martes, 29 de diciembre de 2015

El mito de las "organizaciones de prostitutas"

Comparto esta nota que pone en claro lo que se halla detrás de algunas organizaciones de personas en prostitución que abogan casi exclusivamente por la reglamentación de esta actividad.
Los datos que aquí se aportan nos muestran de dónde procede la capacidad económica que esas organizaciones demuestran. Este poder económico es el que le facilita también el amplio acceso a medios de comunicación y a personajes políticos.
Las asociaciones de personas en prostitución que luchan por que los gobiernos les faciliten los medios –educación, capacitación, trabajo-  para poder dejar esta actividad y son decididamente abolicionistas no tienen espacio en los medios de comunicación ni fácil acceso a los estamentos gubernamentales, mucha menos la capacidad económica que las reglamentaristas poseen.
Mucha gente, aún bien intencionada, cree a los llamados sindicatos, asociaciones u organizaciones de mujeres en prostitución reglamentaristas. Creen que ellas son representativas de la mayoría y que realmente buscan la implementación de derechos para ellas y una mejora de las condiciones de su actividad, desconocen que eso es solamente la fachada, que son usadas como punta de lanza, al mejor estilo patriarcal, para que conmuevan a la sociedad y a través de esto se logre la legalización del proxenetismo y  como consecuencia también la de la trata de personas.
Nos consta que son los mismos proxenetas los que obligan a las mujeres en situación de prostitución a asociarse a estos “sindicatos”, y no es para menos, pues la presencia de ellas y el poner en debate en la sociedad la reglamentación de la prostitución tiene como primer objetivo  imponer en el ideario social a esta actividad como un “trabajo” legítimo, y en segundo término, para ellos el más importante, la posibilidad de que el proxenetismo deje de ser delito para ser un “gerenciamiento” como otros y los tratantes reconocidos como agentes de recursos humanos y el dinero obtenido quedará, de ese modo, inmediatamente blanqueado.
Alberto B Ilieff

 
Mancebía. Grabado medieval

TRADUCTORAS PARA LA ABOLICIÓN DE LA PROSTITUCIÓN

El mito de las "organizaciones de prostitutas"
12/19/2015
 El mito de las "organizaciones de prostitutas"
Traducción: Maura Lopez

Texto original: https://ressourcesprostitution.wordpress.com/2015/12/04/le-mythe-des-organisations-de-prostituees/

Mientras que el partido EELV, Europe Écologie Les Verts (EELV) presenta al fundador del lobby pro-prostitución francés, a las elecciones regionales, publicamos en exclusividad el extracto de un capítulo de la destacada obra de Claudine Legardinier: Prostitución Una Guerra Contra Las Mujeres, dedicado a las estrategias de lobbying de la industria proxeneta. Un gran agradecimiento a la autora por esta contribución.
En el plano político, era esencial probar que las mismas mujeres prostituidas eran quienes demandaban un estatus que normalizara su actividad. COYOTE, emblema de esos movimientos y rodeado de un halo de indispensable perfume subversivo fue el primero en su tipo.

Creado en Estados Unidos en 1973, resultó que en realidad reunía un rompecabezas dispar de personalidades: liberales de toda clase, gente de los medios, políticos, clientes… La realidad es que en 1981, las prostitutas representaban… 3 % de los 10 000 a 30 000 miembros (según las fuentes) de la organización. Un engaño magistral. Pero el mito funcionó, en particular en los medios de comunicación. Ese era el objetivo, la fundadora Margo Saint James en persona lo dijo sin reparos: "Un sindicato de prostitutas, es simplemente imposible (10)".

Favorables a los “clientes” y proxenetas, estos movimientos que se ocupan de aparentar ser movimientos de liberación sexual para integrarse en el movimiento feminista, saben encontrar apoyo. En el caso de Coyote, fue subvencionado por la Fundación Playboy. A los ojos de los medios y de la opinión publica, la demanda de legalización del oficio surge de las principales afectadas. ¿A quien se le ocurriría oponerse?

Hoy en día, "sindicatos de prostitutas" florecen en toda Europa y en el mundo. Si miramos más de cerca, nos damos cuenta de que en Inglaterra, por ejemplo, el sindicato IUSW, International Union of Sex Workers, está de hecho "abierto a toda persona perteneciente a la industria del sexo", por lo tanto "trabajadores, así como gerentes y patrones". De este modo, el representante del sindicato de prostitutas, un tal Douglas Fox, que se presenta como "escort boy", es en realidad el fundador, a través de su compañero John Dockerty, de una de las agencias más grandes de "escorts" de Gran Bretaña (11).

Esta porosidad entre personas que se presentan como prostitutas y proxenetas interesados en la descriminalización de la industria es omnipresente. En Suiza, Madame Lisa se exhibe como "puta y orgullosa de serlo", cuando en realidad dirige el prostíbulo mas grande de Ginebra. En Canadá, Terri Jean Bedford, que inició un juicio al estado en 2007 en nombre de los intereses de "trabajadoras sexuales", había sido condenada por dirigir un prostíbulo.
Esta noche me emborracho. Agustín Riccardi

Sindicatos de "prostitutas" albergan entonces indiscriminadamente a los explotadores y los explotados como si defendieran los mismos intereses.

Un ligero tinte marxista – "sindicato", "autogestión" – es suficiente para darle el color de defensa de los trabajadores a grupos corporativos de defensa del "trabajo sexual", pero de la industria y sus ganancias. En Francia, el Strass, "sindicato del trabajo sexual" que se presenta en los medios como movimiento de defensa de personas prostituidas, y adopta la postura de minoría sexual oprimida milita, bajo el patrocinio de "Manifiesto de sex-workers en Europa", por la derogación de las leyes sobre el proxenetismo, es decir, por el derecho de ser proxeneta. Está fuertemente respaldado por algunos ecologistas. Estos grupos despliegan un arsenal intelectual que se ocupa de distorsionar y desvirtuar la noción de libertad y de derechos. De esta manera, se reivindica el derecho a ser "sumisa", el de trabajar para un patrón de prostíbulo o inclusive "el derecho al sexo sin deseo".

Derechos que las mujeres han tenido tiempo, a lo largo de los siglos, de conocer muy bien.
Estas personas tienen evidentemente derecho a reivindicar el sistema que les convenga; pero no el derecho de arrogarse la representación del conjunto de las personas prostituidas.

Su discurso minoritario, fuertemente organizado y omnipresente, a pesar de los gritos contra la "censura" que imponen (12), logra ocultar la voz de la mayoría prostituida que se enfurece al verse representada por personas que pueden escribir en su página Internet Lesputes.org (grupo hoy disuelto) : "Cuando los medios nos piden testimonios sobre nuestra experiencia, es más interesante negarnos a hablar de lo que hemos padecido y hablar solo de los que nos hacen padecer y señalar entonces a los responsables de la putofobia: las abolicionistas, la policía, los gobiernos, etc" (13). En otras palabras, con el objetivo de "terminar con los estereotipos de la víctima", guardar silencio sobre las violencias vividas en la prostitución – las de “clientes” y proxenetas – para acusar principalmente a las "abolicionistas", o sea, a las que se niegan a que la prostitución se convierta en una profesión de futuro".

10. Sheila Jeffreys, "La idea de la Prostitución", Melbourne, Spinifex, 1997, p. 72.
11. Julie Bindel, « Un extraño sindicato al servicio de los proxenetas », http://sisyphe.org/spip.php?article4409, 28 de abril 2013.
12. Sobre 88 artículos publicados en 2012 para criticar el abolicionismo, la tercera parte está escrito por miembros del Strass (cifras Fondation Scelles).
13. Texto escrito por « Maîtresse Nikita » y Thierry Schaffhauser, dos hombres en este caso
Nuestras fuentes
Todos los artículos sobre el STRASS https://ressourcesprostitution.wordpress.com/2014/08/12/quest-ce-que-le-strass/
Todos los artículos sobre los lobbys pro-prostitución
A proposito de Douglas Fox y de su infiltración en Amnesty International + todos los artículos sobre el control del lobby de Amnesty International


http://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/el-mito-de-las-organizaciones-de-prostitutas


Las imágenes han sido agregadas por mí, no aparecen en el texto original.
La mayoría han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.
En este blog las representaciones son afiches, pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos históricos.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.






viernes, 9 de octubre de 2015

Una mirada marxista sobre la prostitución

Una mirada marxista sobre la prostitución
08 oct, 2015

“La posición de la mujer es el indicativo más claro y elocuente para evaluar un régimen social y la política del Estado”. León Trotsky, Escritos 1938.

Por: Rosa Cecilia Lemus

Si nos guiamos por esta frase de Trotsky, el régimen social capitalista en el que vivimos y la política de sus Estados en todo el mundo, no pasan la prueba. Las estadísticas sobre violencia contra las mujeres, que sus propias instituciones –como la ONU– han calificado como una pandemia mundial, las cifras de pobreza que en el mundo indican a las mujeres como el 70% más pobre, los datos de muerte de mujeres por abortos inseguros, el número creciente de embarazos adolescentes no deseados, el recorte a sus derechos sociales producto de los planes de austeridad, y las escalofriantes cifras sobre la prostitución, la trata de personas y la explotación sexual infantil, son indicativos claros y elocuentes.

En la década del ’90 del siglo pasado, cuando se conoció de manera pública la restauración del capitalismo en los que fueron Estados obreros, la burguesía mundial no pudo esconder su regocijo y declaró a toda voz la “supremacía del capitalismo sobre el socialismo”. Su portavoz más osado, Fukuyama, se adelantó a sepultar la lucha de clases de una vez y para siempre. En su lugar tendríamos el reino de la reconciliación, el progreso y el bienestar para todos. ¿Se estará comiendo hoy sus palabras? ¿O dirá que las cifras de los organismos mundiales del imperialismo están equivocadas?

