lunes, 30 de marzo de 2020

Belle de Jour y Catherine Deneuve: El papel de su vida


Belle de Jour y Catherine Deneuve: El papel de su vida
9/18/2018

Artículo de la Dra. Ingeborg Kraus – Karlsruhe, 14 de febrero de 2018


Traducción: Maura Lopez
Colaboración: Maite Sorolla

Dra. Ingeborg Kraus


La película “Belle de Jour” es una obra maestra. No es una película sexista. No es una película sobre una mujer que quiere vivir sus fantasías sexuales, o una película sobre una mujer que quiere romper con una sociedad puritana. Ninguna otra película se ha malinterpretado tanto como “Belle de Jour”. La misma Catherine Deneuve que representó este papel a la perfección, nunca lo entendió. Es el papel de su vida: una mujer que no reconoce que abusaron sexualmente de ella.


¿Cómo es posible que una hermosa mujer de buena familia deja que la maltraten, la humillen y abusen sexualmente de ella? En la película bastan dos escenas cortas para esclarecer el enigma. Durante unos pocos segundos, en el minuto 14 de la película, se puede ver cómo un adulto besa a una niña, la pequeña Séverine, y la manosea por debajo de su vestido. En la segunda escena, poco antes, Séverine llama a la puerta del burdel, por primera vez tiene un flashback, ve a la pequeña Séverine rechazando a un hombre. Se siente culpable por lo que le hicieron. No es la mujer adulta la que va al burdel, es la niña que se siente culpable. Es llamativo como su ser adulto se disculpa constantemente. Sufre de pesadillas recurrentes en las que la humillan, le arrojan basura, la insultan, la flagelan y la violan. La adulta Séverine, con frecuencia se muestra ausente de su vida, como en trance, dispersa. Deja caer las cosas. No puede establecer un verdadero vínculo íntimo con su marido. A través de la prostitución se torna más animada, más feliz y puede aceptar más intimidad con su marido. Sin embargo, su vida como prostituta se descontrola. Un putero celoso la sigue y dispara a su marido que, como consecuencia, queda parapléjico. La última escena es intolerable porque su marido se entera a través de un putero de que ella trabajó como prostituta y, por lo tanto, es en parte responsable de que él esté en silla de ruedas. Ella es -por así decirlo- declarada culpable. Derrama una lágrima y un momento después dice que ya no tiene sueños y se refugia en un mundo de fantasía.




Desde un punto de vista psicotraumatológico, ¿qué es lo que sucede aquí? Séverine es una mujer de la que abusaron sexualmente en la niñez. Este recuerdo está escindido de su mente, se trata de una amnesia traumática. Constantemente aparecen recuerdos fragmentados que ella no puede interpretar. No es consciente de su trauma. Hay fragmentos almacenados de manera disociada en su mente traumatizada. Es una parte diferente de su cerebro al que no puede acceder voluntariamente. Por eso no sabe lo que le pasó. Eso permanece inconsciente. Por ello, tampoco su trauma está integrado en su memoria narrativa. Sin embargo, se activa una y otra vez y aparece en su vida adulta bajo la forma de flashbacks, pesadillas, estados de trance, disociación, comportamiento inseguro, insensibilidad emocional, problemas de intimidad y distancia. No comprende estos estados. No puede vivir la sexualidad con su esposo porque está asociada a imágenes masoquistas. Se siente mágicamente atraída por el burdel y no entiende por qué se prostituye. En este caso, la prostitución se considera una recreación de su trauma disociativo. Vive una vida torturada por imágenes masoquistas y un profundo sentimiento de haber hecho algo malo y ser culpable de algo. Pero no puede analizarlo. No entiende el porqué. La siguiente aseveración se utiliza en psiquiatría: “Un trauma que no se reconoce vuelve a padecerse”. Es un intento de exteriorizar el dolor íntimo para poder aliviarlo. Hay un buen ejemplo de esto: a principios del siglo pasado montones de mujeres japonesas se dejaron fotografiar amordazadas para visibilizar su represión. Declaraban sentirse más libres después. Pero esa no es una liberación real. Es una recreación de su sufrimiento íntimo y, si es autodestructivo, es la continuación de un trauma. Séverine está atrapada en este círculo vicioso. “Belle de Jour” no trata sobre la liberación sexual, no es la huida de una sociedad puritana, tal como también la describe Nora Bossing de una forma totalmente equivocada en su libro “Redlight”. “Belle de Jour” no va de una mujer que disfruta del masoquismo. No, “Belle de Jour” es el síntoma de una mujer severamente traumatizada de la que abusaron sexualmente en su niñez.

Y ahora, la mujer madura, Catherine Deneuve, la gran dama, es la que habla. Protesta por el movimiento “MeToo”. Irónicamente, es ella la que se dirige al público y advierte sobre la confusión entre lo que es una violación y lo que es “solo” un pesado intento de seducción. Afirma que intenta proteger la libertad sexual y denuncia que la campaña es totalitaria y un regreso al puritanismo.



“Belle de Jour”, filmada en 1967, es una película que muestra con detalles sutiles todas las reacciones ante el trauma de una mujer que fue víctima de violencia sexual en su niñez. En una época en la cual la psico-traumatología estaba en sus comienzos, esta película marcó un hito en la historia de esta disciplina. Sin embargo, muchos la malinterpretaron. En definitiva, también lo hizo la misma Catherine Deneuve, que tal vez todavía piensa que “Belle de Jour” significaba liberación para Séverine. No, no era una liberación. Era su destrucción. Catherine Deneuve sigue estando en el papel de “Belle de Jour“, que no entiende lo que está haciendo.

Para millones de mujeres, que con mucho dolor se atrevieron a hablar sobre su abuso, y que tal vez no hubieran tenido el coraje de alzar su voz sin el escudo protector del movimiento “MeToo”, esto constituye una bofetada y una traición a la causa de las mujeres. Todo el mundo tiene derecho a vendarse los ojos pero no el derecho a negarle a otras personas la posibilidad de ver claramente la verdad.


Dr. Ingeborg Kraus
Psicóloga y experta en psicotraumatología
Iniciadora de la protesta “German psychologists and the scientific case against prostitution“
Esta entrada se publicó en Allgemein el 16 de febrero de 2018 por Ingeborg Kraus.

https://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/belle-de-jour-y-catherine-deneuve-el-papel-de-su-vida






Su derecho a un burdel propio


Su derecho a un burdel propio  
 07/01/2020

AUTORA  Cruz Leal
Abolicionista, porque el abolicionismo es la revolución del feminismo como último ideal universalista.

Su nombre es Rosen Hicher y es una de las supervivientes de la prostitución que lidera el Mouvement du Nid, junto a otras supervivientes llevan años creando conciencia en contra de la esclavitud sexual. A ellas debemos en parte, que el Estado francés optara por una ley abolicionista de la prostitución inspirada en el modelo nórdico. Es autora del libro Une prostituée témoigne, testimonio de la actividad a la que dedicó más de veinte años de su vida. Entró y salió de la prostitución en varias ocasiones a lo largo de décadas, ella misma manifiesta que nadie le obligó a entrar, nadie le puso una pistola en la cabeza. Decidió no volver nunca más el día en que un putero habitual le ofreció dinero por su hija de doce años.

Rosa Hicher


Se llama Alika Kinan también es una superviviente de la prostitución, su abuela, su madre y sus tías fueron prostitutas. Ella misma cuenta, cada vez que acude a una conferencia, que nadie le obligó a entrar, nadie le puso una pistola en la cabeza. A lo largo de dieciséis años esa fue su vida y cuenta con pelos y señales, a todo el que quiera oírlo, cómo transcurre el día a día de algunos millones de mujeres; los controles sanitarios que ellas mismas se costean; los controles policiales; las deudas, extorsiones, amenazas y abusos de tantos chulos, médicos, policías, funcionarios, políticos, jueces, taxistas, vendedores, caseros, camellos… incluso las propias familias y por supuesto también de los puteros; nos cuenta del miedo, del asco, de la soledad, del ser y sentirse insignificante, de cómo todos estamos enterados y no queremos saber. Hasta que un día en el interrogatorio posterior a una redada, una jueza le preguntó si pensaba que ser prostituta sería una buena ocupación para sus hijas. Define ese momento como un golpe que le hirió profundamente y la movilizó para revelarse contra el destino que nadie admitía haberle impuesto y por el que campaba desde la adolescencia.


