sábado, 23 de junio de 2018

El origen del patriarcado: Gerda Lerner


El origen del patriarcado: Gerda Lerner
Por Redacción / Sin Embargo
SinEmbargo
febrero 17, 2018


Gerda Lerner, 1913-2013 (Página de Gerda Lerner)



El patriarcado es una creación histórica elaborada por hombres y mujeres en un proceso que tardó casi 2.500 años en completarse. La primera forma del patriarcado apareció en el estado arcaico. La unidad básica de su organización era la familia patriarcal, que expresaba y generaba constantemente sus normas y valores. Hemos visto de qué manera tan profunda influyeron las definiciones del género en la formación del estado. Ahora demos un breve repaso de la forma en que se creó, definió e implantó el género.

Ciudad de México, 17 de febrero (SinEmbargo/Culturamas).- Las funciones y la conducta que se consideraba que eran las apropiadas a cada sexo venían expresadas en los valores, las costumbres, las leyes y los papeles sociales. También se hallaban representadas, y esto es muy importante, en las principales metáforas que entraron a formar parte de la construcción cultural y el sistema explicativo.

La sexualidad de las mujeres, es decir, sus capacidades y servicios sexuales y reproductivos, se convirtió en una mercancía antes incluso de la creación de la civilización occidental. El desarrollo de la agricultura durante el periodo neolítico impulsó el “intercambio de mujeres” entre tribus, no sólo como una manera de evitar guerras incesantes mediante la consolidación de alianzas matrimoniales, sino también porque las sociedades con mas mujeres podían reproducir más niños. A diferencia de las necesidades económicas en las sociedades cazadoras y recolectoras, los agricultores podían emplear mano de obra infantil para incrementar la producción y estimular excedentes. El colectivo masculino tenía unos derechos sobre las mujeres que el colectivo femenino no tenía sobre los hombres. Las mismas mujeres se convirtieron en un recurso que los hombres adquirían igual que se adueñaban de las tierras. Las mujeres eran intercambiadas o compradas en matrimonio en provecho de su familia; más tarde se las conquistaría o compraría como esclavas, con lo que las prestaciones sexuales entrarían a formar parte de su trabajo y sus hijos serían propiedad de sus amos. En cualquier sociedad conocida los primeros esclavos fueron las mujeres de grupos conquistados, mientras que a los varones se les mataba. Sólo después que los hombres hubieran aprendido a esclavizar a las mujeres de grupos catalogados como extraños supieron cómo reducir a la esclavitud a los hombres de esos grupos y, posteriormente, a los subordinados de su propia sociedad.



Un libro imprescindible. Foto: Especial

De esta manera la esclavitud de las mujeres, que combina racismo y sexismo a la vez, precedió a la formación y a la opresión de clases. Las diferencias de clase estaban en sus comienzos expresadas y constituidas en función de las relaciones patriarcales. La clase no es una construcción aparte del género, sino que más bien la clase se expresa en términos de género.

Hacia el segundo milenio a.C. en las sociedades mesopotámicas las hijas de los pobres eran vendidas en matrimonio o para prostituirlas a fin de aumentar las posibilidades económicas de su familia. Las hijas de hombres acaudalados podían exigir un precio de la novia, que era pagado a su familia por la del novio, y que frecuentemente permitía a la familia de ella concertar matrimonios financieramente ventajosos a los hijos varones, lo que mejoraba la posición económica de la familia. Si un marido o un padre no podían devolver una deuda, podían dejar en fianza a su esposa e hijos que se convertían en esclavos por deudas del acreedor. Estas condiciones estaban tan firmemente establecidas hacia 1750 a.C. que la legislación hammurábica realizó una mejora decisiva en la suerte de losesclavos por deudas al limitar su prestación de servicios a tres años, mientras que hasta entonces había sido de por vida.

Los hombres se apropiaban del producto de ese valor de cambio dado a las mujeres: el precio de la novia, el precio de venta y los niños. Puede perfectamente ser la primera acumulación de propiedad privada. La reducción a la esclavitud de las mujeres de tribus conquistadas no sólo se convirtió en un símbolo de estatus para los nobles y los guerreros, sino que realmente permitía a los conquistadores adquirir riquezas tangibles gracias a la venta o el comercio del producto del trabajo de las esclavas y su producto reproductivo: niños en esclavitud.



La esclavitud de las mujeres, que combina racismo y sexismo a la vez, precedió a la formación y a la opresión de clase. Foto: Shutterstock


Claude Lévi-Strauss, a quien debemos el concepto de “el intercambio de mujeres”, habla de la cosificación de las mujeres que se produjo a consecuencia de lo primero. Pero lo que se cosifica y lo que se convierte en una mercancía no son las mujeres. Lo que se trata así es su sexualidad y su capacidad reproductiva. La distinción es importante. Las mujeres nunca se convirtieron en “cosas” ni se las veía de esa manera.

Las mujeres, y no importa cuán explotadas o cuánto se haya abusado de ellas, conservaban su poder de actuación y de elección en el mismo grado, aunque más limitado, que los hombres de su grupo. Pero ellas, desde siempre y hasta nuestros días, tuvieron menos libertad que los hombres. Puesto que su sexualidad, uno de los aspectos de su cuerpo, estaba controlada por otros, las mujeres, además de estar en desventaja física, eran reprimidas psicológicamente de una manera muy especial. Para ellas, al igual que para los hombres de grupos subordinados y oprimidos, la historia consistió en la lucha por la emancipación y en la liberación de la situación de necesidad. Pero las mujeres lucharon contra otras formas de opresión y dominación distintas que las de los hombres, y su lucha, hasta la actualidad, ha quedado por detrás de ellos.

El primer papel social de las mujeres definido según el género fue ser las que eran intercambiadas en transacciones matrimoniales. El papel genérico anverso para los hombres fue el de ser los que hacían el intercambio o que definían sus términos. Otro papel femenino definido según el género fue el de esposa “suplente”, que se creó e institucionalizó para las mujeres de la élite. Este papel les confería un poder y unos privilegios considerables pero dependía de que estuvieran unidas a hombres de la élite como mínimo, en que cuando les prestaran servicios sexuales y reproductivos lo hicieran de forma satisfactoria. Si una mujer no cumplía esto que se pedía de ella, era rápidamente sustituida, por lo que perdía todos sus privilegios y posición.

El papel de guerrero, definido según el género, hizo que los hombres lograran tener poder sobre los hombres y las mujeres de las tribus conquistadas. Estas conquistas motivadas por las guerras generalmente ocurrían con gentes que se distinguían de los vencedores por la raza, por la etnia o simplemente diferencias de tribu. En un principio, la “diferencia” como señal de distinción entre los conquistados y los conquistadores estaba basada en la primera diferencia clara observable, la existente entre sexos. Los hombres habían aprendido a vindicar y ejercer el poder sobre personas algo distintas a ellos con el intercambio primero de mujeres. Al hacerlo obtuvieron los conocimientos necesarios para elevar cualquier clase de “diferencia” a criterio de dominación.

Desde sus inicios en la esclavitud, la dominación de clases adoptó formas distintas en los hombres y las mujeres esclavizados: los hombres eran explotados principalmente como trabajadores; las mujeres fueron siempre explotadas como trabajadoras, como prestadoras de servicios sexuales y como reproductoras. Los testimonios históricos de cualquier sociedad esclavista nos aportan pruebas de esta generalización. Se puede observar la explotación sexual de las mujeres de clase inferior por hombres de la clase alta en la antigüedad, durante el feudalismo, en las familias burguesas de los siglos XIX y XX en Europa y en las complejas relaciones de sexo/raza entre las mujeres de los países colonizados y los colonizadores: es universal y penetra hasta lo más hondo. La explotación sexual es la verdadera marca de la explotación de clase en las mujeres.





La explotación sexual es la verdadera marca de la explotación de clase en las mujeres. Foto: Shutterstock 

En cualquier momento de la historia cada “clase” ha estado compuesta por otras dos clases distintas: los hombres y las mujeres. La posición de clase de las mujeres se consolida y tiene una realidad a través de sus relaciones sexuales. Siempre estuvo expresada por grados de falta de libertad en una escala que va desde la esclava, con cuyos servicios sexuales y reproductivos se comercia del mismo modo que con su persona; a la concubina esclava, cuya prestación sexual podía suponerle subir de estatus o el de sus hijos; y finalmente la esposa “libre”, cuyos servicios sexuales y reproductivos a un hombre de la clase superior la ‘autorizaba’ a tener propiedades y derechos legales. Aunque cada uno de estos grupos tenga obligaciones y privilegios muy diferente en lo que respecta a la propiedad, la ley y los recursos económicos, comparten la falta de libertad que supone estar sexual y reproductivamente controladas por hombres.

Podemos expresar mejor la complejidad de los diferentes niveles de dependencia y libertad femeninos si comparamos a cada mujer con su hermano y pensamos en como difieren las vidas y oportunidades de una y otro.

