miércoles, 23 de julio de 2014

Indefensión Adquirida y Síndrome de Estocolmo

Indefensión Adquirida y Síndrome de Estocolmo

Por Alberto B Ilieff





Ante la prostitución y la trata de personas surgen reiteradamente una serie de preguntas, por ejemplo: ¿por qué una mujer sometida se queda y sostiene esa situación? ¿por qué motivos no se rebela? ¿por qué aún pudiendo no escapa? ¿por qué no pide ayuda?.Estas son solamente algunas. Surgen del fondo común de pensar que esa situación no es una situación buscada ni deseada, un dato importante es que son las mismas preguntas que suelen darse ante los casos de violencia intrafamiliar de género.
Cuando no se tienen elementos o conocimientos suficientes es muy probable que estas incógnitas sean respondidas mediante: se quedan porque les gusta, sienten placer, es una vida fácil, están ahí porque quieren, nadie las obliga y otras similares. De este modo se termina culpabilizando a quien en realidad es víctima de una serie de maniobras destinadas al quebrantamiento de su personalidad, la destrucción de su autoestima y la manipulación.

Los  psicólogos han establecido dos síndromes que pueden estar presentes y serían los responsables de estas conductas. Ellos son:
-Síndrome de indefensión adquirida
-Síndrome de Estocolmo.

Esto es muy evidente cuando las personas son rescatadas y en lugar de colaborar con sus rescatistas, muchas veces se resisten y oponen y hasta los culpabilizan.
También son responsables de que las personas sometidas no se consideren a sí mismas víctimas.

Ellos  pueden ser detectados en las personas en prostitución como también  en otras situaciones como pueden ser las de violencia intrafamiliar, secuestro, reducción a la servidumbre, esclavitud y otras.

Si unimos estos elementos a los de la persuasión coercitiva,  tendremos un cuadro muy variado de técnicas establecidas para lograr el objetivo de sometimiento y uso de las personas victimizadas.




Algo que no debemos perder de vista es el proceso de socialización.  En  nuestra cultura se da un proceso eminentemente patriarcal que de por sí implica el sometimiento de toda mujer, su propia desvalorización y la limitación de su sentido de la vida a ser servidora de los hombres en sus papel de procreadora, cuidadora del hogar y quien debe satisfacer sexualmente.
El vivir un clima de violencia de este tipo, al que se le pueden agregar los abusos sexuales –más del 70% de las mujeres en prostitución fueron abusadas sexualmente en su infancia-  ante los cuales la niña debió guardar silencio o fue descreída por quienes debían protegerla –en algunos casos ellos mismos fueron los autores-hacen que esta sea naturalizada, considerada como parte del destino de ser mujer y por esto, cuando se reitera, no es identificada como violencia.
En estos casos la niña, la mujer, ya parte de un piso que no es cuestionado porque en la mayoría de los casos ni siquiera es reconocido, que naturaliza y equipara su “ser femenino” con la disponibilidad para satisfacer los roles que le son prescriptos entre los que se encuentra el de “servir” sexualmente al hombre.
Esto implica que en muchos casos la mujer sometida a prostitución cuando defiende la ideología del opresor, cuando ella repite convencida las ideas de quien la usa para sus fines o sea que en su voz habla el proxeneta-tratante, el patriarcado, lo hace desde esta matriz en la que fue constituida su subjetividad, independientemente de ser indefensión adquirida o un síndrome de Estocolmo lo que padece. Esto es responsable de que las mujeres no reconozcan ser víctimas de violencia, y en  el caso de la prostitución de  que estén convencidas de que esta es una forma incluso positiva, una forma de empoderamiento, pues aquello que sufrieron pasivamente en su infancia y luego es impuesto como destino femenino, ellas lo aplican para obtener dinero.
La consideración por parte de las personas en situación de prostitución de ser tenidas  como “trabajadoras sexuales” es la formalización de esta idea basada en la naturalización del abuso y la desigualdad de género. Cuando prestamos oído atento a sus supuestas reivindicaciones descubrimos que a quien escuchamos es al patriarcado, es la voz del proxeneta, de ahí que el resultado sea que, salvo cambiar el nombre, la situación sigue siendo la misma, la tradicional en nuestra sociedad.