Como la realidad es la realidad y no se puede ocultar, desarrollaron y siguen desarrollando cambios profundos en el lenguaje, en los conceptos (significado), con la ilusión de que este cambie la realidad. Imposible. Sin embargo, ha tenido sus efectos, sobre todo en algunas clases, especialmente en la arribista pequeña burguesía y en la moderna clase media. Un ejemplo de ello es lo que sucedió este año en Grecia. Tsipras, primer ministro, y Varoufakis, su exministro de economía, centraron su primera negociación con el imperialismo europeo y lo mostraron como un gran triunfo en el cambio de nombres: “Troika por instituciones” e “imperialismo por socios”. Lo peor es que se comieron el cuento de que de ahora en adelante el imperialismo alemán y el francés los iban a tratar como “socios”. La realidad, muy tozuda por demás, ha demostrado que por más cambios en el lenguaje, los imperialistas los siguen tratando como un país semicolonial, en el que se hace lo que dice la troika.

La verdad, aunque parezca increíble, es que el enfoque es bien idealista. La idea no cambia la realidad, a no ser que se convierta en acción. La existencia determina la conciencia. En este laberinto, el lenguaje se ha convertido en un verdadero eufemismo. Al imperialismo le dicen “comunidad internacional”; a las clases sociales “estratos” o “castas”, o simplemente no las hay, solo somos ciudadanos; y a la prostitución, “trabajadoras del sexo”, con la ilusión de que al usar la palabra trabajadoras, porque el trabajo “dignifica” al hombre y a la mujer, desaparezcan por arte del lenguaje las profundas implicaciones sociales, económicas y psicológicas sobre las mujeres que la ejercen y sobre el conjunto de la sociedad. Un alivio, para la mala conciencia. Así, los hombres que las usan y las abusan se van tranquilos porque le dieron “trabajo” a una mujer que va a tener dinero con que comprarle comida a los hijos, y la mujer se siente bien porque estaba trabajando.

Sin embargo, más allá de las ideologías que cada uno de los implicados se haga de sí mismo, la realidad vuelve a poner las cosas en su lugar. Es una lacra de esta sociedad capitalista que millones de mujeres en el mundo tengan que vender su cuerpo para poder sobrevivir con sus familias si las tienen, o que exista un número creciente de niñas y niños que ni siquiera entienden por qué les toca hacer “eso”. Este sistema capitalista ni siquiera les ofrece la oportunidad de vender su fuerza de trabajo para que las explote un empresario, produciendo mercancías que les son enajenadas porque, a pesar de ser producto de su trabajo, no les pertenecen. Estos niños y niñas sometidos a esta esclavitud, no entienden por qué en lugar del juego y el disfrute de su inocencia tienen que ser explotados y usados por un adulto.

Esta realidad no se cambia por más que utilicen, para justificarla y legitimarla, políticas que van desde la legalización a la reglamentación y la penalización. El capitalismo y sus Estados son incapaces de erradicar esta forma de violencia contra las mujeres, las y los niños, los gays, las lesbianas y los transvestistas, porque les son funcionales a su sistema de explotación.




¿La “profesión” más antigua del mundo?

Los plumíferos a sueldo de la burguesía repiten, para comenzar, sus tratados sobre el tema: “la profesión más antigua del mundo”, y hasta la gente común y corriente se refiere a la prostitución de la misma manera. ¿Qué se esconde detrás de esta afirmación? Darle, en primer lugar, un significado de eternidad, es decir, que no se puede cambiar lo que la historia ha definido como un hecho “característico” y connatural a la especie humana. En segundo lugar, darle un sentido “respetable” de profesión u oficio. Sin embargo, desde el marxismo y a partir de las investigaciones hechas por destacados antropólogos como Morgan y Bachofen, Federico Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, muestra cómo la prostitución, que no existía en los primeros estadios del desarrollo de la humanidad, nace como un hecho social determinado por las condiciones de “producción y reproducción de la vida inmediata”, que provoca cambios en la superestructura institucional, familiar, y jurídica, y que se consolida con el surgimiento de la monogamia y de la propiedad privada de los medios de producción.

“Conforme hemos dicho, hay tres formas principales de matrimonio, que corresponden aproximadamente a los tres estados fundamentales de la evolución humana: en el salvajismo, el matrimonio por grupos; en la barbarie, el matrimonio sindíásmico; en la civilización la monogamia con sus complementos, adulterio y prostitución. Entre el matrimonio sindiásmico y la monogamia se deslizan, en el estadio superior de la barbarie, la sujeción de las mujeres esclavas a los hombres y la poligamia”(1). Editores Mexicanos Unidos, p. 83 (subrayado nuestro).
 
Friedrich Engels
En esta misma obra, Engels afirma que “la abolición del derecho materno fue la gran derrota del sexo femenino”, refiriéndose al hecho de que en la medida en que se van desarrollando las fuerzas productivas, y con ellas la fortuna y acumulación, la definición del parentesco y de la herencia por línea materna comenzaba a aparecer como un obstáculo para los hombres, a quienes pertenecían los rebaños, pues los descendientes de los miembros masculinos no permanecían en la gens y por tanto no podían heredar.

Es así como, a la par que va desapareciendo el derecho materno, “se va quitando más y más a las mujeres la libertad sexual del matrimonio por grupos, pero no a los hombres”. Comienza a considerarse la infidelidad de la mujer como un grave crimen, mientras que en el hombre es visto como un comportamiento honroso.

Continúa Engels: “Pero cuanto más se modifica el hetairismo [prostitución] antiguo en nuestra época por la producción capitalista a la cual se adapta, más se transforma en prostitución descocada y más desmoralizadora se hace su influencia. Y, a decir verdad, más desmoraliza a los hombres que a las mujeres. La prostitución, entre las mujeres, no degrada sino a las infelices que a ella se dedican, y aún a estas en un grado mucho menos de lo que suele creerse. En cambio, envilece el carácter del sexo masculino entero” (2). Ídem.
                                                                                                                                                           
¿Qué quiere decir Engels, con esta afirmación tan contundente de que la prostitución envilece al sexo masculino? En primer lugar porque el surgimiento de la prostitución aparece a la par de la necesidad del hombre por establecer el derecho de herencia de su propiedad privada a sus propios hijos y no a los de otros y, por tanto, necesita de la fidelidad absoluta de la mujer para garantizarlo. Pero él se reserva su libertad sexual completa a través de la poligamia y la prostitución. Esclaviza a la mujer doblemente, como propiedad privada para la reproducción de su prole y como prostitución pública para satisfacer su lujuria. En otro sentido, podríamos interpretar que la mujer que se ve obligada a prostituirse para poder sobrevivir, lo hace por necesidad; el hombre que paga por ello, para simple satisfacción de su deseo sexual, convierte de esta manera a la mujer en mero objeto, en una mercancía con valor de uso.

La prostitución y la monogamia en la moderna sociedad capitalista continúan siendo verdaderas antinomias, pero inseparables, dos polos del mismo estado social. ¿Podrá el capitalismo resolver esta contradicción que está en su base material? Creemos que no. Está contradicción se ha agudizado en los últimos tiempos. Por un lado, con su necesidad de incorporar a grandes masas femeninas a la producción social pero sin poder absorber a la totalidad, producto de las leyes capitalistas del mercado, deja enormes contingentes por fuera del aparato productivo, empujándolas a recurrir a la prostitución como forma de sobrevivencia. Por otro lado, ha creado verdaderas industrias del sexo, convirtiendo una necesidad humana en mercancía, profundizando la visión de la mujer como objeto sexual, como fuente de ganancia.

Carlos Marx, en sus escritos sobre la alienación del trabajo mostraba ya la esencia del capitalismo de una forma tan magistral que no pierde su vigencia.

“Llegó un tiempo en que todo lo que los hombres habían venido considerando como inalienable se hizo objeto de cambio, de tráfico y podía enajenarse. Es el tiempo en que incluso las cosas que hasta entonces se transmitían pero nunca se intercambiaban; se donaban pero nunca se vendían; se adquirían pero nunca se compraban: virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia, etc., todo, en suma, pasó a la esfera del comercio. Es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal, o, para expresarnos en términos de economía política, el tiempo en que cada cosa, moral o física, convertida en valor de cambio, es llevada al mercado para ser apreciada en su más justo valor.“ Carlos Marx, La miseria de la Filosofía (subrayados nuestros).

Marx

Y esto que Marx señala como una característica de la sociedad basada en el modo de producción capitalista, cobra su máximo precio en la clase desposeída de los medios de producción, la clase obrera. El capital no solo los expropia del producto de su trabajo sino que somete sus vidas enteras a sus leyes de mercado, en la que los obreros hombres y mujeres no tienen más camino que vender su fuerza de trabajo como mercancía, por salarios miserables. ¿Qué les queda para el disfrute?

“Junto a los excesos del hábito de beber, los excesos sexuales constituyen uno de los principales vicios de muchos de los obreros ingleses. Es además una consecuencia fatal, una necesidad ineluctable de la situación de una clase abandonada a sí misma, que carece de los medios para hacer un uso conveniente de esta libertad. La burguesía solo le ha dejado estos dos goces, mientras que los ha colmado de todo tipo de desgracias y dolores: la consecuencia es que los obreros, para disfrutar aunque sea un poco de la vida, concentran toda su pasión en torno a estos dos placeres y se entregan a ellos con exceso y de la forma más desordenada. Cuando se pone a la persona en una situación que solo puede convenir a una bestia, no le queda más que rebelarse o sucumbir a la bestialidad. Y si, por añadidura, la misma burguesía contribuye encima directamente por su parte al progreso de la prostitución –¿cuántas de las 40.000 chicas que llenan cada noche las calles de Londres viven a cuenta de la virtuosa burguesía?, ¿cuántas deben a la seducción de un burgués el hecho de estar obligadas hoy a ofrecer su cuerpo a todo aquel que pase para poder vivir?– la burguesía tiene verdaderamente menos que nadie el derecho de reprochar a la clase obrera su brutalidad sexual.” (Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra).

