lunes, 10 de febrero de 2020

Explotación sexual, trata y femicidio

Explotación sexual, trata y femicidio
La mayoría de las mujeres que se encuentran en situación de prostitución son mujeres pobres, muchas de ellas se han visto obligadas a someterse a esta forma de explotación ante la imposibilidad de hallar un trabajo digno.
16 JULIO, 2019
ESTHER PINEDA

La problemática de la trata de personas y la explotación sexual sin lugar a dudas se constituye como una de las más graves violaciones de derechos humanos de niños, niñas, adolescentes y mujeres, sin embargo, continua siendo desatendida y relativizada por la academia, por los medios de comunicación, pero también por el Estado ante la ausencia de políticas públicas capaces de prevenir su ocurrencia, y de los órganos de justicia en lo que refiere el acceso y otorgamiento de justicia.

Además, sobre la explotación sexual y la trata de niños, niñas, adolescentes y mujeres, continúan habiendo posiciones diversas y antagónicas. Por un lado existe acuerdo en que la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes está mal, que es un delito, y que, los niñas, niñas y adolescentes sometidos a esta forma de explotación deben ser protegidos; no obstante, cuando se trata de las mujeres en situación de prostitución no existe tanto consenso, cuando se trata de las mujeres esta deja de ser considerada una forma de explotación sexual, deja de percibirse como un delito, deja de creerse que las mujeres víctimas de explotación sexual deben ser protegidas y comienza a desarrollarse una narrativa en la que, a esta forma de explotación sexual comienza a ser considerada un trabajo, una elección, una opción de vida, pero sobre todo, una actividad económica legitima, autónoma, independiente, e incluso empoderante.

Este discurso invisibiliza y desconoce las diferentes estructuras de desigualdad existentes tras la explotación sexual, las formas de dominación que la sostienen, así como, las formas de violencia y vulneración a partir de la cual se ejerce. En este sentido es importante señalar que la prostitución no es una causa sino una consecuencia, de la precarización y pauperización de las condiciones de vida de las mujeres, de los prejuicios y estereotipos construidos en torno a sus cuerpos y su sexualidad, aunado al bombardeo de las industrias que lucran a partir de la explotación sexual de los cuerpos, principalmente de aquellos más vulnerables como los son los niños, niñas, adolescentes y mujeres.

Mosaico del Imperio Romano


Esto puede considerarse una forma de violencia contra la mujer porque es algo que se le impone y se espera solo de las mujeres, como consecuencia de las concepciones que de ellas se tienen. La explotación sexual es una consecuencia de los procesos de hipersexualización de las mujeres, donde su valor social se encuentra determinado por su corporeidad, su sexualidad, su genitalidad, la cual siempre debe estar disponible a los deseos y demandas del patriarcado. A la mujer se le considera un objeto, algo que puede ser usado, vendido, comprado, intercambiado, y por tanto, descartado; uso, venta, compra, intercambio y descarte que además siempre es realizado por los hombres, aquellos quienes se encuentran en condición de poder frente a estas mujeres y que se acreditan su propiedad, por ejemplo: esposo, padre, hermanos, jefe, o cualquier otro hombre ante el cual las mujeres se encuentren en situación de subordinación o dependencia.
Al respecto es importante destacar, que ante las condiciones de precarización, crisis económica, situaciones de vulnerabilidad o de pobreza extrema, se imponen a las personas situaciones de exposición y riesgo diferenciado. En el caso de los hombres se les presenta como vía de escape a la situación de vulnerabilidad la comisión de delitos contra la propiedad, el hurto, el robo a mano armada, el micro tráfico de drogas, entre otros, pero los hombres no se plantean la prostitución como una opción para la sobrevivencia. Sin embargo, cuando las mujeres se encuentran en situación de vulnerabilidad o pobreza, la prostitución siempre es siempre una opción; esta le es mostrada como alternativa por los medios de comunicación, pero sobre todo, generalmente inducida y promovida por hombres cercanos o presente en la vida de estas mujeres.

Esta es una indiscutible forma de violencia de género porque es una forma de explotación que se impone solo sobre los cuerpos de las mujeres; los hombres nunca se plantean la prostitución, a menos que sea para ser puesta en práctica sobre alguien más, niños, niñas, adolescentes o mujeres. Además, cuando los hombres se encuentran en situación de prostitución es porque son cuerpos socialmente considerados feminizados o transgresores de la masculinidad hegemónica, por ejemplo hombres homosexuales o transgéneros; es decir, la explotación sexual se erige como una forma de explotación necesaria e imprescindiblemente feminizada.

Estos hechos desmontan la idea de la explotación sexual como una elección, como una incursión libre, autónoma e independiente; imaginario que ha sido alimentado por la industria de la explotación sexual, la pornografía, pero también por el cine y la televisión como agente de socialización. En este caso es posible mencionar productos mediáticos como la película Joven y bonita (Francia 2013) y las series El negocio (Brasil 2013) Llámame Bruna (Brasil 2016) The Deuce (Estados Unidos 2017), entre otras.

En estos productos mediáticos las mujeres en situación de prostitución generalmente son presentadas como mujeres universitarias, independientes, poderosas, quienes saben de marketing, administración e inversiones. En estas narrativas la explotación sexual es concebida como una elección, como cosa de mujeres autónomas, empoderadas, quienes obtienen cuantiosas sumas de dinero para vivir, eligen a criterio a sus prostituyentes y nunca son víctimas de ninguna forma de violencia. Además en estas representaciones se muestra la  explotación sexual como una decisión tomada por las mujeres en reacción por el aburrimiento de sus vidas, el deseo de experimentación y disfrute de la sexualidad, pero también como acto de rebeldía y desafío a la autoridad familiar.





Sin embargo, estos discursos y representaciones se encuentran profundamente alejados de la realidad. Además estos procesos de objetualización, hipersexualización y mercantilización de los cuerpos se profundizan cuando se trata de mujeres racializadas; específicamente las mujeres indígenas y afrodescendientes quienes, producto de los prejuicios y estereotipos instalados y heredados del proceso colonial, continúan siendo consideradas y representadas como mujeres de sexualidad exacerbada, irresponsables, promiscuas, lo cual ha favorecido su conversión en mercancía y objetos de consumo sexual.

La realidad es que la mayoría de las mujeres que se encuentran en situación de prostitución son mujeres pobres, muchas de ellas se han visto obligadas a someterse a esta forma de explotación ante la imposibilidad de hallar un trabajo digno, la necesidad de obtener recursos que le permitan satisfacer sus necesidades básicas y las de sus familias, mujeres víctimas de violencia por razones de género y obligadas a prostituirse por sus maltratadores, mujeres que fueron prostituidas desde su niñez y no conocen otra forma de vida, mujeres sin redes de apoyo familiares, sociales o institucionales, mujeres revictimizadas por los cuerpos policiales y los órganos de justicia, mujeres en situación de calle quienes se encuentran obligadas a prostituirse por un plato de comida o un abrigo, mujeres con adicciones, etc. Mujeres víctimas de las redes de trata, mujeres reclutadas por las llamadas industrias del entretenimiento para ser explotadas en prostíbulos y la pornografía, así como, mujeres reducidas a situaciones de prostitución y trata en medio de conflictos armados y contextos extractivistas.

Ahora bien, ustedes dirán que estos no son todos los casos, que hay mujeres que se encuentran en situación de prostitución pero no son pobres, que no se encuentran en situación de calle, que tienen estudios universitarios, que no han sido víctimas de violencia de género, es decir, que lo han elegido, que lo han decidido, y que estos casos no pueden compararse con aquellos donde existe un evidente ejercicio de fuerza y coacción. Al respecto es necesario considerar que si bien algunas de estas mujeres no se encuentran en situación de vulnerabilidad extrema como las anteriormente señaladas, se encuentran en situación de prostitución como consecuencia de las presiones de una sociedad que concibe a las mujeres como un objeto a disposición del deseo masculino; quienes han sido han socializadas con la idea de que su cuerpo es una mercancía a la cual se le puede poner precio y se puede vender.

No obstante, con independencia de las modalidades a través de las cuales las niñas y mujeres terminan siendo sometidas a la explotación sexual, la realidad es que esto las expone a otras múltiples formas de violencia y vulnerabilidad. Las mujeres en situación de prostitución con frecuencia son víctimas de violencia por parte de desconocidos y proxenetas en los espacios públicos, agresiones, violaciones y asesinatos. Las niñas y mujeres reclutadas o secuestradas por las redes de trata son mantenidas en cautiverio en lugares que desconocen, rotadas en prostíbulos improvisados y clandestinos a los que se les conoce como “cambio de elenco”, obligadas a recibir prostituyentes constantemente, generalmente en estados de inconciencia y donde una gran proporción de ellas mueren producto de sobredosis de sustancias psicotrópicas que son obligadas a consumir, pereciendo producto de la desatención, infecciones y enfermedades de transmisión sexual, pero también victimas del femicidio.

Esther PinedaInstagram Website Twitter Facebook GmailSocióloga, Magister Scientiarum en Estudios de la Mujer, Doctora y Postdoctora en Ciencias Sociales egresada de la Universidad Central de Venezuela. Fundadora de EPG Consultora de Género y Equidad. Escritora y columnista en diversos medios de comunicación venezolanos y extranjeros.


