domingo, 15 de marzo de 2020

La prostitución y el mito de la libertad


La prostitución y el mito de la libertad

27/02/2019
AUTORA
Tasia Aránguez Sánchez
Resposable de Estudios Jurídicos de la Asociación de Afectadas por la Endometriosis (Adaec) y profesora del Departamento de Filosofía del Derecho de la Universidad de Granada

La libre elección, el derecho a procurar mi propia felicidad, mi derecho a autodeterminar mi identidad, el libre desarrollo de mi personalidad, la elección de mi estilo de vida en una sociedad tolerante, la meritocracia, el emprendimiento, el empoderamiento, mi derecho a perseguir mi voluntad, mi derecho a defender mis intereses…estas nociones son el corazón de la utopía liberal que, tras varios siglos desde las primeras enunciaciones liberales, aún mantiene la hegemonía ideológica de nuestro mundo.

No cabe duda de los cambios positivos que el liberalismo trajo al mundo frente a la sociedad estamental del Antiguo Régimen. Además, el ideal de la libertad sirvió y sigue sirviendo de inspiración para la lucha feminista y estuvo presente desde el comienzo en la lucha anticolonial. También inspiró al movimiento obrero: el marxismo evidenció las contradicciones entre esa libertad proclamada y la realidad material de la clase obrera.

En nuestros días, en un contexto de economía neoliberal, no solo existe una contradicción entre la libertad sobre el papel y la libertad real, sino que además el mito de la libertad se utiliza para ocultar la opresión. Así, nos hacen creer que emigramos por espíritu aventurero, o como denuncia el filósofo Zizek, que el paro es la situación ideal para reinventarse. Se nos invita a contentarnos con salarios bajos a cambio de “una buena imagen” y a percibir nuestra situación de falsas autónomas como la oportunidad de ser empresarias de nosotras mismas.

La creciente desigualdad no nos indigna tanto si la vemos como un estilo de vida que hemos elegido  porque somos diferentes. Con respecto a la tolerancia liberal, señala Zizek, esta significa que cada persona es libre de hacer lo que quiera siempre que se mantenga apartada y no nos contamine con sus diferencias incómodas.




La inclusión liberal es frecuentemente un fetiche humanitario, un juego de enumeraciones con muchas comas, un anuncio de coca-cola que enfatiza la diferencia y la vuelve un folclórico producto de consumo sin permitirnos dialogar con ella, incluyendo la crítica argumentada, y transformarnos a nosotras mismas en ese intercambio.
La libertad se ha convertido en la ideología legitimadora que oculta la desigualdad social. La filósofa Martha Nussbaum rechaza la concepción liberal que ve los derechos humanos como una voluntad o una libertad individual que se ha de proteger. En primer lugar hay que señalar que los deseos son muy maleables, son adaptables a las expectativas y posibilidades. Aprendemos a no desear cosas que la realidad social y política pone fuera de nuestro alcance. Una niña que jamás en su vida ha probado un helado y que no sabe ni que existe, no puede desear comer uno.

Con frecuencia las aspiraciones de las mujeres se adaptan a las descripciones propias de su época sobre el papel que les corresponde, en términos de belleza, inclinación al cuidado, convicción acerca de nuestra supuesta debilidad física, etc. Además las mujeres podemos llegar a aceptar una mala situación si no podemos acceder a ninguna mejor, incluso aunque eso implique peligro para nuestra vida, nuestra integridad física o sufrir ofensas constantes contra nuestra dignidad.

De este modo,  un ideal social que ponga el acento en la libertad, sin destacar la necesidad de unas condiciones previas de igualdad, termina por reforzar un statu quo injusto y por frenar cualquier cambio real. Es frecuente que en nuestra sociedad escuchemos discursos que culpan a las mujeres de la opresión que padecen, achacándola a sus propias “elecciones” (ella eligió a ese hombre, ella eligió continuar con él, ella decidió tener hijos, ella decidió ir a su casa, ella decidió dejar su trabajo para cuidar, ella decidió estudiar esa carrera).

Estos discursos minimizan el modo en el que la ideología patriarcal moldea los deseos de las mujeres, y también minimizan el hecho de que necesitamos información y medios materiales para poder tomar decisiones libres. Por ejemplo, imaginemos que a una persona se le ofrecen dos “soluciones” frente a su problema de salud: morirse o ser amputada. La persona escoge la amputación, ¿hubiera escogido lo mismo de tener más alternativas sanitarias?

Las personas de izquierdas están bastante de acuerdo con lo expuesto hasta aquí. Sin embargo, cuando entra en juego la esfera de la sexualidad, casi todo el mundo parece volverse repentinamente neoliberal. Por suerte, ahí están las feministas como Ana de Miguel, Rosa Cobo o Pilar Aguilar para denunciar los mitos liberales. El feminismo denuncia que la sociedad patriarcal, en alianza con el capitalismo, ha elaborado el mito de la libre elección: la idea de que las mujeres permanecen en posiciones de subordinación por voluntad propia. La prostitución y los vientres de alquiler son fenómenos que expresan la manifestación extrema de este discurso.

Este mito de la libre elección, al aunarse con el patriarcado, llega a extremos terribles. Como sostiene Catharine MacKinnon, la noción del consentimiento sexual en la sociedad patriarcal actual llega a ser tan perversa que una mujer puede estar muerta y supuestamente haber consentido la relación sexual. Según la jurista, las mujeres somos educadas en la sociedad de la pornografía para desear ser humilladas, y el patriarcado llama a eso “libertad sexual de las mujeres”. No importa lo que le ocurra a una mujer, que puede ser torturada o empalada: si eso se produce durante una “relación sexual”, la sociedad patriarcal presumirá su consentimiento, sin que apenas importen sus palabras o los hechos.

Es en este contexto teórico donde se produce el “debate” sobre la prostitución. El mito de la libre elección llega a emplearse para argumentar a favor del derecho de las mujeres a elegir prostituirse. Muchas personas que se declaran de izquierdas, feministas o incluso feministas interseccionales (antirracistas) deciden pasar por alto, en este caso, los aspectos estructurales del fenómeno y mirar el asunto como si consintiese en la firma de un acuerdo entre dos personas libres e iguales.

Poco les importa que casualmente los puteros sean hombres y las prostituidas las mujeres, no les importa que la inmensa mayoría de las mujeres prostituidas sean inmigrantes, no les importa que la prostitución sea un fenómeno terriblemente racista y colonial, les da igual que la prostitución sea el tercer negocio más lucrativo del planeta ni que los hombres de la mafia proxeneta sean sus grandes beneficiarios, poco les importa que las mujeres prostituidas carezcan de opciones laborales o de papeles, o que provengan de historias de violencia de género o de abuso sexual infantil, poco les importa que las mujeres sean tratadas como cosas y que gran parte del “morbo” radique en la impotencia y desesperación de las mujeres, poco les importa que su salud sea puesta en grave riesgo constantemente, que sufran niveles de violencia incomparables con ningún trabajo asalariado, o que no sea posible establecer medidas de seguridad e higiene laboral ni inspecciones de trabajo.

Se empeñan en defender el ideal de un pacto entre personas autónomas, iguales y libres cuando saben perfectamente que los puteros exigen constantemente “género nuevo”, lo que exige un nivel de movilidad constante solo posible en un modelo de “gran empresa” organizado por cuenta ajena y a escala internacional, que mueva grandes sumas de dinero, como es el caso de la industria proxeneta.