Alika Kinan















La  explotación consentida

Nadie le puso una pistola en la cabeza, pero tampoco nadie le había ofrecido nunca otra posibilidad para poder romper el círculo de pobreza y exclusión que venían repitiendo durante generaciones las mujeres de su familia y de su entorno próximo. No hubo libre elección, nacieron en el  camino y solo siguieron la lógica del trazado. En 2016 el Tribunal Federal de Tierra de Fuego condenó a su proxeneta a siete años de cárcel, a una indemnización de  más de siete mil pesos y el Estado argentino fue considerado cómplice de trata. Fue un hecho histórico de reconocimiento de todo un sistema de explotación sexual de mujeres y niñas, de todos los elementos que lo constituyen, tantos, que llegan a implicar a todo un Estado y lo convierten en un Estado cómplice y proxeneta.

Este logro de Kinan es suficiente para autorizar su voz y todo el conocimiento que nos aporta sobre un fenómeno social que se ha desvinculado de sus formas de explotación tradicionales y que la globalización ha impulsado a escala planetaria, convirtiendo la prostitución en un sistema criminal de explotación total que incide en la economía tanto como en la política y repercute en los Estados y en toda la sociedad. La prostitución es en estos momentos la expropiación absoluta de la humanidad de millones de mujeres, niñas y niños, su cosificación para  la violación y el abuso sexual sistemático en todas sus formas. La prostitución es ahora una industria globalizada de explotación sexual, liderada internacionalmente por grupos de inversores organizados en red que participan impunemente de su criminalidad. Su nicho de negocio en cambio, es el viejo sistema de acumulación por extracción y fabricación de pobres de toda la vida.

En palabras de Sheila Jeffreys, la prostitución no puede ser explicada al margen de la economía política; es una industria clave para el capitalismo neoliberal criminal y su funcionamiento está sólidamente racionalizado y estructurado como el de cualquier multinacional. En ello se amparan como organización para exigir reconocimiento como trabajo regulado, de interés social y exigir trato de favor en la fiscalidad. Una criminalidad profesionalizada.

Solo desde los planteamientos abolicionistas del movimiento feminista se ha tomado conciencia de la gravedad del fenómeno y de la necesidad de investigar el sistema prostitucional, los vínculos que se establecen entre sus actores principales y de éstos con el poder político,  económico y financiero. De cómo se tejen las redes criminales, cuáles son sus modos de actuación y consecuencias para la sociedad, el Estado y la democracia. Y también qué políticas son necesarias para su erradicación.

La sociedad siempre quiso ignorar el significado de la prostitución, pero las mujeres conservamos la cicatriz atávica de las violaciones de guerra. Lo primero que se instala en una colonia militar es un burdel. El primer botín que se entrega a un ejército como recompensa o para levantar el ánimo del combate es el burdel. El papel de puta reservado para mujeres y niñas es imprescindible en cualquier conquista. Calmar la frustración de cualquier ejército o animarlo al horror de la batalla requiere el sacrificio y la entrega de mujeres y niñas para alimentar a la bestia. Violar mujeres y niñas es un arma de destrucción masiva que aniquila comunidades enteras desde tiempos inmemoriales. Su eficacia avala su pervivencia en las guerras actuales, incluidas aquellas que se han desarrollado hace apenas unos años en la cultivada Europa. Incluso, como hemos sabido por titulares, las intervenciones de los cascos azules de la ONU dejan un reguero de abusos, y violaciones de menores que se intentan justificar con el intercambio de unas monedas o un plato de comida, es decir el burdel legitimado de cualquier ejército. En la guerra, las violaciones de mujeres y niñas son una repugnante costumbre justificada por el embrutecimiento, y en la paz también. La sociedad necesita legitimar su indiferencia con la lógica del burdel apuntalada por la libre elección, la biología masculina y el intercambio de dinero. Para las mujeres nunca se ha firmado un tratado de paz.

En el burdel la violación y la deshumanización están permitidas y legitimadas por el intercambio de dinero que corre a manos del proxeneta. Seguir el rastro de ese dinero y de los grupos inversores, llevó al periodista Joan Cantarero a infiltrarse en la Asociación de Empresarios de Locales de Alterne-Anela. Pudo demostrar, destapando la red de prostitución de niñas en Valencia (1985), las relaciones de éstos grupos con la extrema derecha, con políticos corruptos, con individuos de familias franquistas de reconocido renombre entre las élites, todos ellos haciendo negocio con la prostitución. Individuos referentes del régimen, de misa diaria, hombres y algunas mujeres de clases pudientes, élites económico-financieras, políticos de factoría franquista, todos en conexión con la ultraderecha política. Y ahora desde alguna supuesta izquierda siguen apuntalando sus intereses, reivindicando su derecho al negocio y también a la violación y el abuso. Y también se esmeran en defender a una organización que vomita sobre la palabra sindicato y que ya había echado sus cuentas de beneficios en cómodos plazos de cuotas mensuales, sobre lo que dicen es el trabajo empoderante de unas trescientas mil mujeres en el territorio español. No hay que ser contable para calcular los multimillonarios beneficios que recibiría la organización con el cierre de ejercicio de un solo trimestre.

Sabemos que el negocio es tan multimillonario que organismos internacionales como el FMI recomiendan su cuantificación y cotización en el PIB. Porque todos los que defienden la prostitución como un trabajo tienen intereses en su perpetuación. Todos obtienen algún tipo de beneficio. Desde el negocio multimillonario de inversores y proxenetas a la discreta mordida del asalariado para completar el mes. Desde el postureo cómplice que te abre a la aceptación del grupo y te proporciona reconocimiento y silloncito, a la posibilidad de autoafirmación y el compadreo ocioso y salvaje del putero.

Las únicas que no tenemos interés en la prostitución somos las mujeres, de ser así el mundo sería un inmenso prostíbulo. Solo la necesidad nos obliga y como cuenta Beatriz Ranea  en su investigación sobre la prostitución ocasional, el sistema prostitucional y sus redes nos está esperando en cualquier lugar, una cafetería, un banco de una plaza, una parada de autobús, encarnado en cualquier hombre dispuesto a follarnos a cambio de unas monedas. Ante nuestra necesidad no nos ofrecen ayuda sino la posibilidad de hacer de puta.

Amelia Tiganus


Amelia Tiganus también superviviente de la prostitución, cuenta que el sistema te construye como puta igual que te construye como emigrante, refugiada, mano de obra barata o mendigo.  Te deja a la intemperie y espera a que ocupes tu lugar mediante los mecanismos perversos de la exclusión y reproducción de la pobreza. A todas estas mujeres la prostitución les estaba esperando, explica, y sobreviven mientras se les despoja de toda libertad, dignidad, salud física y psicológica, derechos humanos, incluso la vida, concluye. Es un aprendizaje de servidumbre y renuncia a la humanidad. Las hacen mujeres de deuda eterna y serán expulsadas a otro sector de explotación o abandonadas a su suerte, cuando sus  captores decidan que ya no les pueden extraer más beneficio. Su supervivencia en el sistema prostitucional solo es posible colaborando en la explotación de otras, y esto es así desde el principio de los tiempos, la criminalidad se perpetúa consigo misma.

La prostitución es desde siempre el reino alucinado de las falacias y las mentiras burdas que nos contamos para poder soportarlo y las que nos cuentan para que miremos en otra dirección. El glamur que venden es sordidez, el dinero que corre siempre lo hace en la misma dirección y hacia los mismos bolsillos. Cuando una administración pública se decide a intervenir en el hecho social de la prostitución, lo hace siempre previa intervención policial y necesariamente a través de los servicios sociales y lo que encuentran son mujeres y menores en la más absoluta de las precariedades, un “trabajo” del que te rescatan con la policía. Las mujeres, ninguna, jamás hemos corrido al burdel, pero al parecer en algún sitio se ha decidido que este debe ser nuestro destino.