Fuente




"Lo hago ahora mismo por la necesidad que tengo": mujeres que se prostituyen de forma esporádica ante la precariedad

"Lo hago ahora mismo por la necesidad que tengo": mujeres que se prostituyen de forma esporádica ante la precariedad

El estudio Feminización de la supervivencia y prostitución ocasional, de la Federación de Mujeres Progresistas, analiza este tipo de prostitución que ejercen mujeres "ante la ausencia de recursos económicos suficientes"
El género es, según el informe, el principal factor que conduce a la prostitución ocasional, junto a la clase social, el riesgo de pobreza, la situación administrativa, la raza o la ausencia de redes de apoyo
"Todas las mujeres entrevistadas manifestaron que abandonarían la prostitución si encontrasen un trabajo que les proporcione ingresos", concluye
Marta Borraz 
14/12/2018 -

-"Ayer volví", cuenta una mujer de 41 años.

-"¿Cómo te sentiste?", le pregunta la entrevistadora.

-"Lo primero es asco, volver a acostumbrarse (…) Lo mejor para salir de aquí es darnos trabajo", responde ella.

Después de un año y medio en una empresa de manipulación y preparación de alimentos y, en ocasiones, combinando este trabajo con otro en un restaurante de comida rápida, esta mujer fue despedida y recurrió a la prostitución durante un tiempo. Luego volvió a encontrar trabajo. Ahora cobra una prestación por desempleo, pero ha vuelto a la prostitución para conseguir los ingresos suficientes para enviar a sus hijos y su marido en su país de origen, Ecuador.

Visibilizar la situación que atraviesan las mujeres que, en búsqueda activa de empleo, se prostituyen de forma ocasional como fuente para obtener ingresos es el objetivo del estudio Feminización de la supervivencia y prostitución ocasional, que la Federación de Mujeres Progresistas (FMP) acaba de presentar. Una forma de "violencia" contra las mujeres, según define el estudio, muy invisibilizada y sobre la que apenas existen investigaciones, detalla. ¿Qué tipo de mujeres son más   susceptibles de prostituirse de forma esporádica? ¿Por qué lo hacen? ¿Suelen reconocerse como mujeres que ejercen la prostitución?

El informe cuenta con datos obtenidos a partir de entrevistas realizadas a 117 mujeres en búsqueda activa de empleo que acudieron a servicios de orientación laboral de diferentes organizaciones de ciudades como Madrid, Valencia, Zaragoza o Málaga. De ellas, un 1% aseguró haber intercambiado sexo por dinero y un 25% afirmó conocer a otras mujeres de su entorno que, ante la falta de ingresos económicos, recurrieron a la prostitución. Por su parte, fueron también entrevistadas 58 personas técnicas de empleo, de las cuales un 66% declararon haber identificado casos durante las sesiones de orientación.



Pero más allá del enfoque cuantitativo, el informe prefiere centrarse en el análisis de este tipo de prostitución. "Siempre piensas en economía sumergida como limpieza de casas y no piensas que pueda ser prostitución", afirma una de estas técnicas entrevistadas, en este caso de Zaragoza. Ante este escenario, la investigación, que se posiciona ideológicamente en el abolicionismo de la prostitución, apuesta por visibilizar una realidad que, asegura, afecta más a aquellas mujeres "en riesgo de exclusión social, en especial, migrantes, con personas a cargo y sin una red de apoyo social o material y que acuden a servicios de búsqueda de empleo ante la falta de recursos económicos".

La investigación de la FMP, que parte de la tesis de que se da una "interiorización de la idea de que el cuerpo de la mujer es una herramienta de supervivencia", ha puesto el foco en dos formas de este tipo de prostitución esporádica: por un lado, "mujeres que, ante la ausencia de recursos económicos suficientes para garantizar la supervivencia, acuden de forma ocasional a espacios de prostitución (calle, pisos o clubs)" y, por otro, mujeres que "de forma ocasional mantienen sexo pagado a través de dinero o bienes materiales (a veces con hombres de su entorno) sin que este intercambio se produzca necesariamente en espacios de prostitución". En este último caso, se recogen situaciones en las que aparece el intercambio de sexo por alojamiento.

Los ejes de vulnerabilidad
El informe, elaborado por la investigadora feminista Beatriz Ranea, identifica varios ejes de desigualdad que interseccionan y que, según la tesis inicial, posicionarían a algunas mujeres en situación de mayor vulnerabilidad "de encontrarse en riesgo" de ejercer la prostitución de forma ocasional. Entre ellos, califica el género, el hecho de ser mujeres, como "el principal factor de riesgo para ser prostituibles" y, de hecho, afirma que entre las mujeres demandantes de empleo que no ejercen el trabajo sexual "se observa como la prostitución aparece en sus narrativas como una actividad de supervivencia que se plantean en situación de vulnerabilidad socioeconómica".

Por otro lado, apunta como factor la clase social y el riesgo de pobreza y concluye que "la situación económica precaria es un elemento común en todas las mujeres en prostitución ocasional". "La ausencia de recursos económicos es el elemento clave que expulsa a algunas mujeres a la prostitución y por ello, es necesario invertir esfuerzos en la generación de redes de apoyo y medidas de protección social que les permitan no entrar en prostitución", explica la investigación.

Junto a ello, la migración y la situación administrativa se erigen como factores fundamentales partiendo de la base de que en sociedades en las que los niveles de bienestar social crecen, "son mujeres de contextos más empobrecidos quienes son prostituidas, siendo por tanto, mujeres precarias de otros países". Con ello, la situación administrativa irregular coloca a las mujeres en una situación de vulnerabilidad, las excluye del mercado laboral y de las medidas de protección social. "Lo hago ahora mismo por la necesidad que tengo, que no tengo trabajo. Tengo un diploma de auxiliar de enfermería pero no puedo trabajar porque no tengo documentación", cuenta una mujer de 51 años de origen guineano.

Estas mujeres, además, han relatado el "estado de miedo y pánico" que sufren ante las redadas policiales en los espacios en los que se ejerce la prostitución y cuando "han de esconderse" de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Además, la cuestión racial también influye, analiza el informe, puesto que  existe una "jerarquización social que sitúa en una posición de mayor desventaja y vulnerabilidad a las mujeres con características que no se correspondan con la blanquitud de la piel o con el patrón cultural occidental". "Lo mío no es… Bueno, es ocasional, no es muy seguido. Tengo dos niños a los cuales tengo que dar de comer puesto que estoy sola", explica una mujer española y racializada de 30 años que asegura que ha dejado de poner su foto en los currículums que envía para conseguir que le llamen para entrevistas de trabajo.




Detección en los servicios de empleo
La ausencia de redes de apoyo, las mujeres en familias monomarentales y en las que no hay una corresponsabilidad de las tareas, la expulsión de las mujeres del mercado laboral una vez que tienen una edad avanzada o el bajo nivel de estudios son otros de los factores "de vulnerabilidad" identificados por la investigación, que pone sobre la mesa estos elementos con el objetivo de que sean utilizados por los servicios de empleo para detectar este tipo de situaciones.

Así, el informe califica de "indispensable" que se pongan en marcha políticas públicas "que contribuyan a prevenir las situaciones de riesgo de entrada en prostitución, y para las mujeres que están siendo prostituidas que se lleven a cabo medidas que garanticen su salida y la atención integral que garantice su recuperación y restitución". En este sentido, recomienda a los servicios de empleo integrar la perspectiva de género, fomentar una atención integral, diseñar herramientas de diagnóstico o poner en marcha protocolos "para actuar cuando se detecten casos. Siempre con la mirada puesta en la necesidad de "salir del enfoque de atención al colectivo de mujeres en prostitución" puesto que, según cita el informe, las mujeres que ejercen prostitución esporádica no suelen acudir a los servicios especializados y no se suelen reconocer como prostitutas.

"Todas las mujeres entrevistadas que se encontraban en situación de prostitución ocasional durante la realización del estudio, manifestaron que abandonarían la prostitución si encontrasen un trabajo que proporcione ingresos", concluye la investigación.

Fuente
https://www.eldiario.es/sociedad/necesidad-mujeres-prostituyen-esporadica-precariedad_0_845866238.html





viernes, 7 de febrero de 2020

El Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona se posiciona contra el alquiler de vientres

El Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona se posiciona contra el alquiler de vientres

14/02/2019
AUTORA
Redacción Tribuna
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El debate sobre la gestación por sustitución en España se ha intensificado recientemente, con iniciativas como la propuesta de ley presentada por el grupo parlamentario de Ciudadanos (C’s) para regular dicha práctica. En este contexto, el Observatorio de Bioética y Derecho (OBD) de la Universidad de Barcelona ha hecho público el Documento sobre gestación por sustitución. El texto se posiciona claramente en contra de esta práctica, también conocida como “maternidad subrogada”, y defiende que no debe ser una alternativa legal para tener descendencia por lo que supone de «mercantilización del cuerpo humano» y por las «situaciones de vulnerabilidad que genera».