Síndrome de Indefensión Adquirida


Este síndrome también lo hallamos presente en las situaciones de violencia intrafamiliar.  Es el que explica por qué las mujeres violentadas manifiestan una actitud de aceptación sumisa,  y aún pudiendo, no huyen de quien las maltrata, e incluso, una vez liberadas, pueden volver a la misma situación.

Su existencia se comprueba negativamente, por la ausencia de conductas defensivas y autoafirmativas normalmente esperables.

Decimos que esta indefensión es adquirida pues ha sido aprendida y a partir de ahí sostenida como un mecanismo de  sobrevivencia. Desde el primer momento en que la persona es  sometida cuando manifiesta algún atisbo de resistencia es brutalmente reprimida  a través de distintas conductas pudiendo ser estas verbales, castigos simbólicos llegando a los golpes, quemaduras con cigarrillos, visualización de torturas e incluso muerte de otras personas, y violaciones reiteradas. Así  aprende a contener e incluso a suprimir cualquier conducta propia autoafirmativa, cualquiera que implique una voluntad  que vaya algo más allá de aquello que los proxenetas o explotadores  quieren.

El modelo de "indefensión aprendidaexplica que una persona sometida a acontecimientos incontrolables, en este caso actos violentos, generará un estado psicológico donde la respuesta de reacción o huida queda bloqueada, lo que se manifiesta en forma de indefensión, incompetencia, frustración y depresión.
La imposibilidad de controlar la agresión generará en la víctima una afectación motivacional y pasividad, dificultad para la resolución de problemas, y por tanto de confrontar con la situación en que fue inmersa.

Este estado psíquico puede ser debido a la conjunción de varios factores como son la extrañeza de la situación en sí misma, la incapacidad para racionalizar las causas y para controlar los efectos y el miedo – terror que le es impuesto mediante una violencia extrema. Desde este punto de vista, la parálisis que presenta la persona es consecuencia de lo que vive y puede ser considerada como una forma adaptativa de respuesta, dado que cualquier otra puede llevarla a sufrir nuevos daños o la muerte.

Algunos signos
·           Baja autoestima

·           Déficit intelectual

·           Deficiencias cognitivas

·           Poca motivación

,            Pasividad


Síndrome de Estocolmo


El Síndrome de Estocolmo es un proceso psicológico de carácter inconsciente,  en el que la víctima de trata, de secuestro, o persona detenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con su victimizador. Esta situación puede llegar al extremo en que la víctima  ayude a los captores a alcanzar sus fines o evadir a la policía.

Debe su nombre a un hecho curioso sucedido en la ciudad de Estocolmo, Suecia. En 1973 se produjo un robo en el banco Kreditbanken de la mencionada ciudad sueca. Los delincuentes debieron mantener como rehenes a los ocupantes de la institución durante 6 días. Al entregarse los captores, las cámaras periodísticas captaron el momento en que una de las víctimas besaba a uno de los captores. Los secuestrados defendieron a los delincuentes y se negaron a colaborar en el proceso legal posterior.

Desde el punto de vista psicológico, este síndrome es considerado como una de las múltiples respuestas emocionales que puede presentar el secuestrado a raíz de la vulnerabilidad y extrema indefensión que produce el cautiverio.

Da cuenta de una situación paradójica en la que la persona agredida reinterpreta la realidad a favor de su agresor, considerando que este la está cuidando o que lo que está haciendo es correcto.
Hay que tener en cuenta que en la  trata de personas o en situaciones de grave aislamiento social, como podría darse en la violencia intrafamiliar hacia la mujer, en las que las condiciones y posibilidades de sobrevivencia se hallan en manos de los captores, se establece una regresión dependiente dado que la persona realmente depende material y afectivamente de las decisiones y/o caprichos de quienes la retienen, o sea que la posibilidad de muerte es real  así como la vivencia de situación sin escapatoria.