Entre los hombres, la clase estaba y está basada en su relación con los medios de producción: aquellos que poseían los medios de producción podían dominar a quienes no los poseían. Los propietarios de los medios de producción adquirían también la mercancía de cambio de los servicios sexuales femeninos, tanto de mujeres de su misma clase como de las de clases subordinadas. En la antigua Mesopotamia, en la antigüedad clásica y en las sociedades esclavistas, los hombres dominantes adquirían también, en concepto de propiedad, el producto de las capacidades reproductivas de las mujeres subordinadas: niños, que harían trabajar, con los que comerciarían, a los que casarían o venderían como esclavos, según viniera al caso. Respecto a las mujeres, la clase está mediatizada por sus lazos sexuales con un hombre. A través de un hombre las mujeres podían acceder o se les negaba el acceso a los medios de producción y los recursos. A través de su conducta sexual se produce su pertenencia a una clase. Las mujeres “respetables” pueden acceder a una clase gracias a sus padres y maridos, pero romper con las normas sexuales puede hacer que pierdan de repente la categoría social. La definición por género de “desviación” sexual distingue a una mujer como “no respetable”, lo que de hecho la asigna al estatus más bajo posible. Las mujeres que no prestan servicios heterosexuales (como las solteras, las monjas o las lesbianas) están vinculadas a un hombre dominante de su familia de origen y a través de él pueden acceder a los recursos. O, de lo contrario, pierden su categoría social. En algunos períodos históricos, los conventos y otros enclaves para solteras crearon un cierto espacio de refugio en el cual esas mujeres podían actuar y conservar su respetabilidad. Pero la amplia mayoría de las mujeres solteras están, por definición, al margen y dependen de la protección de sus parientes varones. Es cierto en toda la historia hasta la mitad del siglo XX en el mundo occidental, y hoy día todavía lo es en muchos de los países subdesarrollados. El grupo de mujeres independientes y que se mantienen a sí mismas que existe en cada sociedad es muy pequeño y, por lo general, muy vulnerable a los desastres económicos.



El grupo de mujeres independientes y que se mantienen a sí mismas que existe en cada sociedad es muy pequeño y, por lo general, muy vulnerable a los desastres económicos. Foto: Shutterstock


La opresión y la explotación económicas están tan basadas en dar un valor de mercancía a la sexualidad femenina y en la apropiación por parte de los hombres de la mano de obra de la mujer y su poder reproductivo, como en la adquisición directa de recursos y personas.

El estado arcaico del antiguo Próximo Oriente surgió en el segundo milenio a.C. de las dos raíces hermanas del dominio sexual de los hombres sobre las mujeres y de la explotación de unos hombres por otros. Desde su comienzo el estado arcaico estuvo organizado de tal manera que la dependencia del cabeza de familia del rey o de la burocracia estatal se veía compensada por la dominación que ejercía sobre su familia. Los cabezas de familia distribuían los recursos de la sociedad entre su familia de la misma manera que el estado les repartía a ellos los recursos de la sociedad. El control de los cabeza de familia sobre sus parientes femeninas y sus hijos menores era tan vital para la existencia del estado como el control del rey sobre sus soldados. Ello esta reflejado en las diversas recopilaciones jurídicas mesopotámicas, especialmente en el gran numero de leyes dedicadas a la regulación de la sexualidad femenina.

Desde el segundo milenio a.C. en adelante el control de la conducta sexual de los ciudadanos ha sido una de las grandes medidas de control social en cualquier sociedad estatal. A la inversa, dentro de la familia la dominación sexual recrea constantemente la jerarquía de clases. Independientemente de cual sea el sistema político o económico, el tipo de personalidad que puede funcionar en un sistema jerárquico está creado y nutrido en el seno de la familia patriarcal.

La familia patriarcal ha sido extraordinariamente flexible y ha variado según la época y los lugares. El patriarcado oriental incluía la poligamia y la reclusión de las mujeres en harenes. El patriarcado en la antigüedad clásica y en su evolución europea esta basado en la monogamia, pero en cualquiera de sus formas formaba parte del sistema el doble estándar sexual que iba en detrimento de la mujer. En los modernos estados industriales, como por ejemplo los Estados Unidos, las relaciones de propiedad en el interior de la familia se desarrollan dentro de una línea mas igualitaria que en aquellos donde el padre posee una autoridad absoluta y, sin embargo, las relaciones de poder económicas y sexuales dentro de la familia no cambian necesariamente. En algunos casos, las relaciones sexuales son mas igualitarias aunque las económicas sigan siendo patriarcales; en otros, se produce la tendencia inversa. En todos ellos, no obstante, estos cambios dentro de la familia no alteran el predominio masculino sobre la esfera pública, las instituciones y el gobierno.

La familia es el mero reflejo del orden imperante en el estado y educa a sus hijos para que lo sigan, con lo que crea y refuerza constantemente ese orden. Hay que señalar que cuando hablamos de las mejoras relativas en el estatus femenino dentro de una sociedad determinada, frecuentemente ello tan sólo significa que presenciamos unas mejoras de grado, ya que su situación les ofrece la oportunidad de ejercer cierta influencia sobre el sistema patriarcal. En aquellos lugares en que las mujeres cuentan relativamente con un mayor poder económico, pueden tener algún control más sobre sus vidas que en aquellas sociedades donde no lo tienen. Asimismo, la existencia de grupos femeninos, asociaciones o redes económicas sirve para incrementar la capacidad de las mujeres para contrarrestar los dictámenes de su sistema patriarcal concreto. Algunos antropólogos e historiadores han llamado “libertad” femenina a esta relativa mejora. Dicha denominación es ilusoria e injustificada. Las reformas y los cambios legales, aunque mejoren la condición de las mujeres y sean parte fundamental de su proceso de emancipación, no van cambiar de raíz el patriarcado. Hay que integrar estas reformas dentro de una vasta revolución cultural a in de transformar el patriarcado y abolirlo.

El sistema patriarcal solo puede funcionar gracias a la cooperación de las mujeres. Esta cooperación le viene avalada de varias maneras: la inculcación de los géneros; la privación de la enseñanza; la prohibición a las mujeres a que conozcan su propia historia; la división entre ellas al definir la “respetabilidad” y la “desviación” a partir de sus actividades sexuales; mediante la represión y la coerción total; por medio de la discriminación en el acceso a los recursos económicos y el poder político; y al recompensar con privilegios de clase a las mujeres que se conforman.



La familia es el mero reflejo del orden imperante en el estado y educa a sus hijos para que lo sigan. Foto: Shutterstock


Durante casi cuatro mil años las mujeres han desarrollado sus vidas y han actuado a la sombra del patriarcado, concretamente de una forma de patriarcado que podría definirse mejor como dominación paternalista. El término describe la relación entre un grupo dominante, al que se considera superior, y un grupo subordinado, al que se considera inferior, en la que la dominación queda mitigada por las obligaciones mutuas y los deberes recíprocos. El dominado cambia sumisión por protección, trabajo no remunerado manutención. En la familia patriarcal, las responsabilidades y las obligaciones no están distribuidas por un igual entre aquellos a quienes se protege: la subordinación de los hijos varones a la dominación paterna es temporal; dura hasta que ellos mismos pasan a ser cabezas de familia. La subordinación de las hijas y de la esposa es para toda la vida. Las hijas únicamente podrán escapar a ella si se convierten en esposas bajo el dominio/la protección de otro hombre. La base del paternalismo es un contrato de intercambio no consignado por escrito: soporte económico y protección que da el varón a cambio de la subordinación en cualquier aspecto, los servicios sexuales y el trabajo doméstico no remunerado de la mujer. Con frecuencia la relación continúa, de hecho y por derecho, incluso cuando la parte masculina ha incumplido sus obligaciones.

Fue una elección racional por parte de las mujeres, en las condiciones de inexistencia de un poder público y de dependencia económica, el escoger protectores fuertes para si y sus hijos. Las mujeres siempre compartieron los privilegios clasistas de los hombres de la misma clase mientras se encontraran bajo la protección de alguno. Para aquellas que no pertenecían a la clase baja, el “acuerdo mutuo” funcionaba del siguiente modo: a cambio de vuestra subordinación sexual, económica, política e intelectual a los hombres, podréis compartir el poder con los de vuestra clase para explotar a los hombres y las mujeres de clase inferior. Dentro de una sociedad de clases es difícil que las personas que poseen cierto poder, por muy limitado y restringido que este sea, se vean a si mismas privadas de algo y subordinadas. Los privilegios clasistas y raciales sirven para minar la capacidad de las mujeres para sentirse parte de un colectivo con una coherencia, algo que en verdad no son, pues de entre todos los grupos oprimidos únicamente las mujeres están presentes en todos los estratos de la sociedad. La formación de una conciencia femenina colectiva debe desarrollarse por otras vías. Esta es la razón por la cual las formulaciones teóricas que han sido de ayuda a otros grupos oprimidos sean tan inadecuadas para explicar y conceptuar la subordinación de las mujeres.

Las mujeres han participado durante milenios en el proceso de su propia subordinación porque se las ha moldeado psicológicamente para que interioricen la idea de su propia inferioridad. La ignorancia de su misma historia de luchas y logros ha sido una de las principales formas de mantenerlas subordinadas. La estrecha conexión de las mujeres con las estructuras familiares hizo que cualquier intento de solidaridad femenina y cohesión de grupo resultara extremadamente problemático. Toda mujer estaba vinculada a los parientes masculinos de su familia de origen a través de unos lazos que conllevaban unas obligaciones específicas. Su adoctrinamiento, desde la primera infancia en adelante, subrayaba sus obligaciones no sólo de hacer una contribución económica a sus parientes y allegados, sino también de aceptar un compañero para casarse acorde con los intereses familiares. Otra manera de explicarlo es decir que el control sexual de la mujer estaba ligado a la protección paternalista y que, en las diferentes etapas de su vida, ella cambiaba de protectores masculinos sin superar nunca la etapa infantil de estar subordinada y protegida.

Las condiciones reales de su estatus de subordinación impulsaron a otras clases y a otros grupos oprimidos a crear una conciencia colectiva. El esclavo y la esclava podían trazar claramente una línea entre los intereses y los lazos con su familia y los ligámenes de servidumbre/protección que le vinculaban a su amo. En realidad, la protección de los padres esclavos de su familia frente al amo fue una de las causas más importantes de la resistencia esclavista. Por otro lado, las mujeres “libres” aprendieron pronto que sus parientes las expulsarían si alguna vez se rebelaban contra su dominio.