Intento demostrar –y espero haberlo logrado–, para aquellos lectores con conciencia crítica, para aquellas mujeres trabajadoras a quienes les indignan las tragedias humanas, para aquellos y aquellas que no solo se complacen con contemplar el mundo sino que quieren transformarlo, que la opresión de la mujer y la prostitución, como una de sus expresiones más brutales, no es eterna ni es una profesión. Es una de las consecuencias más atroces de la opresión y la explotación capitalistas.

Las cifras de la prostitución, la trata y el negocio del sexo

Siguiendo varias investigaciones actuales de diferentes organismos, encontramos que casi todas coinciden en que el negocio del tráfico de personas, la internacionalización de las mafias que lo sostienen, la prostitución infantil, y el negocio de la pornografía, ha crecido a niveles escandalosos. Coinciden también en que la mayoría de las personas reclutadas de manera forzosa son mujeres y que entre ellas un alto porcentaje son menores de edad, y la finalidad del sometimiento es la explotación sexual. La gran mayoría proviene de países pobres de Asia, América Latina y el Caribe, y su destino son los países ricos de Europa, Japón y el Oriente.

El 1 de junio de 2012, la Organización Internacional del Trabajo [OIT] publicó su segundo estudio mundial sobre trabajo forzoso; este informe calcula que la esclavitud moderna alrededor del mundo cobra unos 20,9 millones de víctimas. Este resultado reconoce que la trata de personas se define por explotación, no por movimiento. La OIT calcula que 55% de las víctimas del trabajo forzoso son mujeres y niñas, y que 98% lo son para comercio sexual. El primer cálculo de la OIT sobre trabajo forzoso, en 2005, fue de 12,3 millones de víctimas entre este y la trata con fines de comercio sexual, es decir que en 7 años aumentó casi al doble. Por región, Asia y el Pacífico (que incluye el sur de Asia) siguen teniendo el mayor número de víctimas, aunque señala que en África ha crecido después de 2005.

La Relatoría Especial de la ONU, sobre la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía, en su informe de 2013 plantea lo siguiente: “Desde 2008, el mundo ha sufrido cambios considerables que han tenido importantes repercusiones en el alcance y el carácter de la venta y la explotación sexual de niños. El avance de la globalización, la continua expansión de la utilización de Internet, en particular en los países en desarrollo, el aumento de las migraciones –tanto internacionales como internas– debido en particular a la urbanización, la crisis económica y financiera, las catástrofes naturales, los conflictos y los cambios relacionados con el clima, son otros tantos factores que han incidido en la vulnerabilidad de los niños”.




El Informe Mundial sobre la Trata de Personas 2012, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito indica: “los casos detectados de trata de niños representaban el 27% en el período comprendido entre 2007 y 2010, proporción que fue del 20% entre 2003-2006”. Los datos muestran un aumento significativo entre los dos periodos referidos. En los últimos años, “el aumento fue mayor en el caso de las niñas. Entre 2006 y 2009, la proporción de niñas con respecto al número total de víctimas pasó de 13 a 17%. Dos de cada tres menores víctimas son niñas”. Y continua… “Aunque las tendencias no son homogéneas a nivel mundial, el informe indica que en más de 20 países se registró un claro aumento de la proporción de casos detectados de trata de niños en el período 2007-2010 con respecto al período 2003-2006. Es importante señalar que en África y en Oriente Medio, más de dos tercios de las víctimas de la trata detectadas son niños. A nivel mundial, la trata con fines de explotación sexual representa el 58% del número total de casos detectados”.

Como si fuera poco, en el Informe también se señala una modalidad escalofriante: el tráfico de órganos. “Según varios estudios sobre el tema, ha aumentado el “turismo” para trasplantes de órganos, (…). Personas procedentes de países de altos ingresos viajan a zonas pobres en que hay personas dispuestas a vender sus órganos para poder sobrevivir. En varios estudios se ha destacado que los miembros más vulnerables de la población resultan particularmente afectados por este delito”. Los miembros más vulnerables de la población, es decir los niños y las niñas, las mujeres, los jóvenes –por supuesto pertenecientes a la clase obrera y su ejército de reserva–, los desempleados, y los sectores populares más empobrecidos, que viven en la periferia de las grandes ciudades, dentro de las cuales está también la población negra.

Nuevamente, el Informe de la Relatoría Especial de la ONU se refiere a la modalidad de la pornografía infantil: “La utilización indebida de Internet para difundir pornografía infantil es muy frecuente. Según las estimaciones, el número de imágenes de abusos a niños en Internet es del orden de millones y el número de niños representados individualmente probablemente ascienda a decenas de miles. En general, la edad de las víctimas ha disminuido y las representaciones son cada vez más explícitas y violentas. Es cada vez más frecuente que las imágenes se difundan mediante redes de intercambio de archivos entre pares, lo cual hace más difícil su detección”.

Estimaciones de Naciones Unidas calculan que este “negocio” reporta anualmente ganancias de entre 5 y 7 billones de dólares. Según la revista Forbes, la pornografía mueve cada año alrededor de 60.000 millones de euros en el mundo y tiene unos 250 millones de consumidores. Y un dato interesante más, entre 1998 y 1999 comenzó a verse a mujeres de los países del Este ejerciendo la prostitución en las calles. Es decir, una vez restaurado el capitalismo. La prostitución y la trata están asociadas a negocios como el tráfico de drogas y el contrabando de armas.

Me he detenido en los informes de los organismos oficiales y las cifras que ellos mismos reconocen, para mostrar que no estamos exagerando cuando denunciamos esta cruda realidad. El capitalismo, que se fundó sobre los ideales de la revolución francesa que proclamaban “libertad, justicia y fraternidad”, ha demostrado y sigue demostrando que estos son aplicados solamente para los vencedores, es decir, para la burguesía mundial, que en la fase de desarrollo imperialista no deja piedra sobre piedra para mantener en alza sus tasas de ganancia. No se queda corta la expresión de los “esclavos del capital”, porque no solo en este terreno de la explotación sexual, sino incluso en importantes áreas y zonas del planeta, ramas de la producción social de mercancías están adoptando verdaderas formas de esclavitud, con las famosas maquilas y los barcos fábrica en alta mar. Esta sociedad capitalista está mostrando formas increíbles de barbarie; recordemos solo como un hecho más, los desastres provocados por el calentamiento global y las imágenes de los inmigrantes que llegan por miles a los países europeos y que son tratados a punta de represión. Cuántos de ellos son mujeres y cuántas de ellas serán empujadas a la prostitución.

La mujer como objeto sexual


La prostitución confirma, diariamente y a cada instante, que la mujer es convertida en una mercancía que puede ser consumida por los hombres para satisfacer sus apetitos sexuales. No importa su edad. Ahora también sectores de los LGBTT, son arrojados a la prostitución por la homofobia que los discrimina en el trabajo y en la sociedad. Otro de los sectores oprimidos que corre la misma suerte de muchas mujeres. Pero, ¡qué casualidad!, detrás de todos estos delitos, ya sean los relacionados con la prostitución, con la pederastia, con las violaciones sexuales, con la creación de redes de pornografía o con el uso de ellas, con las redes de trata, están los hombres casi en 100%. ¿Qué hay detrás de esta obsesión tan perversa y agresiva hacia el sexo?

Hay quienes argumentan que “estudios científicos” demuestran que los hombres y las mujeres poseen de manera “natural” diferencias importantes en cuanto a los deseos sexuales. Así, el deseo masculino es más fuerte, imparable, difícil de domesticar o, dicho de manera burda, “la testosterona alborotada, desatada, irrefrenable”. Más allá de los estudios serios de algunos sexólogos, volvemos a encontrar las explicaciones en la esfera de lo social, de la creación de la cultura.

Uno de los medios más utilizados hoy en día, por todas las ramas de la producción, es el de la publicidad, el marketing. Otro gran negocio para desarrollar a fondo la circulación de las mercancías, para utilizar las necesidades y crear otras nuevas, apoyándose en las imágenes, el lenguaje y sus efectos subjetivos en las conciencias o, dicho de modo más moderno, para influir o crear los imaginarios colectivos. Pero estos imaginarios colectivos, preconceptos que ya tienen sus bases objetivas, son llevados hasta el paroxismo por los medios masivos de difusión para llevar al límite las necesidades del mercado, de un capitalismo que con sus crisis recurrentes de sobreproducción busca en este el flujo desesperado de las mercancías con una vida útil más y más corta.

Así, pues, en este marco, entra con fuerza renovada la imagen de la mujer como símbolo sexual, como objeto usado para promocionar la venta de otras mercancías. Generalmente suele ser una mujer joven y bella, de proporciones exuberantes que bien aparece desnuda o escasamente vestida, o vestida de manera muy sugestiva. El efecto deseado es el de llamar la atención del sexo masculino, como reclamo erótico. Bien sea para promocionar un carro o una moto, esta mujer, que está fuera del alcance de muchos hombres, se convierte así en su imaginario, por arte y magia del mensaje subliminal, en un producto alcanzable si compra el producto que ella anuncia. La mujer sirve también como símbolo del éxito masculino, como un trofeo. Según la cultura machista de esta sociedad, cualquier hombre que se precie ha de tener al lado a una mujer de gran belleza, y distinción, signo externo de su riqueza. Así, la mujer se convierte en otra más de las posesiones que el hombre ha de tener para significar su posición social o su virilidad.

Esta cultura machista que golpea a cada minuto, en cada momento, las mentes de los consumidores con verdaderas ráfagas de imágenes, con el objetivo claro de reforzarla, de legitimarla, está en la base de lo que llaman “crímenes pasionales”, feminicidios; en realidad, violencia desatada por la idea de que “si esa mujer no es para mí, no es para nadie”, justificación registrada en las crónicas amarillistas de los diarios de todo el mundo, con este o con otro argumento también común: “cegado por la rabia de la infidelidad de su mujer”. Violaciones callejeras, agresiones verbales, psicológicas, miradas atrevidas, lascivas, en fin, todo este tipo de violencia, tan común y cotidiana, tiene como base de refuerzo este concepto de la mujer como objeto sexual.