La “libertad sexual” se confunde con “libertad para desear lo mismo que desean los hombres” y se tacha de puritano el discurso feminista que defiende el derecho de las mujeres a tener relaciones sexuales solo cuando satisfagan nuestro placer afectivo-sexual (y no solo el placer masculino, como es usual). Se nos acusa de estigmatizar formas de sexualidad disidente por puritanismo.
En primer lugar, la prostitución no es una sexualidad disidente, sino una de las grandes expresiones de la ideología patriarcal y capitalista dominante. El segundo lugar, nuestra motivación, lejos de ser puritana, se basa en una concepción igualitaria de la libertad y en una concepción emancipadora de las relaciones sexo-afectivas. El tercer lugar, las abolicionistas no estigmatizamos a las mujeres prostituidas, sino que es la dinámica prostituyente/patriarcal la que estigmatiza a las mujeres a las que concibe como seres para usar y desechar. Las abolicionistas, seamos o no sobrevivientes de la prostitución, nos percibimos como parte de la clase sexual de las mujeres y nos negamos a reproducir la división tradicional entre esposas y putas, que tiene como finalidad impedir la alianza de las mujeres.

Por último, creo que el estigma no es el único problema, ni el problema principal de las mujeres prostituidas, del mismo modo que la victimización no es el único ni el principal problema de las mujeres víctimas de violencia de género en la pareja. El énfasis desmedido en el estigma forma parte del intento liberal de sustituir las desigualdades sociales por una falsa tolerancia multicultural.

Cuando las feministas insistimos en llevar a la agenda política la prostitución lo hacemos porque pensamos que la posición que adopte sobre este tema un partido político o una organización muestra con especial claridad si se ubican dentro de la ideología neoliberal dominante o si se ubican en una crítica al mito de la libre elección. Si un partido de izquierdas transige con el discurso liberal sobre la prostitución, pensaremos de forma fundada que harán lo mismo con la “uberización” de la economía y con el retroceso en los derechos sociales.

Como mínimo pensaremos que los derechos de las mujeres les importan tan poco que son incapaces de aplicar a las mujeres los mismos principios que aplican para analizar el mundo del trabajo. Ningún supuesto antirracismo tendrá para nosotras credibilidad si es capaz de ver la injusticia de los CIE pero no es capaz de ver la opresión específica por razón de sexo que sufren las mujeres inmigrantes prostituidas. Ningún supuesto feminismo tendrá para nosotras la más mínima credibilidad si considera que la sexualidad es “la gran excepción” y que la libertad de las mujeres es la única que no necesita una base de igualdad material para ejercerse.

Fuente
https://tribunafeminista.elplural.com/2019/02/la-prostitucion-y-el-mito-de-la-libertad/






La prostitución, muy lejos del glamour


La prostitución, muy lejos del glamour
Jimena Barón promocionó su último disco con los papelitos que se usan para pedir “servicios sexuales” y desató el debate.
Mariana Iglesias
 07/02/2020 -



 “Trato de aguantar sin salir, pero cuando no tengo nada para darle a mis pibes salgo, no me queda otra... Fijate que a fin de mes las esquinas están llenas…”. La conversación con aquella mujer comenzó a cambiar mi cabeza. Estábamos en Constitución. Yo hacía una nota sobre prostitución. Eran los 90', recién entraba al diario y, convencida de que cada persona es libre de hacer lo que quiere, que los cuerpos son propios, que las decisiones son personales, apoyaba la idea de la prostitución como trabajo. Además, estaba la injusticia de los edictos policiales, que siempre habían penalizado a las mujeres y travestis. En 2015 fui a Ushuaia y conocí a Alika Kinan, la primera mujer que llevó a juicio a sus explotadores y denunció al Estado por no protegerla. “Ninguna mujer nace para puta”, decían las pintadas de los frentes de los cabarets de la "ciudad roja" del fin del mundo. Los locales habían sido clausurados, en todos había habido mujeres explotadas y sus dueños terminaron condenados por trata y explotación sexual. Su historia y la de muchas de sus compañeras terminaron de convencerme. No hay nada de “empoderante” en la prostitución. Se trata más bien de desesperación, hambre y vulnerabilidad. Lo aseguran especialistas de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas y de los Programas de Rescate y Acompañamiento a las Víctimas. Ammar, el sindicato que pregona el “blanqueo” de este “trabajo”, tiene cuatro referentes procesadas y condenadas por explotación. Dice la ONU que el 80% de las mujeres en situación de prostitución fue abusada en su infancia o adolescencia. Las travestis, las trans, luchan por el cupo laboral porque no se resignan a que la prostitución sea su única salida. Parece mentira que a esta altura se pueda pensar que niñas, mujeres, travestis y trans deban seguir sosteniendo privilegios (y delitos) de varones a costa de indignidad y violencia. No hay consentimiento real cuando hay necesidad. Jimena Barón jugó con el tema para promocionar su nuevo disco. Aunque el marketing lo quiera, no hay glamour posible en el sometimiento.

Fuente

Nota: las negritas están en el original.




La prostitución, la excepción patriarcal


La prostitución, la excepción patriarcal

Hablamos de violencia sexual, de cosificación, de misoginia y de otras formas de violencia en la que excluimos a la prostitución… ¿Tanto se habrá colado el discurso de la industria del sexo?
Graciela Atencio
11 de marzo de 2018

Antes de encender la televisión y ver Salvados, que aborda en su último programa una de las violencias machistas más devastadoras de la sociedad humana global, pienso que socialmente nos atrevemos a hablar de la trata con fines de explotación sexual pero no de la institución patriarcal más antigua que la sostiene: la prostitución. Es peligroso el momento histórico que vivimos en España y en el mundo, con la irrupción del movimiento feminista como un sujeto político fuerte y potente que lo cuestiona todo: el Estado, el capitalismo salvaje, el colapso ecológico, los cuidados, el reconocimiento y sanción de las violencias machistas y tantos otros temas centrales en la sostenibilidad de la vida. ¿Por qué es peligroso? Porque el sistema patriarcal encuentra en cada momento histórico rearmarse y volver a fortalecerse. Lo cierto es que parte de la estrategia del rearme patriarcal en el siglo XXI está en la preservación y legitimación social de la prostitución y si no la ponemos en el centro, ya no solo del debate feminista, sino en el centro del debate sobre la sostenibilidad de la vida, probablemente dejaremos avanzar y crecer a las mafias transnacionales de la trata –incluso más fuertes y con mayor poder que los propios Estados- y las consecuencias que esto conlleva: la deshumanización, la proliferación de las violencias machistas como producción pandémica de las sociedades capitalistas contemporáneas y un genocidio particularizado en el feminicidio del sistema prostitucional (mujeres asesinadas por puteros, proxenetas y traficantes con fines de explotación sexual).

Parte de la estrategia del rearme patriarcal en el siglo xxi está en la preservación y legitimación social de la prostitución

Hoy por hoy, la prostitución es inseparable de la pornografía y por ende, del nexo que conecta y retroalimenta a ambas: la industria del sexo. La trata de personas con fines de explotación sexual es solo la cara más despiadada y la línea que separa a la prostitución ilegal (la trata) para proteger a la prostitución legal y el proxenetismo, pero ambas son caras de una misma moneda. La trata, ese crimen intocable de la fratría masculina en el poder, funciona como la reproducción masiva de la prostitución (industria del sexo) y coloniza sociedades desde una especie de multinacional protegida por los Estados. Esa línea de protección, a su vez, sirve para que la prostitución legalizada o alegal (como es el caso de España) y el porno, expandan su consumo y con ello, también dichas actividades se convierten en medios de propaganda de la prostitución, medios que contienen el mensaje y modifican el significado de lo que es la prostitución hasta convertirlo en cool, guay, atractivo y deseable, un “derecho humano”, un “trabajo digno”, un “derecho laboral” que hay que defender (por deconstruirlo con la mirada de Marshall McLuhan).