En las sociedades campesinas tradicionales se han registrado muchos casos en los que miembros femeninos de una familia toleraban o incluso participan en el castigo, las torturas, inclusive la muerte, de una joven que ha transgredido el “honor” familiar. En tiempos bíblicos, la comunidad entera se reunía para lapidar a la adúltera hasta matarla. Prácticas similares prevalecieron en Sicilia, Grecia, Albania hasta entrado el siglo XX. Los padres y maridos de Bangladesh expulsaron a sus hijas y esposas que habían sido violadas por los soldados invasores, arrojándolas a la prostitución. Así pues, a menudo las mujeres se vieron forzadas a huir de un “protector” por otro, y su “libertad” frecuentemente se definía sólo por su habilidad para manipular a dichos protectores. El impedimento más importante al desarrollo de una conciencia colectiva entre las mujeres fue la carencia de una tradición que reafirmase su independencia y su autonomía en alguna época pasada. Por lo que nosotras sabemos, nunca ha existido una mujer o un grupo de mujeres que hayan vivido sin la protección masculina.

Nunca ha habido un grupo de personas como ellas que hubiera hecho algo importante por sí mismas. Las mujeres no tenían historia, eso se les dijo y eso creyeron. Por tanto, en última instancia, la hegemonía masculina dentro del sistema de símbolos fue lo que situó de forma decisiva a las mujeres en una posición desventajosa.

La hegemonía masculina en el sistema de símbolos adoptó dos formas: la privación de educación a las mujeres y el monopolio masculino de las definiciones. Lo primero sucedió de forma inadvertida, más como una consecuencia de la dominación de clases y de la llegada al poder de las élites militares. Durante toda la historia han existido siempre vías de escape para las mujeres de las clases elitistas, cuyo acceso a la educación fue uno de los principales aspectos de sus privilegios de clase. Pero el dominio masculino de las definiciones ha sido deliberado y generalizado, y la existencia de unas mujeres muy instruidas y creativas apenas ha dejado huella después de cuatro mil años.

Hemos presenciado cómo los hombres se apropiaron y luego transformaron los principales símbolos de poder femeninos: el poder de la diosa-madre y el de las diosas de la fertilidad. Hemos visto que los hombres elaboraban teologías basadas en la metáfora irreal del poder de procreación masculino y que redefinieron la existencia femenina de una forma estricta y de dependencia sexual. Por último, hemos visto cómo las metáforas del género han representado al varón como la norma y a la mujer como la desviación; el varón como un ser completo y con poderes, la mujer como ser inacabado, mutilado y sin autonomía. Conforme a estas construcciones simbólicas, fijadas en la filosofía griega, las teologías judeocristianas y la tradición jurídica sobre las que se levanta la civilización occidental, los hombres han explicado el mundo con sus propios términos y han definido cuales eran las cuestiones de importancia para convertirse así en el centro del discurso.

Al hacer que el término “hombre” incluya el de “mujer” y de este modo se arrogue la representación de la humanidad, los hombres han dado origen en su pensamiento a un error conceptual de vastas proporciones. Al tomar la mitad por el todo, no sólo han perdido la esencia de lo que estaban describiendo, sino que lo han distorsionado de tal manera que no pueden verlo con corrección. Mientras los hombres creyeron que la tierra era plana no pudieron entender su realidad, su función y la verdadera relación con los otros cuerpos celestes. Mientras los hombres crean que sus experiencias, su punto de vista y sus ideas representan toda la experiencia y todo el pensamiento humanos, no sólo serán incapaces de definir correctamente lo abstracto, sino que no podrán ver la realidad tal y como es.



En las sociedades campesinas tradicionales se han registrado muchos casos en los que miembros femeninos de una familia toleraban o incluso participan en el castigo, las torturas, inclusive la muerte, de una joven que ha transgredido el “honor” familiar. Foto: Shutterstock


La falacia androcéntrica, elaborada en todas las construcciones mentales de la civilización occidental, no puede ser rectificada “añadiendo” simplemente a las mujeres. Para corregirla es necesaria una reestructuración radical del pensamiento y el análisis, que de una vez por todas acepte el hecho de que la humanidad esta formada hombres y mujeres a partes iguales, y que las experiencias, los pensamientos y las ideas de ambos sexos han de estar representados en cada una de las generalizaciones que se haga sobre los seres humanos.

El desarrollo histórico ha creado hoy por primera vez las condiciones necesarias gracias a las cuales grandes grupos de mujeres, finalmente todas ellas, podrán emanciparse de la subordinación. Puesto que el pensamiento femenino ha estado aprisionado dentro de un marco patriarcal estrecho y erróneo, un prerrequisito necesario para cambiar es transformar la conciencia que las mujeres tenemos de nosotras mismas y de nuestro pensamiento.

Hemos iniciado este libro con una discusión de la importancia que tiene la historia en la concienciación y el bienestar psíquico humanos. La historia da sentido a la vida humana y conecta cada existencia con la inmortalidad; pero la historia tiene todavía otra función. Al conservar el pasado colectivo y reinterpretarlo para el presente, los seres humanos definen su potencial y exploran los limites de sus posibilidades.

Aprendemos del pasado no sólo lo que la gente que vivió antes que nosotros hizo, pensó y tuvo la intención de hacer, sino que también en qué se equivocaron y en qué fallaron. Desde los días de las listas de monarcas babilonios en adelante, el registro del pasado ha sido escrito e interpretado por hombres y se ha centrado principalmente en los actos, las acciones e intenciones de los varones. Con la aparición de la escritura, el conocimiento humano empezó a avanzar a grandes saltos y a un ritmo más rápido que antes. A pesar de que, como hemos observado, las mujeres habían participado en el mantenimiento de la tradición oral y las funciones religiosas y rituales durante el periodo preliterario hasta casi un milenio después, la privación de educación y su arrinconamiento de los símbolos tuvieron un profundo efecto en su futuro desarrollo.

La brecha existente entre la experiencia de aquellos que podían o podrían (en el caso de los hombres de clase inferior) participar en la creación del sistema de símbolos y aquellas que meramente actuaban pero que no interpretaban se fue haciendo cada vez más grande.

En su brillante obra El segundo sexo, Simone de Beauvoir se centraba en el producto histórico final de este desarrollo. Describía al hombre como un ser autónomo y trascendente, a la mujer como inmanente. Cuando explicaba “por que las mujeres carecen de medios concretos para organizarse y formar una unidad” en defensa de sus intereses, declaraba con llaneza: “Ellas [las mujeres] no tienen pasado, ni historia, ni religión que puedan llamar suyos”. Beauvoir tiene razón cuando observa que las mujeres no han “trascendido”, si por trascendencia se entiende la definición e interpretación del saber humano. Pero se equivoca al pensar que por tanto la mujer no ha tenido una historia. Dos décadas de estudios sobre Historia de las mujeres han rebatido esta falacia al sacar a la luz una interminable lista de fuentes y desenterrar e interpretar la historia oculta de las mujeres. Este proceso de crear una historia de las mujeres está todavía en marcha y tendrá que continuar así durante mucho tiempo. Sólo ahora empezamos a comprender lo que implica.

El mito de que las mujeres quedan al margen de la creación histórica y de la civilización ha influido profundamente en la psicología femenina y masculina. Ha hecho que los hombres se formaran una opinión parcial y completamente errónea de cual es su lugar dentro de la sociedad humana y el universo. A las mujeres, como se evidencia en el caso de Simone de Beauvoir, que seguramente es una de las más instruidas de su generación, les parecía que durante milenios la historia solo había ofrecido lecciones negativas y ningún precedente de un acto importante, una heroicidad o un ejemplo liberador. Lo más difícil de todo era la aparente ausencia de una tradición que reafirmara la independencia y la autonomía femeninas. Era como si nunca hubiera existido una mujer o grupo de mujeres que hubieran vivido sin la protección masculina. Es significativo que todos los ejemplos de lo contrario fueran expresados a través de mitos y fábulas: las amazonas, las asesinas de dragones, mujeres con poderes mágicos. Pero en la vida real las mujeres no tenían historia: eso se les dijo y así lo creyeron. Y como no tenían historia, no tenían alternativas para el futuro. En cierto sentido, se puede describir la lucha de clases como una lucha por el control de los sistemas simbólicos de una sociedad concreta.

El grupo oprimido, que comparte y participa en los principales símbolos controlados por los dominadores, desarrolla también sus propios símbolos. En la época de un cambio revolucionario esto se convierte en una fuerza importante para la creación de alternativas. Otra forma de decirlo es que sólo se pueden generar ideas revolucionarias cuando los oprimidos poseen una alternativa al sistema de símbolos y significados de aquellos que les dominan. De este modo, los esclavos que vivían en un medio controlado por los amos y que físicamente estaban sujetos a su total control, pudieron conservar su humanidad y a veces fijar límites al poder de un amo gracias a la posibilidad de asirse a su propia “cultura”.

Dicha cultura la formaban los recuerdos colectivos, cuidadosamente mantenidos con vida, de una etapa previa de libertad y de alternativas a los ritos, símbolos y creencias de sus amos. Lo que resulta decisivo para el individuo era la posibilidad de que el o ella decidieran identificarse con un estado distinto al de esclavitud o subordinación. De esta manera, todos los varones, tanto si eran esclavos como si estaban económica o racialmente oprimidos, todavía podían identificarse con aquellos -otros varones- que mostraban cualidades trascendentes, aunque pertenecieran al sistema simbólico del amo. No importa cuanto se les hubiera degradado, todo esclavo campesino eran iguales al amo en su relación con Dios. No era así en el caso de las mujeres. Todo lo contrario; en la civilización occidental y hasta la Reforma protestante, ninguna mujer, y no importan su posición elevada ni sus privilegios, podía sentir que reforzaba y confirmaba su humanidad imaginándose a personas como ella -otras mujeres- en puestos con autoridad intelectual en relación directa con Dios.