El documento define la “gestación por sustitución” como el proceso que «permite a una pareja (o a una persona sola) tener un hijo mediante la colaboración de una mujer gestante, que se compromete a someterse a técnicas de reproducción asistida para quedar embarazada y a entregar el bebé que nazca a los comitentes, mediante contraprestación o de forma gratuita». El documento apunta los diversos marcos legislativos internacionales que existen actualmente sobre la cuestión. En Europa, la gestación por sustitución solo se admite expresamente en Reino Unido, Grecia y Portugal; en el resto de países existe la prohibición expresa o la no regulación. En cuanto a España, «no existe expresamente una prohibición sino una declaración de nulidad del contrato, con lo que la mujer gestante es la madre a todos los efectos legales». Considerando los impedimentos legales que hay en España, y en general en Europa, algunas personas viajan a otros países donde la gestación por sustitución es legal. Una vez vuelven con el bebé, se encuentran con dificultades legales para que se reconozca el vínculo de filiación, si bien los tribunales pueden admitir ese vínculo en virtud del principio de protección del interés del menor. Ante estas prácticas, el documento advierte que «no es recomendable terminar aceptando la política de los hechos consumados, pues ello contribuiría a normalizar una conducta socialmente cuestionada».

El texto es contrario a esta práctica por lo que supone de «mercantilización del cuerpo humano» y por las «situaciones de vulnerabilidad que genera»



El OBD afirma que la gestación por sustitución «genera numerosos interrogantes acerca de los derechos de la gestante, así como de la situación de explotación de las mujeres». «No es una técnica de reproducción asistida más, pues exige la participación de una mujer en el proyecto reproductivo ajeno que es, cuantitativa y cualitativamente, distinta a cualquier otra colaboración reproductiva», explica el texto. Se señala que implica «estar embarazada intentando no implicarse, ni psicológica ni emocionalmente, y renunciando después a todo vínculo personal, afectivo y jurídico con el nacido». Los autores del documento exponen que la gestación por sustitución produce una instrumentalización o cosificación de la mujer y que «no toda relación humana puede ser absorbida por la dinámica del mercado». En ese sentido, advierten del riesgo de explotación de mujeres vulnerables en países pobres o en vías de desarrollo. Ante el argumento de que si la mujer otorga su consentimiento voluntario para ser madre gestante, no hay explotación, los autores apuntan que «la posibilidad de elección individual viene determinada por la posición socioeconómica». Se recuerda el principio de que el ser humano y sus partes no deben ser objeto de lucro y que, dado que existe un mercado muy lucrativo de miles de millones de euros en torno a la gestación por sustitución, «se deben tomar medidas para que ciertos aspectos de la vida reproductiva no se organicen como meras relaciones de comercio».

Los autores del documento exponen que la gestación por sustitución produce una instrumentalización o cosificación de la mujer y que «no toda relación humana puede ser absorbida por la dinámica del mercado».

El documento está coordinado por las profesoras de la UB María Casado y Mónica Navarro Michel, y forma parte de la Colección de Bioética de Edicions UB, que ha obtenido el Sello de Calidad en Edición Académica (CEA-APQ), otorgado por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). El documento está publicado en catalán, castellano e inglés.

Fuente
 https://tribunafeminista.elplural.com/2019/02/el-observatorio-de-bioetica-y-derecho-de-la-universidad-de-barcelona-se-posiciona-contra-la-gestacion-por-sustitucion-en-un-nuevo-documento/





En nombre de «la libertad» reproductiva, se producen violaciones desenfrenadas de derechos humanos

En nombre de «la libertad» reproductiva, se producen violaciones desenfrenadas de derechos humanos
11/09/2019
Autora Teresa Dominguez






Ilustración de Vicki Nerino


La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de 2005 reconoce que los avances tecnológicos en la ciencia médica deben ser éticamente sólidos, dando «el debido respeto a la dignidad de la persona humana y el respeto universal y la observancia de los derechos humanos y las libertades fundamentales» (UNESCO 2006 : 3). La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 9, establece que «nadie será sometido a arresto, detención o exilio arbitrarios«. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 14, establece que “Todos tienen derecho a la libertad de movimiento y residencia dentro de las fronteras de cada estado”. El estudio al que hago mención en esta columna revela que este derecho fundamental es violado en la práctica de la maternidad subrogada en India y otros lugares del mundo.

Desde la coyuntura de la prohibición de la maternidad subrogada comercial en India, en septiembre de 2015, Sheela Saravanan consideró que era el momento apropiado para examinar la situación real en dicho país y cómo se desarrolla su transición al «altruismo». Es necesario decir que, dado que Nepal, India, Tailandia, México y Camboya limitaron o propusieron la prohibición de la subrogación comercial, esta práctica de explotación reproductiva se ha trasladado a Laos, Malasia, Kenia, Nigeria, Ghana, Sudáfrica, Argentina y Guatemala.

«Criaturas mercantilizadas con etiquetas de precio, según su peso al nacer, sexo, apariencia y, en consecuencia, los fetos son abortados selectivamente.» Sheela Saravanan

Sin embargo, algunos de los hallazgos de la investigadora reiteraron su estudio anterior: continúan, a día de hoy, ocurriendo violaciones graves de derechos humanos y ética médica en India; las mujeres siguen siendo retenidas en «hogares»  contra su voluntad, se siguen realizado abortos selectivos por razón de sexo, de acuerdo con los deseos de los «padres de intención», algo completamente ilegal. Las restricciones impuestas a las mujeres en dichas casas, o granjas, algunas sin ventanas, o en sótanos, son inhumanas, a ninguna de ellas se les entrega una copia de su contrato, la forma en la que son entregados los bebés también es inhumana. Todas las madres de alquiler, excepto una de las investigadas, dijeron que sentían un apego con los bebés y que este apego era igual al que sentían por sus propios hijos.



Se produce violación de la ética médica, de los de los derechos humanos de las mujeres y de los menores, en definitiva, hablamos de trata de mujeres y bebés: Hay clínicas que continúan transfiriendo cinco embriones al útero de la madre gestante.





“De la propia investigación se saca como conclusión que el 49% de las mujeres fueron convencidas para ser madres de alquiler a través del trabajo de campo de agentes intermediarios, una amplia red de agentes de clínicas dedicadas a la maternidad subrogada, médicos y enfermeras y el 42%, por los maridos.” Sheela Saravanan

Tener a mujeres retenidas en un edificio es una violación de los derechos humanos. Criaturas mercantilizadas con etiquetas de precio, según su peso al nacer, sexo, apariencia y, en consecuencia, los fetos son abortados selectivamente. Según el nuevo estudio actualizado de Sheela Saravanan, las mujeres son seleccionadas en función de su clase, edad, color de piel, religión, casta y el pago varía según estas categorías.

Ya hemos hablado con Sheela Saravanan en este medio, en ocasión de «Una visión feminista sobre el mercado global de los vientres de alquiler«. Acerca de la Conferencia Internacional sobre los vientres de alquiler en la Universidad RMIT de Melbourne, Australia llamada «Broken Bonds and big money«. Saravanan, recordemos, es profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de Heidelberg, Alemania. Tiene dos masters en geografía y desarrollo. Doctorada en salud pública, se ha especializado en salud reproductiva y en prácticas de parto en la India. Su trabajo post-doctoral en universidades alemanas, se centró en la salud materno-infantil, en los abortos selectivos, en las tecnologías reproductivas y la maternidad subrogada.

Su enfoque siempre se ha basado en la justicia reproductiva y el feminismo transnacional. Además de una gran oradora, que ha expuesto en numerosas ocasiones su trabajo en las Naciones Unidas y otras importantes conferencias, es investigadora independiente sobre la violencia contra las mujeres en Asia y Europa, así como sobre salud reproductiva. Su libro, «A Transnational Feminist View of Surrogacy Biomarkets in India», es el resultado de una gran investigación sobre el terreno, un documento hecho de muchas entrevistas a mujeres que revela las terribles condiciones en las cuales las madres «sustitutas» son monitoreadas a lo largo de su embarazo, además del negocio de la venta de óvulos y embriones.

Son numerosas las organizaciones que se declaran pro derechos humanos, la especificidad del Observatorio Europeo para la No Discriminación y los Derechos Fundamentaleses su estructura flexible, que no solo teoriza sino que lleva a cabo sus propias acciones sobre el terreno y desarrolla su propio enfoque de cuestiones relacionadas con las personas sin hogar, las personas con discapacidad, los migrantes, las mujeres y los menores en el contexto de la protección infantil. Entablando un diálogo constante con las instituciones europeas, así como con las autoridades políticas nacionales y regionales, a fin de intercambiar información para ayudar a la aplicación de medidas políticas eficaces.

«La mayoría de los hogares son pobres, algunos son muy pobres y los restantes están en el nivel de subsistencia» Sheela Saravanan

En su último informe de junio 2019, Saravanan afirma, que a pesar de la prohibición, del supuesto cambio de ley que se ha debatido estos últimos tres años en el Parlamento*, el negocio sigue operando, que todas las mujeres que son madres gestantes, lo hacen por dinero porque «la mayoría de los hogares son pobres, algunos son muy pobres y los restantes están en el nivel de subsistencia». A pesar de la prohibición, las parejas extranjeras y los indios no residentes, forman la mayor parte de los clientes (57%)  desde lugares como África, Dubai, Canadá, Turquía, Estados Unidos, Bahrein, Bangladesh, Nigeria y el Golfo. Es cierto que las leyes que impiden la maternidad subrogada comercial en la India están teniendo un impacto. De hecho, clínicas alrededor de Anand y Ahmedabad han estado contactando a las madres gestantes de sus bases de datos, solicitándoles que se inscriban como una última oportunidad porque la práctica «será prohibida pronto». Se espera que el partido Bharatiya Janata, que ganó las elecciones de 2019 lleve adelante la prohibición de facto de la gestación subrogada comercial.