La otra cara es la mujer símbolo ama de casa. En los comerciales aparece una mujer ataviada con su delantal, promocionando un producto de aseo o de cocina, o de comida para niños. Todos roles asociados con su papel de esclava del hogar, de señora de la casa, de madre. En este espacio ella es la que decide, y el hombre aparece con un papel secundario. Ella, además de ama de casa, también trabaja, es una mujer moderna, que después de valerse de los productos que el mercado le ofrece para “aliviar” sus labores del hogar, sale corriendo a trabajar. Es una mujer “empoderada”, es una guerrera que hace de todo y, además, se mantiene bella y bien cuidada. Y estas mismas ideas se repiten de manera infinita en las novelas, en las revistas, en las noticias, en el cine, en las canciones, en la educación. Es la reproducción de las ideas dominantes impuestas por la clase dominante por la fuerza de la costumbre.
 
Foto Salvador Batalla
¿Legalización o abolición?

“En el mundo hay cuatro enfoques para tratar la prostitución. El prohibicionista, basado en la represión penal por parte del Estado, donde el cliente es la víctima y se pretende salvaguardar la moral; el reglamentarista, que al no poder combatir la prostitución busca regularla; el abolicionista, que toma medidas penales contra los proxenetas y clientes, y el enfoque laboral o legalista, en el que la prostitución es valorada como un trabajo.” (Revista SEMANA Colombia 2015/08/18).

A propósito de la reunión de los delegados de Amnistía Internacional de todo el mundo, en el que esta ONG hace un llamado a aplicar una política de despenalización absoluta de la prostitución realizada con “consentimiento”, esta revista hace un artículo en el que contempla estos cuatro enfoques. Tendríamos que decir que son, por supuesto, cuatro formas en las que los Estados capitalistas están tratando el problema de la prostitución. Valga la aclaración, son políticas burguesas. El debate se ha puesto a la orden del día, producto de los informes de la ONU y la OIT, registrados en este artículo.

Gran parte de las ONGs que pululan en los diferentes países ha adoptado el enfoque “legalista”, en el que la prostitución es valorada como una “profesión”, y la argumentan desde una posición humanista de defensa de los derechos humanos, de respeto por los derechos sociales de quienes la ejercen y contra la discriminación de sus víctimas. Evidentemente, la visión también burguesa de considerar a los “clientes” como víctimas de la “tentación” que les provocan unas “inmorales mujeres”, merece nuestra condena por ser la expresión más pura de su doble moral, pues penaliza y persigue a las víctimas que ellos mismos crean y recrean. Es un caso parecido al del ladrón que se roba una gallina para darle de comer a sus hijos porque no tiene trabajo y es condenado a largos años de cárcel, mientras que a los ladrones de cuello blanco que saquean las arcas del erario público les dan su mansión por cárcel.

Por supuesto, también estamos de acuerdo con que todas, absolutamente todas las mujeres, tengan derecho a la previsión social y la asistencia médica, financiada y prestada por el Estado como una obligación, sin discriminación de ningún tipo, así como debe existir para el conjunto de la población, y con mayor razón para los trabajadores y los sectores más pobres. Estamos porque las mujeres dedicadas a la prostitución tengan, por parte del Estado, capacitación para el trabajo, y que su empleo sea garantizado también por el Estado. Si para tal fin se organizan, estaremos dispuestas a apoyarlas. De la misma manera que las defenderemos de cualquier tipo de represión y maltrato.

Pero, a partir de aquí, estamos absolutamente en contra de la legalización de la prostitución o de cualquier otra política burguesa para reglamentarla. Defendemos el fin de la prostitución y de todas las formas de mercantilización del cuerpo de la mujer. La política de Amnistía Internacional, de legalizarla para quienes la ejercen “con consentimiento” y penalizar la trata de personas, es una trampa.

Es falso que haya consentimiento de las mujeres dedicadas a ello, porque aunque en algunos casos sea producto de una decisión personal, esta se hace sobre la base de no tener más alternativas, obligadas por la falta de trabajo y por sus condiciones sociales de existencia. ¿Esta política elimina la existencia de proxenetas, o simplemente les cambiará de nombre; los llamarán, de manera respetable, “empresarios”? ¿Evitará acaso la violencia y el maltrato de los “clientes” hacia ellas? Acaso, dentro de la lógica del mercado, ¿el que compra una mercancía no tiene el derecho de “consumirla” como bien le parezca?

No solo gran parte de las ONGs sino incluso organizaciones políticas que se reclaman de izquierda defienden esta postura de la legalización con argumentos como, por ejemplo, que hay mujeres que se prostituyen por elección libre y con plena conciencia de su libertad sexual. Puede ser que exista alguna minoría que se prostituya por propia elección e incluso mujeres burguesas que lo hagan por la emoción de la aventura, para escapar de su vida inútil, poniéndole algo de adrenalina a la prostitución legal de su matrimonio por interés. Pero eso nada tiene que ver con la masiva prostitución que existe en la sociedad. La prostitución está íntimamente ligada a la explotación del hombre por el hombre; en nuestra época, a la explotación capitalista y la destrucción humana que esta produce.
 
El Rancho. Foto infojusnoticias.gov.ar


Una prueba irrefutable la tenemos en Cuba: una de las mayores conquistas de la revolución fue que junto con la expropiación de la burguesía se acabó con la prostitución, no a partir de la represión sino a través de la reeducación y la ubicación en el trabajo productivo social a esas mujeres, que así recuperaron su dignidad. Mientras que con la vuelta del capitalismo, volvió también la prostitución y las “jineteras” se convirtieron en uno de los mayores atractivos del turismo social que ha proliferado en la Isla.

Pero hay aún más, estas mismas corrientes, utilizando la teoría marxista sobre la producción de mercancías, aducen: es un trabajo como cualquier otro, porque la mujer vende su fuerza de trabajo y produce plusvalía para un patrón. El problema es que las mujeres que son obligadas a prostituirse, no venden solo su fuerza de trabajo, venden sus cuerpos, su dignidad. Por eso, se asemeja mucho más a la venta de mujeres que se hacía durante la esclavitud. Y nosotros estamos totalmente en contra de legalizar y reglamentar la esclavitud, que solo beneficia a los esclavistas.

Investigaciones realizadas en algunos países, fundamentalmente los europeos, en donde la prostitución fue legalizada, demostraron que los principales beneficiarios de esta política fueron los “empresarios” del sexo; aumentaron las cifras de prostitución infantil y de mujeres. Su consecuencia fiscal fue el pago de impuestos, engordando las arcas del Estado. Resultó peor el remedio que la enfermedad.

Suecia, en donde existió la legalización hasta 1999, tomó una decisión drástica y cambió su legislación. La prostitución es ahora considerada como un aspecto de la violencia masculina contra las mujeres, niñas y niños. Es reconocida como una forma de explotación de las mujeres, y como un problema social significativo. Penaliza la compra de servicios sexuales, despenaliza la venta de dichos servicios, y, más recientemente, aprobó recursos para ayuda a las mujeres que quisiesen salir de su ejercicio, con planes de capacitación en un trabajo. El resultado es que los índices de prostitución han disminuido notablemente y la trata de mujeres y niñas casi ha desaparecido.

Esta experiencia, en un país capitalista, muestra que es posible avanzar en este sentido, y que la lucha por demandas democráticas de las mujeres, por ejemplo, el derecho al aborto legal, gratuito y libre, el derecho al trabajo en condiciones dignas, deben ser enarboladas y exigidas con fuerza por los trabajadores en su conjunto, y que no basta con bajar los índices de prostitución, hay que eliminarla completamente. Eso será posible en una sociedad en la que los medios de producción no estén en manos de unos pocos sino que pertenezcan al conjunto de la sociedad, en la que las mujeres participen de lleno en la producción social; como plantea Marx en el Manifiesto Comunista: “Es evidente, por otra parte, que con la abolición de las relaciones de producción actuales desaparecerá la comunidad de las mujeres que de ellas se derivan, es decir, la prostitución oficial y privada”.

Luchamos por una sociedad completamente diferente del capitalismo, una sociedad socialista en la que las relaciones humanas, y dentro de ellas las de los sexos, puedan ser fundadas sobre otra moral, la de la solidaridad y el bien común, verdaderamente libres de los condicionamientos económicos burgueses, libres de todo tipo de opresión y sometimiento, libres de la comercialización y la cosificación, en la cual transmitir, donar, entregar, adquirir, o en la que “cada cosa, moral o física” no esté sujeta a la miserable ley del valor capitalista.


Fuente
http://litci.org/es/opresiones/mujeres/una-mirada-marxista-sobre-la-prostitucion/

miércoles, 7 de octubre de 2015

Prostitución y sociedad de clases, un vínculo inseparable

Prostitución y sociedad de clases, un vínculo inseparable
Prostitución y clases sociales, patriarcado y capitalismo. Una historia de opresiones sobre las mujeres.
Marta Clar
Barcelona | @MartaClar1

Es conocido que la prostitución es uno de los negocios más rentables del mundo y que además, las redes de trata, lejos de disminuir se encuentran en continua expansión. Podemos afirmar, sin temor a exagerar, que la historia de la expansión capitalista encierra también la historia de la expansión y el aumento de la explotación sexual de mujeres y niñas.

La prostitución de las mujeres, una cuestión de clase

La prostitución como institución patriarcal ha mantenido siempre un fuerte vínculo capitalista, íntimamente ligada al mercado emergente, las primeras formas de explotación sexual a mujeres y niñas tienen lugar alrededor de comercios.
Como es de esperar, el desarrollo urbano que vivió Europa durante el medioevo implicó el aumento del desarrollo de la prostitución, que afectará a las mujeres, niñas y jóvenes de los estratos sociales más bajos.
La prostitución se institucionaliza: se organiza en algunas ciudades mediante burdeles o casas públicas y es la propia burguesía emergente la que se lucra con tasas e impuestos. La introducción al modelo económico capitalista y la aparición del trabajo asalariado facilitan la consolidación de la mercantilización del propio cuerpo.



