, pues ese sistema, como todos los sistemas, genera una ideología, genera formas de pensamiento, y genera sobre todo lo que es inherente a todos los sistemas de dominación, y son formas, máscaras que hagan invisible precisamente esa dominación.

Si las dominaciones existen es porque hay muchísimos instrumentos que las tapan, si no, evidentemente, lo que habría serían revoluciones, obviamente. Bueno, pues las feministas consideramos que la prostitución es uno de los resultados efectivos más rotundos y más claros de eso que el feminismo ha llamado la desigualdad de género.

Y la desigualdad de género no es un fenómeno provisional ni algo que ha surgido en los últimos quince días. Tiene una larguísima historia. Y por eso el feminismo tiene tres siglos de historia.

No hemos hecho ninguna otra cosa a lo largo de estos tres siglos que intentar poner de manifiesto cuáles son los mecanismos de esa subordinación, discriminación y las múltiples palabras que toma esto. Una vez que sabemos cuál es el carácter ético, otra vez que sabemos, en segundo lugar, sabiendo cuáles son las causas, claro, obviamente decir las causas en dos minutos es un poco..., pero, bueno, solamente por la coherencia. Después viene otro terreno, y el otro terreno es el de las políticas.

Aquí sí que existe una discusión. Voy a decirlo de otra forma más metafórica: los derechos humanos no se pueden cuestionar, pero sí se puede, por supuesto, hablar de cuáles son las políticas. Yo, que soy de izquierdas, que no sé si lo había dicho, y que ni siquiera sé si se me notaba bastante, además de feminista sobre todas las cosas, yo considero que todos los fenómenos de subordinación y de explotación se tienen que tratar con políticas públicas de igualdad. Y las políticas públicas de igualdad históricamente tienen un instrumento.



Y el instrumento que tienen las políticas públicas se llama medidas de acción afirmativa, y se llama medidas de discriminación positiva. Y las medidas de acción afirmativa y de discriminación positiva, tengo que decirles que desembocan, por cierto, en otro concepto: y el concepto en el que desembocan es esto que se llama democracia paritaria. Por lo tanto, todas las políticas que se puedan hacer tienen que ser políticas públicas de igualdad, tienen que tener los mecanismos de la acción afirmativa y de la discriminación positiva.

Yo no estoy pensando en una sola ley. Yo les tengo que decir, además que yo no soy experta en esto, aunque es verdad que he colaborado en algunas cosas, en algunas leyes en Galicia, lo que sí parece es que la única manera de hacerlo o una de las maneras razonables de hacerlo es entender que las mujeres prostituidas son un segmento de población extraordinariamente pobre, con unas condiciones inimaginables de desventaja social, y que se requiere un compromiso de todos los sectores sociales para que esas mujeres puedan acceder a los espacios de libertad y de igualdad que, por cierto, en teoría se nos conceden a las mujeres del primer mundo como si fuesen nuestros derechos humanos.
Desde el feminismo se pide que los derechos humanos que disfrutamos las mujeres del primer mundo también puedan ser disfrutados por las mujeres del tercer mundo y por las mujeres prostituidas que, como ustedes saben muy bien, son mayoritariamente precisamente del tercer mundo.

Entonces, incentivos, convencer a los empresarios de que la prostitución es algo que les concierne, que la prostitución no es una cosa encapsulada que está ahí y que no tiene nada que ver con nosotros.

Miren, hay una cosa que sabemos quienes somos de izquierdas y quienes somos feministas, hay una cosa que la sabemos de memoria: y es que la condición de un colectivo condiciona radicalmente a cada miembro de ese colectivo. Dicho de otra forma: no se puede hablar de igualdad si existen grandísimas bolsas de pobreza, porque eso nos compromete a todos y a todas aquellas que estamos a favor de la igualdad. Bueno, la prostitución no es el problema de un grupo de mujeres que está en una situación de aislamiento y que no nos compromete a quienes somos profesoras de universidad o a quienes tenemos unos trabajos que están razonablemente bien remunerados y que estamos más o menos inscritas en las clases medias en sus distintos...