El debate ya no se centra en legalizar la prostitución a nivel global sino en convertir a la trata en una industria totalmente legal y el proxenetismo en una actividad empresarial en la que también deben participar las mujeres en su camino hacia la igualdad (igualdad para ser proxenetas); de hecho el discurso del lobby de la industria del sexo es utilizado aquí en España y en América Latina, por cierto activismo de los “derechos de las trabajadoras sexuales” como eufemismo de captación y explotación sexual de mujeres. Existe toda una neolengua bien articulada, que ha entrado en la academia feminista y también se la han apropiado organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional. En la era de la posverdad, se trata de un auténtico vaciadero de significantes relacionados a la prostitución, no solamente para legitimar el término “trabajadora sexual”, sino otros muchos términos como “el consentimiento”, clave en la industria del sexo que lo tergiversa para justificar la trata. En el Protocolo de Palermo se especifica en el artículo 3 que el consentimiento dado en una situación de vulnerabilidad no se tendrá en cuenta (sin embargo, en el discurso perverso del proxenetismo, si la mujer captada consiente aunque sepa de antemano que va a ser víctima de una serie de abusos, y firma un contrato y da su consentimiento, entonces ya no hay trata).

El debate ya no se centra en legalizar la prostitución a nivel global sino en convertir a la trata en una industria totalmente legal y el proxenetismo en una actividad empresarial

La industria del sexo también impregna su propaganda en los grandes medios, en programas de televisión, radios, artículos en periódicos… expandida por youtubers e influencers y así llegamos a mensajes como el del “porno ético”, “sin putas no hay feminismo”, “ni abolición ni regulación, derechos para las trabajadoras del sexo” o que se eduque sexualmente a través del porno (cuando el porno hegemónico es porno duro, es decir, explotación sexual, cosificación y vejación hasta llegar a su máxima expresión con la violación y otras formas de tortura sexual).

¿Cuál es el límite de la expansión de la prostitución y sus derivados, la trata y el porno? Todavía no lo conocemos pero sabemos que es uno de los más rentables del planeta: cuerpos de mujeres (materia prima) explotables y desechables en diversas cadenas de producción, con enormes beneficios económicos para las élites del poder patriarcal. También parece que el límite de su expansión no se lo pueden poner los Estados, ni los partidos políticos, ni los medios de comunicación, ni la academia ni movimientos feministas. No todavía. Pero el movimiento feminista cumple un papel clave en desenmascarar a la industria del sexo y el proxenetismo. Históricamente, el movimiento feminista ha sabido deconstruir al patriarcado, ha sabido resistirlo y encontrar caminos de lucha hacia la igualdad real entre hombres y mujeres. Hemos dado pasos gigantes en tres siglos y ahora toca dar uno clave, porque en este paso se libra la principal batalla para que las mujeres podamos ser individuos y sujetos de derecho en total igualdad con los hombres: erradicar la prostitución.

Dejémonos de ser embaucadas y embaucados por dicotomías y eufemismos posmodernos (que también proliferan en artículos académicos): “prostituciones (por eso de que existe una prostitución buena y una prostitución mala)”, como el capitalismo bueno y el malo o el putero bueno y el putero malo, el empresario del sexo y el proxeneta, víctima de trata y trabajadora sexual autónoma.

Atrevámonos a abrir la caja de la barbarie que existe alrededor de la trata, la prostitución y el porno, dulcificados por ese actor perverso e invisible que es la industria del sexo.

Nos rasgamos las vestiduras y hacemos campañas contra la cosificación de las mujeres en anuncios de publicidad o en medios de comunicación pero nos olvidamos de las prostituidas en las calles que ofrecen sus servicios en webs y periódicos y muestran sus cuerpos como meros objetos y mercancías.

Nos escandaliza y con razón que una directora de cine, actriz y escritora como Leticia Dolera, haya tenido la valentía de denunciar el acoso sexual por parte de un director de cine, pero no reparamos en el acoso sistemático que sufren las mujeres en la calle, por puteros, policías o dentro de los prostíbulos, en los que los hombres tienen barra libre para sobar culos y tetas.

Tampoco nos escandaliza que la explotación sexual dentro de los prostíbulos sea tan difícil de demostrar y que a diferencia de otras explotaciones laborales, caiga solo sobre la víctima el peso de la denuncia.

El caso de La Manada de los Sanfermines causó un inmenso revuelo social, pero: ¿hemos profundizado en que la fuente de inspiración de los cinco jóvenes que violaron a una joven, está en el gangbang, un tipo de porno que fascina y una práctica del consumo de prostitución? Las Manadas también están dentro de los prostíbulos, usuales entre futbolistas y otras tribus de puteros. ¿Por qué esas manadas no nos espantan?



¿Por qué a algunas personas les extraña que Amelia Tiganus, una activista de derechos humanos de las mujeres, que ha sobrevivido a la trata y a la prostitución, defina a los prostíbulos “campos de concentración exclusivos de mujeres”?

Las manadas también están dentro de los prostíbulos, usuales entre futbolistas y otras tribus de puteros. ¿por qué esas manadas no nos espantan?

Hablamos de violencia sexual, de cosificación, de misoginia y de otras formas de violencia en la que excluimos a la prostitución… ¿Tanto se habrá colado el discurso de la industria del sexo que nos impide reconocer a la prostitución como una violencia machista?

Si es así, valdrá la pena prender la llama de la revolución del discurso político antes que nada. Y para eso, primero tendremos que sacar a la prostitución del lugar de la excepción patriarcal. Tal vez así podremos empatizar con las miles de víctimas invisibles en España que no tienen la oportunidad de contar su experiencia dentro de los campos de concentración como ha podido hacerlo Amelia Tiganus en Salvados. Tal vez así podamos arrinconar al sistema prostitucional para que de una vez por todas comience su fin. El camino es largo. Pero, aquí y ahora, bien vale la pena que el movimiento feminista tenga en su agenda política ese objetivo.
------------------------------------------
Graciela Atencio es periodista y directora de Feminicidio.net
AUTOR
Graciela Atencio
CTXT. Orgullosos de llegar tarde a las últimas noticias


Fuente





La prostitución es una industria y las feministas molestan


La prostitución es una industria y las feministas molestan

06/06/2019
AUTORA
Elva Tenorio
Licenciada en Medicina y Psicología. Feminista

Muchas mujeres feministas gastan gran parte de sus energía en señalar que la institución de la prostitución es la perpetuación de un privilegio patriarcal en donde los cuerpos de las mujeres y menores, son traficados, tratados y usados como objetos con la finalidad de satisfacer la sexualidad masculina hegemónica, aunque no siempre esa finalidad sea exclusivamente sexual.
Las feministas denuncian que esa institución, es la síntesis y la demostración palpable del poder del patriarcado, ejercido por los hombres sobre los cuerpos de las mujeres desde la noche de los tiempos, en todas las latitudes del planeta.

Sin embargo y teniendo en cuenta que la institución ha sufrido metamorfosis a lo largo de la historia, es una evidencia que no siempre ha tenido las características actuales. En las diferentes épocas, su manifestación social está unida al contexto y, por tanto, al sistema social y económico de cada periodo histórico concreto. En la actual etapa del sistema capitalista, la prostitución está ligada inexorablemente a las premisas y condiciones ideológicas y económicas del globalizado paradigma neoliberal.
En el neoliberalismo, el motor llamado mercado y el consumo, mantienen funcionando el sistema capitalista. No se limita únicamente a la comercialización de objetos y cosas, sino que el mercado se extiende también a los propios cuerpos y a la comercialización real o simbólica de los deseos humanos, incentivándolos para ello. El neoliberalismo nos promete alcanzar todo aquello que seamos capaces de pagar o desear. Esa es la utopía.