Las mujeres en situación de prostitución pasan a convertirse en un colectivo asalariado terriblemente débil y perseguido, estas mujeres que en su mayoría provenían de los estratos sociales más empobrecidos no solo debían hacerle frente a la violencia que los hombres que acudían a sus servicios ejercían sobre ellas, sino que además debían someterse al despotismo que las autoridades, con el apoyo de la Iglesia y la monarquía les imponían.

El desarrollo del capitalismo, con la acelerada industrialización –con ella la proletarización de masas- y el avance colonizador expande la miseria de Europa a otros continentes. Así es como desde sus inicios la prostitución se conforma a partir de una relación de clases y toma una dimensión internacional, que la estructura racialmente y que es necesario tener en cuenta.

El hacinamiento en los grandes centros urbanos, como consecuencia de las migraciones del campo a la ciudad tuvieron como consecuencia la pauperización, la segregación y la conformación de un mercado laboral que discriminaba y marginaba a las mujeres más pobres ofreciéndoles pocas oportunidades de supervivencia: el extenuante trabajo en las fábricas o la prostitución eran las dos alternativas que el patriarcado, en alianza con el sistema capitalista, reservaba para la mujer de clase trabajadora. Durante el siglo XX, la introducción del fordismo también afectará a la prostitución, que adquiere características típicamente industriales como el régimen disciplinario de trabajo, concentración y sistematización.

Mientras que hoy en día, la globalización y con ella la desregulación del mercado y el aumento del turismo han provocado, junto a otros factores, la multiplicación de mujeres y niñas prostituidas, sobre todo en las zonas más pobres del planeta para beneficio de mafias y proxenetas por un lado y Estados reguladores por el otro, de este modo la prostitución, lejos de poder considerarse un elemento accidental en el capitalismo, se convierte en su elemento estructural.




La lucha por la emancipación de las mujeres desde el feminismo de clase

Comprendiendo antes que nadie la miseria que el capitalismo reservaba a la mujer trabajadora, Flora Tristán expone sin vacilar en Paseos por Londres que la prostitución es la consecuencia más brutal que produce el “reparto desigual de los bienes de este mundo” y “mientras la emancipación de la mujer no sea una realidad, la prostitución seguirá creciendo”. Enmarcando las reinvindicaciones de la mujer con las luchas de la clase trabajadora, sentó un importantísimo legado para la formación del feminismo obrero.

Clara Zetkin, presidenta del movimiento internacional de mujeres socialistas, consideró la lucha por los derechos de las mujeres una lucha que debía ser tomada por el conjunto de la clase obrera.

Kollontai, que se dedicó extensamente al estudio de la opresión de las mujeres desde el marxismo, fue capaz de profundizar mucho más de lo que ninguno de sus compañeros y compañeras lo hubiese hecho hasta el momento.

Lejos de la consideración burguesa de la prostitución como un escándalo moral, Kollontai, férrea defensora de la liberación de la sexualidad y de la idea de que debía ser la clase obrera la que avanzara en la conquista de una nueva moral sexual capaz de romper con el puritanismo y la monogamia tan funcionales al patriarcado capitalista, consideró la prostitución una institución que condenaba a las mujeres pobres y que además era totalmente contraria a la idea socialista del amor libre, entre iguales, por estar fuertemente vinculado a una relación comercial.

La lucha contra la institución de la prostitución se ejercía a través de la defensa del derecho de las mujeres a gozar del deseo sexual igual que lo hacen los hombres, sin renunciar a la solidaridad y la igualdad entre ellos.

Si la prostitución es una realidad que surge y se extiende gracias a la confluencia entre patriarcado y capitalismo, es una utopía pensar que podrá desaparecer dentro del sistema económico que la produce.

De nada sirve la persecución ni la criminalización de las mujeres que se encuentran en situación de prostitución. Muy al contrario, es necesario avanzar en la creación de nuevas alternativas laborales que permitan acabar con la situación de pobreza o precariedad en la que se encuentra una gran parte de las mujeres trabajadoras y que cada día empujan a más mujeres y jóvenes a la prostitución.

Tan solo mediante la lucha contra la desigualdad y el capitalismo es posible avanzar en la lucha contra la opresión y la explotación de las mujeres, una lucha en la que tan solo es posible avanzar contando con la unión y la solidaridad de toda la clase trabajadora.


fuente
http://laizquierdadiario.com/Prostitucion-y-sociedad-de-clases-un-vinculo-inseparable?id_rubrique=2653



Las imágenes han sido agregadas por mí, no aparecen en el texto original.
La mayoría han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.
En este blog las representaciones son afiches, pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos históricos.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.




miércoles, 30 de septiembre de 2015

Las víctimas de trata con fines de explotación sexual: Una aproximación desde la Victimologí

Agrego a este blog extractos del trabajo “Las víctimas de trata con fines de explotación sexual:
Una aproximación desde la VictimologíaDavid A. Martínez y Cecilia D’Ovidio que si bien esta centrado en la trata de personas con fines de explotación sexual, perfectamente se puede aplicar a nuestro tema pues tal como venimos sosteniendo, prostitución y trata de personas son parte del mismo eje. Este tipo penal de la  trata de personas carecería de objetivo si no existiera la prostitución pues es el medio para proveer de personas sometidas a aquella.
En el texto fácilmente se puede reemplazar la palabra “trata” por “prostitución” sin que se altere el contenido ni los alcances del estudio. Es más, muchas veces el límite es indistinguible, sobre todo si consideramos que la gran mayoría de las personas en prostitución fueron captadas e iniciadas entre los 12 y 14 años, habiendo aún casos de menos edad.
Uno de varios puntos de coincidencia entre ambas calificaciones es la vulnerabilidad, la historia psicosocial de muchas de las personas en prostitución, aún de quienes dicen serlo por propia voluntad, nos muestra la existencia de este tipo de condición.
Por último vale tener en cuenta el concepto de víctima, que sigue los pasos dictados por las Naciones Unidas, que en su amplitud favorece exigir la intervención de los gobiernos para la restitución de derechos, otras definiciones permiten diversificar la mirada e incorporar otro tipo de víctimas más allá de aquellas que lo son con fines delictivos.
Alberto B Ilieff



Las víctimas de trata con fines de explotación sexual:
Una aproximación desde la Victimología
Por Esp. David A. Martínez (1)
Cecilia D’Ovidio(2)

Resumen
La trata de personas constituye uno de los tres delitos de criminalidad compleja que mayores ganancias genera en el mundo y representa un atentado contra libertad y dignidad humana. En nuestro país (Argentina) el ejercicio individual de la prostitución no se encuentra prohibido, pero si se sanciona penalmente la explotación por parte de terceros. La victimología nos revela que la probabilidad de convertirse en víctima de un hecho delictivo no se distribuye de manera homogénea en la población. La victimología sitúa a la víctima desde una perspectiva diferente al de la criminología clásica, en tanto que no la considera no como un objeto pasivo de la acción dañosa de un tercero. Las víctimas desarrollan conductas activas que asociadas a determinadas características del entorno y de la persona operan como facilitadores o precipitadores del delito.
Numerosas investigaciones han intentado establecer relaciones entre los perfiles de las víctimas y el tipo de delito padecido.
Los trabajos pioneros de Von Hentig y Mendelsohn apuntaron a establecer una tipología victimal basada en sus atributos psico-físicos de las personas. En la actualidad se considera un hecho establecido que los factores de riesgo y de vulnerabilidad se conjugan para configurar un riesgo aumentado de ser víctima del accionar criminal. Los factores sociales facilitadores de la trata están estrechamente relacionados con la sociedad de consumo y de un sistema de creencias y valores en el que el dinero y el mercado cumple el rol de articulador fundamental de las relaciones humanas, incluyendo lo que atañe a la vida íntima de las personas, el sexo y la libertad.

Palabras claves: Victimología. - Criminología - Trata de Personas - Explotación sexual.


1Psicólogo Forense. Universidad de Buenos Aires. Profesor de Estrategias de Intervención y Psicoterapias Universidad de la Cuenca del Plata.
2Estudiante de psicología. Becaria proyecto de investigación UCP.
 
Esta noche me emborracho. Agustín Riccardi
Introducción

La definición clásica de criminología la delimita como la ciencia que tiene por objeto de estudio al delito, el delincuente y la víctima. La victimología nace en el campo de la criminología para más tarde independizarse como una disciplina autónoma. El área de estudio de la victimología comprende los factores individuales y ambientales que intervienen en el aumento o disminución de las probabilidades de que una persona sea víctima de un determinado tipo de delito. En su desarrollo intervienen conocimientos y prácticas provenientes de campos tan diversos como la sociología, la psicología, el derecho penal y la propia criminología.
La noción de víctima comenzó a plantearse en la criminología con cierta centralidad recién alrededor de 1950, a partir de los trabajos pioneros de Benjamín Mendelsohn (Rumania, 1900-1998) y Hans Von Hentig (Alemania, 1887-1974). Este último escribe El Criminal y su víctima (The criminal and his victim) en 1948 en la que establece trece tipos diferentes de víctimas considerando los factores psicológicos, sociales y biológicos (Madriz, 2001:94).

La victimología sitúa a la víctima desde una perspectiva diferente al de la criminología clásica. Ya no se trata simplemente de una persona que sufre pasivamente la acción dañosa de un tercero, sino que comienzan a identificarse las conductas activas, los factores y características de la víctima que operan como facilitadores del delito.

La victimología nos ofrece un marco teóricoconceptual que nos permite abordar a las víctimas de
la trata de personas con fines de explotación sexual, desde la perspectiva de los factores individuales de vulnerabilidad (historia vital, pautas de autocuidado aprendidas, características de personalidad, etc.) y los fenómenos sociales y culturales que favorecen la captación de niñas y mujeres por parte de los tratantes y explotadores. Esta conjunción de factores y fenómenos se la conoce en la victimología con el término de victimogénesis.
El delito de trata convierte a las personas en una mercancía, cuyo destino es satisfacer una creciente demanda de mujeres y niños como objetos de satisfacción sexual. Esta configuración social y cultural se visualiza como uno de los más importantes.