Nos compromete, nos compromete radicalmente. Y nos compromete radicalmente porque, en función de cuál sea la situación de ese colectivo, eso nos va a afectar. Y les voy a poner un ejemplo. Si se llega a la conclusión, ideológicamente, de que la prostitución es un trabajo como otro cualquiera y que es un servicio que presta un grupo de mujeres a la sociedad, eso va a generar dentro de los niños y de las niñas de una forma bastante invisible aparentemente, aunque no hay invisibilidades ni casualidades -por cierto, en los sistemas de dominación, si alguno de ustedes fuese psicoanalista diría que tampoco en las biografías individuales. Yo hasta ahí no llego exactamente, pero, bueno, cada día me acerco más-, yo lo que diría es que esos niños y esas niñas van asumiendo de una forma completamente parece que invisible, de una forma, la palabra exacta sería “inconsciente”, que las mujeres podemos ser usadas, y que nuestros cuerpos se pueden comprar y vender igual que se compra y se vende un coche o igual que se compran y se venden otros objetos de consumo.

Voy a pasar a la siguiente pregunta, porque creo que me falta poco. Respecto a lo que usted me decía de las leyes. Yo que fui hace muchos años marxista y que ahora soy una marxista mucho más heterodoxa, pero que hubo un tiempo en que no fui heterodoxa, yo considero que el poder político tiene una capacidad de maniobra relativa. Pero aunque el poder político tiene una capacidad de maniobra relativa, yo creo firmemente en las instituciones de representación del Estado y creo en el poder político como un instrumento de cambio social. En esa medida creo mucho en las leyes.

Las leyes no cambian el mundo, pero las leyes son un instrumento más en la transformación del mundo, uno más. Lo que queremos siempre es que se cumplan. No siempre se acaban de cumplir, pero digamos, el desiderátum es que se cumplan. Creo sobre todo que las leyes son importantes también por otra cosa, y es porque toda ley tiene un carácter pedagógico fundamental.

Cuando se hace una ley se está enviando un mensaje a la sociedad, el mensaje de que lo que esa ley prescribe, eso es aceptable moralmente y es adecuado políticamente. Desde este punto de vista yo creo que en las leyes tiene que estar presente la sanción política, la sanción jurídica de lo que es una forma de subordinación y de discriminación como es, por supuesto, la prostitución.

Aquí ya solamente tres cosas, y lamentaré muchísimo no haber contestado a todo. ¿A quién beneficia reglamentar? Bueno, pues reglamentar beneficia, en primer lugar, a los varones. Son los varones los primeros beneficiados. Mercedes ha dicho con muchísima claridad, sabe muy bien los datos, la cantidad de varones en determinadas provincias sobre todo, y Almería es muy paradigmática, que utilizan esto que llaman los reglamentaristas y las reglamentaristas los servicios sexuales.

Pero no podemos pensar que solamente interesa la reglamentación a los varones. Bueno, este debate que se ha dado, que se está dando, pone de manifiesto con una claridad que a mí me hiere profundamente desde el punto de vista ético la complacencia de los medios de comunicación progresistas en el tema de la reglamentación.

Y ahí hay que ver, yo creo, este tema. Este tema es importante, pero no beneficia solamente a ellos, beneficia también al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional.

¿Y por qué les beneficia? Porque saben que hacer una industria del ocio, es decir, una industria del sexo, saben que fomentar la prostitución de mujeres y la prostitución infantil es uno de los instrumentos fundamentales para que se puedan devolver las deudas de los préstamos estructurales que dan estas instituciones. Por lo tanto, la prostitución no es solamente que algunas mujeres, llevadas por la necesidad, decidan entrar en este negocio; la prostitución además tiene canales que Asasem(?) denomina canales semiinstitucionales que facilitan toda esta industria que se ha convertido en la tercera industria criminal que hay en estos momentos en el mundo, merced a la globalización neoliberal y a las tecnologías informacionales que tanto lo facilitan.

Por lo tanto... La otra cuestión, el tema de la izquierda. A mí, la verdad, que hay muchas cosas que me sorprenden en el mundo, y que me sorprenden muchísimo, pero una de las cosas que me sorprende es esta especie de síndrome de Estocolmo que le ha dado a la izquierda con algunas cosas.

El síndrome de Estocolmo que parece que tiene la izquierda con la prostitución, el síndrome de Estocolmo que tiene la izquierda con las mujeres inmigrantes, que no les acaba de parecer mal que utilicen velo, que eso lo toman como una manifestación de su propia cultura.

A mí este síndrome de Estocolmo me desconcierta, y me desconcierta porque no creo que sea honesto. Vamos a decirlo como diría Celia Morós, que dice Sartre, no me parece que estén actuando de buena fe, más bien lo que veo es cierta mala fe delante de esas posiciones políticas. La prostitución no tiene..., vamos a decirlo de otra manera, la solidaridad con las mujeres prostituidas, el único camino que tiene no es el de la reglamentación, porque la reglamentación y todos los datos de la Organización Mundial de la Salud, todos los datos de Naciones Unidas ponen de manifiesto que allá donde se reglamenta, la prostitución y el tráfico está aumentando, ergo yo no puedo hablar, no podría pensar entonces que ahí hay buena fe.