Casi todas las madres sustitutas (93%) piensan que el proceso del alquiler de vientre es una forma de esclavitud y la mayoría (67%) considera que el proceso es similar a la explotación sexual. Desde el punto de vista financiero, solo las mujeres muy pobres, sin tierras agrícolas o  vivienda han repetido la subrogación más de una vez, el resto volvieron a caer en la pobreza extrema.



«Las madres sustitutas describieron el período de transferencia de embriones como intrusivo, doloroso, reprimido, áspero y terrible.» Sheela Saravanan





Las madres «sustitutas» son retenidas en dormitorios sin ninguna libertad de movimiento, ni de lo que pueden comer o beber. Son obligadas a comer mezclas proteínicas. Deben permanecer en la cama durante dos meses en posición específica; piernas cruzadas y levantadas. No pueden mantener relaciones sexuales con sus maridos, ni escuchar la música que desean, o lo que ven en la televisión. Mujeres a las que se vigila incluso para ir al baño, ni siquiera pueden orinar «más de lo necesario». Se les prohíbe reír o hablar en voz alta. Estas son sobre-medicadas, invadidas en sus cuerpos, un proceso que incluye abortos selectivos, cerclaje cervical, enfermedades y depresión extrema. Se les hace creer que solo si siguen estas reglas, el informe de embarazo será «positivo». Lo que garantiza el pago. Estos «hogares» suelen tener guardias en la puerta por lo tanto, las madres no pueden salir del edificio.

«Las madres sustitutas describieron el período de transferencia de embriones como intrusivo, doloroso, reprimido, áspero y terrible”.

Durante el parto experimentan; miedo a la muerte, a las complicaciones, a la cesárea, al dolor. También por la negligencia de los padres, al ser los encargados de los hijos propios, mientras duran las separaciones crueles. Experimentan situaciones cercanas a la muerte durante los procesos de maternidad para terceros.

«Una vez que el «trabajo» ha terminado, ya no tienen nada que ver con nosotras.» Madre de alquiler.

Por supuesto no se informa de los casos de muertes de madres gestantes, a las que se culpa «por no seguir las normas de la clínica», ni de mujeres que donan sus óvulos. La relación con los clientes, los llamados «padres de intención» se procura evitar por las clínicas, según estas mujeres, y cuando existe, es «agradable» mientras el bebé está en su vientres, después del parto, la mayoría de los clientes se convierten en personas desconsideradas, egoístas e incluso crueles. «Una vez que el «trabajo» ha terminado, ya no tienen nada que ver con nosotras.» De hecho a algunas madres no se les permite ver la cara de sus bebés. Por otra parte, se espera que la mayoría de estas mujeres proporcione leche materna a estos bebés, y si lo requiere «la situación», se espera que algunas se conviertan en sus niñeras y se separen bruscamente de sus hijos cuando los clientes los recogen en el momento que «buenamente» quieran. Algunos bebés conocen incluso a sus hermanos para luego producirse la separación.

 «Nos cortan el estómago solo para  que nazcan sus hijos, mientras que parimos de manera natural a los nuestros. Alquilan nuestro útero, nos usan como material, pagan algo de dinero y se van, como si no significáramos nada más. No tienen humanidad….» 
Megha, madre de alquiler.

Desde la libertad

En nombre de «la libertad» reproductiva, se producen 
violaciones desenfrenadas de derechos humanos. 
 Y estas violaciones no son más que un reflejo de las desigualdades estructurales globales. Los vientres de alquiler promueven la hegemonía de lo que Sheela Saravanan llama los pro-natalistas. La hegemonía patriarcal, racista, etnicista, las castas, el sexismo, la genetización, la alienación de la función gestacional, las violaciones de los derechos humanos y de los menores, el tráfico y la injusticia reproductiva. De la propia investigación se saca como conclusión que el 49% de las mujeres fueron convencidas para ser madres de alquiler a través del trabajo de campo de agentes intermediarios, una amplia red de agentes de clínicas dedicadas a la maternidad subrogada, médicos y enfermeras y el 42%, por los maridos. Los agentes buscan mujeres pobres en su vecindario, entre amigos y familiares, en clínicas de ensayos de drogas y entre donantes de óvulos. Todas estas personas van a comisión, por cada potencial «madre sustituta» reciben una comisión de 10 mil rupias, después de que el bebé(s) sea entregado a los clientes.

«La hegemonía patriarcal, racista, etnicista, las castas, el sexismo, la genetización, la alienación de la función gestacional, las violaciones de los derechos humanos y de los menores, el tráfico y la injusticia reproductiva.»Sheela Saravanan

En la investigación de seguimiento en 2019 se confirmó que en realidad se seguían realizando abortos selectivos y explotando a mujeres.

Grace: tres de los cinco embriones implantados sobrevivieron, dos niñas y un niño, el médico identificó a una de ellas y la abortó selectivamente sin el consentimiento de la madre.

Bhavya: estaba embarazada de trillizos, y uno de los fetos fue abortado dentro del útero a petición de los «padres de intención». Ella enfrentó complicaciones y experimentó un aborto espontáneo completo durante el quinto mes debido a este procedimiento de «reducción fetal» (aborto forzado).

Nargisa: también se realizó un procedimiento de reducción fetal similar. A ninguna de las mujeres se les informa de nada.

Madeeha: después de unos meses de embarazo, su agente le dijo que tenía dos niñas y debía abortar un feto. Ella se negó, entonces le advirtió que no obtendría ningún dinero de la clínica si rechazaba un aborto.

Estos no son más que unos pocos casos, de tantos que Sheela Saravana ha investigado in situ en sus informes. Una investigación que revela la evidencia de que se están realizando abortos selectivos por sexo, lo cual es ilegal y, además, que estos abortos se realizaban sin el consentimiento de la madre gestante. Incluso usando los propios ovocitos de la madre en algunos casos, algo terminantemente prohibido. Lo que se conoce  como gestación subrogada tradicional.

También las clínicas permiten el juego a dos bandas, para asegurar sus ganancias, en detrimento de la salud de las mujeres, la transferencia simultánea de embriones en dos madres sustitutas para los mismos clientes, con el fin de asegurar el «éxito». En estas situaciones, (casos de Kaavya, Sriya, Yasifa…), finalmente, los «padres de intención», los clientes, pagan a unas u otras en función de los “resultados».

India procedió a prohibir esta práctica a causa de las muertes reportadas de madres y de donantes de óvulos, por las batallas de custodia de los niños, por el abandono de los niños discapacitados e indeseados y por lo que supone de hecho la explotación de mujeres, y el tráfico humano. Las mismas redes ilegales que trafican con las niñas para la prostitución y el trabajo doméstico de las localidades pobres de la India se usan para los vientres de alquiler. Incluso en su versión «altruista», esta práctica por el patriarcado a través de la persuasión familiar. Por ello Sheela Saravanan concluye con el hecho de que los vientres de alquiler deben incluirse en la declaración de violación universal de los derechos humanos, desde la perspectiva de la justicia reproductiva.

El Consejo de Ministros aprobó el miércoles 17 de julio de 2019 la introducción del Proyecto de Ley de Subrogación (Reglamentación), 2019, cuyo objetivo es prohibir la subrogación comercial, la venta de embriones y gametos humanos, en India. El último Lok Sabha había aprobado el proyecto de ley, pero caducó después de la disolución de la Cámara. Una vez que el Parlamento promulgue el proyecto de ley, el gobierno central notificará la fecha de inicio de la ley.

El proyecto de ley se presentó por primera vez en la cámara baja en noviembre de 2016, luego se remitió a la Comisión Parlamentaria Permanente de Salud y Bienestar Familiar. Fue introducido y aprobado por el Lok Sabha nuevamente en diciembre de 2018 sin incorporar la mayoría de las recomendaciones del Comité de bioética y salud, pero como decimos, expiró. Según Asia One, el nuevo proyecto de ley que están considerando los legisladores permite que solo las parejas indias, casadas durante al menos cinco años y sin hijos, opten por la subrogación. Establece que las madres sustitutas deben ser «parientes cercanos» de los receptores y tiene criterios estrictos para madres sustitutas, padres genéticos, clínicas de fertilidad, profesionales médicos y donantes de óvulos y esperma. Prohíbe toda subrogación comercial y establece que todas las mujeres que aceptan llevar a los bebés al parto como madres sustitutas deben hacerlo por razones «altruistas». También exige que todas las parejas que soliciten madres sustitutas demuestren su infertilidad. Lo que tampoco eliminará, teniendo en cuenta la coyuntura racista, clasista, machista y feminicida, la explotación reproductiva debido a la presión intrafamiliar a mujeres de casta inferior o en posición de inferioridad respecto a otros familiares.