El neoliberalismo nos promete alcanzar todo aquello que seamos capaces de pagar o desear. Esa es la utopía.

El precio de los objetos y también el de los sujetos convertidos en objetos, está irremediablemente ligado al valor que se obtiene de ellos en el mercado. Así, la única limitación para entrar en el juego es la económica. Si no se tiene capacidad de compra, las leyes del mercado te permiten vender o venderse a una misma, en nombre de la libertad individual.
La prostitución y la pornografía para el consumo de los hombres, adquiere en estos momentos históricos la característica de una inmensa industria que contabilizada en el PIB de los estados, o incluso puede ser la principal fuente de ingresos para muchos países empobrecidos.

Estas industrias en expansión precisan de unas condiciones y determinantes básicos para su crecimiento: poder comprar y vender cuerpos humanos con la correspondiente aceptación social, tanto ética, como legal y política.
Para que los sujetos se construyan como objetos o productos que respondan a las leyes de la oferta y la demanda, se precisa de la conformidad social y para eso deben crearse las condiciones para ello.

En este orden neoliberal de la compra-venta de los cuerpos de mujeres y menores para uso y consumo masculino, las feministas molestan. Molestan mucho. Molestan demasiado. Nos recuerdan constantemente lo que otras feministas que nos precedieron reivindicaban como objetivo ético y social para la emancipación de las mujeres: la eliminación de la esclavitud y de la violencia ligada a los privilegios patriarcales, como único camino para alcanzar una igualdad social real, y un cambio radical y diferencial con el modelo masculino imperante. La abolición de la prostitución era para ellas y sigue siéndolo ahora para las mujeres no neoliberales, la condición sine qua non se hace posible esa utopía social revolucionaria.




Estas industrias en expansión precisan de unas condiciones y determinantes básicos para su crecimiento: poder comprar y vender cuerpos humanos con la correspondiente aceptación social, tanto ética, como legal y política.

Por tanto, para domesticarnos en sus leyes, el neoliberalismo ideológico, sus mitos y postulados, deben ser introducidos en el imaginario colectivo, como coartífices imprescindibles de las premisas económicas, pero sobre todo debe convencer a las feministas de que la libertad de las mujeres está intrínsecamente ligada a la venta del propio cuerpo para el uso y satisfacción de los deseos masculinos.
Para ello, nos representarán como mujeres autónomas y autosuficientes, sin ningún tipo de condicionantes sociales, ni mandatos patriarcales que nos limiten. Nos convencerán de que el patriarcado ya no existe porque desapareció, no se sabe cuándo, y que nuestra libertad individual nos autoriza, como propietarias, a disponer de un cuerpo, objeto de deseo, que puede ponerse a la venta y competir en el mercado.

Para persuadirnos de todo ello utilizan los mecanismos e instituciones puestas a su alcance: políticas, culturales y legales, usando a los lobbies de presión y a los grupos de interés ya sea de la propia industria, o de la academia, como activistas y creadores de opinión.

En este contexto hay que analizar la jornada del próximo sábado día 8 de Junio en Barcelona, que, propiciada por el Ayuntamiento de Barcelona, reúne a partidos políticos, juristas y lobbies pro-prostitución. Pretenderán, como llevan haciéndolo desde hace años y desde los propios espacios feministas institucionales, inculcar a las mujeres que el mercado es el único valor en juego, que el precio que adquieran en él nuestros agujeros y cuerpos cosificados, son el resultado de una estupenda opción o salida laboral. Especialmente para todas aquellas mujeres empobrecidas, abandonadas socialmente y expropiadas de antemano de sus derechos humanos básicos, que precisen sobrevivir.

Los derechos laborales constituirán por tanto, los temas de debate ese día y para ello y de nuevo, los agentes del neoliberalismo, desde las instituciones y lobbies que defienden esa industrial de la explotación patriarcal del cuerpo de las mujeres, colaborarán ideológicamente a que continúe su crecimiento expansivo.

Barcelona es ya una ciudad destino de turismo sexual y en ese camino continuaremos, salvo que las feministas, como en otros momentos de la historia, nos opongamos de nuevo y de manera radical a que continúe esta opresión orquestada desde la industria y las instituciones públicas compradas o vendidas al neoliberalismo.

Fuente





La prostitución empodera sexualmente a la mujer y otros nueve mitos que intentan deslegitimar la teoría abolicionista


La prostitución empodera sexualmente a la mujer y otros nueve mitos que intentan deslegitimar la teoría abolicionista

SANDRA RODRÍGUEZ
Periodista
09/02/2019

Puritanas, mojigatas, anti-sexo… Estos son algunos de los insultos que reciben las activistas abolicionistas. El movimiento se ve señalado por una serie de incógnitas que deslegitiman su teoría: el camino para conseguir el empoderamiento sexual de la mujer, cómo proteger a las mujeres en prostitución o la vinculación del sexo de pago con la trata de mujeres.

La disputa sobre la legalización del sindicato de prostitutas OTRAS puso una vez más sobre la mesa uno de los principales temas que amenaza al feminismo desde hace décadas: el limbo de la alegalidad en el que se encuentra la prostitución en España. Los partidos políticos no terminan de sentarse a debatir sobre esta problemática que atañe principalmente a las mujeres, en el tercer país con mayor demanda de sexo de pago en el mundo.

El Gobierno actual, que se declaró abiertamente abolicionista desde un primer momento, dio luz verde para la creación del sindicato, sin abrir un diálogo previo. Entonces el movimiento feminista reaccionó: se recaudaron más de 3.000 firmas contra su legalización. ¿Dónde estaban los principios de igualdad que predicaba el PSOE?

Tras el afamado “gol” que la ministra de Trabajo Magdalena Valerio aseguró que le habían metido y de la dimisión de la directora de Trabajo Concepción Pascual por firmar el BOE que autorizaba la creación de OTRAS, la Audiencia Nacional anuló los estatutos del presunto sindicato.

Entonces el movimiento pro-prostitución alzó su voz en contra del abolicionismo, en un eterno debate que acrecenta una brecha en el movimiento feminista: ¿La legalización de la prostitución favorece la igualdad o fomenta los ideales patriarcales? Desmontamos diez de los mitos que atacan a la teoría abolicionista, de la mano de voces expertas en feminismo.



1-Las abolicionistas están en contra de las prostitutas.
Este es probablemente el argumento más oído en contra del movimiento abolicionista: que lucha en contra de las mujeres que están en situación de prostitución. La periodista peruana Gabriela Wiener señaló en un artículo al colectivo abolicionista como el bando de los “anti-derechos” y tachó a sus defensoras de “malas compañeras”. Su título, ‘Nosotras y las otras’, ya evidenciaba por dónde iba su contenido.
Pero, ¿qué o quién provoca realmente esta división en el feminismo? ¿Las propias feministas? ¿El sistema al que están sujetas? “La culpa es de las  abolas”, titulaba la diputada por Podemos Beatriz Gimeno la réplica a Wiener en el mismo periódico. La política, cuyo partido aún no ha tomado una postura clara y definida respecto a la prostitución, aseguró tajantemente que el abolicionismo no divide a las mujeres en putas y santas; “eso lo hace muy bien el patriarcado”, sentenció. Gimeno insiste en la cooperación feminista: “Tenemos muchas cosas en común: todas queremos combatir el patriarcado y mejorar las condiciones de vida de las mujeres en prostitución”.