Su supervivencia en el sistema prostitucional solo es posible colaborando en la explotación de otras, y esto es así desde el principio de los tiempos, la criminalidad se perpetúa consigo misma.

En el último informe de ABITS de 2017 encargado por el ayuntamiento de Barcelona, nos encontramos con el hecho peculiar de que solo han atendido a un hombre en prostitución. El cinismo y el empeño en disfrazar la realidad no pueden ocultar los porcentajes estadísticos. Otra realidad que muestra el mismo informe es que casi el noventa por ciento de las mujeres prostituidas son emigrantes africanas, seguidas de latinas, rumanas y en menor medida de origen marroquí, la prostitución local no llega ni a un escaso diez por ciento. Es pertinente preguntarse por qué las mujeres dejan sus comunidades y países en los que sobran puteros y se van a miles de kilómetros a prostituirse, sin redes, desconociendo el idioma, la cultura, sus instituciones, sin apoyos de familiares ni amigos y acostumbran a dejarse la documentación olvidada, cuando no a perderla.

Y la pregunta del millón; cómo es que ante un negocio multimillonario y empoderante, los hombres no le encuentran la oportunidad o la gracia y no tienen interés en prostituirse. La respuesta es conocida por todos, incluso por quienes se empeñan en negarlo; nosotras somos el producto y los hombres dirigen el negocio, tanto en la demanda como en la extracción de beneficios. Si de verdad fuese un “trabajo cualquiera” hace ya mucho que lo hubiesen industrializado a su favor excluyéndonos por no ser suficientemente aptas o buenas putas.

De puteros y colaboracionistas

Para Rosa Cobo, en su investigación sobre el sistema prostitucional, la industria de la explotación sexual es la clave para que algunos países se incorporen a la economía global dirigida por los fundamentalistas del mercado. El neoliberalismo en su conquista de los países y con la implementación de sus políticas de destrucción del Estado afecta a sus élites, una parte de ellas entran en crisis y su economía y negocios peligran. La también socióloga  Saskia Sassen refuerza esta hipótesis al señalar cómo dichas élites reconstruyen su patrimonio a partir de las economías ilícitas (armas, narcotráfico, prostitución, venta de órganos…) y crean redes, comparten rutas, estrategias, asesores, abogados, grupos de inversión… Sus actividades son intercambiables según las circunstancias y estas actividades criminales sirven para recomponer las economías nacionales cruzando sofisticados sistemas de blanqueo de actividad y capitales que crean circuitos cuasi-institucionales e internacionales que permiten acumular grandes cantidades de dinero en poco tiempo.


Rosa Cobo










Con Rosa Cobo coinciden muchas otras investigadoras del sistema prostitucional y todas constatan su incidencia en la violencia contra las mujeres, después las estadísticas demuestran su clara incidencia en el aumento de la criminalidad. El resultado  de un sistema económico de acumulación despiadado provoca un cambio social de valores que despierta las alarmas de supervivencia, alimenta los discursos de odio y promueve la mercantilización de niñas y mujeres en la prostitución, los vientres de alquiler o la pornografía en estrecha relación con las anteriores.

Los interesados en la promoción del sistema prostitucional hablan de empoderamiento. A propósito de este palabro Daniel Bernabé desenmascara su doblez y critica la perversión de la lógica neoliberal, te puedes empoderar como persona o como mercancía, dice. Como ser humano te reconocerás en otra humanidad, arrancarle la dignidad te envilecerá y te pasará factura social. Si lo haces como mercancía, al otro, solo le otorgarás un precio siempre devaluado por el uso y el tiempo. Es el viejo mantra neoliberal del “todos tenemos un precio” que niega la posibilidad civilizatoria y solo ve la lucha descarnada por la supervivencia. El mantra anticivilizatorio de los que han convertido el mundo en un mercado repugnante y la vida en él  en un callejón sin salida.

En la prostitución, lo que siempre fue un tabú y una alianza de ocultación de la fratría masculina, ahora es secretismo. Hay un empeño en no conocer, en no querer saber, en negar la evidencia de su brutalidad porque lo que está en juego es la pérdida de nuestra inocencia, el tener que asumir la complicidad del consentimiento y la indiferencia.

Los negacionistas, en la defensa de sus intereses, aparentan ser críticos y alimentan activamente la ignorancia, ocultando hechos, cifras, actores, sus intereses, la función que cumple y las consecuencias para toda la sociedad. Niegan las voces de las pocas supervivientes que se deciden a dar testimonio y se aferran al dogma de la libre elección individual. En palabras de Amelia Valcárcel, las mujeres han sido prostituidas con independencia de su voluntad durante casi todo el periodo conocido que abarca nuestra memoria histórica ¿Cuál sería la novedad? Que ahora decidieran hacer por sí mismas lo que en el pasado se las obligó a hacer sin el concurso de su libertad.

Ahora ya sabemos qué es la prostitución y que nuestro país es destino de turismo sexual, es así como aparece en las guías de viajes. España es el país con mayor consumo de prostitución de Europa y el tercero en el ranking de demanda según la ONU y recalca que el 39% de los hombres en nuestro país ha pagado en alguna ocasión por sexo. Las cifras sobrepasan los dos millones de consumidores, por lo tanto no hay que hacer mucho cálculo para saber que en algún momento tenemos un putero cerca.

El putero es el mayor conocedor de lo que es la prostitución. Él es quien mantiene el negocio con su demanda. Su deseo lo vale todo. La trata es una atención a su gusto por el exotismo, la niñas prostituidas son un regalo a su deseo de dominación, aquellas que están sin estrenar halagan su exquisitez elitista, las que están rotas por el alcohol, las drogas o la mala suerte son un saco de boxeo ideal donde descargar toda su frustración de manera individual o en manada. No hay perfiles cerrados, todos tienen en común que son hombres de toda clase y condición social, cultural o económica y son una especie de animal mitológico que solo se encarna en el compadreo entre iguales.

El putero es ese amable policía que te va a salvar de los malos o que colabora poniendo los neones al burdel, por ejemplo en el caso  Carioca. El encantador padre de familia que se ofrece a recoger a tu niña del colegio. Los estudios reflejan que la mayoría son hombres casados y admiten ser conocedores de que en los burdeles hay menores, incluso las han visto y nunca han denunciado. El médico que te hace el reconocimiento diagnóstico, el profesor de tu hija, el dentista que mete sus manos en tu boca, el funcionario que tramita toda tu documentación de extranjería y residencia, el del INEM que te inscribe en el paro, el tendero, el taxista, el panadero, el paleta, el del bar… Son los putos amos y solo reclaman su derecho a un burdel propio ¡Déjenme ser un putero, tengo derecho!
Pero prefieren que sean ellas, las mujeres, las que den la cara y en un ataque de total libertad empoderada exijan su derecho a ser prostituidas. Su coro son las que solo pueden hacer de su necesidad virtud, defienden su explotación y la de otras muchas, porque piensan es su única salida. Sus voces son amplificadas por otras que ponen su clasismo, elitismo e hipocresía al servicio de una nómina o una oportunidad de crecimiento personal. Y caminando arropadas por su ego, pero sin ir más allá de su ombligo, promueven la prostitución de otras mujeres con la expectativa de favor de un putero halagado que en algún momento pudiera ser un promotor.