En la próxima columna la investigadora Sheela Saravanan responderá directamente a nuestra entrevista sobre algunos interrogantes de su último estudio Surrogacy in India: Bioethics, Human Rights and Agency y sobre la situación actual del alquiler de mujeres con fines de explotación reproductiva en India. Los llamados vientres de alquiler. Un análisis profundo y extenso desde una perspectiva de la bioética, los derechos humanos y las agencias intermediarias publicado a través de The European Observatory for Non-Discrimination and Fundamental Rights  (E.O.N.D.F.R.) en Francia.

 “No seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas”

 Referencias: Proyecto de ley de subrogación:¿El fin de la industria india de «alquiler de útero» por $ 2.8 mil millones? – Conversación sobre Surrogacy in India: Bioethics, Human Rights and Agency y sobre la situación actual con Sheela Saravanan.


Fuente:


Nota: las negritas e imágenes pertenecen a la nota original.






miércoles, 5 de febrero de 2020

“El putero moderno se consiguió una niñera queer” de Kajsa Ekis Ekman


“El putero moderno se consiguió una niñera queer” de Kajsa Ekis Ekman*

8 MARÇ
Artículo original en inglés (The modern john got himself a queer nanny) en Feminist Current (agosto 2016).
Traducción del colectivo “Mujeres por la Abolición de la prostitución”.
* Periodista, escritora y activista sueca, autora del libro “El Ser y la mercancía. Prostitución, vientres de alquiler y disociación” que será publicado próximamente en castellano.

 “El putero moderno se consiguió una niñera. Pasa algo raro en los debates sobre la prostitución: mientras que la casi todos los que solicitan servicios de índole sexual son hombres, la abrumadora mayoría de los intelectuales que defienden la prostitución son mujeres. Se trata de un fenómeno extraño que, ciertamente, merece que se lo analice por separado.

En teoría, el putero tiene razones de sobra para preocuparse. Está, por primera vez, en el centro de la discusión: los legisladores, cada vez con más frecuencia, los tienen a ellos (o a la “demanda”, para usar un término empleado por las ONG) en la mira y el modelo nórdico ha sido elogiado por el Parlamento Europeo, que reconoce que es el modelo que mejor combate la trata de personas. Además, los movimientos conformados por sobrevivientes de la prostitución crecen día a día en todo el mundo. Las mujeres se animan a alzar la voz, como sucede en Prostitution Narratives: Stories of Survival in the Sex Trade (“Narrativas de la prostitución: historias de supervivencia en el comercio sexual”), un libro de publicación reciente que devela lo que los puteros realmente les hacen a las mujeres en prostitución. Es la primera vez en la historia que tantas mujeres colectivamente revelan lo que pasa en el mundo de la prostitución, un mundo en el que, hasta no hace mucho, un hombre podía hacer casi cualquier cosa con una mujer sin que nadie se enterase. Esos tiempos ya se acabaron: el putero se está volviendo una figura visible. Crece la tensión. ¿Hemos llegado a un punto en la historia en el que a una mujer le tiene que gustar un hombre para que él pueda acostarse con ella?

A pesar de todo esto, al putero no se le conoce la voz. No necesita hablar. Como siempre, cuando un hombre está bajo amenaza, llega una mujer para ayudarlo: a la vanguardia del discurso que intenta presentar a la prostitución como un “trabajo” no está el putero, sino la académica mujer. En cualquier revista, conferencia o evento en el que se esboce una leve crítica al putero, ahí se alzará una académica proprostitución para defenderlo.

¿Quién es esta académica? Ella se denomina una “subversiva”, una “revolucionara” o una “feminista”, incluso. Por esa razón es que el putero la necesita de embajadora: que una mujer como ella defienda la prostitución hace que parezca el epítome de la liberación femenina: un intercambio de bienes por dinero que es justo para ambas partes, una práctica moderna y socialista que además es pro LGBT y queer. Pero, el putero la necesita más que nada porque, cuanto más hable ella, más nos olvidaremos de que él existe.

El acuerdo tácito pactado entre el putero y la académica proprostitución es que ella va a hacer todo lo posible por defender el modo de actuar del putero, al tiempo que se asegura de que nunca se hable de él. La académica, entonces, habla sin parar sobre la prostitución, pero jamás nombra al putero, porque ella está para asegurarse de que la discusión sobre la prostitución siempre termine en las mujeres. La académica queer usa a la mujer prostituida como escudo protector del putero. Le hace de todo: la analiza, la reconstruye y la deconstruye, la presenta como modelo a seguir y hasta la usa de micrófono (es decir, para acrecentar su fama como académica). A través de este mecanismo, se posiciona como la feminista “buena” que lucha contra las feministas “malas”.

La jugada imita la prostitución a la perfección: la prostituta es visible, se la ve en la calle y en los bares, pero el putero sólo pasa por ahí sin ser visto, lo que hace él no genera vergüenza ni hace que se tejan mitos alrededor de su figura. La función de la académica queer es asegurar la continuidad de ese status quo para el putero.

Ante lo que nos encontramos es una defensa de la prostitución pensada como un escudo doble, ya que a cualquiera que quiera debatir sobre la prostitución le va a costar llegar al putero, porque en el medio se encuentran la académica y la “trabajadora sexual”. Cualquier intento que se haga de hablar de lo que hace, piensa o dice el putero rebota y se termina convirtiendo en una discusión sobre las identidades de las mujeres o en una pelea.

La académica pro-prostitución tiene su propia definición de “debate intelectual”: le dice “escuchar” a cuando ella habla. Asegura que no está de por sí a favor de la prostitución, sino que solamente “escucha a las trabajadoras sexuales”. Cuanto más fuerte habla, más asegura de que eso es prueba de que “escucha”. Cuando se le presenta una persona que no está a favor de la prostitución, denuncia que se la está “silenciando”.

El surgimiento de los movimientos conformados por sobrevivientes de prostitución ha mostrado que la supuesta capacidad que tiene la académica para escuchar a las mujeres en prostitución, está condicionada. Cuando las sobrevivientes hablan en contra de la prostitución, la académica queer puede proceder de dos formas: o directamente no las escucha o argumenta en contra de ellas. Ahí es cuando queda al descubierto que no defiende a la voz de las “trabajadoras sexuales”, sino al putero.

Esta académica es de las hacen denuncias en las redes sociales si se cruza con un hombre que cree que sabe más que ella (mansplaining) o que acapara mucho espacio en el transporte público (manspreading), o si alguien la trata de “preciosa” o si alguien dice que las mujeres se embarazan y no usa el término “personas”, que es más abarcativo. Uno no puede evitar preguntarse cómo es que la indignación que le nace ante esos detalles logra convivir con la insensibilidad que demuestra al hablar de una industria que, según estudios, es la más mortal para las mujeres.

No hay que olvidar que para ella, al igual que para el putero, la mujer en prostitución es “otro tipo” de mujer. Es cierto que la académica emplea un tono de admiración para hablar de la prostituta, mientras que el putero utiliza solamente desprecio, pero, en el fondo, se trata de lo mismo.

La verdad es que la académica queer no es una revolucionaria o una feminista, ya que ni siquiera intenta defender a las mujeres, sino que, más bien, es la niñera del putero. Se trata de una de las funciones más antiguas pertenecientes al patriarcado. La académica lo tranquiliza cuando está preocupado y considera a sus enemigos como propios. Vigila que nadie le saque los juguetes, sin importar lo que él les haga a los demás. Es como aquella niñera de antaño que siempre trataba al hijo varón de la familia como niño y amo al mismo tiempo: obedecía sus pedidos, limpiaba el lío que dejaba y lo subía al regazo para que llore. La niñera, más que cualquier otra mujer dentro del patriarcado, es la figura de la mujer comprensiva. No soporta ver a su joven amo con hambre y por eso él siempre come antes de que ella se prepare algo, pero nunca lo trata como a un hombre con responsabilidades. Sin importar cuántos años tenga, para ella siempre va a ser un niño que no puede controlar su comportamiento. La niñera fue la que permitió que los hombres de clase alta sean, al mismo tiempo, jefe y niño irresponsable. No se puede entender al patriarcado sin comprender cómo la “niñera” le dio forma a los hombres que se encuentran en los escalafones más altos de la masculinidad.

El putero personifica a este tipo de hombre. El tipo de hombre que da órdenes y pretende que le cumplan todos los caprichos, pero que no se hace responsable de su comportamiento. Si le arruina la vida a otras personas, les contagia ETS a mujeres en situación de prostitución y a la propia esposa, contribuye a que se mantenga el negocio de la trata de personas, ¿cuál hay? Ni que fuese problema de él…

El putero de la actualidad no tiene una niñera literal, pero encontró algo parecido en la académica proprostitución: una niñera queer que lo tranquiliza cuando está alterado, se encarga de sus necesidades y lo defiende del mundo exterior. De esta manera, el putero puede seguir fanfarroneando sobre todas las “putas” que se va a coger en los viajes que haga, aunque él nunca aceptaría que su hija se hiciera prostituta (ni tampoco se casaría con una). Puede seguir mirando películas porno pero cuidado con que la novia se porte como “una puta”. Nunca la niñera lo va a retar. Nunca va a entrar en los foros de puteros donde los hombres se congregan para darles una puntuación a las prostitutas a decirles que no tienen que llamarlas “putas”, que el término correcto es “trabajadoras sexuales”. La niñera nunca lo va a retar por estigmatizar a las mujeres o por tener dobles estándares. Los hombres son hombres, después de todo…

Bien, si es así, entonces que crezcan y que hablen y se defiendan ellos solos. Si pagar por sexo es algo que está muy bien, que hablen y cuenten qué hacen y por qué, y que lo hagan utilizando sus propias palabras, las mismas que usan cuando van a los prostíbulos. Y cuando las supervivientes señalen a los puteros, que las niñeras se corran, que no dejen que los hombres se les cuelguen de la pollera en busca de protección. A las niñeras queer del mundo, les pregunto: ¿les pagan para hacer de embajadoras de los puteros, siquiera, o trabajan gratis? ¿Se ofrecen gratis, como lo han hecho mujeres por siglos, para proteger a los hombres y para no se los obligue a madurar y hacerse cargo de los que hacen?