2-Es sinónimo de puritanismo.
Puritanas, mojigatas, anti-sexo… La mayoría de integrantes del movimiento abolicionista recibe este tipo de comentarios cada vez que alza su voz. “Incluso nos dicen que lo que nos pasa es queno hemos probado un buen polvo”, asegura una portavoz de la CIMTM, mientras varias activistas asienten. “Nosotras no estamos en contra de la liberación sexual de la mujer, estamos en contra de su cosificación”, insisten.
Prueba de esta cosificación es la situación de las mujeres en Ámsterdam, donde la prostitución está legalizada. El Gobierno modificó algunas reglas del denominado ‘Barrio Rojo’ por la exposición a la que están sometidas las mujeres y, además, hablaba de “respeto” hacia ellas.

3-La prostitución empodera sexualmente a la mujer.
Enlazada con la idea anterior, el origen se adentra en la educación sexual que recibimos en función de si nacemos hombre o mujer. Así lo explica la fundadora de ‘Space International’ Rachel Morán (Irlanda), asegurando que “no podemos hablar de prostitución sin hablar de sexo” e invita a reflexionar sobre esta industria: “Imaginemos que nos rodean con los brazos sin ninguna comprensión ni afecto. Una sonrisa es impulsada por el temor. Pero el sexo trata de reciprocidad; debe ser conmigo, no sobre mí”. Morán lo sabe de primera mano, fue víctima de explotación sexual y ahora utiliza su testimonio para concienciar a la sociedad.
“El abolicionismo es una revolución también en el terreno sexual”, reivindica la investigadora social Beatriz Ranea, quien asegura que “tenemos que romper la frontera simbólica que divide lo que conceptualizamos como violencia sexual dentro y fuera de la prostitución”. En esta misma línea, la filósofa feminista Ana de Miguel asegura que debido a nuestra educación, “una parte del feminismo está conectando con la idea hegemónica de que las mujeres están disponibles para dar placer sexual o gestar hijos para quien quiera”.

4-El sistema abolicionista dejaría desprotegidas a las prostitutas.
Suecia fue pionero en implantar el abolicionismo en su país, en el año 1999, y ahora se ha convertido en el modelo referente para este movimiento. Esta ley, que penaliza al demandante de prostitución yotorga asistencia a las mujeres para salir de la prostitución, va acompañada de patrones culturales para desalentar la demanda, según explica el embajador de Suecia en España Lars-Hjalmar Wide. “La norma envía una señal clara: comprar el cuerpo de otra persona para tu propio placer no es aceptable. Así ha cambiado la mentalidad de muchos ciudadanos estos años”, explica. Y añade que “el movimiento de mujeres ha sido crucial para este avance social”.
“Queremos derechos de verdad, acceso a viviendas, alternativas laborales, políticas públicas destinadas a la protección”, demanda Tiganus.

5-La trata de mujeres y la prostitución deben analizarse por separado.
El Parlamento Europeo indica que “la prostitución en la UE y en todo el mundo está directamente vinculada con la trata de mujeres y niñas. El 62% de las mujeres y niñas víctimas de trata sufren explotación sexual. (…) Laprostitución es un factor importante en el crimen organizado, sólo por detrás de la droga en cuanto a su alcance y a la cantidad de dinero que genera”.
En este informe, el Parlamento pide luchar contra este fenómeno: “Dado que la prostitución está dominada por el crimen organizado y funciona como un mercado en el que la demanda determina la oferta, las agencias encargadas de hacer cumplir la ley en la UE deben adoptar acciones firmes y adecuadas para perseguir a los delincuentes, al tiempo que protegen a las víctimas”. Asimismo, estima en unos 186.000 millones de dólares estadounidenses anuales en todo el mundo como beneficio de la prostitución.



6-La trata de mujeres se reduce cuando se legaliza la prostitución.
El país alemán ha rebatido este argumento tan defendido por el movimiento pro-prostitución. En Alemania, que legalizó la prostitución, denominado trabajo sexual, en el año 2002, se observó que aprobar esta ley dificultó el trabajo de persecución de los delitos de trata de seres humanos y de proxenetismo y la legislación no redujo estos delitos, según un informe del Parlamento Europeo.
Además, este país, junto a Holanda y Grecia, fueron señalados por la Naciones Unidas como unos de los principales países de destino de víctimas de trata y tráfico de seres humanos.

7-Prostituirse es equiparable a limpiar baños.
No podemos equiparar la prostitución a cualquier otro trabajo, simplemente por la construcción cultural que tenemos del sexo”, asegura Gimeno. Uno de los argumentos más extendidos por el movimiento pro-prostitución es el de que puede que a algunas ‘trabajadoras’ no les guste su trabajo siempre, pero que “tampoco es agradable limpiar baños”. Junto a este paradigma cultural sobre el sexo, la doctora alemana Ingeborg Kraus añade las patologías que sufren las mujeres en prostitución: “Todas estas mujeres son sometidas a las reglas del capitalismo en su peor versión: se explotan sus cuerpos al máximo. Además, las situaciones de salud son catastróficas. Hablamos de envejecimiento precoz, infecciones urinarias crónicas…”. “Desde la perspectiva de la psicotraumatología, permitir que otros penetren tu organismo da lugar a autoculpa, mientras ellos sienten indiferencia y generan una concepción muy funcional de la penetración”, agrega Kraus.

8-Es un problema de mujeres.
“La prostitución tiene un fuerte componente diferencial de género porque los demandantes son mayoritariamente varones, un total de 99,7%”. Así lo señala un informe oficial sobre prostitución en 2007. La superviviente de trata estadounidense Autumn Burris insiste en que con la prostitución “se refuerza el dominio por parte de los hombres sobre las mujeres y, por tanto, la trata sexual”. Por tanto, los colectivos feministas abolicionistas insisten en atajar el problema a través de la educación, principalmente la sexual, basada en el respeto mutuo y en la autonomía sexual de ambos géneros.

9-El estigma de la prostitución mata a las mujeres dentro de ella.
“El hombre mata, no el estigma de la prostituta”, señala Julie Bindel (Reino Unido), periodista e investigadora. La plataforma feminista Feminicidio.net, que contabiliza los asesinatos machistas en España, estima que 44 mujeres en situación de prostitución han sido asesinadas desde el año 2010 hasta la actualidad. Así, la socióloga Rosa Cobo denomina a los demandantes de prostitución los “nuevos bárbaros del patriarcado”, porque, explica, “ejecutan o apoyan una violencia explícita y brutal contra las mujeres”. “Cometen femicidios atroces, con saña, con odio. El cuerpo de la mujer prostituida es el campo de batalla donde los hombres cometen la violencia contra todas”, añade Tiganus. La activista de Feminicidio.net insiste en que el estigma se combate encontrándonos entre nosotras, las feministas, y no “repartiendo carnets de puta”.

10-Legalizar el trabajo sexual sería un gran paso hacia la igualdad.
“Ni nosotras somos Vivian Ward, ni ellos son Richard Gere en ‘Pretty Woman’”, sentencia Tiganus. “La prostitución es una herida de género, y no sólo destruye la vida de las mujeres en prostitución; lo hace con todas y con cualquier oportunidad de crear igualdad entre hombres y mujeres”, añade.
El informe del Parlamento Europeo antes mencionado añade en su punto 12 que la prostitución “tiene un impacto en la violencia contra las mujeres en general, (…) ya que los hombres que pagan por sexo tienen una imagen degradante de la mujer”. Así lo secunda Rosa Cobo: “Se inculca la creencia de que los hombres tienen una sexualidad irrefrenable, que sólo puede satisfacerse a través de la prostitución, y así se despolitiza y se cree que se basa en una relación de igualdad”.