Son mujeres en condiciones de elegir y decidir, con trabajos garantizados, en instituciones o pertenecientes a una burguesía acomodada que saben sus derechos plenamente garantizados, y convencidas de que no son deudoras de la barbaridad de sus propuestas, porque siempre encontrarán la condescendencia y el reconocimiento del sistema de privilegios que defienden. Los hechos y los datos para ellas no cuentan, la realidad es siempre una mentira. Con la excusa del debate solo pretenden el control del discurso y que la explotación sea un largo río tranquilo. Su impostura discursiva pone las claves en la defensa de la libertad individual y en la prostitución como trabajo. Lo que solo es un modo desesperado de supervivencia, como la mendicidad, solo los capos explotadores quieren legitimar su crimen hablando de trabajo. Un ejemplo, el capo brasileño que llegó a crear un imperio y en los registros telefónicos, ante algunos comentarios suplicatorios de sus chulos, su orden era No hay chicas cansadas. Están allí para trabajar. Aparte de ellos, que haya quienes teniendo toda la información sigan blanqueando la prostitución y digan que el problema está en la necesidad de una ley para regular la explotación y la esclavitud, en vez de cargar sobre las exigencias de los puteros de poder abusar y violar mediante pago, es cinismo canalla. Pero también una complicidad con el sistema prostitucional que podemos llamar sin tapujos colaboracionismo.

Dado que el deseo de prostituirse de cualquier mujer solo existe en la mente calenturienta de los puteros, ellas lo validan y como no tienen intención de dedicarse, defienden nuestro derecho a poder prostituirnos. No se interesan por nuestro derecho a un trabajo digno y en condiciones deseables. Solo les motivan que las putas estén limpias y sanas.

Se prestan a recoger las prebendas del sistema prostitucional, igual que el taxista recoge la mordida por acercar un cliente. Y cuentan que prostituirse es un derecho que tenemos las mujeres trabajadoras, pobres y emigrantes. Ellas prefieren dedicarse a una profesión o hacer modus vivendi de la política en cualquier partido o de la reivindicación social en cualquier movimiento. Mientras canalizan su narcisismo en la defensa de las minorías vulnerables porque da puntos al carnet de esnobismo y postureo, desprecian a la gran mayoría que somos las mujeres, porque ellas son la abeja reina. La única mayoría que consigue conmoverlas en su vulgaridad numérica es la de millones de puteros. Ante el rechazo social creciente, antes se ponen la venda y ya tienen preparado la campaña del NO punitivismo. Algo así como, podéis pensar que son despreciables pero que no les pongan una multa y sobre todo que no se la envíen a casa, tienen familia. Las putas en cambio, son seres de luz que existen porque  sí al margen de cualquier estructura o condicionante social, solo viven por su voluntad de prostituirse y ser folladas. Simplemente aparecen, y algún día ya no están en la esquina o rotonda.

Algunas de estas señoras han hecho de la defensa de la prostitución como trabajo su carrera de éxito, sacan manifiestos escandalizadas e indignadas por la falta de libertad, escriben artículos y dan conferencias como si no hubiera un mañana. Cobrando por supuesto, y sin poner un pie en la realidad, también. Y no como esas feministas fanáticas que defienden su militancia a escote.

Ellas sí son buenas feministas, de las que jamás molestarán al patriarcado, y ni se les ocurre  considerar las consecuencias  para la sociedad o para todas las mujeres del hecho posible de naturalizara la prostitución como un trabajo cualquiera ¿qué condiciones de trabajo y salud para las mujeres? ¿Qué tipo de regulación y de qué? ¿cómo afectaría al derecho laboral y a los derechos de todas las personas trabajadoras? ¿Qué riesgos asumiría la sociedad y las mujeres si fuese un trabajo? Sabiendo como saben y ya sabemos todos, que en los países que ha sido regulada como trabajo, en todos, constatan el fracaso, el aumento de la violencia hacia las mujeres y de la criminalidad. No hace mucho supimos por titulares de la apertura del primer burdel con muñecas de silicona y que en menos de una semana estaban destrozadas por prácticas violentas, afortunadamente no eran mujeres.

A este coro de entregadas a la causa puteril las apodo ofendiditas. Tomo el término prestado de Lucía Lijtmaer en alusión a su libro sobre la criminalización de la protesta de las mujeres feministas contra el abuso sexual y su negación a seguir soportándolo. Las ofendiditas son estas señoras siempre escandalizadas, que desde su privilegio nos dictan a las demás cómo debemos interpretar la realidad, en base a sus convicciones. Porque solo ellas saben lo que nos conviene. Les molesta que hablemos de esclavitud porque no llevamos grilletes, y la defienden porque ese sistema y no otro, ha sido el que ha sustentado y amalgamado a las élites desde siempre. Al final resulta que es la vieja lucha de clases de toda la vida.

Pero la supervivencia de la prostitución siempre ha requerido de la ocultación y la doble moral, por lo tanto de grandes dosis de hipocresía y ceguera selectiva. La narración que mejor refleja esta doblez, así como la función que cumple la prostitución y la imposición de una casta de mujeres y niñas destinadas a la misma sí o sí, es este párrafo de Gonzalo Torrente Ballester en su Don Juan –Hasta que las madres de familia se reunieron en junta y acordaron ir a ver al señor Corregidor… Total, que un día surgió el tumulto, y asaltaron esta casa, lo destrozaron todo y sacaron de ella a las arrepentidas y las devolvieron a su lugar de origen…¡Cómo se fornicó en Sevilla aquella noche!- Las arrepentidas de la novela eran aquellas mujeres de la prostitución que no tenían otra alternativa. Aquí el autor se apiada de ellas y hace que se refugien y se nieguen a ejercer, lo cual subleva a las señoras de bien que entran a la casa y arrastran a las putas por los pelos hasta la puerta del burdel para que se dediquen.

Nosotras somos mucho más afortunadas y como mujeres libres, nuestras desgracias son solo culpa nuestra, algo habremos hecho mal, salvo que sea merecimiento, claro está. Pero tenemos unas valedoras generosas, son aquellas que dicen se han trabajado su posición y nos regalan un nuevo derecho, el derecho a prostituirnos. No nos van a dar unas mejores condiciones laborales o salariales por limpiar sus casas, de ser así y dada nuestra condición subalterna pudiéramos darnos a la pereza. Si no tenemos suficiente salario siempre podemos meter horas de atención y cuidado de sus mayores o dependientes. Y si tampoco así nos llega nos soltarán el haber estudiado. Y después nos harán la empoderante oferta de elevar la autoestima de los hombres de su entorno amorrándonos a sus genitales u ofreciéndoles amablemente nuestro culo para aumentar un salario que siempre les parecerá excesivo.

…¡y que vengan los puteros a debatir!

Quien debería conocer el fenómeno social de la prostitución, los intereses de sus diferentes actores y las consecuencias que acarrea a toda la sociedad, sería la institución académica. Pero la universidad ha contribuido al desprestigio de los valores de la Ilustración, solo se salvó la libertad como única medida del deseo. La fraternidad y la igualdad,  más próximas a la redistribución que a la meritocracia y la excelencia, han sido despreciadas. Y cuestiones como la democracia o el feminismo son tan debatibles y puestas en duda como los Derechos Humanos. Entiéndase debate como simple cuestionamiento de su necesidad o transcendencia.

Un relativismo de bolsillo acompañado de un cheque o subvención para la implementación de un determinado modelo que solo favorezca al mercado,  junto con una posmodernidad que nadie necesitaba, han dado validez normativa a la posverdad, populismos varios y el fundamentalismo neoliberal declarado culto obligado y representado por las más peregrinas teorías o afirmaciones dogmáticas.




La universidad ha renunciado a la investigación de la realidad y también prescinde de su función social.  Rehúsa comprender y explicar un hecho social como la prostitución que afecta a millones de mujeres y niñas en todo el planeta. Son hastiadas las críticas abolicionistas por las trabas a sus investigaciones, no solo económicas sino administrativas, metodológicas y la escasez de comparativas que pudieran rebatir sus planteamientos. Está claro que tampoco hay interés en demostrar el beneficio de los supuestos regulacionistas, porque es más que probable que sean inexistentes.
En cambio el poder legitimador de la academia sigue intacto y ha tomado carta de facto en la justificación de la prostitución como una realidad sociolaboral necesaria para las mujeres más desfavorecidas. Mientras la reivindicación del acceso a la educación y a la educación superior de las mujeres son un clásico feminista aún sin plena consecución, la misoginia de la institución académica es un broche de oro de ostentación diaria. La formación superior es el mayor garante de ascenso social. Pero aunque las cifras demuestran que somos más y mejores en las aulas, en la universidad son menos las profesoras, catedráticas y rectoras. Con estos datos y el conocimiento de que las mayores tasas de pobreza son femeninas, los representantes de la academia han creído oportuno recordarnos que siempre podemos trabajar de putas.