Niñeras queer, a ustedes les hablo: renuncien. También ustedes se merecen algo mejor”.


Fuente






El debate sobre la prostitución y la regulación fantasma


El debate sobre la prostitución y la regulación fantasma
11/03/2019
Autora  Jorge Armesto
Padre, compañero, amigo, hijo, hermano que es lo que de verdad importa. Escritor, músico y fotógrafo aficionado. Trabajador público.

Hace algunos años, científicos como Richard Dawkins o matemáticos como John Allen Paulus publicaron trabajos en los que trataban de refutar racionalmente los argumentos clásicos a favor de la existencia de Dios. Desenmascararon el de la causa primera, la apuesta de Pascal, o el diseño inteligente. Y plantearon, además, alguna objeción ingeniosa, como aquella que se pregunta cómo es posible que Jesús fuese un varón, si el cromosoma Y (que determina que un individuo mamífero sea macho) solo se transmite de padres a hijos.

Sin embargo, me atrevo a sospechar que ninguna de estas brillantes argumentaciones convenció siquiera a un solo creyente. La religión y la ciencia operan en planos distintos e irreductibles. Y para alguien capaz de creer en el inmenso entramado quimérico de una religión, ¿qué más da un cromosoma más o menos?

Desgraciadamente, el debate en torno a qué hacer ante el drama de la prostitución se mueve en parecidas coordenadas, circunscribiéndose únicamente a valores abstractos que parecen desplegarse en una especie de limbo ideológico. De hecho, en la casi generalidad de las ocasiones, la controversia se plantea exclusivamente en términos moralistas, entendiendo este moralismo como lo define Wendy Brown: “síntoma y expresión de impotencia analítica” e “incapacidad para vislumbrar hacia donde encaminar la acción”, producto todo ello de una desorientación política radical.

En su excelente libro La prostitución, Beatriz Gimeno reconoce que abolicionistas y regulacionistas ni siquiera somos capaces de ponernos de acuerdo en lo que deberían ser los aspectos más objetivos de la cuestión, como los datos empíricos, la metodología de estudio, la definición de los conceptos o la valoración de tales o cuales políticas. Esto evidencia nítidamente que la discusión sobrevuela sus aspectos más terrenos para inflamarse estallando con estrépito en un moralismo gaseoso, que se expresa casi únicamente en forma de reproche. Citando de nuevo a Wendy Brown: “En lugar de rendir cuentas analíticas convincentes sobre las fuerzas que generan injusticias y ofensas, los reproches moralistas condenan la manifestación de estas fuerzas dentro de observaciones y eventos particulares”. O, dicho de otro modo, el discurso moralizador es el sustitutivo impotente de la práctica y del estudio real de las fuentes del problema.
Sin embargo, aunque ambas partes participan del debate en parecidos términos, no me parece que ambas sean igualmente responsables de mantenerlo en ese espacio etéreo y convenientemente incorpóreo. Es verdad que, en justicia, también se le puede pedir al abolicionismo un mayor esfuerzo propositivo sobre medidas concretas que lleven a su objetivo, pero en lo que respecta únicamente a la dicotomía entre regular/no regular, la posición fundamental del abolicionismo, esto es: el cuerpo de la mujer no puede regularse como objeto de consumo recreativo para el hombre, sí es una posición moral de principios. No moralista, sino moral.
Frente a esto, el regulacionismo alardea de ofrecer soluciones realistas para tratar de atender a los problemas específicos del presente. Pero, de un modo bastante paradójico, tal pretensión de realismo e intervención directa en lo material no se expresa en propuestas concretas. Al contrario, es precisamente el discurso que pasa por ser más pegado a la praxis el menos capaz de definición y el que más abusa del reproche moral. En este mundo al revés, el esfuerzo intelectual por tratar de averiguar o predecir las posibles consecuencias efectivas que podría acarrear una posible regularización de la prostitución se lleva a cabo únicamente desde el abolicionismo mientras que los textos o manifiestos regulacionistas nada regulan, convirtiéndose en una concatenación de ambigüedades, buenos deseos y dogmas para los que se necesita de mucha fe.

Cada vez que se publica una de estas aportaciones me lanzo ávido a leerla buscando un atisbo de esa regularización que dicen regular. Pero en cada ocasión solo encuentro acusaciones contra sus compañeras abolicionistas a las que se califica, por ejemplo, con expresiones como “mamá abola blanca y asistencialista” siendo habitual el reproche de preocuparse únicamente por sus intereses de mujer blanca de clase media. Increpar hoscamente sí; pero regular, lo que se dice regular, nada se regula.

el esfuerzo intelectual por tratar de averiguar o predecir las posibles consecuencias efectivas que podría acarrear una posible regularización de la prostitución se lleva a cabo únicamente desde el abolicionismo

Voy a revelar un caso personal que creo bastante ilustrativo. Hasta no hace mucho colaboraba con un medio de comunicación que se autodefine como diferente, asambleario, democrático y de propiedad colectiva. Tras años de relación provechosa para ambas partes les envié una primera versión sobre posibles consecuencias prácticas de legalizar la prostitución que está ahora recogido en la antología: “Debate prostitución: 18 voces abolicionistas”. A vuelta de correo se me advirtió que el texto sería revisado por una persona experta quien, a los pocos minutos lo censuró justificándose con tres líneas un tanto groseras.
Al margen de la decepción personal por tales comportamientos, que no parecen ni respetuosos ni asamblearios, y aunque envidio y admiro la concisión de quienes son capaces de ser faltones en solo tres líneas (¡ya quisiera yo!), lo relevante aquí es por qué esa persona experta no usó sus conocimientos para refutar reflexivamente las cuestiones que ese artículo esbozaba con buena intención y así enriquecer el debate en lugar de amputarlo con toscos modales.

Algunos de los interrogantes que se plantean desde el abolicionismo con respecto al panorama que abriría una regularización de la prostitución son tan inquietantes que bien merecían algún tipo de esfuerzo intelectual tranquilizador más allá del improperio y la invectiva. Se anticipan escenarios de tal gravedad y consecuencias tan difíciles de calcular y tan extremadamente peligrosas que no estaría de más algún tipo de reflexión y estudio riguroso. Aunque sea con el ánimo de rebatir. Yo, desde luego, me sentiría bastante más tranquilo. En su lugar, el regulacionismo que nada regula, ignora sistemáticamente los fundados recelos que se plantean. Y es precisamente el sector que defiende unos principios éticos el que se ve obligado a proyectar argumentos de orden práctico que una y otra vez se estrellan contra un muro de arisco desdén. Así, el regulacionismo se mantiene en una cómoda posición en la que, como nada llega a regular, tampoco se siente obligado a refutar las objeciones a esa regularización espectral que solo existe como anuncio. Y, ocultando esa nulidad propositiva en una hostilidad catequizadora que se despliega con virulencia, mantiene una actitud que recuerda a un gruñón y sabelotodo aprendiz de brujo que juega temeraria e irresponsablemente con fuerzas a las que es incapaz de controlar.

Una de las coartadas en las que se sostiene esa posición de superioridad moral es la de atribuirse la verdadera voz de las prostitutas, algo que se hizo muy visible en la última polémica sobre la conveniencia de legalizar sindicatos de prostitutas. Se abre aquí un interesante asunto sobre la capacidad de ejercer esa representación, porque es evidente que hay un problema que acompaña a la regulación, y es determinar quién tendría la capacidad de regular.

En la literatura acerca del Holocausto se analizó el llamado “problema del testigo”. Agamben y Primo Levi reflexionan sobre la figura de los “Muselmänner”, esto es, el ser humano llevado ante el estadio anterior a la muerte que aún deambula, capaz de ciertas funciones físicas básicas, pero sin que se pueda saber si aún conserva la conciencia humana. El Muselmann sería el testigo integral, aquel que llegó hasta el final del horror, pero precisamente al rebasar ese estado ya no puede regresar para contarlo. Lo relevante para nuestro caso es que los que sobrevivieron al horror se sienten de algún modo incapacitados para representar del todo a las víctimas absolutas. Así, su experiencia es intestimoniable y solo puede narrarse, incompleta, desde fuera.

Pongamos ahora un nuevo ejemplo: imaginemos una habitación A con un personaje A y una idéntica habitación B con un personaje B. En ambos espacios A y B son sometidos a idénticas prácticas de cierta violencia física con idéntica coreografía e idéntico uso de la fuerza. Pero mientras que A está participando en un ritual masoquista deseado, B está siendo atormentado por un desconocido. ¿Podemos decir que A y B han vivido la misma experiencia? Físicamente es equivalente, pero es vivida no solo como distinta sino como radicalmente antagónica. Es la voluntad libremente expresada la que difiere entre una y otra y la que las convierte en opuestas.

