martes, 23 de enero de 2018

¿Cuándo soy, entonces, un machista de izquierda?

 Este listado contiene pensamientos y actitudes de machismo de izquierda. Algunas mías; y otras que he visto en distintas personas.


 ¿Cuándo soy, entonces, un machista de izquierda?



Cuando siempre tengo preparado el término “burgués”, “pequeñoburgués”, “liberal” y “posmoderno”
para descalificar al feminismo que me incomode, corresponda o no la caracterización.

Cuando coincido con la gente de derecha en preguntar “¿por qué feminismo y no igualismo?”, lo cual indica que ni siquiera me importa el tema para hacer una búsqueda en google pero me siento amenazado o desplazado por un movimiento que pregona la libertad y el poder para las mujeres.


Cuando minimizo o rechazo las luchas feministas diciendo “el verdadero problema es el capitalismo” (y de esa manera demuestro mi ignorancia sobre cómo se articulan capitalismo y patriarcado y sobre la influencia reaccionaria que tiene el machismo sobre la clase trabajadora).

Cuando coincido con la derecha en naturalizar la heteronormatividad y los roles de género.

Cuando no puedo dejar pasar la ocasión de decir “el verdadero problema es de clase” cada vez que se dice algo desde una perspectiva de género.

Cuando, así como los machistas de derecha quieren negar el patriarcado al buscar ejemplos de mujeres que agreden hombres o falsas denuncias o situaciones donde los hombres sufren más que las mujeres, yo busco situaciones de feminismo burgués o blanco o misándrico para justificar que la izquierda no tiene nada que aprender del feminismo.

Cuando soy muy revolucionario hablando de capitalismo y socialismo pero me convierto en “pragmático y realista” hablando de machismo y feminismo.

 Cuando digo que el socialismo no tiene nada que tomar del feminismo porque “la cuestión de la mujer” ya estaba planteada en algún texto socialista de siglos pasados.
Cuando en vez de escuchar a una compañera para aprender, espero a mi turno para hablar.






Cuando digo que como el socialismo está contra toda opresión no hace falta ser feminista.




 Cuando hago “mansplaining”, o sea explicarle de manera condescendiente a una mujer lo que ella ya sabe (a menudo, interrumpiéndola), asumiendo que sin mi explicación no caza una.






Cuando cometo “gaslighting”, es decir, manipular el sentido de realidad de una mujer, poniendo en duda su memoria, percepción o cordura, porque no dice lo que yo quiero escuchar.

 Cuando solo veo al machismo en sus manifestaciones más visibles y explícitas (feminicidio, trata, violencia doméstica, violaciones, discriminación laboral) y me niego a verlo en sus manifestaciones más sutiles (acoso sexual callejero, inequidad en el reparto de las tareas domésticas, microviolencias, violencia simbólica).

 Cuando denuncio con fuerza los actos de machismo cometidos por burgueses, políticos, figuras públicas y hasta dirigentes de otros partidos pero me hago el distraído sobre el machismo en mi clase social, en mi laburo, en mi organización.

 Cuando solo denuncio el machismo y la homo/transfobia de políticos, empresarios, comunicadores, policías u otros agentes directos de la opresión y nunca interpelo al machismo de los varones de clase obrera en general, ni el de mis compañeros de partido en particular.

 Cuando descalifico las luchas feministas que me molestan apelando al “feminismo de antes” o haciéndome el erudito sobre el “feminismo de la tercera ola”.

 Cuando creo que la solución del machismo pasa únicamente por realizar ciertas reformas institucionales y un poco de “concientización”, y excluyo la revisión de mis privilegios masculinos y mi propia autotransformación.

 Cuando intelectualizo las discusiones desde un lugar de “objetividad científica” como excusa para no empatizar con el punto de vista “demasiado subjetivo” de las víctimas del machismo.
Cuando le doy más valor a mis opiniones sobre el género y la diversidad sexual que a las experiencias de mujeres y gente LGBT.