Allí donde no existe un precedente no se pueden concebir alternativas a las condiciones existentes. Es esta característica de la hegemonía masculina lo, que ha resultado más perjudicial a las mujeres y ha asegurado su estatus de subordinación durante milenios. La negación a las mujeres de su propia historia ha reforzado que aceptasen la ideología del patriarcado y ha minado el sentimiento de autoestima de cada mujer. La versión masculina de la historia, legitimada en concepto de “verdad universal”, las ha presentado al margen de la civilización y como víctimas del proceso histórico. Verse presentada de esta manera y creérselo es casi peor que ser del todo olvidada. La imagen es completamente falsa por ambas partes, como ahora sabemos, pero el paso de las mujeres por la historia ha estado marcado por su lucha en contra de esta distorsión mutiladora.



Simone de Beauvoir se equivoca al pensar que por tanto la mujer no ha tenido una historia. Foto: Especial


Por otra parte, durante más de 2.500 años, las mujeres se han encontrado en una situación de desventaja educativa y se las ha privado de las condiciones para crear un pensamiento abstracto. Obviamente, esto no depende del sexo; la capacidad de pensar es inherente a la humanidad: puede alimentársela o desanimarla, pero no se la puede reprimir. Esto es cierto, sin duda alguna, en lo que respecta al pensamiento que genera la vida diaria y relacionado con ella, el

nivel de pensamiento en el que la mayoría de hombres y mujeres se mueven toda la vida. Pero la generación de un pensamiento abstracto y de nuevos modelos conceptuales -la formación de teorías- es otra cuestión.

Esta actividad depende de que el pensador haya sido educado en lo mejor de las tradiciones existentes y de que le acepten un grupo de personas instruidas que, con sus críticas y el intercambio de ideas, le darán un “espaldarazo cultural”. Depende de disponer de tiempo para uno. Por último, depende de que el pensador en cuestión sea capaz de absorber esos conocimientos y dar luego el salto creativo a un nuevo orden de ideas. Las mujeres, históricamente, no se han podido valer de ninguno de estos prerrequisitos necesarios. La discriminación en la enseñanza les ha impedido acceder a todos estos conocimientos; el “espaldarazo cultural”, institucionalizado en las cotas más altas de los sistemas religioso y académico, no estaba a su alcance. De manera universal, las mujeres de cualquier clase han dispuesto siempre de menos tiempo libre que los hombres y, debido a que tienen que criar a sus hijos además de sus funciones de atender a la familia, el tiempo libre que tenían por lo general no era para ellas. El tiempo que necesitan los pensadores para sus trabajos y sus horas de estudio ha sido respetado como algo privado desde los inicios de la filosofía griega. Igual que los esclavos de Aristóteles, las mujeres, “que con sus cuerpos atienden a las necesidades vitales”, han sufrido durante más de 2.500 años las desventajas de un tiempo fraccionado, constantemente interrumpido. Por último, el tipo de formación del carácter que hace que una mente sea capaz de dar nuevas conexiones y modelar un nuevo orden de abstracciones ha sido exactamente el contrario al que se exigía de las mujeres, educadas para aceptar su posición subordinada y destinadas a prestar servicios dentro de la sociedad.

No obstante, siempre ha existido una pequeña minoría de mujeres privilegiadas, por lo general pertenecientes a la élite dirigente, que han tenido acceso al mismo tipo de educación que sus hermanos. De entre sus filas han salido las intelectuales, las pensadoras, las escritoras, las artistas. Son ellas quienes en toda la historia nos han podido dar una perspectiva femenina, una alternativa al pensamiento androcéntrico. Han pagado un precio muy alto por ello y lo han hecho con enormes dificultades. Estas mujeres, que fueron admitidas en el centro de la actividad intelectual de su época y en especial de los últimos cien años, han tenido antes que aprender “a pensar como hombres”. Durante el proceso, muchas de ellas asumieron tanto esa enseñanza que perdieron la capacidad de concebir alternativas. La manera para pensar en abstracto es definir con exactitud, crear modelos mentales y generalizar a partir de ellos. Ese pensamiento, nos han enseñado los hombres, ha de partir de la eliminación de los sentimientos. Las mujeres, igual que los pobres, los subordinados, los marginados, tienen un profundo conocimiento de la ambigüedad, de sentimientos mezclados con ideas, de juicios de valor que colorean las abstracciones. Las mujeres han experimentado desde siempre la realidad del individuo y la comunidad, la han conocido y la han compartido. Sin embargo, al vivir en un mundo en el que no se las valora, su experiencia arrostra el estigma de carecer de importancia. Por consiguiente, han aprendido a dudar de sus experiencias y a devaluarlas. ¿Qué sabiduría hay en la menstruación? ¿Qué fuente de saber en unos pechos llenos de leche? ¿Qué alimento para la abstracción en la rutina de cocinar y limpiar? El pensamiento patriarcal ha relegado estas experiencias definidas por el género al reino de lo “natural”, de lo intrascendente.

El conocimiento femenino es mera intuición, la conversación entre mujeres, “cotilleo”. Las mujeres se ocupan de lo perpetuamente concreto: experimentan la realidad día a día, hora a hora, en sus funciones de servicios a otros (preparando la comida y quitando la suciedad); en su tiempo continuamente interrumpido; en su atención dividida. ¿Puede alguien generalizar cuando lo concreto le está tirando de la manga? Él es quien fabrica símbolos y explica el mundo y ella quien cuida de las necesidades físicas y vitales de él y sus hijos: el abismo que media entre ambos es enorme.

Históricamente, las pensadoras han tenido que escoger entre vivir una existencia de mujer, con sus alegrías, cotidianeidad e inmediatez, y vivir una existencia de hombre para así poder dedicarse a pensar. Durante generaciones esta elección ha sido cruel y muy costosa. Otras han optado deliberadamente por una existencia fuera del sistema sexo-género, viviendo solas o con otras mujeres. Muchos de los avances más importantes dentro del pensamiento femenino nos los dieron esas mujeres cuya lucha personal por un modo de vida alternativo les sirvió de inspiración para sus ideas. Pero esas mujeres, durante la mayor parte de la época histórica, se han visto obligadas a vivir al margen de la sociedad; se las consideraba “desviaciones” y por ello se hacia difícil generalizar a partir de sus experiencias y lograr influencia y aprobación. ¿Por qué no ha habido mujeres creadoras de sistemas? Porque no se puede pensar en lo universal cuando ya se está excluida de lo genérico.

Nunca se ha reconocido el costo social de la exclusión femenina de la empresa de crear el pensamiento abstracto. Podemos empezar a calcular lo que ha supuesto a las pensadoras si damos el nombre exacto a lo que se nos ha hecho y describimos, no importa lo doloroso que resulte, cómo hemos participado en dicha empresa. Hace tiempo que sabemos que la violación ha sido una forma de aterrorizarnos y mantenernos sujetas. Ahora sabemos también que hemos participado, aunque fuera inconscientemente, en la violación de nuestras mentes.

Las mujeres creativas, las escritoras y las artistas, han luchado asimismo contra una realidad distorsionada. Un canon literario que se defina a partir de la Biblia, los clásicos griegos y Milton, ocultará necesariamente la importancia y el significado de los trabajos literarios femeninos, del mismo modo que los historiadores hicieron desaparecer las actividades de las mujeres. El esfuerzo por resucitar este significado y revalorar la obra literaria y la poesía feministas nos han adentrado en la lectura de una literatura femenina que muestra una visión del mundo oculta, deliberadamente tendenciosa y sin embargo intensa. Gracias a las reinterpretaciones que han realizado las críticas literarias feministas estamos descubriendo entre las escritoras de los siglos XVIII y XIX un lenguaje femenino repleto de metáforas, símbolos y mitos. Los temas son a menudo profundamente subversivos ante la tradición masculina. Presentan críticas interpretación bíblica de la caída de Adán; un rechazo a la dicotomía diosa/bruja; una proyección o miedo ante la división de la personalidad. El aspecto intenso de la creatividad masculina queda simbolizado en las heroínas dotadas con poderes mágicos de bondad o en mujeres fuertes a las que se destierra en sótanos o a vivir como “la loca del ático”.

Otras autoras escriben metáforas en las que se concede un alto valor al diminuto espacio doméstico, convirtiéndolo en un símbolo del mundo. Durante siglos encontramos en las obras literarias femeninas una búsqueda patética, casi desesperada, de una Historia de las mujeres mucho antes de que existieran esos estudios. Las escritoras decimonónicas leían con avidez los trabajos de las novelistas del siglo XVIII; releían una y otra vez las “vidas” de reinas, abadesas, poetisas, mujeres instruidas. Las primeras “compiladoras” indagaban en la Biblia y en todas las fuentes históricas a las que tenían acceso para crear tomos voluminosos repletos de heroínas femeninas.

Las voces literarias femeninas, que el sistema masculino dominante marginó y trivializó con éxito, sobrevivieron a pesar de todo. Las voces de mujeres anónimas estaban presentes, como una corriente sólida, en la tradición oral, las canciones populares y las canciones infantiles, en los cuentos que hablan de brujas poderosas y hadas buenas. A través del punto, el bordado y el tejido de colchas la creatividad artística femenina expresó una visión alternativa en las cartas, diarios, oraciones y canciones latía y pervivía la fuerza de la creatividad femenina para generar símbolos. Todo este trabajo será el tema de nuestra investigación en el próximo volumen.

Cómo se las arreglaron las mujeres para sobrevivir bajo la hegemonía cultural masculina; qué efecto e influencia tuvieron sobre el sistema de símbolos patriarcal; cómo y en qué condiciones lograron crear una visión alternativa, feminista, del mundo. Estas son las cuestiones que examinaremos para seguir los derroteros del surgimiento de la conciencia feminista como un fenómeno histórico.