Algo parecido ocurre con el discurso de aquellas prostitutas que juzgan su actividad deseable y hasta empoderadora. No es solo que no tengan capacidad para ser “testigos” y hablar por aquellas otras que han llegado hasta un lugar infinitamente más lejano del horror: es que de hecho son sus antagonistas absolutas. Son precisamente quienes encuentran aspectos positivos en la práctica de la prostitución las que están ontológicamente en las antípodas de aquellas mujeres que han sido llevadas a ese mundo forzadamente o incluso aquellas otras que se prostituyen “voluntariamente”, con una libertad degradada y muy disminuida por circunstancias terribles de pobreza y desamparo.

Cuando el regulacionismo se adjudica la voz de las prostitutas haciéndose eco sobre todo de aquellas que defienden su actividad, no solo toma la parte por el todo. Sino que además, esa parte no es significativa proporcionalmente, ni menos aún ontológicamente.

Desde esta perspectiva, ¿entenderíamos que el participante en el ritual masoquista “regularizase” la violencia ejercida contra su compañero en la habitación de al lado? ¿O no son acaso ambas realidades completamente irreductibles y radicalmente diferentes a pesar de compartir una forma externa común?
En un orden de cosas parecido, el filósofo Žižek afirma que –al contrario que lo que piensa la judicatura española- lo que hace que resulte veraz un testimonio de una víctima de violación es precisamente que sea confuso e inconsistente. Y que lo extraño sería que fuese meticuloso y ordenado. Es decir, que como dice el propio Žižek: “el contenido de la experiencia contamina la propia forma de hablar de ella”.

Cuando el regulacionismo se adjudica la voz de las prostitutas haciéndose eco sobre todo de aquellas que defienden su actividad, no solo toma la parte por el todo. Sino que además, esa parte no es significativa proporcionalmente, ni menos aún ontológicamente. O, dicho de otro modo, las personas que legítimamente creen que la prostitución fortalece su autonomía, impugnan y contradicen de un modo radical el silencio de la experiencia traumática de las víctimas que encuentra dificultades colosales para ser expresada. Y que, de serlo, no tendría esa forma de alegato emancipador. Eso, por no hablar de que solo desde entornos socioeconómicos desahogados se tiene acceso a los medios de comunicación capaces de divulgar ese mensaje liberador, en tanto que la experiencia de las víctimas es, en gran medida, inefable, invisible e inaprensible por los que no sufrimos sus padecimientos.

Quizá entonces, la única posibilidad, como en el caso de Primo Levi, es la de ser su voz prestada, externa y obligadamente incompleta y fragmentaria.
Entretanto, el enemigo no descansa. Y los pocos datos objetivos parecen dar cuenta de un crecimiento en el consumo de la prostitución y, sobre todo, de un cambio en la percepción social del putero, ahora cliente. Quizá no tenga valor científico, pero recuerdo de mi infancia que ser putero no era algo en absoluto bien visto ni era tema de conversación en espacios respetables. Dudo que siga siendo así. Tampoco entonces nadie sabía ni palabra acerca de la trata ni sobre las condiciones de esclavitud y violencia que sufrían muchas de esas mujeres a las que se consideraba “de vida alegre” o “moral distraída”. Hoy, sin embargo, el conocimiento generalizado y la difusión social de las condiciones horrendas que las prostitutas sufren no parece que frene el deseo de consumo de sus cuerpos. Me atrevería a decir que aquí opera ya el fetichismo de la mercancía, es decir, el velo que oculta el objeto de consumo de las condiciones de su elaboración. Y del mismo modo que sabemos que los balones de fútbol los cosen niños esclavos y lo olvidamos convenientemente cuando vamos a comprarle uno a nuestro hijo libre, también ese conocimiento de lo que está tras la prostitución se olvida juiciosamente en los ratos en que uno quiere echar un polvo. Si esto es así, quizá no tarde el día en que sea el capitalismo el que tenga el dudoso mérito de eliminar el estigma, porque se estigmatiza a personas, no a balones de fútbol. Y ya no son personas.

Hay, además, otras penosas consecuencias más allá del terrible desgarro que la controversia causa en el movimiento feminista. No hace mucho le preguntaban a Pablo Iglesias sobre la perspectiva de Podemos con respecto a la prostitución. Este se limitó a afirmar que una vez que el movimiento feminista consensuase una posición, el partido la asumiría sin reservas. O, lo que es lo mismo, que, entre tanto se concilia lo que parece irreconciliable, la izquierda transformadora en nuestro país carece de posicionamiento y no solo es incapaz de proponer iniciativa legislativa alguna, sino tampoco de construir otro sentido común distinto al que sí construyen las fuerzas de la explotación y el neoliberalismo. Es decir, que hay un espacio en el territorio en liza por la justicia social que entregamos a la barbarie sin oponer resistencia alguna.

Espero que me disculpen las lectoras que hayan llegado hasta aquí pues mi intención al escribir este texto era poner de relieve lo que tendría que ser una auténtica obviedad. Esto es: quienes pretenden regular, ¿no deberían aportar antes que ninguna otra cosa su idea de regulación? ¿A qué esperan para hacerlo? ¿A que les demos permiso? ¿A conseguir una unanimidad absoluta en la humanidad? La carencia de una propuesta sistemática de cómo sería esa regularización, entendiendo no solo su forma legal sino qué medidas se adoptarían para impedir posibles efectos indeseados, me resulta absolutamente desconcertante.
Supongo que es más fácil permanecer como un frente unido cuando uno se abstiene de entrar en aspectos enrevesados, obligadamente conflictivos, y solo se centra en vaguedades. También imagino que es más gratificante alcanzar la autocomplacencia moral redactando un artículo de folio y medio que articulando un complejísimo y minucioso anteproyecto de incontables páginas que trate de contemplar todos los supuestos y de contestar a todos los interrogantes. El que décadas de enfrentamientos y polémicas no hayan producido ni un triste simulacro de propuesta de corpus legal sobre el que discutir parece evidenciar una pereza intelectual inaudita. No hace mucho, la crítica Pilar Aguilar decía irónicamente en una red social que los manifiestos contra la sindicación de las prostitutas eran más largos y complicados de leer porque decían más cosas. Algo de eso hay.

El mercado del sexo contiene todas las características para ser declarado nocivo,

Sin embargo, también conozco y admiro a personas de gran talla intelectual que militan en esta posición y a las que no se puede acusar de indolencia. Pero el rigor y la riqueza analítica que desarrollan en otros ámbitos se transmuta en un batallar pueril y tramposo cuando entran en este debate. Cabría esperar que fuesen capaces de aportar un texto bien armado que aclarase lo que verdaderamente proponen; que este se sustentase en datos empíricos abrumadores y que escuchasen y tuviesen en cuenta las advertencias preocupadas y bienintencionadas de todo el arco del feminismo. Un texto que tratase también de aportar seguridades a los justificados miedos que un cambio de ese calado puede suscitar. La filósofa Debra Satz, en su libro Por qué algunas cosas no deberían estar en venta: los límites morales del mercado, analiza las condiciones por las que se puede considerar un mercado como nocivo. Estas son: a) extrema vulnerabilidad subyacente de una de las partes, b) agencia débil o débil capacidad de acción, c) perjuicios extremos para el individuo, d) perjuicios extremos para una colectividad.

El mercado del sexo contiene todas las características para ser declarado nocivo, pero la autora encuentra los argumentos más poderosos y fuertes en el apartado d), esto es, en las consecuencias perniciosas que la prostitución tiene para cualquier mujer en el contexto actual de desigualdad de género y de las consecuencias adversas del mercado del sexo “sobre cualquier posibilidad de alcanzar una forma significativa de igualdad”. Concluye que desde ese punto de vista sí es posible hablar de “asimetría” con respecto a los efectos negativos únicos que provoca la actividad de la prostitución frente a “cualquier otra”, incluyendo incluso aquellas de explotación laboral o las que contribuyen a cosificar a la mujer.
Sin embargo, este tema de capital importancia es probablemente el que más se soslaya, o directamente se ignora, y en el que la ausencia de estudios empíricos es aún más acusada. Quizá un primer paso sería proporcionarse una tregua en la que se pueda estudiar el fenómeno y la trascendencia de las medidas propuestas con el rigor que requiere.

En su lugar, el debate se centra en una regulación fantasma. Si al regulacionismo se le señalan las experiencias negativas de otros países y las consecuencias indeseadas e imprevisibles de dicha regularización, “es que allí lo hacen mal”. ¿Y cómo es hacerlo bien? Quién sabe. A cada pregunta concreta, no sabe, no contesta, o solo divaga con frases como “hay que sentarse en una mesa y ver cómo hacer” ¿Qué ocurre? ¿No encuentran una mesa que les guste?. Las prostitutas necesitan de “más derechos”. ¿Cuáles? ¿Cómo se harían valer? ¿Qué situaciones específicas se corregirían y de qué manera? Un misterio insondable se cierne sobre el tema. “Se acabará con el estigma” ¿Cómo? ¿Por qué? Y me parece estar viendo al teólogo, frente a Richard Dawkins, perplejo e impotente con su cromosoma.