Cuando la juego de “escéptico” como excusa para no investigar concretamente sobre el tema ya que… ¿quién necesita datos si ya tiene LA teoría revolucionaria? Marx, Lenin, Bakunin, entre otros, ya dijeron todo lo que había para decir sobre la emancipación humana.

Cuando ridiculizo las reivindicaciones feministas/LGTB por “exageradas”, sin hacer el mínimo esfuerzo por ponerme en el lugar de las personas marginadas. Por ejemplo cuando se minimiza el acoso callejero o la falta de libertad de parejas gay a darse muestras de afecto en público porque no son reivindicaciones “obreras”.

Cuando ante un caso de acoso sexual callejero me fijo la clase social de víctima y victimario para decidir si lo repudio o no. Como si el acoso callejero de un obrero a una mujer de “clase media” fuera un episodio más de la lucha de clases y no de la violencia machista…



 Cuando demuestro incomodidad y me pongo hostil ante la crítica radical del machismo, tomándome todo a personal y diciendo cosas como “yo no tengo la culpa de siglos de opresión”.

 Cuando todas mis posiciones sobre el tema están diseñadas para no quedar pegado a la derecha, pero sin que eso implique un compromiso real de mi parte.

 Cuando me creo con el derecho de emitir cualquier opinión ignorante, prejuiciosa, y paranoica sobre temas de sexo-género,  y tomo la actitud de hablar sin estudiar ni investigar ni preguntar lo que se critica.

 Cuando investigo solo lo suficiente para aprenderme algunos términos (como “feminismo de la tercera ola”) y aparentar erudición con el objetivo de conservar mis opiniones previas.

 Cuando señalo el hecho -verdadero- de que hay machistas en las organizaciones de izquierda porque sus miembros también vienen de la sociedad capitalista y patriarcal a la que combaten, pero lo hago para justificar ese machismo en los compañeros y no para arrimar mi hombro a la tarea de desafiarlo y erradicarlo.
Cuando digo “después de la revolución vemos”.

 Cuando ante una expresión de odio y de ira por los asesinatos y el discurso que minimiza la violencia hacia la mujer y la gente LGBT, me pongo desde un lugar progre a dar sermones del tipo “esa no es la manera, hay que educar”. Total, yo no soy quien debe convivir con la impotencia y con la tristeza de pertenecer al grupo vulnerado.

Cuando pongo más énfasis en criticar al feminismo por cómo comunica sus ideas que a la cerrazón mental machista de la mayoría de los varones, producto de privilegios y no solo de “ignorancia”.

 Cuando me enojo con las propuestas de discriminación positiva o cupo para mujeres y gente LGBT y las rechazo con argumentos meritócratas que creo no-burgueses (idoneidad, esfuerzo, lucha).

Cuando, desde mi comodidad como mayoría simbólica, rechazo las medidas de cupo femenino en la política diciendo “que haya más mujeres en la política no va a mejorar la situación de las mujeres trabajadoras”.

Cuando me quejo “me discriminan por ser hombre” porque las mujeres tienen espacios propios donde no se permiten hombres, negándome a entender por qué ni para qué los necesitan. Lo mismo con “me discriminan por ser hétero” en referencia a espacios exclusivamente LGBT.

 Cuando hago ultimátums para optar entre lucha feminista y lucha de clases.

Cuando digo que el estudio de teoría feminista y su aplicación para la transformación personal y de las relaciones sociales son cosas de “clase media acomodada”. Como si el grado de embrutecimiento mental y emocional de la clase obrera fuera un rasgo plebeyo a glorificar por lxs revolucionarixs. Como si la violencia en las relaciones familiares y de pareja sumada a la violencia al distinto nos quitase un montón de energía para la lucha por nuestra liberación.



 Cuando doy rodeos intelectuales con muestras de erudición para esquivar planteos que me interpelan personalmente.
Todo esto no es ningún secreto. Lo han vivido muchas mujeres, gays, y gente trans: no hay nada más parecido a un machista de derecha que un machista de izquierda.