Las mujeres y los hombres han ingresado en el proceso histórico en ocasiones diferentes y han pasado por el a un ritmo distinto. Si el registro, la definición y la interpretación del pasado señalan la entrada del hombre en la historia, ello ocurrió en el tercer milenio a.C. En el caso de las mujeres (y sólo de algunas) sucedió, salvo notables excepciones, en el siglo XIX. Hasta entonces toda la Historia era para las mujeres prehistoria.

La falta de conocimientos que tenemos de nuestra propia historia de luchas y logros ha sido una de las principales maneras de mantenernos subordinadas. Pero incluso a aquellas de nosotras que nos consideramos pensadoras feministas y que estamos inmersas en el proceso de criticar las ideas tradicionales, nos refrenan todavía los impedimentos cuya existencia no admitimos y que están en el fondo de nuestra psique. La nueva mujer afronta el reto de su definición de individuo.



La nueva mujer afronta el reto de su definición de individuo. Foto: Shutterstock


¿Cómo puede su osado pensamiento -que da un nombre a lo que hasta hace poco era innombrable, que pregunta cuestiones que todas las autoridades catalogan de “inexistentes”-, cómo puede ese pensamiento coexistir con su vida como mujer? Cuando sale de las construcciones patriarcales afronta, como señaló Mary Daly, la “nada existencial”. Y, de un modo más inmediato, ella teme la amenaza de una pérdida de comunicación, de la aprobación y del amor del hombre (o los hombres) de su vida. La renuncia al amor y catalogar de “pervertidas” a las pensadoras han sido, históricamente, los medios de desalentar el trabajo intelectual de las mujeres.

En el pasado y en el presente muchas mujeres nuevas han recurrido a otras como objeto de su amor y reforzadoras de la personalidad. Las feministas heterosexuales de cualquier época han sacado fuerzas de su amistad con mujeres, de su celibato voluntario o de la separación entre amor y sexo. Ningún pensador varón se ha visto amenazado en su persona y en su vida amorosa como precio a sus ideas. No deberíamos subestimar la importancia de este aspecto del control del género como una fuerza que impide a las mujeres participar de pleno en el proceso de creación de sistemas de pensamiento. Afortunadamente para esta generación de mujeres instruidas, la liberación ha supuesto la ruptura con ese dominio emocional y el refuerzo consciente de nuestras personalidades gracias al apoyo de otras mujeres.

Tampoco es este el fin de nuestras dificultades. Acorde con nuestros condicionamientos de género históricos, las mujeres han aspirado a agradar y han evitado por todos los medios la desaprobación. No es la preparación idónea para dar ese salto a lo desconocido que se exige a quienes elaboran sistemas nuevos. Por otra parte, cualquier mujer nueva ha sido educada dentro del pensamiento patriarcal.

Todas tenemos al menos un gran hombre en nuestra cabeza. La falta de conocimientos del pasado de las mujeres nos ha privado de heroínas femeninas, una situación que sólo recientemente ha empezado a corregirse con el desarrollo de la Historia de las mujeres. Por tanto, y durante largo tiempo, las pensadoras han renovado sistemas ideológicos creados por los hombres, entablando dialogo con las grandes mentes masculinas que ocupan sus cabezas. Elizabeth Cady Stanton lo hizo con la Biblia, los padres de la Iglesia; los fundadores de la república norteamericana; Kate Millet debatió con Freud, Norman Mailer y el mundo literario liberal; Simone De Beauvoir, con Sartre, Marx y Camus; todas las feministas marxistas dialogan con Marx y Engels y algo también con Freud. En este diálogo la mujer simplemente procura aceptar cualquier cosa que le sea útil del gran sistema del varón. Pero en estos sistemas la mujer -como concepto, entidad colectiva, individuo- esta marginada o se la incluye en ellos.

Al aceptar este diálogo, las pensadoras permanecen más tiempo del debido en los territorios o el planteamiento de cuestiones definidas por los “grandes hombres”. Y durante todo el tiempo en que lo hacen se secan las fuentes de nuevas ideas. El pensamiento revolucionario ha estado siempre basado en conceder un valor más alto a la experiencia de los oprimidos. El campesino tuvo que aprender a creerse la importancia de su experiencia laboral antes de que pudiera atreverse a desafiar a los señores feudales. El obrero industrial ha tenido que llegar a una “conciencia de clase” y los negros a una “conciencia racial” antes que la liberación pudiera concretarse en una teoría revolucionaria. Los oprimidos han creado y aprendido al mismo tiempo: el proceso de llegar a ser una persona o un grupo recién concienciado es en sí liberador. Lo mismo con las mujeres.

El cambio de conciencia que hemos de hacer nosotras se produce en dos pasos: hemos de poner en el centro, al menos por un tiempo, a las mujeres. Hemos de aparcar, en la medida de lo posible, el pensamiento patriarcal. Centrarse en las mujeres significa: al preguntar si las mujeres están en el centro de este argumento, ¿cómo lo definiríamos? Significa ignorar cualquier testimonio de marginación femenina porque, incluso cuando parece que las mujeres se hallan al margen, es consecuencia de la intervención del patriarcado; y por lo general también eso es mera apariencia. La asunción básica debería ser que es inconcebible que haya ocurrido algo en el mundo sin que las mujeres no estuvieran implicadas, a menos que por medio de la coerción o de la represión se les hubiera impedido expresamente participar.

Cuando se usen los métodos y los conceptos de los sistemas de pensamiento tradicionales, habrá que hacerlo desde el punto de vista de la centralidad de las mujeres. No se las puede colocar en los espacios vacíos del pensamiento y los sistemas patriarcales: al situarse en el centro transforman el sistema. Aparcar el sistema patriarcal significa: mostrarse escépticas ante cualquier sistema de pensamiento conocido; ser críticas ante cualquier supuesto, valor de orden y definición.

Verificar una aseveración fiándonos de nuestra propia experiencia femenina. Puesto que habitualmente se ha trivializado o hecho caso omiso de esa experiencia, significa superar la inculcada resistencia que hay en nosotras a aceptar nuestra valía y la validez de nuestros conocimientos. Significa desembarazarse del gran hombre que hay en nuestra cabeza y sustituirle por nosotras mismas, por nuestras hermanas, por nuestras anónimas antepasadas. Mostrarse críticas ante nuestro propio pensamiento que, después de todo, es un pensamiento formado dentro de la tradición patriarcal. Por último, significa buscar el coraje intelectual, el coraje para estar solas, el coraje para ir más allá de nuestra comprensión; el coraje para arriesgarse a fracasar. Puede que el mayor desafío para las pensadoras sea el de pasar del deseo de seguridad y aprobación a la cualidad “menos femenina” de todas: la arrogancia intelectual, el supremo orgullo que da derecho a reordenar el mundo. El orgullo de los creadores de Dios, el orgullo de los que levantaron el sistema masculino.

El sistema del patriarcado es una costumbre histórica; tuvo un comienzo y tendrá un final. Parece que su época ya toca fin; ya no es útil ni a hombres, ni a mujeres y con su vínculo inseparable con el militarismo, la jerarquía y el racismo, amenaza la existencia de vida sobre la tierra.

Qué es lo que le seguirá, qué tipo de estructura será la base a formas alternativas de organización social, todavía no lo podemos saber. Vivimos en una época de cambios sin precedentes. Estamos en el proceso de llegar a ser. Pero ahora al menos sabemos que la mente de la mujer, al fin libre de trabas después de tantos milenios, participará en dar una visión, un orden, soluciones. Las mujeres por fin están exigiendo, como lo hicieran los hombres en el Renacimiento, el derecho a explicar, el derecho a definir.

Las mujeres, cuando piensan fuera del patriarcado, añaden ideas que transforman el proceso de redefinición. Mientras que tanto hombres como mujeres consideren “natural” la subordinación de la mitad de la raza humana a la otra mitad, será imposible visionar una sociedad en la que las diferencias no connoten dominación o subordinación. La crítica feminista del edificio de conocimientos patriarcales está sentando las bases para un análisis correcto de la realidad, en el que al menos pueda distinguirse entre el todo y la parte.

La Historia de la mujeres, la herramienta imprescindible para crear una conciencia feminista entre las mujeres, está proporcionando el corpus de experiencias con el cual pueda verificarse una nueva teoría, y la base sobre la que se puede apoyar la visión femenina. Una visión feminista del mundo permitirá que mujeres y hombres liberen sus mentes del pensamiento patriarcal y finalmente construyan un mundo libre de dominaciones y jerarquías, un mundo que sea verdaderamente humano.

Fuente:
http://www.sinembargo.mx/17-02-2018/3385080

Nota: las imágenes y negritas son del original




No son las leyes ni las calles las que matan a nuestras mujeres, son los hombres


No son las leyes ni las calles las que matan a nuestras mujeres, son los hombres
2/16/2018
 Publicado el 16 Enero 2018
Por: Rahila Gupta
Link original: http://www.feministcurrent.com/2018/01/16/not-laws-kill-women-not-streets-kill-women-men/
Traduccion: Tilo Pez
Colaboración: Adriana Zaborskyj

Numerosas sobrevivientes de la prostitución participaron en la presentación del nuevo libro de Julie Bindel en Londres, contaron la cruda y brutal verdad de la industria del sexo.

¿Prostitución o trabajo sexual? La elección de las palabras determinan el juego, señalan cuál es su posición frente a este asunto. ¿Violencia contra las mujeres o simplemente trabajo? Este es un campo de lucha fundamental para el alma del feminismo.