Es común que en las situaciones de violencia y aislamiento las personas victimizadas ante la necesidad imperiosa de afecto y de una señal esperanzadora se aferren y se sientan agradecidas del menor gesto benevolente de parte de su agresor, provocando esto, en muchos casos, sentimientos ambivalentes. Aún los actos agresivos se los hace encajar en un sistema de necesidad que los justifica, quitándoles de ese modo lo imprevisible e incontrolable.

Se puede observar luego de una liberación un sentimiento  de gratitud consciente hacia los secuestradores, tanto en los familiares como en las víctimas directas. Agradecen el hecho de haberlos dejado salir con vida, sanos y salvos y a veces recuerdan - sobre todo en las primeras semanas posteriores a la liberación - a quienes fueron amables, o tuvieron gestos de compasión y ayuda.

El síndrome sólo se presenta cuando la persona víctima se identifica inconscientemente con su agresor, pudiendo asumir  la responsabilidad de la agresión, o imitando física o moralmente la persona del agresor, o adoptando ciertos símbolos de poder que lo caracterizan. Por ser un proceso inconsciente la víctima del secuestro siente y cree que es razonable su actitud, sin darse cuenta de la identificación misma ni asumirla como tal, la persona no se percata de ello, es el observador externo quien puede encontrar desproporcionado e irracional  que la víctima defienda o disculpe a los agresores y justifique los motivos que tuvieron para secuestrarla.
 


Este mecanismo ayuda a  la persona a negar y no sentir la
 amenaza de la situación y/o la violencia.

Puede ser descripto  como un estado disociativo por el que la víctima niega la violencia del agresor, al tiempo que desarrolla un vínculo con el lado que percibe más positivo de aquel. Para lograr esto  la víctima ignora sus propias necesidades mientras desarrolla una actitud hipervigilante ante las de su agresor, mostrándose dispuesta a asumirlas como propias.

El principal logro podría ser obtener un mejor nivel de ajuste al entorno amenazante sobre el que ejerce nulo control.


Resumiendo, en general este síndrome se puede dar en las siguientes circunstancias:

*      Cuando la persona víctima de trata o en importante situación de vulnerabilidad comprende que en la medida en que coopera es menos agredida.
*      Cuando las personas victimizadas quieren protegerse, en el contexto de situaciones incontrolables, buscando cumplir los deseos de sus captores.
*      Cuando los delincuentes tienen  rasgos de compasión o de reconocimiento afectuoso lo que impacta vivamente en las personas sometidas a extrema carencia de afecto.  De aquí puede nacer una relación emocional de las víctimas por agradecimiento con los autores del delito.
*      Cuando la pérdida total del control que sufre  durante  la trata y el miedo que ello significa, se hace soportable en la medida en que la víctima se identifica con los objetivos y pensamientos del violento a quien se halla peligrosamente sometida.

El síndrome de Estocolmo es más común en personas que han sido víctimas de alguno de las siguientes situaciones de violencia:

Tratadas
Rehenes
Miembros de una orden de culto.
Niñas y niños con abuso psicológico.
Prisioneros de guerra.
Mujeres en Prostitución.
Prisioneros de campos de concentración.
Víctimas de incesto.

Para detectar y diagnosticar el síndrome de Estocolmo, se hacen necesarias dos condiciones: 

1.         Que la persona haya asumido inconscientemente, una notable identificación en las actitudes, comportamientos o modos de pensar de los captores, casi como si fueran suyos.
2.         Que las manifestaciones iniciales de agradecimiento y aprecio se prolonguen a lo largo del tiempo, aún cuando la persona ya  se encuentra integrada a sus rutinas habituales y haya interiorizado la finalización del cautiverio.




 


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