Autores
Danilo Castelli
Cronista

Danilo Castelli se define como porteño de nacimiento y carlospacense por elección. Le interesaba resolver problemas mediante lógica, y eso lo llevó a la programación como hobbie, cursar unos años de Ingeniería en Sistemas y dedicarse a la profesión de programar por 15 años. Ver más


http://www.revistaanfibia.com/ensayo/el-machismo-de-izquierda/




No hay que creer lo que dicen los lobbys -la prostitución puede ser abolida y lo será

No hay que creer lo que dicen los lobbys -la prostitución puede ser abolida y lo será



Este post es la traducción libre de ESTE artículo de Julie Bindel, publicado en The Independent.


El modelo Neozelandés de descriminalización ha sido desenmascarado por las abolicionistas, como únicamente beneficioso para proxenetas y puteros. Las organizaciones lideradas por supervivientes del comercio sexual, aseguran que aquellos que dicen la verdad, no los explotadores ni los propagandistas, son los que muestran la prostitución como la violación de derechos humanos que realmente es.


Uno se los mitos más perniciosos sobre el comercio sexual, propagado por el lobby pro-prostitución, es que no puede abolirse. Si me hubieran dado un dólar cada vez que he oído que “la prostitución siempre ha existido y siempre existirá”, las organizaciones feministas nunca más se quedarían sin fondos.

Esta política del pesimismo define el consenso liberal de que la prostitución debe ser regulada en lugar de abolida. Y esta actitud es la antítesis del feminismo. “No decimos, la pobreza siempre existirá, construyamos más albergues”, me dijo una activista superviviente, durante la investigación que hice para mi libro sobre el comercio sexual global. “O, ‘siempre habrá violaciones, así que vamos a centrarnos en aliviar a las víctimas’, pero sí decimos este tipo de cosas sobre la prostitución”.

Las políticas y las creencias del lobby pro-prostitución son las más pesimistas y fatalistas de todos los movimientos que conozco. “Es la profesión más antigua del mundo”, dice el mantra, “la prostitución siempre ha existido y siempre existirá”. O, como dice la académica Catherine Hakim, los hombres quieren más sexo que las mujeres, y por tanto es inevitable que paguen por él.



Algunos activistas por los derechos de las trabajadoras sexuales, aseguran incluso que los hombres tienen que tener sexo cuando lo “necesiten”, o se verán obligados a violar. “La prostitución es el último recurso ante deseos sexuales no satisfechos. Violar sería menos seguro, como que te fuercen a hacer daño a alguien cuando estás tan frustrado que pasas el día masturbándote”, como dijo un putero en una entrevista para saber por qué pagaba por sexo. ¿Hay alguna visión más pesimista que esta sobre los hombres y la sexualidad masculina?.

El movimiento abolicionista es el más optimista de todos. Se atreve a ser idealista. Como dice el brillantísimo Gary Younge, el idealismo es crucial para quienes quieren cambiar el mundo para mejorarlo. Sin idealismo o visiones utópicas, dice Younge, no es posible concebir el tipo de mundo que queremos habitar en el futuro. Yo estoy de acuerdo -un mundo sin prostitución no sólo es posible, es inevitable. Si el feminismo tiene éxito y derroca al patriarcado para dejar sitio a una sociedad verdaderamente igualitaria, la prostitución, un sistema que está supeditado a la opresión y el abuso de las mujeres y las niñas por parte de los hombres; no podría existir.

Los gobiernos que han legalizado el comercio sexual hace mucho que se deshicieron de cualquier visión crítica, pero el movimiento abolicionista se está abriendo paso en un buen número de estos países. Renate van der Zee, una periodista que vive en Holanda, forma parte de la nueva ola de abolicionistas que se niegan a aceptar la expansión de la violación comercial de mujeres en situaciones desesperadas. Antes, Van der Zee estaba convencida de que la legalización era la única opción para controlar el comercio sexual, pero cambió de opinión tras haber investigado la industria.