Consideramos necesario aclarar, siguiendo a García- Pablos, que la victimología no implica ni un
encarnizamiento culpabilizador con la víctima como tampoco un intento de diluir la responsabilidad del infractor. En efecto, desde algunas posiciones ideológicas y académicas se ha criticado a la victimología por constituir un intento pseudocientífico de “culpar la víctima” (Ryan, 1971), de cargar sobre ella la responsabilidad del hecho dañoso. Valga un ejemplo para plantear los términos del debate: ¿si la víctima transita por lugares ‘peligrosos’ sin tomar los recaudos necesarios para protegerse de una potencial amenaza sería “culpable” de lo que podría sucederle?
A nuestro juicio, es un interrogante mal formulado pues sería como preguntarse si quien recibe la
descarga de un rayo es culpable de provocarla al caminar por un descampado en un día de tormentas. La pregunta por la culpabilidad no promete ningún hallazgo fructífero en términos de conocimiento, en cambio sí nos interrogamos por las propiedades de la electricidad y las propiedades conductoras del cuerpo humano y su relación, podremos comprender mejor el
fenómeno estudiado. Siguiendo con este ejemplo y dejando de lado la cuestión de la culpabilidad,
creemos que es válida la pregunta por el rol de la víctima en la génesis de los delitos.

Las pautas de autocuidado son aprendidas en etapas tempranas del desarrollo, y funcionan como filtros cognitivos y emocionales que facilitan u obstaculizan la identificación de un potencial peligro. Estas pautas modulan la reacción defensiva o de huida que desplegará el individuo.
La cuestión de las víctimas provocadoras o participantes, ha sido (y es) especialmente álgida
cuando lo que se analiza es el rol de la víctima en los delitos contra la integridad sexual (abuso de menores y violación). ¿Las víctimas “seducen” a sus agresores? ¿Incitan a los victimarios a cometer el delito? O bien, ¿Consienten el acto pues de ello obtienen alguna satisfacción inconsciente? Algunos autores han pretendido adjudicar la responsabilidad de la agresión sexual al propio niño o niña, argumentando que algunos menores victimizados manifiestan un “deseo anormal de obtener satisfacción sexual, y en consecuencia, de padecer traumas sexuales”. Este planteo fue sostenido por algunos psicoanalistas como Karl Abraham que afirmaba que ciertos niños son seductores, anhelan la seducción, la provocan y, el tono de la argumentación llega a sugerirlo:obtienen lo que buscan. Otros autores como L. Bender y A. Blau sostenían en 1937 criterios similares cuyos ecos teóricos siguieron resonando hasta épocas muy recientes entre algunos psicoanalistas, juristas, criminólogos y otros estudiosos del campo social como Weiss (1955), Revicth y Weiss (1962), Morh (1964), Gagnon (1965), Virkkunen (1981) y Slovenko (1971).
Respecto de este delicado asunto, coincidimos con la postura de Anna Salter, que dice que un niño que se involucra en contactos sexuales con un adulto, lo hace desde una posición de ignorancia, confusión, manipulación, temor o dependencia psicológica y creemos inapropiado en estos casos utilizar el adjetivo de “participante” o “provocadora”, si esto conlleva la suposición de que el niño buscó y continuó voluntariamente el acercamiento sexual (Véase Intebi, I. 1998 pp. 34 a 36). En la misma línea pensamos los casos de sumisión y explotación de la víctima de trata, bajo ningún concepto se podrá argumentar la culpabilidad de la víctima.

Sin perjuicio de lo señalado anteriormente, decimos que la victimología se asienta en el hecho irrebatible de que la víctima no es un objeto pasivo, sino un sujeto activo que contribuye -sin que ello implique necesariamente consentimiento-, muchas veces de una manera decisiva, en la génesis y en la materialización del hecho criminal. Idea que no es nueva pues Von Hentig ya la había planteado en 1941 con la interacción víctima-infractor como factor victimogenésico y que el derecho penal la asimila como victimodogmática [4].

En el caso de la trata de personas, el engaño urdido por el captador/reclutador en base a ‘imperdibles’ ofertas laborales y/o económicas, tiene su contraparte en una víctima para la cual dicho ofrecimiento es visualizado como una solución a su situación económica y familiar, aún al precio de desestimar los potenciales riesgos de aceptarla. Factores individuales como la inmadurez psicológica, la baja autoestima y un historial de vida signado por abusos y malos tratos, concurren para facilitar la labor del delincuente.

Mendelsohn y Von Hentig resaltan que la criminogénesis no depende de un sesgo antropológico y sociológico del criminal, sino de una compleja interrelación que se crea entre la víctima y el victimario, y en donde en ocasiones los roles suelen superponerse o confundirse (Miotto, 2009). El concepto de víctima surge así en el seno de una relación e interacción de un binomio compuesto por el delincuente y su víctima, o “pareja criminal”, pero además, debemos agregar a estos dos
elementos el rol de los espectadores o testigos de los hechos. En muchos casos la pasividad y silencio del entorno, habilita la acción criminal y aumenta la indefensión de la víctima.


Definición del concepto de víctima y sus clasificaciones

Para continuar con nuestro desarrollo consideramos necesario delimitar qué es una víctima. La
Organización de Naciones Unidas (ONU, 1985) define a la víctima como un sujeto pasivo que sufre
una acción dañosa de otro u otros seres humanos: “Se ha de entender por víctimas las personas que individual o colectivamente hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los Estados miembros, incluida la que proscribe el abuso de poder. En la expresión víctima se incluye además, en su caso, a los familiares o personas a su cargo que tengan relación
inmediata con la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir su victimización” Organización de las Naciones Unidas (Resolución 40/34, del año 1985). [5]

Cuando analizamos el caso de la captación con fines de explotación, no siempre es claro cuando se trata de una víctima individual o colectiva, en la medida en que la victimización recae principalmente sobre mujeres y niñas con determinadas características sociodemográficas. Tampoco lo es la delimitación de las causas y agentes de la victimización y la interacción entre ambos extremos, más allá de la posterior atribución penal de la responsabilidad en la comisión del delito.

Si nos apartamos de esta discusión, es posible definir a la víctima como aquella persona que experimenta subjetivamente con malestar y dolor una lesión objetiva de bienes jurídicos, delimitación que se alinea con la planteada por Von Hentig y otros (García-Pablos de Molina, Antonio, 2003). Esta definición de víctima no incluye a las víctimas que, siéndolo, no se auto-perciben como tales pues la condición de víctima es una construcción subjetiva a partir de elementos objetivos. Muchas de las jóvenes rescatadas de las redes de trata, al momento de prestar declaración ante los funcionarios públicos de seguridad, no se consideran víctimas sino trabajadoras sexuales y el hecho de ser liberadas de sus explotadores es vivenciado como una interferencia en su actividad ‘laboral’. Es tarea de los equipos profesionales, construir el lugar de víctima.

Mendelsohn por su parte, propone no identificar a las víctimas con las víctimas de delitos, así la
victimología se independiza de la criminología en la medida que no sólo se ocupa de las consecuencias del accionar criminal sobre las personas, sino que además extiende su campo de incumbencia a aquellas que sufren las consecuencias de otro tipo de hechos dañosos (accidentes, desastres naturales o medioambientales, etc.). Esta distinción es importante porque en el caso de la trata de personas se observa que las mujeres no sólo son víctimas en el sentido ‘criminológico’ sino también en sentido amplio, como lo sugiere Dadrian (citado por García-Pablos) que concibe a la victimología como el estudio de los procesos sociales a través de los cuales individuos y grupos son maltratados con la consiguiente generación de problemas sociales (6). En esta delimitación del campo disciplinar quedan incluidas aquellas víctimas que lo son del sistema económico y jurídico, o de los llamados delitos de cuello blanco como la corrupción política, los delitos financieros e  informáticos.


Brothel escene Weimar Berlin- Erich Schutz. 1923


Aprendizaje social y percepción del riesgo

Para entender la concepción de víctima desde el enfoque victimológico se debe tener en cuenta el
contexto y las pautas sociales de aprendizaje tal como la ha planteado en otros Albert Bandura (1962). Según su teoría de la conducta social, el individuo aprende durante su desarrollo las formas de desenvolverse en su entorno social-cultural por medio de imitación y de refuerzos positivos y negativos que vienen dados principalmente, a través de la familia, las tradiciones y de las instituciones educativas.

Una persona puede desplegar comportamientos que la exponen a diversos tipos de peligros y amenazas, entre ellas las provenientes del accionar delictivo. La percepción del peligro, como cualquier otra, es diferente en cada individuo y en cada comunidad, y determina los comportamientos dirigidos a eludirlo o neutralizarlo. Así encontramos que, para algunas víctimas, el peligro o amenaza contra su integridad fueron invisibles antes del hecho e incluso con posterioridad a sufrir la victimización.

La percepción diferencial del peligro y de las amenazas es el resultado de una construcción histórica, biográfica y social del sujeto y la comunidad. Del mismo modo la manera de afrontar las situaciones aversivas están atravesadas por los mismo factores. Las comunidades configuran escenarios en el que los actores identifican, dimensionan y jerarquizan determinados peligros y reaccionan ante ellos de un modo más o menos idiosincrático. Al decir de D. Orem (citado en Vega Angarita, O. & Gonzalez Escobar, D. 2007) el autocuidado es una actividad del individuo aprendida por éste y orientada hacia un objetivo. El objetivo es regular los factores que afectan a su propio desarrollo y actividad en beneficio de la vida, salud y bienestar.
Cuando una joven acepta una oferta laboral con la promesa de percibir un salario muy por encima de lo que recibiría por un empleo similar en su propia ciudad, comprometiéndose con un extraño a
abandonar su lugar de origen para trasladarse a una localidad diferente, las pautas de identificación de peligro (engaño, manipulación, etc.) y las de autocuidado (indagar la identidad del oferente, dar aviso a la familia, constatar con fuentes independientes, etc.) quedan determinadas por lo que subjetivamente la joven admite como un rango aceptable de riesgo en función de los beneficios materiales (dinero, vivienda, confort, etc.) o imaginarios y simbólicos
(reconocimiento, prestigio, etc.) que espera obtener de su conducta.