Mientras nos ponen paños calientes para la aceptación de la precariedad y cada ruindad se disfraza con un palabro inventado, el derecho de los puteros se reclama como si de una revolución se tratara al grito de; fuera puritanas, censoras, fascistas y feminazis ¡queremos putas y tiene que haber mujeres dispuestas y suficientes! Mientras la academia francesa ordenaba no tocar a sus putas, la nuestra fue más allá. Se coordinó en menos de una semana para organizar seminarios en veinte universidades públicas sobre el trabajo sexual como un trabajo cualquiera, e invitaron a representantes del sistema prostituyente a promocionar su actividad. Alguna universidad decidió incluso que los seminarios eran obligatorios. Y el arrebato era tan intenso que hubo rectores que llamaban al debate a los puteros para que fuesen ellos quienes reclamaran su derecho a un burdel propio ¡Déjenme ser un putero, tengo derecho!

No hablaron de prostitución, ni invitaron a abolicionistas, se posicionaron a favor del trabajo sexual desde el título de cada convocatoria, ese era el objetivo. Y por lo tanto se posicionaron a favor de la trata, la explotación sexual, el neoliberalismo salvaje, en contra de los Derechos Humanos y por supuesto y siempre a favor del patriarcado, porque van juntos en el mismo sistema de valores. Para el sistema prostitucional ha sido una de las mejores campañas, el poder encontrase en un espacio público de reconocimiento y hacer coincidir la oferta y la demanda. Podemos suponer que en pleno alborozo solo les quedaba intercambiar teléfonos y fijar precios por servicio.

Solo podemos ver en este suceso una maldad deliberada, la insistencia en no querer ver o entender y la imposición del mandato patriarcal más rancio y retrógrado; o casada o puta, siempre esclava. El odio feroz contra las mujeres que se suma al elitismo, la hipocresía y conforman el colaboracionismo de una institución que apuesta por un tipo de sociedad donde una casta de mujeres y niñas  tiene su destino decidido de antemano; tienen que hacer de putas, porque  los hombres tienen derecho a ser puteros. Definitivamente la lucha de clases se ha trocado guerra despiadada entre sexos.

Por último y como ya no viene de unos párrafos, quienes deberían saber qué es la prostitución y qué implica, son nuestra clase política. Porque son ellos quienes tienen que decidir las políticas adecuadas para su erradicación. Las de promoción ya son añosas, desde el laissez faire de toda la vida, hasta la promoción activa de algunos ayuntamientos que subvencionan cursos para hacer de puta. Sabemos por titulares que algunos son bien conocedores del sistema prostitucional, en calidad de puteros. Se puede sospechar que algunos además tengan intereses propios, pues los grupos de inversores no son entelequias. La reacción social suele ser de indiferencia cuando no de mero chascarrillo. Ser putero es tan natural como respirar. Como, bebo, duermo o voy de putas, es normal. Creo que si en algún momento los medios que contribuyen a la normalización del sistema prostitucional por la difusión y el marketing, nos contaran las cifras que se gastan en prostitución nuestros políticos y en qué tipo de demandas, se nos congelaría la sonrisa.

Pero lo peor es la aceptación generalizada de la cultura puteril, ya sean puteros o no. Una cultura que se ha hecho hegemónica y que solo cuestionan como partido, y con la boca pequeña, socialistas y comunistas. Todo el resto de partidos, desde la extrema derecha, a la más rancia conservadora y la moderna neoliberal, juntamente con los que se dicen nueva izquierda, todos, la aceptan como natural e inevitable. Se empeñan en  imponer la idea de que el sistema prostitucional no puede dejar de existir y que debemos aceptarlo sin plantear otros horizontes porque ellos no son capaces de imaginarlos. Cuando precisamente la proyección de un mejor futuro, el posibilismo de la utopía, es la única garantía de la izquierda frente al conservadurismo. El mandato neoliberal comulgado por todos y apoyado en una sola verdad, la suya, es negacionista. Impone el no hay alternativa de manera tan natural como la brisa de verano.

Han abrazado sin ambages la ideología neoliberal y ésta se parapeta detrás de una supuesta buena intención; ya que es inevitable, ya que están atrapadas en el sistema y que hay puteros suficientes, ¡hagámoslo bonito!  Pero no hay nada rescatable del hecho de que tu cuerpo sea penetrado, baboseado, manoseado… por alguien que no deseas. Todos los hombres lo saben, por eso no aceptan ser prostituidos ¿por qué nosotras sí deberíamos aceptarlo? Las mujeres llevamos peleando más de tres siglos por conseguir nuestra completa ciudadanía. Nuestros problemas son los de todos, un trabajo digno y en buenas condiciones, hace mucho decidimos que ¡no queremos ser las putas de nadie!

Ana de Miguel


Como dijo Ana de Miguel, después de desmontar la falacia de la libre elección,  si la prostitución es un trabajo como cualquier otro, sugiero que la legislatura y los responsables políticos lo practiquen durante una semana antes de tomar una decisión. Es la mejor manera de aumentar la aceptación social y reducir el estigma. Las feministas sabemos de lo que es capaz la derecha, la política es su mejor negocio porque gobiernan siempre a su favor. Ellos no se molestan en defender la prostitución, solo hacen uso de su derecho natural, las mujeres somos esclavas de su propiedad. Su batalla no es partidista, es contra todas las mujeres para que acaten el orden establecido por el patriarcado. Parten de su natural supremacista y su único rival ideológico es el feminismo.

Quienes nos helaron el corazón fueron las supuestas nuevas izquierdas. Convencidas como estábamos que eran nuestras aliadas y que era su deber cambiar el mundo. Vimos primero como nos quisieron entregar el cielo, cuando lo único que pedíamos era la realización de nuestros derechos en la tierra. Más tarde se sumaron a la dialéctica de la barbaridad y mientras decían pactar con los mercados la total desmercantilización de la vida, ofrecían sin tapujos nuestros cuerpos, íntegramente. Como si de un sacrificio ritual se tratara. Y resultó algo así como que las mujeres éramos chanchos de los que se podía aprovechar todo, óvulos, leche, úteros… y el cuerpo para el uso y abuso. Solo que los chanchos pasaron a tener más derechos que nosotras en sus propuestas. Nosotras somos la moneda de cambio, nuestros derechos, nuestra dignidad y humanidad les resultan una revolución caduca, nuestra exigencia un atentado contra su vanidad y el narcisismo infantiloide de una generación satisfecha.

Hemos comprobado que si hay algo verdaderamente transversal son la misoginia, el sexismo, el machismo y un odio feroz y profundo hacia las mujeres. Estas autodenominadas nuevas izquierdas, parten de su supuesta superioridad moral para cargar contra el feminismo como rival político. Y pugnan cada día por el control del discurso, la interpretación de la realidad acorde a sus intereses y por fijar un marco conceptual que sobrepase la teoría política feminista. Lo cual no es posible porque; no puedes inventar la realidad cada día, despreciar toda influencia, vaciarla de todo tipo de interpretaciones y apostarlo todo al albur del relativismo y un neolenguaje hueco. El adanismo es simplemente idiota y el feminismo aunque moleste, es mucho más que una filosofía política.

Haríamos bien las feministas en recordar cómo fue la aparición de esta supuesta nueva izquierda, sus orígenes fundacionales en aquel 15M del 2011. Conservar la memoria previene tener que lamentar el engaño. Nuestro 15M vino precedido de otras movilizaciones y otras primaveras en diferentes países latinoamericanos, las causas eran las mismas; rechazo y hartazgo de unos sistemas corruptos que solo ofrecían austeridad y precariedad sin alternativa posible. En las concentraciones de todas esas primaveras, las feministas presentes fueron rechazadas y agredidas.