Bueno, podría pensar que lo que hay es desconocimiento, pero bueno, también sabemos que desconocer las leyes no quiere decir que no las tengamos que cumplir. Por lo tanto, es un síndrome de Estocolmo que, como diría el filósofo del siglo XVII y feminista Poulin de Lavá(?), aquí hay un problema: y el problema de fondo es que los hombres son, los varones son juez y parte al mismo tiempo. Y eso sin ninguna duda tiene algún tipo de implicación a la hora de abordar este asunto.

Lo que no puedo comprender, por decirlo de esta manera, lo digo retóricamente, porque yo lo comprendo todo porque me dedico a esto, ergo, claro, si investigo las causas, lo tengo que entender: lo que no puedo entender es cómo la izquierda lleva un siglo y medio tratando de averiguar cuáles son las causas de explotación y de subordinación de la clase obrera y de otros colectivos que están discriminados y, sin embargo, está ciega a entender cuáles son las causas de la subordinación y de la discriminación de las mujeres.

Y de toda la discriminación de las mujeres, digamos, aquella que tiene un carácter más radical, aquella en la que se muestra de una manera más descarada es precisamente esa, la de la prostitución. De todos los colectivos de mujeres que están oprimidas, que están explotadas, discriminadas y subordinadas por hablar de todas las marcas de la opresión, son precisamente las mujeres prostituidas las que reúnen todas las condiciones o las que reúnen, digamos, todas las características. Por lo tanto... bueno, creo que ya... Para terminar, me van a permitir que ponga una vez más, como ha hecho históricamente el feminismo, y en muy buena medida para otras cosas la izquierda, me voy a permitir sospechar, sospechar políticamente del comportamiento de determinada izquierda, que considera que la única forma de establecer criterios de solidaridad con las mujeres prostituidas es la reglamentación, cuando saben que allá donde hay reglamentación hay aumento de la prostitución, y allá precisamente donde hay abolicionismo, como en Suecia, lo que está ocurriendo es exactamente lo contrario.

Si lo tenemos delante de nuestros ojos, ¿por qué seguir precisamente con aquella solución que no es la buscada? Bueno, pues ahí me van a permitir ustedes que yo diga que todos los sistemas de dominación se alimentan de algo que les es inherente, que es el interés. Muchísimas gracias.





Las personas que han sufrido una tortura deben ser capaces de reconstruir los hechos para convivir con el trauma

Este artículo si bien se refiere a la tortura en general, puede ser perfectamente aplicado y casi sin salvedades a los casos de prostitución-trata de personas.
Las personas que son prostituidas al igual que las que son víctimas de trata viven varias veces por día y todos los días del año la destrucción de su integridad como personas al ser convertidas en un simple objeto de satisfacción ajena ya fuere sexual o económica (prostituidor, proxeneta, tratante y demás componentes del sistema prostituyente que se benefician)
La práctica en sí misma, con independencia del modo en que se ha accedido a ella o se continúa su ejercicio, constituye un acto degradante, siendo el acto del pago la coronación de la humillación al poner un precio a una persona, a su cuerpo, precio que por elevado que pudiera ser -que no lo es en absoluto- nunca podrá cubrir lo que la dignidad y humanidad valen como tampoco  el daño que provoca.
Así como el detenido torturado es capaz de autoculparse, como un mecanismo de defensa ante la violencia del medio, las víctimas de prostitución-trata de personas pueden llegar a no reconocer su situación y acusarse a sí mismas de haber elegido esa situación y exculpar a sus proxenetas y tratantes. Este mecanismo les da una ilusión de seguridad y de dominio sobre su vida que les permite no derrumbarse.
Dentro de la impronta cultural de la tortura y como un elemento importantísimo en el derrumbe de la autovaloración positiva y por lo tanto, del respeto hacia sí misma, figura el estigma social sobre la persona en prostitución. Este factor es usado por los proxenetas para la destrucción de la personalidad hasta lograr el sometimiento mostrando que no hay salida posible y que la prostitución es un destino fijado. Es por este motivo que les reglamentaristas se oponen a hablar de situación de prostitución, o de personas en prostitución o prostituidas, ya que sostienen la idea de la  prostitución como identidad. Para el proxenetismo se “es” prostituta/o, “una vez prostituta, siempre prostituta”.
Recordemos, sumado a todo esto, que la mayoría de las personas fueron prostituidas tempranamente, entre los 12 y 16 años, cuando su cuerpo y mente se hallaban en plena transformación.
La lectura de este artículo nos acerca a lo no dicho, a lo que no se quiere ver del mundo de la prostitución.