Despersonalización y desubjetivación.

En los crímenes económicos las víctimas son anonimizadas, es decir carecen a los ojos del infractor
de una identidad, de una historia, de sentimientos y personalidad. Como dice García-Pablos (7) su ausencia física, la falta de una relación personal y directa de la misma con el infractor, son datos que operan como poderosos mecanismos de neutralización o justificación. Este mecanismo de distanciamiento entre el infractor y su víctima, la racionalización de su conducta y la autoexculpación, se observa tanto en el caso de los tratantes como en los clientes de la prostitución, en estos últimos como una forma de salvaguardar el concepto de sí mismos desentendiéndose de la humanidad de quién es utilizado como un mero producto de consumo. Es
frecuente hallar en las declaraciones judiciales, expresiones como “yo sólo quería un poco de diversión”, “las chicas trabajan porque quieren”, “nunca me imaginé que esa joven podría ser víctima de trata”, etc.

 Estos procesos de anonimización de las víctimas, son complementarios y concurrentes a otros que tienden a la progresiva y paulatina desubjetivación. La subjetivación es un proceso psíquico complejo, que incluye tanto la biografía como las experiencias actuales, por medio del cual los seres humanos edifican de manera continua y dinámica su identidad.
De manera que “ser sujeto” no es algo que viene dado por el sólo hecho de tener una identidad jurídica, sino que deben acontecer un conjunto de hechos fundantes dadores de identidad, entre ellos y muy fundamentalmente el amor y cuidado parental en las primeras etapas de la vida, y los intercambios simbólico-lingüísticos en la vida adulta (Duschatzky & Corea, 2002 Pp. 72). La desubjetivación no es necesariamente el camino inverso de la subjetivación, en el sentido de una regresión involutiva hacia sus elementos constitutivos, sino como plantea Corea (Ob. Cit. Pp. 73) se trata de un modo de habitar la situación marcada por la imposibilidad, estar a merced de lo que acontezca habiendo minimizado al máximo la posibilidad de decir “no”, de hacer algo que desborde las circunstancias. Es una configuración psíquica resultante del desposeimiento de la capacidad de decisión y de asunción de responsabilidad, y en este sentido es una forma de alienación.

Clasificación de los tipos de víctimas
…..

Otras perspectivas

Otros criminólogos si bien no se han preocupado por clasificar a las víctimas en función de su rol en el consumación del hecho delictivo, tal como lo proponían los autores antes mencionados, si se han enfocado de la situación de la víctima y sus consecuencias. Hilda Marchiori (2008:141), la
prestigiosa criminóloga argentina, ha abordado la problemática en diferentes artículos señalando
siempre que el accionar del captador gira en torno a crear un estado mental en su víctima que le impida juzgar críticamente su situación y las “generosas propuestas” que le realiza. Sostiene que la figura perversa del reclutador conduce a la víctima a un estado de credibilidad, a una actitud de confianza, ofreciéndole ‘generosa y desinteresamente’ una solución a la situación en la que se encuentra la víctima. (pp.475)

Una vez descubierto el engaño y ya encontrándose en situación de explotación, la extrema vulnerabilidad (económica, jurídica, y psicológica) de la víctima, facilitan el accionar criminal puesto que aun pudiendo establecer contacto con sus familiares o allegados e incluso con las fuerzas de seguridad para requerir ayuda, algunas víctimas desisten y no lo hacen.
Algunas víctimas influyen sobre las otras para persuadirlas de la inconveniencia de solicitar ayuda, o coaccionarlas para aceptar su situación y desistir de cualquier intento de evasión. Por ello, el estereotipo que suelen propalar los medios de comunicación mostrando mujeres encadenadas o encerradas en habitaciones enrejadas, no siempre se corresponde con la situación real, pues el control que efectúa el explotador sobre sus víctimas apunta al doblegamiento psicológico tornando innecesarias las medidas físicas de impedimento de la libertad. De este dato se desprende que la trata de personas es fundamentalmente un delito que requiere para su comisión de la sumisión psíquica de la víctima y del agotamiento de cualquier atisbo de resistencia y defensa. Por este motivo, lo fundamental son los procesos de sugestión y aislamiento, persuasión,
manipulación, y finalmente la sumisión y la obediencia a un amo que, en no pocos casos, es considerado un “benefactor”.

Marie France Yrigoyen (2000:79) habla de la seducción perversa para dar cuenta del proceso de
dominación psíquica que efectúa el agresor. Dice “así el dominador puede llegar a apropiarse de la mente de la víctima, igual que un verdadero lavado de cerebro (...) la víctima queda literalmente
<<anonadada>>, se convierte en cómplice de lo que la oprime. En ningún caso se trata de un consentimiento por su parte, sino que ha quedado cosificada, se ha vuelto incapaz de tener un pensamiento propio y sólo puede pensar igual que su agresor”.

Eva Giberti (2014) sostiene como principal factor propiciador del delito de la trata de personas, a un fenómeno de mercado que sostiene una demanda constante de sexo pago, potenciado por la violencia de género, el desempleo, la pobreza y la discriminación, a la vez que le adjudica un lugar protagónico al Estado como productor de vulnerabilidades sociales. Dice “un Estado que se desentiende en tal situación se convierte en productor de desvalimiento para un sector de sus ciudadanos/as.” Giberti distingue un desvalimiento social del desvalimiento psíquico. Son dos dimensiones entrelazadas en la problemática de la trata. Respecto del primer tipo de desvalimiento va a decir que las víctimas provienen generalmente de sectores populares empobrecidos en las que permanecieron durante años esclavizadas o prostituidas. En el plano de las motivaciones Giberti sitúa al afán de lucro (ilegal) como un elemento clave para comprender el accionar criminal, y a las fallas en la constitución subjetiva en los primeros estadios de la infancia como punto de vulnerabilidad y desvalimiento psíquico en las víctimas. Giberti retoma a Freud (Inhibición, Síntoma y Angustia, 1926) cuando éste plantea que en el desvalimiento coincide un peligro externo con uno interno, es decir, un peligro realista y una exigencia pulsional que
desborda la capacidad de tramitación del aparato psíquico.

La vulnerabilidad de las víctimas

El diccionario de la Real Academia Española define como vulnerable aquel que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente. Por lo tanto la vulnerabilidad debe ser entendida como una capacidad de respuesta física y/o psicológica disminuida de un individuo o grupo, ante una situación adversa natural (v.g. inundaciones), social (desempleo) o criminal (violación, robo, etc.).

La vulnerabilidad desde la perspectiva social se la asocia a la pobreza y a los procesos de fragilización económica, a los desplazamientos forzados por cuestiones políticas o religiosas, a los desastres ecológicos-ambientales y a los enfrentamientos armados, por mencionar las principales causas. La vulnerabilidad depende de factores diversos, tales como la edad y el estado de salud, de las condiciones higiénicas y ambientales de vida, así como la calidad y condición de empleo, a las que debemos adicionar la historia personal y la capacidad de adaptación ante una situación de cambio que implique un desafío en términos de exigencia psicofísica.

Garcia-Pablos (Ob. cit., Pp. 137) distingue desde la perspectiva victimológica los factores de riesgo como aquellos atributos de la víctima que, desde la perspectiva del infractor, resultan atractivos y
convenientes para la comisión del delito (v.g. ostentación de bienes, conducta imprudente, etc.) de la vulnerabilidad o grados de vulnerabilidad (física, psicológica o socioeconómica) que preexisten al hecho delictuoso y modulan el alcance del daño. Esos factores moduladores pueden ser: a) biológicos (edad, sexo, estado de salud, embarazo, etc.) b) biográficos (estrés, victimización previa, antecedentes psiquiátricos, desarraigo, etc.), c) sociales (situación de empleo, recursos económicos, habilidades sociales, etc.) y, d) psíquicas (baja inteligencia, ansiedad, inestabilidad emocional, bajo locus de control).

De lo apuntado en el párrafo anterior se infiere que los factores de riesgos (predisponentes) y los factores moduladores de vulnerabilidad, pueden y regularmente son los mismos. En el caso de la trata de personas el nivel educativo alcanzado funciona, primero, como un factor de riesgo, en la medida que una mujer con bajo nivel de instrucción puede ser más fácilmente engañada con propuestas laborales poco verosímiles; segundo, como un modulador negativo de vulnerabilidad, pues una vez que el delito se encuentra en proceso, en este caso la captación y la posterior explotación sexual, una persona instruida tendrá más y mejores recursos cognitivos para afrontar la situación y eventualmente solicitar ayuda.

La vulnerabilidad de las víctimas y los factores que la determinan es uno de los temas centrales de la victimología. Asociado a este concepto se encuentra el de victimogénesis, término utilizado por
Ellemberger (1954), para definir el conjunto de factores que predisponen a ciertos individuos a
devenir en víctimas, que más arriba lo hemos señalado como factores de riesgo.

Existen factores objetivos entre los que encontramos a las situaciones criminógenas (ambientales,
urbanísticas, etc.), las características biológicas (edad, sexo y estado de salud) y carencias de las víctimas, estilo de vida, los estereotipos sociales, etc., estos factores influyen determinando que los índices de victimización no se distribuyan de manera homogénea en la población (riesgo diferencial), sino de un modo muy desigual entre los grupos y subgrupos. El medio social tiene una participación victimogénesica que tiene como base determinados prejuicios y percepciones de los grupos minoritarios, como los inmigrantes, los adictos, las prostitutas y los transexuales. En el delito de violación de una prostituta, por ejemplo, el victimario usufructúa los estereotipos e imágenes sociales ligadas al estilo de vida de las prostitutas, para autojustificar su conducta.
Podrá argumentar que se trata de una mujer que vende su cuerpo y por lo tanto no hay ningún
mancillamiento de su honor (negación de la víctima), o bien porque precipitó una conducta deseada (culpabilización de la víctima) o, también, porque su negativa era aparente (hecho consentido) o que se trató de una maniobra utilizada para inculparlo y perjudicarlo penalmente (conversión del delincuente en víctima).