Como relata Nuria Varela en su último libro, en nuestro 15M también sucedió. Al querer unir su causa con todas en una reivindicación común y escenificarlo con una gran pancarta, las feministas fueron agredidas. La pancarta llevaba escrito el eslogan “la revolución será feminista o no será” y las feministas fueron abucheadas y la pancarta fue arrancada entre aplausos de los presentes. El feminismo ha sido un movimiento maldito justo hasta ayer, que en un ataque de cinismo algunos lo han impreso en miles de camisetas con el susodicho eslogan y lo han cambiado por unos cuantos votos. Está desactivado, o eso creen.
Tras el suceso de la pancarta ¡Vuelta al siglo XVIII! dice Varela al relatar el suceso, aquellos jóvenes revolucionarios, tal y como hicieron los franceses ilustrados, pretendían hacer una revolución contra los privilegios de clases acomodadas sin renunciar a uno solo de sus privilegios como hombres. El enemigo era el capitalismo; el patriarcado, ni tocarlo, concluye escéptica.

Nuria Varela


No puedes decir que eres de izquierdas, ver estructuras de poder y dominación incluso en el vaho de tu aliento y cuando una mujer te dice que no tiene trabajo decirle que se haga puta, que es un trabajo cualquiera. La convicción de que las mujeres pueden ser usadas, compradas y vendidas es el pilar fundamental del patriarcado. Naturalizarnos como inferiores y deshumanizarnos es lo que cimienta la dominación y justifica toda la violencia que ejerce el poder masculino. No puedes decir que eres de izquierdas cuando el único universalismo que entiendes es el de millones de puteros. No puedes decir que eres de izquierdas y sacar a la venta a mujeres y niñas. No puedes mercadear nuestro derecho a un  trabajo digno por el privilegio de millones de puteros a un burdel propio. No puedes abrazar el eslogan ¡Déjenme ser un putero, tengo derecho! Y seguir vendiendo que eres de izquierdas.

Cruz Leal. Abolicionista, porque el abolicionismo es la revolución del feminismo como último ideal universalista.

Fuente:







REPERCUSIÓN EN LA SALUD DE LA PROSTITUCIÓN: Las huellas de la esclavitud en las mujeres


REPERCUSIÓN EN LA SALUD DE LA PROSTITUCIÓN: Las huellas de la esclavitud en las mujeres
La salud de las mujeres prostituidas

septiembre 18, 2019
Dra. Radfem y M.H. – Mujeres por la Abolición

El 17 de marzo de este año se publicaba en el diario Público un magnífico artículo de Nuria Coronado Sopeña en el que se entrevistaba al ginecólogo burgalés Abel Renuncio y a la psicóloga jurídica y forense Laura Redondo sobre el impacto de la prostitución en la salud de las mujeres sometidas a la misma.

En esta imprescindible reflexión, se ahondaba sobre el sufrimiento, tanto físico, emocional como vivencial de las mujeres que padecen esta lacra, y sobre la tortura que soportan sus cuerpos y mentes.

En Mujeres por la Abolición, queremos recopilar la evidencia científica que existe con respecto a la repercusión en la salud de la prostitución, con la intención de poder aportar datos y un argumentario sólido a las compañeras que peleamos por la abolición de esta forma de esclavitud, e incidir en las instituciones y en el ámbito sanitario (especialmente, en el personal que se dedica a atender a estas mujeres), razonando por qué acabar con la prostitución es una materia urgente.




Las marcas de la tortura: Impacto en la salud física
Como bien dice Abel Renuncio, “es imposible que fisiológicamente ningún cuerpo esté preparado para una explotación de ese tipo”. Y es que las mujeres en prostitución tienen que acostarse con entre 10, 20 e incluso 30 puteros al día.

Sin duda, estas relaciones sexuales continuadas, en las que no existe el deseo y, por lo tanto, sin la necesaria preparación, someten al cuerpo de las mujeres y, en particular, a su aparato genital, a un daño en ocasiones equiparable al de una agresión sexual y, por consiguiente, podemos encontrar desde irritaciones y erosiones vulvovaginales hasta desgarros.

Se estima que el 95% de las mujeres en situación de prostitución han sido abusadas sexualmente, y entre un 60-75% reporta haber sido violada durante la misma. Por lo tanto, y pese a que no contamos con cifras exactas en España (a pesar de que el Pacto de Estado contra la Violencia de Género incluyera la necesidad de realizar un análisis estadístico al respecto), podemos apreciar que las mujeres prostituidas son víctimas constantes y, sin embargo, invisibles, de las formas más brutales de violencia sexual.

A esto ha de añadirse que, a su vez, presentan una prevalencia mayor de diversas enfermedades ginecológicas y, en particular, infecciones de transmisión sexual (y, por ende, las consecuencias de las mismas, que abarcan desde la infertilidad hasta el cáncer, como el de cérvix).

De hecho, existe un estudio madrileño que calcula que hasta un 18% de las mujeres prostituidas padecen una o más ITS.

Según el Plan Nacional sobre el SIDA de CNE (Centro Nacional de Epidemiología), la prevalencia de VIH en mujeres en prostitución desde el 2000 permanece estable alrededor del 1%, aunque, por suerte, haya disminuido gracias al uso más consistente del preservativo desde los 90 (por las campañas de prevención del SIDA).

Se estima que, en los países y regiones de altos ingresos, como Europa, las mujeres en situación de prostitución tienen un mayor riesgo de contraer la infección por VIH que las mujeres de la población general, en una proporción hasta 13 veces superior.

Teniendo esto en cuenta, podríamos decir que, en la población prostituida, existe una epidemia de VIH (más del 1% de la población está infectada), y que el riesgo de estas mujeres es desproporcionadamente alto, y se correlaciona con prácticas punitivas que castigan a las mujeres prostituidas (criminalización, estigma, violencia por parte de los cuerpos policiales, falta de acceso a comida e inseguridad económica).

Asimismo, hay que considerar que, en muchos estudios, sólo se tiene en cuenta a aquellas mujeres que acuden a los servicios sanitarios a realizarse pruebas de detección de estas enfermedades o que pueden acceder a nuestro Sistema de Salud. No obstante, hay mujeres todavía más vulnerables que no llegan a percibir estos servicios y, por este posible sesgo, el riesgo de estas enfermedades es, probablemente, mayor en éstas. Por otro lado, también podría pensarse que quienes acuden son quienes tienen más problemas de salud… Es decir, que se trata de datos de difícil interpretación.

Es fundamental que seamos conscientes de una realidad ineludible: el riesgo de la salud sexual de las mujeres en prostitución es colosal.

Las huellas que no se ven: La herida psicológica
Ser víctima del sistema prostitucional conlleva consecuencias nefastas para la salud mental, debido a que la violencia que se padece es perpetua, incesante, y de una magnitud que, a veces, cuesta imaginar.

Las mujeres en situación de prostitución sufren una forma de violencia machista que se acentúa en lo que respecta al ámbito sexual (la violación por dinero), pero que también implica vejaciones, insultos, desprecios, cosificación (imprescindible para la violación), sexualización constante, y una merma de su persona, que puede acompañarse, en muchos casos, de golpizas, castigos físicos,… que incrementan la sensación de vulnerabilidad, soledad, tristeza y sufrimiento.

En primer lugar, es importante destacar que la herida psicológica que deja la prostitución es el resultado de un continuum de violencia en un sistema patriarcal. Es decir, las mujeres prostituidas llegan al sistema prostituyente debido a diferentes factores (abusos sexuales en la infancia, maltrato, violaciones, desamparo del sistema…) y que, cuando entran en este se sistema, se encuentran con todavía más violencia y misoginia.

No es de extrañar, por lo tanto, que la principal consecuencia psicológica sea el trastorno de estrés post-traumático (hasta el 68% de las mujeres prostituidas lo padecen), que se caracteriza por una “respuesta tardía o diferida a un acontecimiento estresante o situación de naturaleza amenazadora o catastrófica” (CIE-10). Éste incluye, entre otros síntomas, pesadillas con situaciones verdaderamente traumáticas que han sufrido (como las propias violaciones), con flashacks, ataques de pánico e, incluso, ideas autolíticas (que pueden conllevar intentos de suicidio).