Alberto B Ilieff


Las personas que han sufrido una tortura deben ser capaces de reconstruir los hechos para convivir con el trauma
20 febrero, 2017
MADRID, 20 Feb. (EUROPA PRESS) –

Las personas que han sufrido un episodio de tortura deben ser capaces de reconstruir un relato de lo que les ha pasado para evitar que reaparezcan los recuerdos de lo vivido y poder aprender a “convivir” con ese trauma.
“Es una batalla para reconstruir a la persona que se rompió con la tortura, a partir de los ejes que determinan su posición en el mundo”, ha reconocido en una entrevista a Europa Press el psiquiatra Pau Pérez Sales, del Hospital Universitario La Paz de Madrid, que acaba de publicar el libro ‘Tortura Psicológica. Definición, evaluación y medidas’.
Este experto, que desde hace décadas trabaja en el apoyo a víctimas, reconoce que las técnicas contemporáneas de la tortura son “muy psicológicas” lo que, además, también permiten proteger al torturador.
En parte, ha reconocido Pérez Sales, porque “la sociedad actual no tolera brazos rotos ni otras secuelas físicas”, de ahí que ahora se trabaje más en la degradación o humillación de la persona, exponiendo a la víctima a “entornos torturantes” en los que “se intenta destruir en mayor medida a la persona”.
Ante esta situación, el tratamiento de las personas que han sido torturadas pasan por una primera parte en la que hay que intentar que sean capaces de “establecer un espacio de seguridad mínimo”.



RECUPERAR SENSACIÓN DE SEGURIDAD
“Las personas que han sido torturados viven con miedo, permanentemente asustados y con reacciones de alarma, por lo que deben recuperar sensación de seguridad”, según este experto.
El siguiente paso es ayudarles a elaborar una secuencia ordenada en el tiempo de lo que pasó, ya que las víctimas suelen confundir pasado con presente, tienen recuerdos vagos, ‘flashes’, y eso les hace vivir aterrorizados, admite.
Por ello, según Pérez Sales, hay que “reconstruir un relato que la persona se pueda contar a si mismo” sobre lo que ocurrió, “sin entrar en pánico o angustiarse”.
“Es necesario poder en algún momento ser capaz de contarlo todo, no a otra persona pero si a uno mismo, ser capaz de contar los hechos, reconstruirlos con un hilo narrativo. Si no, no desaparecen los miedos”, ha explicado.
Además, la última fase del tratamiento busca que la víctima recupere la confianza que ha perdido en el ser humano y en uno mismo. “Uno piensa cómo puede haber personas así, y también hay dudas sobre uno mismo, porque te hace ver como una persona débil, y esto hace que muchas personas sean incapaces de reconstruir un proyecto de vida a partir de la tortura”, según lamenta.
Por ello, hay que conseguir que aprenda a convivir con ese trauma sin borrarlo, asumir que “la experiencia ha cambiado tu forma de ser, y la manera de ver el mundo y a uno mismo”.

LA HUELLA DE LA TORTURA ES CULTURAL
En lo que respecta a los tipos de tortura que más huella dejan, este experto reconoce hay un hay un componente cultural que determina qué método resulta “más demoledor”.
Así, hay estudios con musulmanes que salieron de la cárcel de Guantánamo que muestra como, de todas las situaciones horribles que vivieron (ahogamiento, palizas o situaciones de aislamiento), el método que dejó más secuelas fue mantenerlos desnudos para hacer los interrogatorios, sobre todo si lo hacían delante de una mujer.
“Eso tiene que ver con la humillación que eso supone en el mundo árabe, donde el hombre no se desnuda. Eso y el miedo a perros, porque en los países árabes no hay perros”, ha reconocido Pérez Sales.
En cambio, un estudio en País Vasco con 200 personas que habían estado incomunicadas a las que también habían sometido a todo tipo de métodos y malos tratos demostró que lo más duro para ellos fue la amenaza a la familia. “A mí me pueden hacer lo que sea, pero en el momento que hablan de tus padres o tu hermana, la gente pregunta qué había que hacer o dónde hay que firmar.