Las feministas insisten en que este es el principal paso para llegar a la igualdad: “Hablar de feminismo con las mujeres en prostitución para que puedan encajar su experiencia vital dentro de un contexto político, para que accedan a tomar decisiones y eliminar la culpa y la vergüenza”. Muchas de ellas trabajan en programas para el empoderamiento y la seguridad de las mujeres, aunque demandan también la actuación de la clase política: “Muchos políticos escuchan los debates feministas pero no actúan”, reclama Wide.

“Si nosotras hemos sobrevivido a la prostitución y tenemos el valor de contar nuestra experiencia por el feminismo, la sociedad y la clase política tienen que enfrentarse, mirarnos a la cara y sentir nuestra historia, para poder actuar”, concluye Tiganus.

Fuente
https://blogs.publico.es/otrasmiradas/18185/la-prostitucion-empodera-sexualmente-a-la-mujer-y-otros-nueve-mitos-que-intentan-deslegitimar-la-teoria-abolicionista/?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_campaign=web&fbclid=IwAR1JeT12J8BK_Iypi1mu7XwsVCG6AYegPhdVfPpbg35Mf4YrblxSHltEdnE





Prostituidas, el dolor de las mujeres invisibles


Prostituidas, el dolor de las mujeres invisibles

Abel Renuncio, ginecólogo de la Unidad de Atención a la Mujer del Hospital Universitario de Burgos y Laura Redondo, psicóloga jurídica, forense y doctoranda en violencia sexual señalan el precio que pagan las mujeres prostituidas en su cuerpo y en su alma y lo difícil que llega a ser superar ser víctima de trata y prostitución.
MADRID17/03/2019 22:51 Actualizado: 18/03/2019
NURIA CORONADO SOPEÑA @NuriaCSopena

Como si de refranes se tratara, hay frases que se repiten como un mantra y que estigmatizan y culpabilizan a las víctimas en lugar de apuntar a los victimarios. ¿Quién no ha escuchado o dicho que las putas son putas porque quieren y prefieren dedicarse “a eso” antes que a limpiar escaleras o porque es un dinero fácil y rápido? Sin embargo frente a estos argumentos hechos bien desde el machismo, bien desde el mayor de los desconocimientos y la insensibilidad, lo cierto es que las mujeres que son prostituidas no lo hacen ni por gusto ni por devoción. La casi totalidad de ellas son víctimas de redes de trata y prostitución con un fin patriarcal. “El de cubrir la demanda de esos cuatro de cada diez hombres que consumen prostitución en España”, tal y como siempre destaca la activista feminista y ex prostituida Amelia Tiganus.

Ellos, y las mafias con las que cooperan al pagar por cubrir sus deseos sexuales, son quienes con su dinero apuntalan y reproducen las franquicias del proxenetismo y la explotación sexual de las prostituidas. “Los prostíbulos son campos de concentración en los que tienes que ser, vestir, sentir lo que otros quieren porque de eso depende tu supervivencia”, dice quien estuvo atrapada cinco bajo el yugo del proxenetismo y fue explotada sexualmente en más de 40 prostíbulos de toda España.

El horror de tener que acostarse -obligadas por sus proxenetas- con entre 20 y 30 puteros al día les marca para siempre en su cuerpo, y también en su alma. Lo sabe bien Abel Renuncio Roba, ginecólogo de la Unidad de Atención a la Mujer del Hospital Universitario de Burgos, quien tiene una amplia experiencia tratando a mujeres prostituidas. “En las consultas de ginecología en general y más específicamente desde las Unidades de Atención a la Mujer, los equipos de ginecología, enfermería y trabajadoras sociales nos dedicamos a la asistencia sanitaria relacionada con la anticoncepción, la interrupción voluntaria del embarazo y las agresiones sexuales. Estas tres facetas médicas están muy íntimamente relacionadas con las mujeres prostituidas y sus necesidades sociosanitarias”, dice a Público.

Unas consultas que para Renuncio y el resto de profesionales que las atienden son muy complicadas ya que llegan con una pesada mochila a sus espaldas que es muy difícil sobrellevar. “Son mujeres que siempre están a la defensiva. Es muy difícil que se abran y exterioricen sus problemas. Se mueven entre la suspicacia, las sospechas, las reticencias iniciales ante cualquier propuesta… Les cuesta mucho hablar sobre ellas, esconden mucho, hay que negociar los pasos a dar. Además en la mayoría de las ocasiones son mujeres emigrantes, que asocian problemas legales, y un miedo extremo a las repercusiones que éstos pueden tener sobre su futuro. Y en todos los casos hay una sensación de estigmatización y de rechazo social que tratamos de ayudarlas a manejar”, explica el ginecólogo.

Ese rechazo hace que los protocolos de detección y denuncia de situación de trata y explotación en el ámbito sanitario no funcionen tanto como les gustaría a los expertos. “Funcionan en la medida de la accesibilidad que tenemos y de las reticencias que ellas o sus explotadores tienen a dicho acceso. Hasta hace un tiempo la prostitución se ejercía muy mayoritariamente en clubes, con unas características específicas. En este ámbito, la movilidad de las mujeres estaba más restringida y las mujeres no solían salir de ese ámbito. De hecho los dueños de los clubes les proporcionaban habitualmente a las mujeres la “asistencia sanitaria” consistente en revisiones por parte de algún sanitario en el propio club, llegando incluso a realizarles, aparte de analíticas de sangre, incluso citologías cada tres meses. Este tipo de controles sanitarios lógicamente no son los idóneos y no se adaptan a las necesidades de las mujeres. Y paradójicamente, los dueños de los clubes, aparte de cobrarles por el alojamiento, la comida, los preservativos… también les cobraban por estas revisiones sanitarias”, describe Renuncio.

Una situación que ha cambiado porque la prostitución no se lleva solo a cabo en los puticlubs sino que se ha movido hacia pisos ubicados en las ciudades para cubrir la demanda. “Esto ha hecho que haya un mayor acceso de las mujeres a los recursos sanitarios, aunque se presenta la dificultad de la gran movilidad que sufren y que pasan poco tiempo en una misma localidad. A todo esto hay que sumar las dificultades de acceso por los problemas derivados de la emigración, el no empadronamiento y la carencia de tarjeta sanitaria o del derecho a la asistencia sanitaria, situaciones que se tratan de remediar desde los servicios sociales”, añade el responsable de la Unidad de Atención a la Mujer del Hospital Universitario de Burgos.




La despersonalización elevada al infinito
Las prostituidas son mujeres invisibles cuya explotación sexual hace que su cuerpo aguante lo que no está escrito. “Es imposible que fisiológicamente ningún cuerpo esté preparado para una explotación de ese tipo. La mente humana está preparada para una afectividad equilibrada y el cuerpo humano lo está para una actividad sexual sana y consentida. Ni afectiva ni sexualmente se dan estos aspectos en la prostitución que implica relaciones sexuales continuas, repetidas y viciadas en su consentimiento por el pago de dinero, y una degradación emocional al sustituir toda la afectividad que implica la sexualidad por una despersonalización y por la eliminación de cualquier sentimiento”, recalca dicho profesional.