A su vez, el abuso de sustancias es notorio y característico del sistema prostituyente, porque es promocionado por los puteros y por los proxenetas, quienes, conociendo la tortura psicológica que están sufriendo estas mujeres, se ofrecen a mitigarla con diversas drogas de abuso, como cocaína, alcohol…

Otra de las causas de este abuso de sustancias podría deberse al aislamiento social que padecen estas mujeres, que, por ejemplo, son cambiadas cada 21 días a diferentes prostíbulos; así no pueden establecer lazos estrechos con ninguna otra mujer, ni dentro ni fuera del club, afianzando así su dependencia para con sus explotadores.

Por ello, cuando Amelia Tiganus (superviviente de prostitución) afirma que “los prostíbulos son los campos de concentración de las mujeres pobres”, nos está relatando cómo dejando a las mujeres solas, desprovistas de sus amistades, de su familia, de su entorno seguro y, además, siendo castigadas cuando incumplen las órdenes de sus prostituyentes, se contribuye a un efecto clave: el desamparo y la sensación de abandono.

No podemos olvidar otros trastornos como los trastornos del estado de ánimo. Se ha visto que hasta un 56’4% de las mujeres prostituidas presentaba sintomatología propia de un trastorno depresivo, aunque en otros estudios realizados esta cifra alcanza al 67% de mujeres. Del mismo modo, los síntomas depresivos se asociaron tanto al padecimiento de ETG (enfermedades de transmisión genital) como al consumo de alcohol, ambas situaciones muy frecuentes en las mujeres que son prostituidas.



Pararse a pensar para poder actuar
Pero, ¿cómo puede la mente de alguien soportar tanta crueldad, tanto sufrimiento, tanta vulnerabilidad? Uno de los pilares con mayor relevancia para explicar esto se trata del abuso sexual en la infancia. Muchos relatos dentro de la prostitución comienzan con el abuso y las violaciones desde que estas mujeres son niñas. Así, numerosos estudiosos demostraban que alrededor de un 60% de las mujeres que eran prostituidas habían sido abusadas a una edad temprana. De esta manera, estas niñas aprenden que el abuso sexual y las agresiones son una condena de la que no hay escapatoria, y al no recibir la atención que requieren, asumen la inevitabilidad de la violencia como un estado perpetuo.

No podemos negar que la prostitución tiene un impacto deletéreo en la salud física, sexual y psicológica de las mujeres. Y tampoco podemos caer en la pasividad, y continuar contribuyendo al abandono que padecen las mujeres prostituidas.

La prostitución no sólo se ha de reconocer como una forma de violencia, sino que hemos de estudiar y profundizar en las consecuencias que ésta implica, y ponernos manos a la obra. Es imprescindible ampliar el estudio de sus repercusiones sobre la salud y, desde todos los frentes, actuar para poder ofrecer la mejor ayuda posible a las mujeres que se ven sumidas en ella.
No solo es una obligación profesional, sino que supone un imperativo moral oponerse a esta barbarie. Como profesionales de la salud, tenemos un compromiso: Concienciarnos. Para ello, es preciso que investiguemos, que estudiemos y hagamos un juicio crítico de la información que nos llega sobre esta cuestión. Sensibilicémonos para mejorar la atención que reciben. Trabajemos la empatía para con estas víctimas invisibles.

No podemos fallarles.

Bibliografía
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https://www.eldiario.es/sociedad/estigma-prostitutas-invisibiliza-agresiones-concebidas_0_844815924.html
https://www.thelancet.com/journals/laninf/article/PIIS1473-3099(12)70066-X/fulltext
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4297548/
Farley, M. Prostitución, tráfico y estrés postraumático.
Kramer, L., & Berg, E. (2003). A Survival Analysis of Timing of Entry into Prostitution: The Differential Impact of Race, Educational Level, and Childhood/Adolescent Risk Factors. Sociological Inquiry, 73(4), 511-528. doi: 10.1111/1475-682x.00069
Fernández, M. L. (2007). Aproximación a la prostitución femenina. En la calle: revista sobre situaciones de riesgo social, (6), 8-12.
Ziáurriz, T. U. (2011). La prostitución, una de las expresiones más arcaicas y violentas del patriarcado contra las mujeres. Pensamiento iberoamericano, (9), 293-312.
https://eciemaps.mscbs.gob.es/ecieMaps/browser/index_10_mc.html
Bagley, C. & Young, L. (1987) Juvenile prostitution and child sexual abuse: A controlled study. Canadian Journal of Community Mental Health 6: 5-26.
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Fuente







ABOLICIONISMO Y DERECHOS HUMANOS

ABOLICIONISMO Y DERECHOS HUMANOS


Este texto es una réplica de AMADH a una nota publicada en El Cohete
POR EL COHETE A LA LUNA MAR 29, 2020

Se publica a continuación la carta enviada por AMADH en respuesta a la nota Putas, al borde del allanamiento firmada por Leonora Jáuregui y Agustina Frontera. Hemos omitido algunos de los nombres de personas y organizaciones que menciona, porque consideramos que no son necesarios para el debate público sobre el tema y que implican una violación de la intimidad, que contraría las mejores prácticas en la materia.

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Escribimos esta respuesta con mucha tristeza y preocupación por cómo se ha abordado el tema de la prostitución y la trata en el artículo “Putas, al borde del allanamiento” publicado en este medio. Como organización abolicionista con más de 25 años de experiencia en el trabajo territorial con personas en prostitución, no podemos quedarnos calladas ante la desinformación y la liviandad con que se ha tratado un tema grave y que nos atraviesa en primera persona, como es la trata para explotación sexual. La Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos (AMADH) fue fundada y es sostenida por mujeres, travestis y trans en prostitución, así como compañeras que han logrado salir del sistema prostituyente y muchas habiendo en algún punto atravesado situaciones de trata y explotación sexual. Conocemos muy bien de qué se trata, contrario a lo que se nos acusa, e irónicamente se habla de nosotras desde falacias, desconocimiento y la negación de nuestro trabajo y militancia.

Las abolicionistas sabemos de qué se trata (porque lo vivimos)
Nuestra historia comienza en los años ’90, cuando mujeres y travestis en prostitución nos organizamos contra la violencia policial y para salir del sistema prostituyente en la ciudad de Buenos Aires. Muchas de nosotras venimos de otras provincias, expulsadas por la pobreza y el desempleo, o engañadas con promesas de un futuro mejor. Nuestros primeros encuentros fueron dentro de los calabozos y comisarías, donde ya comenzaba a perfilarse el liderazgo de la entrañable Lohana Berkins junto a Graciela Collantes. Entre esquinas y patrulleros comenzamos a organizar nuestra resistencia, contra las fuerzas represivas pero también contra los fiolos y proxenetas que operaban y aún operan en la mayor impunidad y a la vista de todo el mundo.

Así empezamos a llamar la atención de los medios, y de algunas organizaciones territoriales y de derechos humanos. Empezamos a sabernos sujetas de derecho, ¡porque hasta entonces no lo sabíamos! La policía no nos prestaba atención al principio, pero tras la visibilidad y un feroz motín en la comisaría 50 que hasta puso en riesgo nuestras vidas, tuvieron que empezar a ceder. Así llegamos a la Central de Trabajadores Argentinos, y nos conformamos como AMMAR, Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina, nombre que la propia Lohana ayudó a conformar. Los compañeros de la CTA fueron los primeros en nombrarnos “trabajadoras sexuales”. En ese momento nos deslumbró el término, el pensarnos trabajadoras en lugar de explotadas y perseguidas, pero eso no surgió de nosotras, y pronto nos dimos cuenta de que era una trampa.