FALSAS CONFESIONES O ERRÓNEAS
No obstante, Pérez Sales también reconoce que la situación límite a la que se exponen las personas torturadas también lleva a algunos a acabar autoinculpándose o reconociendo un hecho que, en realidad, no han cometido.
“Estudios Estados Unidos muestran que hasta un 20 por ciento de gente que confiesa delitos graves, como matar a su hijo o su pareja, ha mentido fruto de un entorno torturante. Llevado al extremo, la posibilidad de que uno acabe reconociendo lo que el otro quiere que reconozca es muy alta”, según admite.
Asimismo, rechaza también que las torturas físicas sean eficaces ya que hay estudios que muestran que, cuando alguien es golpeado o es sometido a muchas lesiones, se producen fallos de memoria o recuerdos distorsionados que hacen que la información no sea fiable.
E incluso hay modelos de simulación de interrogatorios que muestran que, cuando se presenta un dilema, “la información que se ofrece es menor y de peor calidad que la que se obtendría de un diálogo normal entre dos personas”.
“La tortura no es eficaz, aunque sea muy peliculera y dramática”, según admite este experto, lamentando que el cine ha banalizado estas prácticas hasta el punto de que pueden hacer que muchos las justifiquen en determinados casos. Pese a que, como asegura citando la serie ’24’, “un Jack Bauer en la vida real en realidad lo estropearía todo”.

Fuente
http://www.psiquiatria.com/psicologia/las-personas-que-han-sufrido-una-tortura-deben-ser-capaces-de-reconstruir-los-hechos-para-convivir-con-el-trauma/?utm_source=boletines+psiquiatria.com&utm_campaign=a292e69e3f-EMAIL_CAMPAIGN_2017_02_20&utm_medium=email&utm_term=0_89ad673455-a292e69e3f-69416377




Conferencia de la doctora Ingeborg Kraus del 25.11.2016 en Estrasburgo

¡La prostitución es violencia contra la mujer!
2/6/2017
Conferencia de la doctora Ingeborg Kraus del 25.11.2016 en Estrasburgo

Texto original: http://www.trauma-and-prostitution.eu/2016/12/02/prostitution-ist-gewalt-gegen-frauen/
Traducción: Adriana Zaborskyj

Con motivo del día internacional contra la violencia hacia la mujer, se reunieron el director de las regiones de Champaña Ardenas, Lorena y la Alsacia, el director regional de la autoridad sanitaria, en trabajo conjunto con las asociaciones: Centro de Información de los derechos de la mujer y de la familia (CIDFF por sus siglas en francés), Movimiento del Nido Francia y Penélope 67, para un simposio sin fronteras sobre el tema: “Prostitución y salud: Retos y cambio de perspectivas en Europa
Quiero agradecer a los organizadores y organizadoras  por este simposio franco-alemán. Este gran evento, tras la introducción de la ley para la reducción del sistema de prostitución en Francia al lado de Alemania, tiene un valor simbólico para nosotros. Creo que, de hecho, hay que despertar a Alemania. Alemania, que en muchos temas europeos lleva la vanguardia, puede necesitar la ayuda de Francia y de Suecia.

Con motivo del día internacional contra la violencia hacia las mujeres, quiero presentar los dramáticos efectos de la prostitución tras su legalización en Alemania e informar y probar que la prostitución es violencia contra las mujeres. Para finalizar hablaré sobre tales efectos psicológicos.

Quise enfocarme también en la violencia por qué las discusiones políticas en Alemania no han incluido abierta y realmente este aspecto. La prostitución se ha visto como un juego privado donde el estado no se ha inmiscuido.[1]

Ingeborg Kraus

1. Violencia en la prostitución:
Hay un gran estudio nacional del año 2004 en Alemania sobre el impacto de la violencia [2]. Entre las 10.000 mujeres encuestadas hubo 110 prostituidas, con los siguientes resultados: 82% enumeraron formas de violencia psicológica, el 92% habían experimentado acoso sexual, el 87% vivieron violencia física y el 59% violencia sexual.

Hay un segundo estudio del año 2001 de Zumbeck en Alemania, con 54 mujeres prostituidas, que revela que todas ellas han experimentado traumas [3]. El 70% fueron atacadas físicamente y el 68% sexualmente.