En 2013 se publicó el libro de Van der Zee, De Waarheid Achter de Wallen (La verdad detrás del Barrio Rojo), y la autora ahora está involucrada en el modesto pero creciente movimiento abolicionista de Holanda. “Hace cinco años habría sido impensable que hubiera un movimiento abolicionista en este país, pero hoy en día está creciendo y va camino de ser muy próspero”, me contaba ella misma.




Alemania, donde el comercio sexual es legal, recientemente ha sido desenmascarado como una cloaca de abuso, gracias a las feministas que se atreven a criticar el proxenetismo de estado.

El año pasado fui a la primera conferencia abolicionista que se celebró en Melbourne, Australia, titulada: “La opresión más antigua del mundo”. Melbourne es una ciudad en la que muchos restaurantes prohíben que se le den al cliente los restos de comida por motivos sanitarios, pero cuyo gobierno defiende los burdeles legales. Entrevisté a un grupo de supervivientes del comercio sexual que están haciendo campaña para derogar la ley, y tuve la oportunidad de estar con las abolicionistas que están haciendo campaña contra la venta legal de mujeres y niñas.

Mientras los activistas por los derechos de las trabajadoras sexuales intentan que veamos a los proxenetas como hombres de negocios, las abolicionistas queremos que pasen a la historia.

Cada vez más países alrededor del mundo están estudiando el modelo abolicionista (antes conocido como modelo nórdico, pero ahora adoptado por otras naciones, incluyendo Francia e Irlanda) como vía para abordar el comercio sexual, en lugar del ya desacreditado modelo de legalización. El modelo de descriminalización de Nueva Zelanda también ha sido desenmascarado por las abolicionistas como únicamente beneficioso para los proxenetas y los puteros. Las organizaciones lideradas por supervivientes del comercio sexual, como Space International, aseguran que aquellos que dicen la verdad, no los explotadores ni los propagandistas, son los que muestran la prostitución como la violación de derechos humanos que realmente es.

Como dijo una vez la gran escritora feminista Andrea Dworkin: “Ciertamente la libertad de las mujeres nos debe parecer más importante que la libertad de los proxenetas”. El crecimiento del movimiento abolicionista asegurará que aquellas que levanten la voz sobre el comercio sexual, serán escuchadas y creídas. La misma tradición de orgullo de las mujeres que se niegan a ser silenciadas sobre la violencia de género, la violación y el abuso sexual a menores; será la que haga que las supervivientes del comercio sexual acaben siendo reconocidas como las expertas, y no aquellos que obtienen réditos o se benefician de la venta de carne de mujer.


https://somoslamitad.wordpress.com/2017/09/14/no-hay-que-creer-lo-que-dicen-los-lobbys-la-prostitucion-puede-ser-abolida-y-lo-sera/





Paralelismos entre el Feminismo y el MPCD (Movimiento de Personas Con Discapacidad)

Paralelismos entre el Feminismo y el MPCD (Movimiento de Personas Con Discapacidad)
Por Víctor Villar Epifanio -  15/01/2018

Aunque no suelo en mis columnas hacer reflexiones puramente teóricas, creo que es el momento para ello. Hago esto para recordar que en el Movimiento de Personas Con Discapacidad (MPCD), como todos los Movimientos Sociales que le precedieron, no está exento de posicionamientos ideológicos, basados en intereses de los diferentes sectores del colectivo y en teorías socioeconómicas ya existentes.

Partiendo de esta primera reflexión, yo, a diferencia de otros sectores del MPCD, prefiero hacer paralelismos con el Feminismo y sus diferentes tendencias, un Movimiento con 300 años de historia, que ahora parece estar pasando por una mala racha por la ambigüedad política generalizada usada como bandera por una parte de nuevos colectivos que no respetan siglos de lucha, uniéndose al capitalismo salvaje y sus lobbies en nombre de la libertad individual.