A este competitivo territorio llega el libro Julie Bindel, un libro con una buena base investigativa, “el embellecimiento de la prostitución: Aboliendo el mito del trabajo sexual”. (The Pimping of Prostitution: Abolishing the Sex Work Myth). En un momento en el cual "trabajo sexual" parece estar ganando terreno en los círculos oficiales, Bindel es una abolicionista apasionada, que no cree que la descriminalizacion o legalización pueda proteger a las mujeres prostituidas de la violencia inherente a la prostitución. Como tal, defiende lo que comúnmente se conoce como el modelo nórdico, en el cual los puteros, proxenetas y quienes de ella se lucran son criminalizados y las mujeres prostituidas reciben apoyo para salir de la industria. Hasta la fecha, han sido adoptadas versiones de este modelo en Suecia, Noruega, Irlanda del Norte, Canadá, Islandia y Francia.

Como era de esperarse, el modelo nórdico tiene como grandes opositores a todos aquellos que se benefician de la industria del sexo, porque provoca la disminuición de la demanda, aunque digan que se preocupan por la seguridad de las mujeres y sostienen que criminalizar a los proxenetas y puteros impulsa el comercio del sexo a la clandestinidad. Sin embargo, como dice un oficial de policía sueco citado en el libro de Bindel:
"¿Cómo pueden las mujeres en Suecia estar en mayor peligro de lo que estaban antes de la ley? Si es que todo lo que tiene que hacer es levantar el teléfono, si [el putero] llega a ser solamente grosero con ella, y lo arrestaremos porque de hecho está cometiendo un delito".



El panel en la presentación del libro de Bindel en Londres, al que asistieron más de 400 personas, incluyó tres mujeres que habían abandonado la prostitución: Sabrinna Valisce de Nueva Zelanda, Bridget Perrier, una mujer indígena de Canadá y Vednita Carter, una mujer negra de los Estados Unidos. Sus testimonios sobre la realidad de la industria del sexo fueron conmovedores, y al mismo tiempo verdaderas pesadillas. Fue absolutamente claro que la prostitución no es un trabajo como otros, que necesita solo de regulación y sindicatos. La prostitución es el producto del patriarcado en su forma más pura.

Durante las ponencias, Valisce explicó que rechaza el término "trabajadora sexual" porque pasa por alto el "chupar y follar" que ella tenía que hacer. Describió su rutina diaria, mantenerse de pie durante turnos de 12 a 17 horas, solo en ropa interior y con tacones de 15 centímetros, esperando ser elegida por hombres que entraban gritando: "¿Quien de estas putas quiere chuparme la polla?" . Esto fue en Nueva Zelanda, donde la prostitución ha sido despenalizada en el 2003, y es considerada como un modelo de buena práctica por parte del Lobby pro-prostitución, a pesar de que las mujeres siguen siendo asesinadas por puteros y proxenetas.


Perrier fue inducida a la prostitución a la edad de 12 años y estuvo en ella durante 10 años. Los estragos causados por los hombres han dejado su cuello uterino permanentemente dañado. Como mujer adulta, duerme con las luces encendidas para mantener a raya las pesadillas. Perrier habló sobre el racismo que experimentó en la industria por su condición de mujer indígena, y hasta las funerarias "no tocarían nuestros cadáveres". "No son las leyes las que matan a nuestras mujeres. No son las calles las que matan a nuestras mujeres. Son los hombres ", dijo.

Perrier fundó la asociación “Sex Trade 101” para ayudar a las mujeres que quieren abandonar la industria. Dijo que 98% de las 400 mujeres a las había ayudado querían salir de la prostitución. Carter afirmó lo mismo, quien ha trabajado con 300 a 500 mujeres cada año, durante los últimos 30 años, a través de su organización Breaking Free . Carter reporta que incluso las mujeres que afirmaban que les “gustaba” trabajar en la prostitución se quejaban de estar permanentemente deprimidas. La prostitución "Se come tu alma", dijo.

 
Egon Schiele
Parece psicologica y políticamente consistente que muchas de las personas en el movimiento abolicionista son mujeres supervivientes que han salido de la prostitución. Aquellas que continuan en la prostitución no solo tienen un interés personal en su crecimiento sino también en ampliarlo. Fiona Broadfoot (que salió a la edad de 26 después de 11 años de trabajo en el oficio) una vez me conto que en aquella epoca solía desafiar a cualquiera que se atreviera a cuestionar su elección de trabajo, pero a pesar de esto se lavaba por dentro y por fuera con desinfectante (Dettol) todas las noches. Cuando le pregunté a Bindel si con su investigación confirmó estas experiencias en la industria, ella me contestó que solo se encontró con una sola sobreviviente entre las 250 personas a las que entrevistó, que continuaba promoviendo el "trabajo sexual" como medio para obtener el empoderamiento.

Si bien actualemente la brecha entre el lobby a favor de la prostitución y las abolicionistas se ha convertido en un abismo, no siempre fue así. El libro de Bindel nos recuerda que el Colectivo de Prostitutas Inglesas (ECP), fundado en 1975, al inicio fue abolicionista. Su lema, "Por las prostitutas, y contra la prostitución" podría ser fácilmente el eslogan del libro de Bindel. No argumentaban que el trabajo sexual es empoderador o agradable: lo consideraban como una explotación, ya que todo lo relacionado con el trabajo sexual esta dentro del capitalismo.

Es en los últimos años, los partidarios de la prostitución la han enmarcado cada vez más como una “cuestión de elección” y una agencia de la mujer. Brooke Magnanti - la autodenominada "prostituta feliz" detrás del blog Belle De Jour - ha popularizado esta versión; pero, de acuerdo con los datos, solo un pequeño porcentaje de mujeres la eligen libremente y se benefician personalmente de la prostitución. Y son sus voces las que más escuchamos, con el eco de sus partidarios: académicos y proxenetas, para cuyos intereses creados resultan muy útiles, como lo ha demostrado Bindel. Esta narrativa de "elección" es el cáliz envenenado transmitido por el neoliberalismo al feminismo. Seguir creyendo que las mujeres eligen libremente las vidas de victimización violenta que nos presentaron las panelistas en el lanzamiento del libro de Bindel sería grotesco.

Este es el motivo por el que creo que Bindel cometió un error al decidir no dedicar un espacio a la trata en su libro. Si bien reconoce su gran importancia, con esa frase memorable, que Bindel escribe: "el tráfico sexual es una vergüenza para el Lobby pro prostitución de la misma manera que el cáncer de pulmón lo es para la industria tabacalera". El tráfico, basado en la coacción y el engaño, socava el argumento central del Lobby del trabajo sexual, que afirma que las mujeres estan ejerciendo su “libre elección” cuando ingresan a la industria. Los lobbistas han gastado mucha energía intentando separar lo que ellos que llaman "trabajo sexual" de la “trata”. Al primero lo presentan como inofensivo y potencialmente empoderador, solo al segundo le reconocen un carácter explotador y dañino. Mientras tanto, se ignora el hecho obvio de que una industria del sexo próspera actúa como luz verde para los traficantes.
 
Dibujo de Alejandra, vma de trata de personas sexual

Aunque las estadísticas son poco confiables y muy controvertidas, las tendencias demuestran que cada vez más mujeres inmigrantes están siendo prostituidas en Occidente. Un estudio del 2009 demostró que en la mayoría de los países europeos, más del 70 por ciento de las mujeres que están en la industria de la prostitución son inmigrantes. Si bien no todas eran traficadas, esta es una estadística reveladora: demuestra la desigual desesperación económica de las mujeres migrantes en comparación con las mujeres locales.

Bindel describe la trata como el "proxenetismo internacional" y esta convencida "que la única diferencia entre el prostitución internacional y local es que algunas mujeres son explotadas más allá de las fronteras y otras no". Pero de la frase " más allá de las fronteras" se derivan toda una serie de vulnerabilidades, como argumenté en mi libro Enslaved. En particular, no poder acceder a la protección del estado, como tal, y vivir a la sombra de una deportación inminente.

Ambas Lobbys reconocen que es importante abordar los factores que llevan a las mujeres a la prostitución, como la pobreza. No es sorprendente que, como explicó Valisce, cuando las mujeres que quieren salir de la prostitución, pueden pasar años saliendo y reingresando en el burdel debido a las dificultades que tienen para encontrar trabajo en otro lugar.

Mientras las mujeres queden atrapadas en estas situaciones, debemos enfocarnos en estrategias de salida, al tiempo que apoyamos políticas que aseguren que las necesidades de salud y seguridad de las mujeres se cumplan y que puedan vivir tan libres de abuso como sea posible.

Rahila Gupta es una periodista, escritora, activista y miembro de larga tradición de Southall Black Sisters. Es autora y editora de varios libros, y actualmente colabora con Beatrix Campbell en un libro titulado "¿Por qué no muere el patriarcado?", que investigará cómo el patriarcado se ajusta a diversos sistemas políticos.

Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos

Fuente:
https://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/no-son-las-leyes-ni-las-calles-las-que-matan-a-nuestras-mujeres-son-los-hombres







La alegría de izquierdas ante la prostitución


La alegría de izquierdas ante la prostitución
4/27/2016
 Traducción: Concha Hurtado
Texto original:​ http://kritischeperspektive.com/kp/2016-16-die-linke-freude-an-der-prostitution/
Edición 16/2016 | 15.04.2016
Imagen

​Carta abierta a las juventudes de la Izquierda / Real en relación a su documento de posicionamiento de "solidaridad con los-as trabajadores*as del sexo   - No a la nueva Ley de Protección de las prostitutas - no a la tutela y a la intromisión ajena en la industria de servicios sexuales".
Por Huschke Mau


Querida gente de las juventudes de la izquierda real

Me gustaría apelar específicamente a aquellos de entre vosotros que en el Congreso Federal del 8/9 de abril del año 2016 habéis aprobado la moción "solidaridad con los-as trabajadores*as del sexo   - No a la nueva Ley de Protección de las prostitutas - no a la tutela y a la intromisión ajena en la industria de servicios sexuales". Estos probablemente no erais todos vosotros, así que hay esperanza.

Soy una antigua, como vosotros lo llamáis, "trabajadora sexual", he leído vuestra moción y me gustaría compartir con vosotros lo que pienso de vuestra oferta de "solidaridad".