La decisión “voluntaria” de entrar en la prostitución requiere ciertas precondiciones. Las mujeres prostituidas que han acudido a mi consulta, han tenido todas una historia de falta de protección en su infancia y en consecuencia una falta de auto-protección. Esas mujeres aprendieron muy pronto a “desconectarse”. En este punto hay una gran variedad de estudios que demuestran la relación entre haber sido víctima de violencia en la infancia y la prostitución. Los estudios de Zumbeck en Alemania han mostrado que el 65% de las mujeres en su infancia fueron violentadas físicamente y que el 50% sufrieron violencia sexual.

La violencia en la prostitución tiene muchas caras:
Comienza con una vestimenta ligera en el frío o también con tener que estar completamente desnudas.

En la prostitución callejera prevalecen las malas condiciones de higiene, no hay posibilidades de lavarse, no hay protección, no hay seguridad, es oscuro, hace frío, se está expuesto a la mirada de los compradores de sexo y de los transeuntes, quienes juzgan, minusvaloran e insultan, etc.
En los burdeles primero las mujeres son encerradas. La autoridad la tienen el propietario, lo que significa que él decide quién entra y quién no. Cuando alguien busca tener contacto con las mujeres tiene que “caerle bien” al propietario. El contacto con el mundo exterior está estrictamente reglamentado. No cualquiera puede hablar con las mujeres. Las mujeres no son libres.
En los burdeles las mujeres no tiene libre determinación. No tienen derecho a hablar o a hacer demandas. Son como lo describe Manfred Paulus: “prisioneras desde el comienzo de esas, en gran parte, subculturas criminales bajo la luz roja. Dentro de la jerarquía de ese medio ellas se encuentran en el nivel más bajo. Están privadas de sus derechos, indefensas e impotentes”[4].

Las mujeres se encuentran en una relación completamente asimétrica frente a los hombres: “Hoy en la prostitución parece que cerca del 90% de las mujeres de los países pobres de la Unión Europea vienen del este. Cerca del 30% son menores de 21 años. La mayoría no habla alemán y algunas son incluso analfabetas. No practican sexo seguro, no pueden poner límites ni negociarlos. Están en situación de inferioridad. No tienen poder para hacer cumplir sus demandas. Por 30 euros hacen todo lo que los puteros quieran. Están completamente desbordadas, completamente traumatizadas.”[5]

Una gran dificultad adicional está en que estas mujeres, en su mayoría, son victimizadas por sus propias familias. Los ingresos procedentes de su actividad van a familia en su país de origen. Así, el salir de la prostitución está vinculado a profundos conflictos internos. No sólo se liberan de la opresión de un proxeneta extranjero sino que se tienen que separar de su propia familia. La prostitución, así como opera actualmente en su mayoría en Alemania es, en realidad, peor que la prostitución forzada ya que el tratante de personas no es un desconocido sino la propia familia.

La altísima renta diaria de alquiler también es violencia (hasta 180 € debe pagar diariamente una mujer). Lo que significa que las mujeres deben atender hasta 6 puteros antes de lograr ganarse un euro.

Las tarifas planas de los burdeles van contra la dignidad humana. Es humillante saber que por 50 € se vende el paquete completo incluidas cerveza y salchicha.


Los “compradores de sexo” se han vuelto aún más perversos desde la legalización y las prácticas sexuales implicadas son mucho más peligrosas. La violencia contra las mujeres prostituidas se ha elevado gracias a ella. En muchos foros de puteros los hombres alardean de cómo “le dieron” a una prostituida y le dan una calificación [6]. Obviamente lo ven como un derecho masculino dar una calificación a la mujer por usarla de algún modo. Circulan listas-menú con deseos de los puteros. 
Mientras en el extranjero esto es indignante y visto como tortura, en Alemania se ha convertido en algo normal. Aquí un par de ejemplos [7]:
AFF= sexo anal con el puño (la mano entera por el ano), AO= todo sin condón, Marrón-Blanco= juego con heces y esperma, DP= paquete doble (sexo con dos mujeres) o doble penetración (dos hombres con una mujer), EL= chupar los huevos, FF= follar con el puño, FP= francés puro (sexo oral sin preservativo y sin eyaculación), GB= eyacular en la cara, GS= sexo grupal, Kvp= caviar pasivo (la mujer se deja cagar), Nsp= seco natural pasivo (la mujer se deja mear), OV= sexo oral (mamada o chupada), SW= sanduche (una mujer entre dos hombres), tlb= sin tabú (TODO está permitido), ZA= lengua en el culo (chupar el ano).