El proceso de destrucción y degradación personal de las prostituidas depende de factores tales como “su resistencia, las vivencias previas de las que provenga, los antecedentes de abusos infantiles o sexuales, sus anclajes emocionales que le permitan aguantar más o menos la ruina física”, señala Renuncio. A esta destrucción de sus cuerpos hay que sumar la diferencia entre ser prostituida como adolescente o como una mujer de mediana o más edad. “Una adolescente no está preparada para semejante explotación, igual que su cuerpo no está preparado por ejemplo para un embarazo a esa edad. En el caso de las niñas es aún peor, ya que su cuerpo no está preparado ni siquiera para las relaciones sexuales. La adolescencia es una edad para conocer el propio cuerpo y descubrir la sexualidad femenina, no para estar sometida a prácticas sexuales repetidas y sin consentimiento. Y no debemos olvidar que se trata de personalidades en construcción en las que acciones y situaciones traumáticas marcarán para siempre, y muchas veces de forma irrecuperable a la adolescente. La actividad a la que son sometidas al ser prostituidas condiciona una destrucción rápida de su personalidad y una acentuación aún más rápida de todos los problemas físicos que ocasiona la prostitución”, añade Renuncio.

Además en muchas de estas consultas médicas detectan cómo antes de ser esclavizadas por las mafias muchas de ellas venían con la experiencia previa y traumática de la violencia y los abusos sexuales. “Las mujeres prostituidas tratan de desarrollar estrategias para sobrevivir a esas historias anteriores de violencia y abusos. Algo que supone un enorme bagaje del que no son capaces de desprenderse ni de dejar atrás. Son mujeres con una enorme vulnerabilidad que tiene su origen en esos abusos y que se extiende y abarca a todos los aspectos de su vida. La relación entre la historia de violencia sexual (incesto, pedofilia, violación, sea cual sea la edad de la víctima) y la entrada en la prostitución es muy fuerte. Según distintos estudios entre el 80 y el 95% de las prostituidas presentan antecedentes de violencia sexual y abusos en su historia personal”, describe el ginecólogo del Hospital Universitario de Burgos.

Golpeadas, quemadas y cortadas
Por si esta mochila no fuera suficientemente pesada la vida de la mayoría de las prostituidas se mueve entre la violencia física y la psicológica de sus maltratadores para someterlas y mantener su sumisión (amenazas físicas a ellas, a sus familiares o hijos que muchas veces permanecen en sus países de origen, utilización de creencias místicas o mágicas como el vudú o similares, deudas contraídas que las mantienen atadas a sus explotadores). Un infierno en vida que en el caso de sus cuerpos pagan con lesiones, roturas de huesos, quemaduras, cortes o heridas. “Destacan innumerables problemas ginecológicos, pero también problemas de salud general, como enfermedades infecciosas respiratorias, digestivas o urinarias relacionadas con sus condiciones de vida. También padecen el agravamiento de trastornos o enfermedades psicosomáticas: dermatosis (eccemas, psoriasis), gastropatías (gástrica o duodenal, enfermedad por reflujo gastroesofágico), problemas reumatológicos…. A esto se unen las consecuencias físicas de la violencia corporal y sexual a la que están sometidas (puñetazos, golpes con objetos contundentes, heridas de arma blanca, secuelas de violaciones y abusos, quemaduras, etcétera”, describe Renuncio.
A dicho cuadro médico se unen trastornos alimentarios, problemas de sueño, fatiga o relacionados con la privación de necesidades básicas. “Estos trastornos estarían en relación con la alta presencia de problemas psicológicos originados mayoritariamente en su historia previa de abusos infantiles o juveniles, y potenciados por la trata y su situación de explotación. Sin duda, como comentábamos anteriormente también son innumerables y graves los problemas ginecológicos que las afectan. Presentan una mayor prevalencia de infecciones vaginales, vaginosis bacteriana o candidiasis vaginal. También están incrementadas las infecciones de transmisión sexual (ITS), como las infecciones por trichomonas, gonorrea, herpes genital, sífilis, hepatitis B, hepatitis C o VIH. Estas infecciones genitales pueden ser bastante graves y derivar en una enfermedad inflamatoria pélvica, una afección del aparato reproductor interno (útero, trompas y ovarios), que puede dar lugar a infecciones complicadas, abscesos pélvicos y requerir cirugía para su resolución, ocasionando importantes secuelas para su salud presente y futura, y comprometiendo en ocasiones la vida de la mujer”, describe Renuncio.

Según este reputado ginecólogo sus problemas se potencian por el escaso o nulo control médico y de prevención. “Esto ocasiona que se favorezca la no curación y transmisión de estas enfermedades y que su detección se produzca en estadios más avanzados y con mayores tasas de complicaciones”, dice. Por otro lado, en función de las prácticas a las que son sometidas, las afectadas se pueden encontrar con infecciones orales o faríngeas en caso del sexo oral; o en casos de sexo anal problemas de estreñimiento, diarrea o incluso lesiones anales o rectales, como fisuras y desgarros anales, o incontinencia fecal.

Asociado al uso inadecuado o directamente al no uso del preservativo Renuncio también destaca como aumenta “la prevalencia de lesiones premalignas de bajo o alto grado ligadas al virus del papiloma humano (VPH), como las displasias de cérvix, vaginales o vulvares, o la presencia de condilomas o de verrugas genitales. Y como consecuencia de la degeneración de estas lesiones premalignas, la aparición de lesiones malignas que pueden derivar en un cáncer invasor de cérvix, vulva o vagina. Y también otros problemas ginecológicos como alteraciones del ciclo menstrual, sangrados, complicaciones causadas por el mal uso de los anticonceptivos o de los productos higiénicos para la menstruación, como las esponjas vaginales… No es infrecuente la aplicación de cremas anestésicas en la vulva y en la vagina para tratar el dolor y las irritaciones genitales ocasionados por las relaciones sexuales repetidas. En el contexto de una práctica sexual repetida y ante abusos sexuales no es infrecuente descubrir la presencia de lesiones genitales que incluyen desde irritaciones o erosiones vulvovaginales, hasta desgarros y lesiones vulvares, vaginales o cervicales”.

Y para concluir con otro de los problemas con los que dicho ginecólogo se encuentra están los embarazos no deseados por fallos anticonceptivos o violaciones y de la incidencia de interrupciones voluntarias del embarazo (tanto médicos como clandestinos) y de las graves complicaciones que se pueden derivan de ellos. “Esto provoca sangrados, infecciones genitales o urinarias, perforaciones uterinas, lesiones de órganos adyacentes o incluso la muerte”, describe.


El dolor invisible
A todos estos padecimientos en el cuerpo se suman los que no se ven pero que duelen igual o más. Y es que tal y como asegura Laura Redondo, psicóloga jurídica y forense así como doctoranda en Violencia Sexual, “las mujeres que han sido explotadas sexualmente presentan cuadros de afectación psicológica similares a los de los veteranos de guerra de la Primera y Segunda Guerra Mundial que al volver a sus casas tenían un cuadro psicológico de daño producido por las vivencias traumáticas. Estas mujeres son supervivientes de otra guerra que está invisibilizada”, remarca a Público.

El efecto más inmediato se traduce en el desajuste psicoemocional, en las relaciones interpersonales o sociales que viven o en problemas de enfermedad mental como los trastornos de estrés postraumático. “Una víctima que ha vivenciado un trauma severo tiene convivir diariamente con secuelas como revivir el suceso, pesadillas recurrentes, evitación personas o lugares, falta de ganas de realizar actividades que ante le producían placer, o incluso pérdida de placer o la percepción de que no tiene reactividad emocional, estando desapegada de seres queridos o viviendo como un autómata. Esto a su vez, como es lógico, limita su funcionamiento a distintos niveles, desde interpersonal a social, sufriendo anulación, indefensión”, remarca Redondo. “Entre el 60 y el 70% de las mujeres prostituidas sufre este síndrome. Para que nos hagamos una idea de la gravedad de este porcentaje señalar que entre la población general menos de un 5% de las personas sufren este síndrome”, añade Renuncio.