El estilo de vida remite a las actividades cotidianas y de rutina, a las pautas de conducta y de autocuidado, que mantienen relación con dos elementos claves, a saber: a) la proximidad al riesgo y, b) la exposición al riesgo. Una persona que por sus hábitos y/o actividad laboral o de ocio tenga mayor contacto con extraños, por ejemplo, tendrá una probabilidad mayor de sufrir un hecho delictivo que aquella que permanece alejada o rodeada de personas conocidas. El estilo de vida no es un hecho cristalizado sino por el contrario, es dinámico y cambiante pues depende de la interacción simbólica del sujeto con su entorno y sus protagonistas, en el sentido que lo plantea el
interaccionismo simbólico (9) de Herbert Blumer, George Mead e Irving Goffman.
 
Prostíbulo de ciudad La Plata, Pcia Bs As. Foto diario El Día

Clasificación de los factores de riesgo y de vulnerabilidad

Los factores que ejercen influencia en la predisposición de ciertos sujetos a ser víctimas de delitos, pueden ser clasificados en dos grandes grupos: a) Los factores de riesgo, b) los factores de vulnerabilidad.

a. Factores de riesgo (víctima predispuesta, potencial o latente):

A. Situacionales: según el medio o hábitat de vida, (tipo de población, zona urbana o rural, nivel de seguridad ciudadana, etc.), la situación propiamente dicha de interacción entre el delincuente y su víctima potencial.

B. Biológicos: etnia, edad, y sexo.

C. Biográficos. Antecedentes psiquiátricos, abusos o maltratos, victimización criminal, abandono parental, etc.

D. Socioeconómicos: condiciones de empleabilidad y empleo, nivel de acceso a los sistemas de la seguridad social (salud, educación, etc.), nivel de ingresos y red de relaciones sociales.

E. Rasgos de personalidad: Ambicioso/generoso, sensible/agresivo, dependiente o autónomo,
confiado/suspicaz, sumiso/dominante, etc. (10)

F. Estilo de vida: hábitos de vida, rutina cotidiana, hábitos de consumo y formas de relacionamiento con el entorno social,

G. Medio familiar: maltratante.

b. Factores de vulnerabilidad (moduladores entre el hecho criminal y el daño psíquico emergente)

Estos pueden ser tanto psicológicos como situacionales, y toman un especial significado al
comportarse como moduladores positivos/negativos entre el hecho criminal y la vulnerabilidad de la víctima. Entre los factores de vulnerabilidad, encontramos:

- Los inherentes a la vulnerabilidad generalizada.
- Los biológicos como la edad y el sexo.
- Los referentes a la personalidad, tales como: hiperestesia (sensibilidad); hipertemia (expansividad); impulsividad (inestabilidad); ingenuidad (dependencia); nivel intelectual y ansiedad.
- Los sociales, como: económicos, laborales, apoyo social informal, roles, redes y habilidad.
- Los biográficos: victimización previa; victimización compleja y antecedentes psiquiátricos.

Aspectos socioculturales
Condenados a gozar: los imperativos de la sociedad posmoderna.

La sociedad de consumo opera en base a una lógica de intercambios en la que el dinero cumple el rol de articulador fundamental de las relaciones humanas. El dinero configura relaciones de poder y de dominación, y por lo tanto es un concepto social. Una cultura y una sociedad que impone como nuevo imperativo categórico el gozar constantemente tornando doloroso cualquier aplazamiento del placer. Por esta vía tanto los “clientes” como su víctima son, de manera persistente, estimulados a buscar y ofrecerse como objetos de satisfacción de otros. El sentido de la existencia se condensa en el instante de gozo que proporciona el adquirir, el poseer y el dominar; tan intenso como efímero el efecto del consumo exige renovar la experiencia para seguir existiendo.

La víctima del abuso sexual, de la esclavitud, del maltrato, es una persona degradada a la condición de objeto, algo material, un puro cuerpo que vale en función de su capacidad de producir una ganancia, de la cual es desapropiada. La víctima no es víctima, sino un bien fungible es decir aquello que se consume y extingue con el uso, y se reemplaza por otro bien de las mismas características. Esta reducción de la condición humana a la de mercancía, instala como regla de juego en los intercambios humanos a la legalidad del mercado. Así, entonces, hablamos de
“clientes”, “usuarios”, “servicios”, y fundamentalmente, “comprar” y “vender”.

Plantea Lipovetsky (1996 citado por Toro Castillo 2011:115) “vivimos en una sociedad postmoralista, puesto que obedece a los intereses personales, que no ordena ningún sacrificio mayor, donde prima la satisfacción hedonista”. Este discurso consumista, sostenido desde los medios de comunicación, de la publicidad y el mercado en general, ha naturalizado la adquisición de bienes como elemento central de la constitución subjetiva.

Bárbara Toro Castillo (2011) afirma que los medios masivos de comunicación condicionan y agrupan a las personas a acoplarse a estilos de vida hegemónicos, ejerciendo una acción homogeneizadora y de aplanamiento de la diversidad. La prensa, la radio, la televisión e internet han abarcado la realidad social como una verdad absoluta. Los medios masivos de comunicación se apoderan de los discursos sociales dando como resultado representaciones sociales aceptadas y legitimadas como verdad. Es en gran medida a través de los medios que los sujetos construyen las representaciones, los imaginarios colectivos, de lo que es ser hombre o ser mujer.
Venden, promocionan y propalan valores, imágenes y conceptos de éxito, de amor y de sexualidad. Produce el “sentido” de la vida cotidiana de todos los seres humanos.
Jean Kilbourne (11) puso en evidencia la relación entre la publicidad y las representaciones sociales de la mujer en distintos épocas del siglo XX. La agresión, el desnudismo y las escenas sexuales son usualmente utilizados por los medios de comunicación como un ornamento especial para agregar atractivo a los productos. A su vez el hombre también ha sido estereotipado en el transcurso de la historia, el varón ha sido enmarcado dentro de una imagen fuerte, agresivo, proveedor del dinero y del poder.
 
whiskería. Foto Diario Uno
A modo de cierre

Los aportes de la victimología nos permiten comprender de una manera diferente la interacción entre la víctima y el infractor. Diversos trabajos de investigación han demostrado de manera convincente que la persona que sufre una acción dañosa a manos de un tercero, no un objeto pasivo, puramente receptivo, sino que por el contrario es posible identificar conductas activas y características de la víctima que coadyuvan a la materialización del hecho criminal. Esta perspectiva se la ha cuestionado desde diferentes ámbitos por considerarla exculpadora del infractor transfiriendo parte de la responsabilidad o culpa a la víctima. Creemos que más allá de los posicionamientos ideológicos y doctrinarios, y de la fragilidad metodológica conceptual de las clasificaciones victimales existentes, la pregunta por el rol de la víctima en los casos de trata con fines de explotación sexual como factor facilitador es un interrogante válido y que, intentar dilucidarlo, arroja luz sobre la dinámica del fenómeno. Aproximarnos a la identificación de ciertas características y atributos comunes de las víctimas, es a nuestro juicio un aporte con vistas a la prevención y focalización de las intervenciones del Estado.

La trata, en tanto delito complejo, puede ser abordada desde diversas aristas y dimensiones. Al menos deberán considerarse, para una adecuada aproximación de este fenómeno criminal, las dimensiones individuales (aspectos psicológicos de la víctima y su relación con el victimario), la dimensión social (familia, condiciones de empleo, educación, acceso a la salud, etc.) y un plano histórico-cultural (valores, representaciones sociales, tradiciones, creencias, prejuicios, etc.).

La sociedad de consumo opera en base a una lógica de intercambios en la que el dinero cumple el rol de articulador fundamental de las relaciones humanas. La víctima es unpuro cuerpo que vale en función de su capacidad de producir una ganancia. Esta reducción de la condición humana a la de mercancía, instala como regla en los intercambios humanos, la legalidad del mercado. Así, entonces, hablamos de “clientes”, “usuarios”, “servicios”, y fundamentalmente, “comprar” y “vender”.

Una cultura y una sociedad que impone como nuevo imperativo categórico el gozar constantemente tornando doloroso cualquier aplazamiento del placer.
Este imperativo recibe poderosos refuerzos desde los medios masivos de comunicación, ejerciendo una acción homogeneizadora de la opinión pública y de aplanamiento de la diversidad subjetiva imponiendo determinadas representaciones sobre el mundo, la familia, la sexualidad, el ser hombre y el ser mujer.


4-El punto en el que se centra la victimodogmática es juzgar la contribución de la víctima en la consumación del delito y en cómo ello afecta la punibilidad de la conducta típica del autor.

5-http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/40/34&Lang=S

6Cfr. SANGRADOR, J. I,., La victimología y el sistema jurídicopenal, eit., págs. 65 y ss. citado por García-Pablos (ob. cit.)

7-Ob. Cit. Pp. 131

9-Enfoque teórico dentro de las ciencias sociales que analiza la significación de las acciones desde una perspectiva ecológica, es decir, considera las interacciones comunicacionales en un determinado entorno real y simbólico.

10-Raymond Cattel (1905-1998), el reconocido e influyente psicólogo británico, sostiene que la personalidad y sus rasgos particulares son lo que permite predecir cómo se comportará la persona ante una situación determinada. Los rasgos pueden ser temperamentales (alto grado de heredabilidad), dinámicos (aspecto motivacional de la conducta) y actitudinales o de habilidad (para afrontar y superar situaciones complejas).


11- Jean Kilbourne (1943- ) es doctora en educación (Universidad de Boston) es autora y directora de cine reconocida internacionalmente por su trabajo en la imagen de la mujer en la publicidad y sus estudios críticos de la publicidad del alcohol y el tabaco.


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