Por supuesto estas prácticas riesgosas aumentan las tasas de infecciones. Hay un estudio científico de la doctora Anna Wolff del año 2008, que da una mirada al estado de salud con énfasis en las enfermedades de transmisión sexual [8]. 110 mujeres prostituidas fueron examinadas en Lübeck. El 26% tenían una enfermedad de transmisión sexual que requería tratamiento. El 42% de las mujeres padecían de una infección o una infección aguda.

Reinan condiciones de trabajo desastrosas: las mujeres son completamente dependientes del negocio: muchas trabajan, comen y duermen en los burdeles.Viven en un mundo paralelo sin derechos y sin salida al mundo exterior. La mujer mercancía está siendo explotada al máximo bajo las más duras leyes del capitalismo en Alemania: Maximización del beneficio y bajo costo, etc.
Los horarios de trabajo son peligrosos para la salud: las mujeres prostituidas tienen que estar permanentemente “listas” para los “clientes y duermen un máximo de 5 horas por noche.

Muchas mujeres viven como nómadas en Alemania. No tienen un lugar fijo de residencia y son trasladadas de un burdel a otro para ofrecer variedad a los compradores de sexo. Muchas veces no saben ni siquiera dónde están.

La Organización de las Naciones Unidas quiso hacerse aconsejar en asuntos de prostitución y sus preguntas fueron: “¿cómo funciona lo del derecho reproductivo en mujeres prostituidas?”. Mi respuesta fue que es completamente absurdo hablar de derecho reproductivo en tal contexto. Las mujeres embarazadas actualmente son muy buscadas por los compradores de sexo. Ellos quieren sentir el cuerpo del niño dentro de la mujer durante el sexo. Por esto son tan frecuentes los abortos tardíos en el extrajero o las mujeres entregan en libre adopción al niño poco después del parto. Para servir a ese mercado el objetivo es embarazar nuevamente a las mujeres tras el nacimiento del niño.  

En Berlín actualmente el sistema de adopción debe tener más bebés para entregar que padres que buscan adoptar [9]. El estrés y la situación emocional de las mujeres embarazadas durante el ejercicio del sexo como en una línea de montaje no solo es perjudicial para la futura madre sino para el desarrollo del niño en el vientre materno.

La violencia no solo tiene lugar en la prostitución. Las mujeres tampoco tienen protección fuera de ella: experimentan violencia física por parte de sus proxenetas, los dueños de los burdeles y los tratantes de personas hasta la muerte. Viven violencia psicológica a través de las miradas despectivas y la exclusión de la sociedad. No son tomadas en serio, son discriminadas y serán siempre “ex-putas”.

Y es que también en la llamada “prostitución de lujo” tiene lugar la violencia. La sobreviviente alemana de la prostitución, Marie, lo describe así [10]: “el “respeto” de los hombres hacia mi no era respeto hacia mi directamente sino al billete que habían invertido. Para trabajar en la prostitución, sobrellevar los olores de hombres desconocidos y sentir su piel sobre el propio cuerpo, una mujer tiene que sobrepasar todos sus límites. Aunque yo no experimenté nunca el tipo más horrible de prostitución, esa vida me alcanza aún después de haber salido de ella y es una ola que aún me golpea”

La sexualidad requiere la interacción de la mente y el cuerpo. Para posibilitar que una persona extraña penetre el propio cuerpo es necesario desconectar funciones naturales, que de otra forma serían inevitables: el miedo, la vergüenza, el miedo a lo desconocido, el asco, el desprecio, el olor, el dolor, etc. Esta  desconexión es un fenómeno que se llama disociación. El alcohol y las drogas ayudan además a sobrellevar el dolor psicológico. Solamente bajo la condición de una disociación patológica es posible el uso de la vagina como un instrumento de trabajo libre de sensaciones.



2. Los daños psicológicos a causa de la prostitución:
En Alemania no hay controles de salud y prevención para mujeres en situación de prostitución. Debido a esto hay muy pocos datos recogidos sobre los efectos de la prostitución. Por lo tanto las mujeres han sido entregadas a un medio violento y perjudicial.

El estudio de Zumbeck del año 2001 encontró que el 60% de las mujeres en la prostitución han desarrollado un pronunciado trastorno por estrés postraumático. Los estudios de Schröttle y Müller del 2004 prueban un alto consumo de medicamentos: 67% de las mujeres en la prostitución toman calmantes para el dolor y el 38% tranquilizantes.

Sin embargo quiero señalar que el aumento de los daños psicológicos en las mujeres que aún se encuentran en la prostitución a menudo no es fácil de mostrar. Hace poco hice acompañamiento a una mujer a quien el comprador de sexo le introdujo clavos en la vagina. Su comentario al respecto fue: “no me duele, todo está bien señora Kraus”. A menudo los centros de consejería y la policía no entienden qué significa disociación y qué formas puede tomar. El dolor psicológico será por primera vez accesible para las mujeres solo cuando encuentren el camino de salida de la prostitución.