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Ejercicio de reducción al absurdo


Ejercicio de reducción al absurdo
13/12/2018
Autora  Trini López Verdú
Profesora de filosofía del IES Las Norias de Monforte del Cid, Alicante.

Reducción al absurdo: necesidad de partir desde un supuesto hipotético contrario al que se pretende demostrar.

Supongamos que realmente estoy equivocada. El abolicionismo es un punto de partida erróneo. Los términos en los que se establece y fundamenta constituyen una creencia absurda adoptada desde una perspectiva de superioridad moral. Desde mis prejuicios entiendo que está mal aceptar que la prostitución es trabajo sexual, es decir, un trabajo como cualquier otro, cuya regulación es necesaria para proporcionar derechos a las mujeres que los demandan. Que incluso las mujeres que lo ejercen libre y voluntariamente, en realidad son víctimas y necesitan ayuda para abandonar la situación de explotación sexual a la que son sometidas. Sin embargo, estoy profundamente equivocada, pues estoy rechazando su autonomía y su capacidad para decidir libremente.

En definitiva, son mis prejuicios morales, mi puritanismo, mis lecturas feministas las que me han conducido al error de asumir una falsa superioridad moral que me hace considerar la prostitución, únicamente, como explotación de las mujeres en un sistema patriarcal.

Asumiré, por lo tanto, una posición regulacionista o “pro-derechos” que deberá conducirme, al mismo tiempo, a defender posiciones contrarias que demostrarán que este supuesto inicial es absurdo, buscando en realidad contradicciones que demuestren que el feminismo solo puede y debe ser abolicionista.

El “feminismo regulacionista” defiende, entre otros, algunos argumentos que si son analizados desde un punto de vista lógico entrañan su propia negación. El primero es que el trabajo sexual es trabajo, el segundo es que las mujeres que deciden dedicarse profesionalmente a la prostitución son realmente libres para hacerlo y, en tercer lugar, se proyecta como la única alternativa que puede garantizar sus derechos a las trabajadoras y trabajadores sexuales.

Primera contradicción. Sobre el trabajo sexual:

El feminismo debe reconocer el trabajo sexual como trabajo.

La regulación del trabajo sexual es imprescindible para apoyar a todas las mujeres, la industria del sexo debe ofrecer condiciones dignas a sus empleados y empleadas. Desde esta posición es un hecho innegable que la prostitución ha existido, existe y existirá. Se trata de una constatación empírica, la historia muestra la prostitución como el oficio más antiguo del mundo. Sin embargo, al mismo tiempo, la idea queda disociada del contexto histórico patriarcal en el que siempre se ha encarnado.

El feminismo no puede considerar el trabajo sexual como trabajo.

El trabajo sexual es trabajo porque es considerado como una posibilidad de realización para la mujer, dejando al margen consideraciones morales sobre su normalización. Así la prostitución forma parte del imaginario entorno al mito de lo “eterno femenino”, como una característica propia de su naturaleza, la mujer como objeto que permite la satisfacción de los deseos masculinos. En palabras de Simone de Beauvoir, la mujer es considerada como “lo Otro”, como el sujeto pasivo de la historia que puede comprarse y venderse. Esta transacción económica de la mujer considerada como objeto de compra-venta, puede realizarse a través del matrimonio o de la prostitución. La consecuencia regulacionista es clara: si la mujer puede ser esposa o prostituta, reconozcamos los derechos de todas, de una forma u otra, “todas cobran”. Esta posición implica que vender el cuerpo, forma parte de la esencia de la mujer y esto es, precisamente lo que entra en contradicción con el feminismo.



Segunda contradicción. Sobre la autonomía, libertad y capacidad de decisión:

El feminismo debe respetar y apoyar las decisiones tomadas por las mujeres.

El feminismo debe defender la libertad de todas las mujeres y, por supuesto, a aquellas que deciden ser putas. Algunas mujeres han encontrado en este trabajo una posibilidad de desarrollarse profesionalmente, son mujeres autónomas que reivindican derechos, con independencia de las circunstancias que les han conducido a esta situación. De acuerdo con este argumento, también debería respetar la decisión de aquellas mujeres que deciden alquilar su vientre, ya sea para mejorar sus circunstancias económicas que pueden ser precarias, ya sea por el sentimiento altruista de satisfacer el deseo de ser padres que puedan tener otras personas. Esta misma razón permite justificar que las mujeres libremente decidan someterse a los deseos de sus maridos, a considerar que las mujeres deben recluirse al ámbito doméstico y que no deban trabajar fuera de casa. Incluso la decisión de practicar la ablación a sí mismas o a sus hijas es una decisión libre que, por lo tanto, debe ser justificada con independencia de las circunstancias. Paradójicamente, podríamos también afirmar que somos libres para rendirnos y convertimos en esclavas.

El feminismo no puede justificar todas las decisiones tomadas por las mujeres.

Sin embargo, sería absurdo interpretarlo como un acto de libertad, más bien al contrario, son las circunstancias las que obligan a aceptar la esclavitud. En un maco regulacionista, la necesidad y la coacción quedan enmascaradas bajo una falsa apariencia de libertad. El feminismo no puede asumir esta postura porque, de hecho, supone la negación de ciertas ideas y creencias que han formado parte de un sistema de pensamiento propio del patriarcado. Ilustradas como Olimpe de Gouges o Mary Wollstonecraft se enfrentaron a ese ideario que no solo sostenían hombres sino también mujeres. La contradicción radica en que el feminismo no puede respetar todas las opiniones ni todas las decisiones que hayan sido tomadas por las mujeres por el mero hecho de que puedan ser figuradamente consideradas como sujetos libres con autonomía. Es necesario indagar en las causas que han conducido a la aceptación de una situación.

Tercera contradicción. Sobre posiciones pro-derechos:

Solo el regulacionismo reconoce los derechos de todas las mujeres.

La regulación del trabajo sexual es la única alternativa que garantiza sus derechos a las trabajadoras del sexo. Si determinados intereses o circunstancias llevan a una mujer a desempeñar este trabajo debemos, más allá de nuestros posibles prejuicios, considerar sus derechos y reconocer la dignidad de su profesión. Este reconocimiento solo es posible desde un marco regulacionista que normaliza la prostitución para dignificar y empoderar a las trabajadoras sexuales. Sin embargo, bastaría con el caso de una sola mujer -y es evidente que son muchas más- obligada a ejercer la prostitución en estas condiciones para comprender que esta normalización no es aceptable. La regulación de la prostitución comporta exigencias y obligaciones laborales que serían muy discutibles.

El regulacionismo no reconoce realmente los derechos de las mujeres.

Cualquier mujer podría sentirse obligada a aceptar un trabajo de prostituta debido a una situación de precariedad. El feminismo se presenta como una filosofía de la sospecha que somete a crítica las estructuras patriarcales y la prostitución forma parte de estas estructuras. Reconocer los derechos de las mujeres es, desde un punto de vista feminista, proporcionar herramientas que permitan la emancipación, la autonomía y la libertad, que no han sido posibles en la sociedad patriarcal que ha dado origen a la prostitución.

Por una parte, quizá pueda sorprender la insistencia de enmarcarse en un feminismo “pro-derechos”. Una mirada atenta sugiere que es imprescindible abordar el problema de la prostitución desde un punto de vista feminista, no es posible otro enfoque. Esta exigencia de conectar el feminismo con la regulación se fundamenta en la necesidad de garantizar derechos a todas las mujeres. Por otra parte, discusiones igualmente complejas como el problema de la trata, del tráfico de mujeres con fines de explotación sexual, son planteados tangencialmente, insistiendo en la diferencia entre una prostitución que debe ser aceptada, fruto de una decisión libre y otra que debe ser combatida, llegando a asumir una posición abolicionista en este último caso. En el mismo sentido, el papel de los proxenetas no queda incorporado al discurso regulacionista más que para insistir en que las trabajadoras del sexo deben tener derechos para protegerse del mediador. También el cliente se encuentra al margen del discurso y se rechazan las sanciones a estos, medidas que han sido adoptadas en países que desarrollan políticas abolicionistas, ya que pueden repercutir en más dificultades para la trabajadora.

En conclusión, el feminismo solo puede ser abolicionista.  Si consideramos el trabajo sexual como un trabajo más, debemos hacerlo más allá de un marco feminista. Esta consideración poco tiene que ver con las críticas que ha recibido el abolicionismo (sobre el puritanismo, sobre no escuchar a las putas…) La prostitución solo puede ser considerada como trabajo sexual en el marco de una sociedad patriarcal que delimita el papel y las profesiones que las mujeres pueden desempeñar. El debate sobre abolición o regulación no puede llevarse a cabo desde un marco feminista. Quizá si el regulacionismo aceptara esta contradicción debiéramos deslizar la discusión hacia un marco de protección de las mujeres que ejercen la prostitución y hacia una educación basada en el respeto hacia los cuerpos de las mujeres que podría ser el fin de la prostitución. Sería un debate diferente y seguiría siendo difícil, pero podría ser algo más fructífero.

Fuente
https://tribunafeminista.elplural.com/2018/12/ejercicio-de-reduccion-al-absurdo/