Y es que el MPCD también está sufriendo el ataque del liberalismo individual en sus filas, heredero del la moral protestante anglosajona en lo económico y en lo social de la libertad del destape en la transición en el Estado español. De este modo, por ejemplo, mientras el Feminismo debate sobre la prostitución, la pornografía o el vestido de la Pedroche, el MPCD debate sobre la asistencia sexual, que viene a ser lo mismo con otro nombre. A esto hay que añadir que ambos colectivos huimos de cuarenta años de represión del nalcional-catolicismo, en le caso de la mujer restringiendo sus derechos civiles y reproductivos, en nuestro caso, mediante la caridad judeocristiana, tratándonos de una forma pasiva en la consecución de nuestro bienestar, sin que tenga nada que ver con la consecución de un derecho. Pero, como ya es costumbre en este país, se ha optado por el efecto péndulo y se ha ido al otro extremo. De este modo, en ambos movimientos han surgido sendas ramas liberales, que, a grandes rasgos, defienden lo siguiente:




En el caso del Feminismo, la corriente liberal es representada 
por la llamada “tercera ola” feminista y
defiende posturas como: Un supuesto “empoderamiento” de la mujer a través de su sexualidad, la regulación de la prostitución o los vientres de alquiler.


En el caso de la discapacidad , esta rama está representada por el Movimiento de Vida Independiente. Este sector defiende posturas como: La eliminación del sistema residencial público en favor de los llamados asistentes personales o la asistencia sexual.

     En ambos casos, y es lo que quiero resaltar, se trata de una visión tremendamente individualista ya que se basan en visiones del empoderamiento de carácter individual. En el caso de las mujeres, según lo veo, se trata de intentar la aceptación del patriarcado hablando su propio lenguaje para que esté le conceda un trocito de su poder. Esta estrategia no es muy diferente a la de mujeres que han triunfado en política como Margaret Thacher, triunfar en un mundo de hombres adaptándose a él, solamente que, en este caso, se utiliza la propia sexualidad.

En el caso del Movimiento de Vida Independiente, se trata de una élite académica que solamente ve su situación personal, que apenas tiene contacto con la realidad de la mayoría del colectivo. De este modo, se cae en un postmodernismo activista, despreciando las políticas reales de Discapacidad y dependencia, dedicando todos sus esfuerzos a reivindicaciones que apenas benefician a un 10% de la población con discapacidad. Aquí también vemos un sálvese quién pueda o, como diría Malcolm X, una discapacidad del Tío Tom, obsesionada con encajar en la sociedad sin discapacidad.

En ambos casos, estas dos tendencias se caracterizan por:

La consecución individualista de derechos civiles. Se trata de conseguir encajar en la sociedad, no de cambiarla.

Se antepone la libertad individual a la lucha colectiva. No sé trata de cambiar el sistema para el bien común de un colectivo, sino de presumir de supuestas consecuciones individuales. En otras palabras, se ha cambiado a la lucha de las vanguardias, que busca la toma de conciencia y el bien común del colectivo, por la lucha de las élites por abrirse paso.

El protagonismo de lo económico en el campo social. En ambos casos, aquí hay que mencionar el Tercer Sector y el asociacionismo asistencial, guiado por intereses económicos o por su propia supervivencia organizativa. Mi querido Shangay Lily, en el colectivo LGTB, a esto lo llamaba gaypitalismo.


Dicho esto, tengo que confesar que estoy chapado a la antigua. Prefiero la lucha colectiva al individualismo postmoderno, prefiero la definición ideológica al supuesto librepensamiento individualista, prefiero garantizar el bienestar de todos y todas a presumir de los logros de algunos o algunas. Si eso me hace estar anclado en el siglo XIX, ser un politiquero, un colaboracionista de las “feminazis” de la Segunda Ola y un dictador de lo políticamente correcto, que así sea. Aunque creo, que más bien tiene algo que ver con qué soy socialdemócrata. En fin, tiempos modernos, nunca mejor dicho. Toca apretar algunos tornillos.

Fuente

Nota: las negritas están en el original.