Los periodistas me preguntan enfáticamente con frecuencia si de verdad a las mujeres les va tan mal en la prostitución. Quieren escuchar diagnósticos. Muchas mujeres presentan de hecho trastorno de estrés postraumático, pero no solo eso: también trastornos de ansiedad y depresion son frecuentes.

Pero, ¿qué diagnóstico se le da a una mujer que está tan traumatizada que no habla?. ¿Qué diagnóstico se le da a una mujer que ya no siente el dolor cuando le meten clavos en su vagina?. Nos topamos con frecuencia con los efectos de múltiples traumas.

Una de mis colegas, que trabaja con un programa de salida de la prostitución, me dijo que solo algunas pocas mujeres logran salir. Las mujeres “trabajan” hasta que se desmoronan físicamente. Es solo una cuestión de tiempo hasta que eso pasa.

¿Por qué ocurre esto?, me pregunto. Porque la voluntad de estas mujeres está rota. Ellas no ven ningún futuro para sí mismas, no tienen sueños, ni identidad aparte de la prostitución. Están reducidas a la naturaleza construida de ser “prostitutas” y no encuentran ningún camino para salir de allí. Están atrapadas en su trauma y su vergüenza.

Las jóvenes que llegan a Alemania están completamente desbordadas, completamente traumatizadas. Muchas piden psicofármacos y drogas después de sus primeras experiencias. Dicen que de otra manera no se podría soportar este “negocio”. Algunas mujeres están unas pocas semanas y dicen: “aquí estoy muerta, ya no puedo sonreir”. Algunas lo soportan por años y afirman: “Tengo niños y casa, tengo que seguir adelante”. Las mujeres están profundamente traumatizadas, desarrollan depresiones, pesadillas, dificultades físicas. Tienen reacciones psicosomáticas como dolores de estómago. Están enfermas y se sienten enfermas. Se expande una gran desesperanza dentro de ellas.

Lo mismo informa Jana Koch-Krawcak cuando, como trabajadora social, va al burdel. Allí se encuentra con mujeres desvalorizadas, que han perdido completamente el contacto consigo mismas. Reaccionan con miedo o con apatía. Parece obvio que necesitan cualquier cosa menos sexo. Pero allí se encuentran los compradores que se burlan de su “maldición”. Se rien y se divierten.

¿Cómo funciona esto?. Me hago la misma pregunta que Caroline Emcke se hizo en su libro “Contra el odio”[13]. Si, ¿cómo funciona esto de no ver la urgencia de las personas, sino solamente las necesidades propias?, ¿cómo es esto posible?

Esto es posible porque los hombres piensan que tienen derecho a tener sexo y para eso les está permitido usar a las mujeres. La mujer está atrapada en una imagen socialmente construida, a saber: en una imagen de “bestia sexual insaciable”. Se le niegan sus demás necesidades, se le deshumaniza, ella es tan solo eso. Esto permite al comprador de sexo cualquier forma de falta de escrúpulos, su empatía está bloqueada y en su lugar se encuentra la indiferencia.

Por medio de mecanismos de represión y juegos mentales la sociedad se engaña y la política se sacude la responsabilidad. Se niega la violencia y se oculta la realidad. ¿Y para qué todo esto?

Todo esto para proteger un tema fuertemente tabú, y es la sexualidad masculina y su dócil e irrestricto concedido derecho a su despliegue. Gracias a lo cual se protege también a la industria del sexo y sus vertiginosas ganancias. Alemania es El Dorado para proxenetas, dueños de burdeles y traficantes por la ley del 2002 y seguirá siendolo por la ley del 2016.

“La normalización de la prostitución tiene también efectos tremendamente devastadores para la sociedad en general: apoya y consolida actitudes jerárquicas discriminatorias de los hombres hacia las mujeres en la nación. ¡La prostitución es violencia contra las mujeres!. Afianza y promueve relaciones de género patriarcales, es el símbolo del poderío masculino sobre la mujer así como el envilecimiento de las mujeres como colectivo” [14].

¡Gracias!
Dra. Ingeborg Kraus

Fuente
http://www.tribunafeminista.org/2017/02/la-prostitucion-es-violencia-contra








"Prostitución y traumas”      Dra. Ingeborg Kraus

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