En primer lugar, está muy bien que hayáis escrito debajo que sois de la Juventud de Izquierda. Cuando he leído la expresión "industria de servicios sexuales", he pensado por un momento que el FDP (partido neoliberal) había resucitado.

Que estéis contra "la intromisión ajena", me parece bien de nuevo. Por desgracia, he tenido que constatar a lo largo del texto que no habéis entendido que en la prostitución, la intromisión ajena viene del putero y es inherente al sistema prostituidor, ya que quiere sexo que yo realmente no quiero, solo necesito el dinero, por lo tanto, consiento de forma forzada la intromisión de un extraño, es así de simple.



Escribís:
             "A pesar de que el trabajo sexual es una forma largamente establecida de prestación servicios presente   dentro de nuestra sociedad y desde 2002 legal en Alemania, los trabajadores-as sexuales están todavía  muy estigmatizadas en la vida cotidiana y profesional."

Y yo sólo puedo sorprenderme por el hecho de que denominéis al acto prostitutivo como "profesión" y como "prestación de servicio". La sexualidad es el lugar más íntimo de una persona, ¿podemos por favor por lo menos conservarlo, o debemos dejarnos explotar TODO y mercantilizarnos por completo? ¿Desde cuándo la izquierda actúa realmente como defensora de la venta de todos los aspectos humanos?

Denomináis la sexualidad como prestación de servicio, como si pudiera separarse del ego, del yo, del cuerpo, de la personalidad, como si una pudiera desprenderse de ella, hacer un paquete bonito, ponerlo sobre el mostrador y luego venga allí un tipo, me da 50 euros, y se lleva el sexo. ¿os lo imagináis de esta manera, verdad? Habláis incluso de "malas condiciones de trabajo", sí, ¿os referís pues a que el abuso que hemos sufrido y que muchas de nosotras todavía sufre se volverá más agradable si podemos como decís vosotros “conseguir” un bonito "puesto de trabajo"?. "Las condiciones de trabajo"..., ¿qué es esto? ¿Bajo qué “condiciones" el abuso que los puteros nos infligen, sería aceptable para vosotros entonces? ¿O no lo veis para nada como abuso e ignoráis lo que las personas supervivientes de la prostitución y las investigaciones sobre trauma dicen así también?: que el 68% de todas las prostitutas tienen trastorno de estrés postraumático, por no hablar de depresión, adicciones, disociación, psicosis. ¿Creéis que estas cosas vienen de las "malas condiciones de trabajo", o de qué? Cada superviviente que conozco, describe como abuso sexual lo que ha experimentado en la prostitución. ¡Que nosotras hayamos tolerado o hayamos tenido que tolerar este abuso sexual no lo convierte en ninguna profesión ni mucho menos!

Luego machacáis una y otra vez con en el estigma, que no podemos ser estigmatizadas. Ahí os doy la razón, aunque debo también señalar que no es el estigma el que nos viola, abusa, mata, sino los puteros. Por desgracia os limitáis a la exigencia de que las personas prostituidas no deben ser estigmatizadas, la conclusión equivocada. Escribís:
              "Esto se refleja en la falta de reconocimiento de su profesión".

Pretendéis pues por así decirlo, por dejarlo claro, que el abuso al que están expuestas las mujeres prostituidas se vea consolidado, pretendéis que sea un trabajo, pretendéis que el abuso se dé por BUENO. Corto y claro, que vosotros abogáis aquí por el derecho de las mujeres a denominar la tolerancia al abuso sexual como trabajo. O mejor dicho, abogáis por el derecho de los hombres a abusar de las mujeres y de quitar importancia a los abusos llamándolo "trabajo". Vuestro disco rayado de un "trabajo sexual autodeterminado" tampoco lo entiendo. Todas las mujeres prostituidas que conozco han “elegido” la prostitución porque no han visto otra opción. ¿qué tiene eso de autodeterminado? ¿Que EN LA PROSTITUCIÓN  al menos puedo elegir entre hacer una mamada sólo con goma, y a causa de todas las mujeres menos “auto determinadas” del sudeste de Europa ganar menos, o elegir meter simplemente todas las pollas en la boca, como es lo estándar?  ¡Gran autodeterminación!

Nuestro problema no es la "falta de reconocimiento de la profesión" ¡Nuestro problema es la "profesión"! 9 de cada 10 prostituidas saldría inmediatamente si pudiera. ¡¿Qué os dice esto sobre el reconocimiento de la profesión?!

Vuestro panfleto completo no suena sólo como copiado del lobby pro-prostitución, sino que lo es. Señaláis la BesD como "trabajadoras sexuales organizadas", tenéis claro que representan sólo el 0,01% de las prostitutas en Alemania y que no pocos de los representantes son propietarios de burdeles ¿verdad? ¿cómo puede ser una organización de prostitutas si hay propietarios de prostíbulos en ella? ¿Los explotadores fundan un "sindicato", con el fin de representar a los trabajadores?

En serio, ese es el sindicato más divertido que conozco! A quien más habéis escuchado realmente? Aparte de a los dueños de burdeles como Fricke, y a propietarios de agencias de escorts como Klee? En base a qué información, de la mano de quien tomáis realmente vuestras resoluciones? ¿Que tal si dentro de poco hacéis algo sobre el racismo, os dejáis aconsejar por los neonazis?

Dudo completamente de vuestra capacidad de reflexión cuando llega el siguiente párrafo. Escribís:
         "Junto a estos empeoramientos legales llega también a menudo en la izquierda social la victimización y  tutela de las trabajadores-as del sexo *."

Aquí me pregunto seriamente quien victimiza a las mujeres prostituidas. Los puteros que abusan de nosotras o las que expresan que se trata de un abuso? ¿Queréis impedir que nos convirtamos en víctimas? Eliminad entonces la “clientela”! ¿O queréis solo que la gente deje de EXPRESAR que se nos ha infligido daño en y con la prostitución? Entonces decidlo así y parad de hacer como si las personas que ven la prostitución como inhumana fueran las que nos convirtieran en víctimas, ¡pues no son ellas las que lo hacen!

A continuación, escribís:
          "Así algunos sectores de la izquierda abogan cada vez más hacia una" prohibición absoluta de la  prostitución o por el supuestamente avanzado "modelo sueco" porque el trabajo sexual / prostitución   sería la  expresión del patriarcado por excelencia."

Ahora una pregunta para reflexionar: suena como si vosotros no fuerais de la opinión de que la prostitución es una expresión del patriarcado – Lo he entendido correctamente?  Si no es así, entonces ¿de qué es? ¿Por qué el 98% de todas las personas en prostitución son de sexo femenino y casi el 100% de los puteros son del masculino? Y ahora no digáis: eso es así porque vivimos en el patriarcado.

Siguiente:
        "Sí, el trabajo sexual tiene lugar bajo condiciones dadas en el Patriarcado, por lo que la cuestión de la voluntariedad no es fácil de responder."

Encontráis pues que la prostitución puede existir en otro lugar que no sea el Patriarcado? En serio? Y ¿ qué conclusiones sacáis a partir del hecho de que, como vosotros mismos reconocéis, la cuestión de la voluntariedad es difícil de responder?

Siguiente:
        "La mayoría que ejerce esta profesión son mujeres*, mientras son sobretodo hombres los que compran  los servicios de los profesionales del sexo *."

Qué bonito como os ponéis del lado de los agresores y quitáis importancia ahí a la violencia sexual, es una auténtica fiesta.



Siguiente:
        "La respuesta feminista, no puede sin embargo ser una actitud paternalista que quiera aleccionar a las  profesionales del sexo * como tiene que verse una vida apropiada."

Ahora me gustaría preguntaros por favor de dónde habéis sacado ESO. Las personas que ven la prostitución como destructiva, como inhumana, no son paternalistas, ¡se solidarizan con nosotras! Que por cierto, eso es exactamente lo que tenéis que hacer vosotros. Y al respecto, nadie alecciona a la mujer prostituida sobre cómo tiene que verse una "vida apropiada". Tenéis que dejar ya de una vez la cantinela, de que cualquiera que reconozca la prostitución como nociva sería un moralista conservador que alecciona a "mujeres perdidas". El reconocimiento de la miseria y el sufrimiento en la prostitución, la constatación de la violencia en ella, todo esto no constituye ningún aleccionamiento, sino un VER las verdaderas circunstancias en las que están atrapadas las personas prostituidas, y con ello ofrecer una muestra de respeto y toma de conciencia hacia aquellas que la sufren dentro y al lado de ellas!

Siguiente:
        "Tanto en el modelo sueco,  como también en la prohibición completa, se pondría en peligro la autonomía  y la protección de los trabajadores-as del sexo * de forma aún más dramática que bajo la legislación  vigente. Ante la existencia del patriarcado con sus roles tradicionales específicos y su desequilibrio de poder social entre mujeres y hombres * el agravamiento de las leyes no cambiaría nada".

¿Por qué eso no cambiaría nada? La prostitución es una piedra angular del Patriarcado, así como toda violencia sexual. ¿Por qué no debería cambiar nada al prohibir su compra? ¿Por qué es la prostitución el único ámbito de la vida, en la que las leyes de repente ya no pueden surtir efecto? ¿Tiene lugar la prostitución en el espacio exterior, o qué? Del mismo modo, se podría argumentar que la violación no debe ser penalizada por la ley – ya que de todas maneras no se podrían alterar los roles tradicionales y el desequilibrio de poder existente! ¿Es que queréis dejarlo todo cómo está? la violencia sexual, las relaciones patriarcales, ¿ lo dejamos todo como está?¿ La izquierda ya no tiene visión? O ¿no tiene visión especialmente cuando se trata de las mujeres prostituidas ...?
Sí, yo supongo que vuestra intención es buena. Pero cuando abogáis por la despenalización de la prostitución por la parte del putero (por la despenalización por la parte de las personas prostituidas estamos por suerte todos), es como si dijerais entonces: "Las mujeres que se ven afectadas por la violencia de su pareja, cargan con un estigma. Para eliminar este estigma, despenalizamos la violencia doméstica, también por parte del agresor, por lo cual la mujer ya no tiene que sentirse nunca más avergonzada "¿os dais cuenta de eso?