Por otro lado Redondo comenta que dado que en la mayor parte de los casos se trata de mujeres socialmente desprotegidas y por tanto víctimas más vulnerables acaban necesitando mayor ayuda y atención. “Los datos hablan de cómo las mujeres prostituidas tienen hasta 200 veces más la probabilidad de sufrir una muerte violenta que la población normal y un índice de sufrimiento mayor que el sufrido por veteranos de la guerra. Viven una situación muy dura donde tratan de deshumanizarlas y anularlas para así utilizarlas como objetos o mera mercancía intercambiable”. Además, tal y como describe Abel Renuncio, “también hay que señalar que son muy frecuentes los suicidios o los intentos de suicidio o de cómo tienen hasta 40 veces más riesgo de ser asesinadas que el resto de la sociedad”.

Ante este panorama las víctimas de este negocio patriarcal reaccionan defendiéndose de manera inconsciente normalizando la conducta violenta. “Cuando algo es normal el impacto es menor a corto plazo, si bien esto no quita que genere secuelas. Cuando, además, este tipo de interacción se manifiesta en lo que denominamos “ciclo de la violencia” se alternan con cuestiones positivas (muestras de afecto, regalos, cenas, ropa, etc.) que tratan de difuminar la situación real. Por tanto, la percepción subjetiva de la mujer víctima tiende a minimizar la gravedad de la situación en la que está como un mecanismo de defensa, a la par que suele haber un proceso de culpabilización del maltrato (“me obligas a hacerlo”) que hace que efectivamente, piensen que es lo que merecen e incluso que tienen suerte pues podría ser peor”, señala Redondo.

A esto dicha profesional añade el proceso de minimización de su autoestima, tergiversación de su identidad, manipulación o engaño, “o una situación de vulnerabilidad, que en no pocas veces induce a considerar que este tipo de interacciones son las naturales, al no conocer otras diferentes con las que poder realizar una comparativa”, explica a Público.

Otra de los efectos que tiene ser prostituida es la relación patológica con los hombres a los que ven bajo el prisma de su relación con los puteros. “Las interacciones en relaciones de desigualdad y maltrato no son inocuas para ninguna de las partes. Si hemos tenido modelos tóxicos, de sumisión, no reconocimiento del deseo propio, esto es lo que asumimos como modelo a seguir. Por eso los programas de prevención incluyen educación sexual que debe mostrar modelos alternativos psicoafectivos saludables. Más cuando en la mayoría de las ocasiones el modelo de sexo es el que trasmite la pornografía, un modelo nocivo, que objetualiza a la mujer, y que genera expectativas que truncan el sano desarrollo sexual y afectivo. Esto está íntimamente ligado con lo emocional, donde el abuso, maltrato y la desconsideración del deseo del otro o la ausencia de empatía son muchas veces la norma. Por tanto, las necesidades afectivas no están cubiertas y el patrón de relación tóxico es normativizado”, resume Redondo.

Trastornos disociativos
Ante la dura realidad en la que se encuentran todas estas mujeres la salida para sobrevivir a la misma es anestesiarse y adaptarse a ella. Un ajuste que se traduce en negar la propia situación o en tener la percepción de falso control sobre ella. “Uno de los trastornos de mayor estudio más allá del Trastorno por Estrés Postraumático es el disociativo donde la persona se disocia o desconecta de la realidad dado el carácter hostil de la misma para evitar mayor daño”, explica la doctoranda en Violencia Sexual. “Cuando este se produce a raíz de un trauma existen lagunas de memoria, sensación de irrealidad o estar en una película, problemas de identidad e incluso identidades alternativas. Ambos trastornos pueden ir acompañados de otras sintomatologías que evidencian la experiencia traumática vivida como ansiedad, depresión e incluso ideación suicida”.

Así las cosas los expertos coinciden en la falta de atención a la historia de la violencia sexual y doméstica que sufren (según varios estudios el 80% al 95% de las prostituidas la padecen) y las consecuencias de la práctica de la prostitución: depresión, ansiedad, fobias, negligencia agravada para cuidar de su cuerpo y su salud. “En general la violencia sexual ha sido una materia pendiente en nuestro país. Pensemos que la última modificación del Código Penal es del 1995 donde se trasladó el foco de delitos contra el honor a delitos contra la indemnidad y libertad sexual tras siglo y medio de vigencia de esta concepción. Cuando además hablamos del mayor estertor de la desigualdad como es la explotación sexual de las mujeres sumamos mayores factores que dificultan su abordaje: tabú, cuestiones de clase e incluso racismo. Por tanto, su abordaje es más complejo, pero no inviable”, cuenta Redondo.

Por ello dicha forense apunta a ir a las causas que provocan esta injusta realidad y hacerlo apuntando a los consumidores a la par que explicando las causas por las que las mujeres acaban en la prostitución. “Si se diera el caso de que esto respondiera a una elección sin condicionantes de ningún tipo no tendría sentido hablar de explotación sexual. Pero el caso es que la libre elección en la mayor parte de casos es un mito, tal y como nos revelan datos como una edad de inicio global en 13 y 14 años, o situaciones de vulnerabilidad de fondo como haber sufrido abuso sexual o malos tratos en la infancia. A este respecto es importante resaltar que, tal y como el Código Penal Internacional Europeo estipula, cualquier consentimiento no tiene validez si hay una situación de vulnerabilidad, siendo conscientes desde Naciones Unidas (2011) de cómo los condicionantes situacionales alteran la toma de decisión, pues si hay necesidad no hay libertad”, subraya dicha profesional.

Redondo también apunta al debate actual de ver la prostitución como un trabajo más para explicar las secuelas en las victimas. “Si tal y como afirman determinados sectores, fuera un trabajo al uso, ¿provocaría secuelas? Lo cierto es que cuando trabajar produce secuelas está penado, es un delito, estaríamos hablando de acoso laboral o mobbing y tiene consecuencias, desde penales a civiles. Si nos encontramos con que las supervivientes tienen trastornos por estrés postraumático, es decir, evidencias psicológicas de huella derivada de un trauma en la línea de perfiles de agresiones sexuales, es que estamos ante una victimología. En este caso además, una multivictimología, que puede provocar distintas patologías como ansiedad y depresión y que tienen que ver con el hecho de revivir el suceso o evitar lugares o actividades, a trastornos de pánico, afectación emocional, incapacidad de sentir, etc.”, esgrime Redondo.


La solución es la abolición
Con todo lo expuesto dicha experta tiene claro que la explotación sexual no puede ser negociada cuando es un foco de daño y sufrimiento y que ha de ser erradicada. “Hay una línea clave: necesitemos políticas abolicionistas que comprendan que primero tiene que venir la ayuda a las víctimas en primer término y la prevención de estas casuísticas para luego pasar a otras medidas necesarias como las sanciones a los consumidores, que como consumidores sean los demandantes del negocio de tráfico de humana”.

Por último la forense apunta que es fundamental tener un modelo centrado en la víctima y sus necesidades reales, basándose en la evidencia y en profesionales que estén a la altura en conocimientos sobre estas cuestiones. “Para esto se necesitan planes específicos y estratégicos que estudien de primera mano las situaciones reales, que escuchen a las supervivientes, y que las apoyen a todos los niveles, desde sistemas de apoyo, prevención e intervención en la Infancia y Adolescencia (teniendo en cuenta el maltrato, abuso infantil, negligencia y abandono), a sistemas de detección, evaluación e intervención, alternativas a su situación, ayudas, etc. Nos tiene que quedar claro, que como afirman diferentes sectores desde supervivientes, académicas, activistas a profesionales, que mientras siga habiendo un oasis en el que la violencia contra la mujer esté permitida, no podremos hablar de una igualdad real”.

Fuente