Quien desde luego no existe en vuestro panfleto, por cierto como siempre, es el putero.

Hacedme el favor, leeros al azar un par de valoraciones en un foro de puteros  y luego compartid conmigo por favor, ¡¡cómo podéis estar a favor de legalizar ALGO ASI!  ¿¡Cómo podéis estar a favor de que los hombres hagan algo así con las mujeres!? Estoy intrigada por vuestra argumentación.

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      "Quien quiera ilegalizar a las trabajadoras sexuales autónomas * las criminaliza y empuja a  todo el sector  a la clandestinidad, donde no se puede salvaguardar ningún tipo más de protección. Para una mejor    protección, los trabajadores sexuales necesitan más autonomía y el reconocimiento social y legal de su   profesión. Sólo de esta manera, y como trabajadores reconocidos pueden organizarse públicamente como  parte de la clase trabajadora, para garantizar sus intereses, mejores condiciones de trabajo y seguridad  social. La prohibición del trabajo sexual o la penalización de los puteros * (como en Suecia) al final sólo  conduciría a que el trabajo sexual sea invisible e inseguro".

Ahora viene el cuento de la clandestinidad. Por favor leed por una vez la explicación del modelo sueco, que despenaliza la prostituidas y penaliza a los puteros. Y también la evaluación de esta ley en, por ejemplo, Noruega. NO, la prostitución no es una magnitud inalterable. Sí, puede ser reducida. NO, el modelo sueco no empuja a la clandestinidad. Sí, la imagen de la mujer en la sociedad cambia  cuando un sexo no puede comprar al otro. NO, no necesitamos ningún "reconocimiento como profesión," ¡necesitamos un reconocimiento de la prostitución como ABUSO! Y no, NO somos parte de la clase obrera, ¡somos en primer lugar perjudicadas por abuso sexual a través de la prostitución! Nosotras nos organizamos por ello NO en la clase obrera, sino en asociaciones de víctimas (como por ejemplo Sisters e.V., SPACE Internacional), pero ¡a las cuales vosotros no escucháis! No necesitamos una organización a través de vosotros ni un discurso de vosotros sobre lo que nosotras necesitamos, ¡nosotras mismas nos organizamos, gracias!

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        "Quien abogue seriamente por una sociedad emancipadora, * debe abogar también por la autonomía  corporal y sexual."

La prostitución es exactamente lo contrario a la autonomía sexual. Uno quiere sexo, la otra no. El dinero debe regularlo. La prostitución no tiene NADA que ver con la autodeterminación corporal y sexual, es exactamente lo contrario, ya que todo lo que hago lo determina el PUTERO, y por lo tanto está determinado por un extraño. Lo que me enerva, realmente me enerva, es vuestro tonto discurso sobre la liberación sexual, poniendo al mismo tiempo a la prostitución como un ejemplo de ella. ¡Dejadnos fuera de eso, no nos vamos a dejar utilizar! ¡¡Haced vuestra propia liberación sexual, no necesitáis apropiaros de nuestro abuso y disfrazarlo para ello!!!

A continuación, me gustaría pediros que por una vez leáis, ya que después también sabréis, que la prostitución forzada no se puede separar nunca de la prostitución como a vosotros os gustaría! En primer lugar, los límites son borrosos y en segundo lugar, nunca habrán suficientes mujeres que lo hagan "voluntariamente", una buena parte tendrán que ser siempre forzadas para satisfacer la demanda, es decir, quien quiera prostitución, tiene gustarle la prostitución forzada porque no hay una sin la otra. Y por cierto, quien esté a favor de despenalizar y legalizar la prostitución por completo, está a favor de que el mercado lo regule todo, y eso significa: que si la demanda crece, la oferta crece, la demanda crece por el acomodamiento de los hombres a ser puteros, la oferta sigue creciendo y así, es una espiral ascendente, ¿habéis leído realmente alguna vez algo sobre las reglas básicas del capitalismo, cuando queréis tener a la mujer como mercancía de negocio, en un sistema totalmente desregulado y descontrolado?
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     "Además se debe aplicar la Ley de asilo de manera que a las mujeres inmigrantes forzadas a la prostitución   ya no se las amenace con la deportación, sino que obtengan permiso de residencia y de trabajo. Con esta resolución queremos dirigir nuestro foco principalmente a aquellas trabajadoras sexuales que están limitadas en su autonomía corporal, en su salud y en sus derechos en el trabajo diario por las leyes vigentes  en su actividad como profesionales del sexo – a la parte que autónoma y conscientemente ha decidido el  ejercicio de servicios sexuales y eróticos "

Ya, ¿y esas cuántas son? 1 de 10. Como máximo. ¿Y con ellas queréis lograr transformar la situación de TODAS las mujeres prostituidas en Alemania? Es que el resto os da igual, o qué? ¿A quién de BesD, de los explotadores de ahí, habéis estado escuchando? A las del 90% de inmigrantes que tenemos aquí, totalmente seguro que no, ya que para nada están representadas ahí, y ¡también tomáis parte de esta mierda racista! La inmensa mayoría simplemente NO es propietaria de prostíbulo, ni puta de lujo, ni dominatriz, ¡la inmensa mayoría no habla alemán! ¿Cuán ignorante se puede ser? La prostitución es clasista y racista, ¿qué creéis?, ¿por qué tantas mujeres de minorías étnicas o rumanas están dentro aquí en Alemania? ¿Qué creéis, de dónde viene tal cosa?

Y después publicáis en Facebook llamamientos a las manifestaciones contra el racismo? Me río, ¡me río bien alto!



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     "Por lo tanto, creemos que un feminismo que crea seriamente en la autonomía de la mujer y la sexualidad,   debe luchar también por los derechos y las reivindicaciones de las asociaciones de los trabajadores del sexo*. La federación regional de Bremen de la juventud izquierda [ real] se declara comprometida con un  feminismo tal y avala el fortalecimiento legal de los trabajadores del sexo *  y se solidariza con sus luchas ".

¡Con nuestras luchas NO os solidarizáis para nada, al denominar la violencia sexual como una profesión, IGNORÁIS a la inmensa mayoría de nosotras y llamáis a la prostitución autodeterminación sexual y corporal!

Realmente me pregunto, de qué diablos estáis hablando? ¡Volved a la realidad! Y si no os solidarizáis con nosotras, porque os gusta escuchar a los explotadores, ¡dejadnos por lo menos en paz y no aprovechéis para hablar por nosotras! Vosotros nunca habéis arriesgado vuestro propio culo, vosotros no estáis en la prostitución, o sea, para recordároslo,  vosotros tenéis realmente un PRIVILEGIO con ella, y ¡¿luego os sentáis tan a gusto ahí en vuestra federación regional de Bremer y en el Congreso federal y decís bla bla bla sobre reconocimiento como PROFESIÓN?!  ¡¿De qué vais?!

Aquí, en Sisters e.V. viene cada semana al menos una mujer, que ya ha salido de la prostitución (¡aparte de las que contactan con nosotras porque quieren salir!), y nos cuenta que está hablando sobre esto por primera vez, porque la sociedad siempre le sermonea que sería una PROFESIÓN y un TRABAJO y un EMPLEO y todo el trabajo sexual feliz y super estupendo, así que los daños que ha padecido en la prostitución, por consiguiente, debe tener que concluir que son por culpa de que ¡hay algo EN ELLA que no está bien! Justamente de este clima social sois responsables gente como VOSOTROS. Por culpa de lo que vosotros les contáis, las supervivientes no hablan. También a mí me ha pasado, a causa de tipos de textos como los vuestros que durante años nos han usurpado la voz, porque como prostituta ¡ni siquiera se sabe por dónde EMPEZAR cuando se lee algo así!

La prostitución es sexista, racista y clasista, y luego venís de ahí, os dejáis persuadir por dueños de burdeles, propietarias de agencias de acompañantes, ¿y nos explicáis sobre liberación sexual? ¡¿Y os consideráis de IZQUIERDAS?! ¡No podéis ir en serio! ¡No puede tratarse por ningún motivo de organizar lo más agradable posible un sistema tan sexista, racista y clasista como la prostitución! ¡¿a quién exigís algo así?! ¡Un sistema así debe ser ABOLIDO! ¡Tenéis que entender que el apoyo a las mujeres en la prostitución NO es lo mismo que el apoyo al sistema de la prostitución!  ¡Este sistema debe ser superado y ​​no establecido y "reconocido como profesión"! ¡Se os puede alabar al máximo lo exacto que lo habéis copiado del lobby proxeneta!  ¡Muy bien hecho!


En serio: Así es vuestra solidaridad con nosotras? Vergüenza debería daros,  y gracias, pero ¡¡¡la rechazamos !!!

Huschke Mau    (huschke.mau@web.de)

Cofirmante para las supervivientes en Sisters e.V.
Annalena, superviviente
Sonja, superviviente
Sandra, superviviente
Sunna, superviviente
NaDia, superviviente
Andra, superviviente
Esther Martina, superviviente
Eva, superviviente
Sisters-ev

PD: cuando hayais decidido que os interesa la opinión de las mujeres de la prostitución que no sean explotadoras y no queráis seguir creyendo los mitos sobre el modelo sueco, entonces podéis contactarnos. Hablar siempre es bueno.

Visita nuestro canal de Youtube con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos

Fuente:
https://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/la-alegria-de-izquierdas-ante-la-prostitucion