Cuando la CTA quiso formalizar AMMAR como “sindicato de putas” mediante un acuerdo con el Ministerio de Trabajo, en ese entonces a cargo de Patricia Bullrich, comenzaron las discusiones entre nosotras. Teníamos un estatuto redactado para nosotras, pero sin nosotras. La mayoría nos opusimos, no considerábamos que la prostitución fuera un trabajo, ni queríamos que ninguna otra se tuviera que parar en nuestro lugar en las esquinas. ¡Hasta a compañeras que apoyaban la idea del sindicato, las hemos visto llorar porque no querían volver a pararse en una esquina! Se convocaron las asambleas más masivas que tuvo nuestra organización en ese entonces, en las que quedó claro que la gran mayoría no apoyaba el sindicato. De 120 mujeres y travestis, más de 100 apoyaron el continuar organizadas, pero no como sindicato. La CTA formó el sindicato igual, con las dos únicas referentas que habían aceptado el estatuto. Así comenzó AMMAR a llamarse sindicato, y así se conformó AMADH con todas las que veníamos organizadas, aunque durante un tiempo mantuvimos el nombre de AMMAR Capital.




Nuestra lucha, nuestro trabajo
Desde ese entonces nos dedicamos a formar promotoras territoriales en derechos humanos, que trabajan haciendo recorridas en las zonas de prostitución, colaborando con el acceso a la salud, la educación y el trabajo de mujeres y travestis. Fundamos en nuestra sede el Centro Educativo Nivel Primario N° 58 para que nuestras compañeras puedan estudiar, y para muchas es su primer ingreso al sistema educativo. Luchamos por la derogación de los artículos de códigos contravencionales que penalizan la prostitución, de forma ilegal e inconstitucional, siendo el último logro el art. 68 de Buenos Aires, una lucha que empezó Diana Sacayán en el año 2003 y recién se pudo concretar en 2018. Estos artículos son utilizados históricamente por la policía para castigarnos y perseguirnos, generando a su vez un sistema de corrupción y coimas.

Trabajamos constantemente para incidir en políticas públicas, participando de la generación de oportunidades de empleo destinadas a personas con alto grado de vulnerabilidad. Así conseguimos, por ejemplo, realizar cursos de formación profesional mediante un convenio con la UOCRA. En 2016 nos incluyeron por primera vez como beneficiarias del programa Hacemos Futuro, orientado a víctimas de violencia de género. Hasta ese momento la prostitución no era considerada una forma de violencia de género. Fue un trabajo de nuestra parte concientizar para que les funcionaries del Estado escucharan a las personas afectadas en los territorios. Gracias a nuestra insistencia, golpeando todas las puertas posibles, pudimos acceder a oportunidades laborales reales e iniciar o retomar nuestros estudios primarios y secundarios. También accedimos al monotributo social, con la posibilidad de facturar como autónomas y tener una obra social. Beneficios que supuestamente quieren lograr con una ley, y que sin embargo ya están a nuestro alcance gracias a la militancia abolicionista.

Muchas incluso pudimos acceder, a través de este programa, a estudios terciarios y a la universidad. ¡Algo que jamás imaginamos cuando empezamos a juntarnos en los calabozos! Hoy estamos esperando que se garantice la continuidad de estas políticas públicas y la inclusión de más compañeras, que lo necesitan urgentemente. Una posible reglamentación de la prostitución como trabajo podría dar por tierra con estas políticas de restitución de derechos: ¿por qué el Estado destinaría recursos para la inclusión laboral por una actividad que se considera trabajo?

Además de políticas públicas impulsamos legislación: junto con otras organizaciones logramos que se sancione la Ley 26.842 contra la trata de personas, y seguimos trabajando en redes para prevenir este delito y exigir la implementación de la ley que se encuentra sin presupuesto para la prevención y asistencia de las víctimas. Colaboramos de cerca con la Procuraduría de Trata y Explotación (PROTEX) velando por los derechos de las víctimas y personas en riesgo. Por último, también trabajamos desde la comunicación popular, editando nuestra propia revista Con Voz Propia y realizando producciones audiovisuales junto a Cine en Movimiento. El año pasado publicamos nuestro primer libro: “Nuestros Cuerpos No se Reglamentan: relatos de organización y lucha desde la prostitución”. Ahí consta nuestra historia, nuestras voces, nuestra lucha. Tuvimos que hacerlo porque muchas feministas hacen como que no existimos.

Después de todo esto, ¿quién nos va a venir a decir que hablamos de lo que no sabemos? ¿No será, por el contrario, que muchas hablan de nosotras sin saber? Por suerte se han sumado muchas jóvenes al movimiento abolicionista, pero está lejos de ser un movimiento de adolescentes. Muchas venimos peleando toda la vida, ¡baste nombrar a nuestra compañera Mimí, que no sólo sobrevivió al sistema prostituyente sino a la dictadura militar! Nosotras no somos cool, muchas ya no somos jóvenes y no nos llamamos “putas” como está de moda. Elegimos la denominación política de “desocupadas en situación de prostitución”. Lo elegimos para nosotras, no se lo imponemos a nadie. Algunas quieren borrar nuestra identidad diciendo que es estigmatizante, pero nosotras sabemos bien que describe nuestra realidad. O peor, algunos medios en sus noticias empiezan a hablar de “trabajadoras sexuales” cuando describen casos de trata y de explotación sexual. ¿Y nos dicen que somos nosotras las que confundimos?

Es terrible que nos digan que queremos presas a las putas, ¡si nosotras fuimos las presas y las que luchamos contra toda represión! El abolicionismo tiene muy claro que las políticas penales no son la forma de abordar un problema de desigualdad y exclusión social, contrario a lo que nos acusan en una clara forma de difamación. No somos tontas. ¡Nosotras lo vivimos! ¡Nosotras construimos recursos para salir del sistema prostituyente cuando no existía nada! Las chicas en las calles no nos dicen “queremos derechos laborales”, dicen “¡no aguanto más esto, necesito un trabajo!” Y no es que son abolicionistas, esa palabra no significa nada para ellas. Lo sienten en su cuerpo, como lo sentimos todas nosotras: que la prostitución te rompe por dentro. Todas nosotras llevamos secuelas de por vida del sistema prostituyente.

Otra cosa tremenda es como hablan de la trata de personas, con mucho desconocimiento y afirmaciones sin sustento alguno. De ninguna manera se “deciden” los roles en una causa por trata según quién abre la puerta del “privado”. ¡Qué disparate! Tampoco se hacen allanamientos ni se intervienen teléfonos porque sí. Invitamos a mirar las causas de trata, donde se hacen extensas investigaciones y jamás se procesa a alguien sin pruebas fehacientes. ¿Cómo no va haber “nada de distancia” entre “facilitación de la prostitución” y «trata de personas” como dicen en la nota? El sistema judicial es patriarcal, por supuesto, pero también hay personas y equipos dentro del Poder Judicial preparados y comprometidos con esta temática porque escuchan a las víctimas. Hay causas que cuesta que avancen justamente por la falta de pruebas o por la dificultad de recolectarlas. ¡Nos cuesta perseguir a los tratantes de verdad, mirá si vamos a gastar energías en perseguir causas falsas!

Nuestro principal objetivo como abolicionistas es desnaturalizar el sistema prostituyente. Es esa naturalización la que alimenta el mercado de la trata, y permite que hombres de todas las clases sociales consuman sin culpa a víctimas de explotación sexual. Trabajamos sobre la prevención, para evitar que niñas, niños, adolescentes, mujeres y travestis en situaciones vulnerables sean captadas por este sistema perverso. Cuando se aplica la ley de trata, cuando se rescatan víctimas, es porque el Estado llegó tarde y ya ocurrieron múltiples violaciones de derechos humanos sobre las personas afectadas.

Encima nos inventan una “industria del rescate”. Si eso existiera estaríamos llenas de plata, y nos sucede todo lo contrario. Peleamos constantemente para que se asignen recursos a las víctimas, ya que muchas se ven obligadas a volver a la prostitución para sobrevivir, si es que salen en algún momento. De forma totalmente cínica, algunas académicas pretenden usar esto como prueba de que “lo eligen libremente”.





Las causas por trata contra dirigentes
Pero claro, tienen que sostener ese discurso porque A. ya lleva tres dirigentas procesadas en causas penales por trata de personas. La primera fue la causa de C.B, que usaba al sindicato para encubrir al proxenetismo al punto de que se encontraron en prostíbulos carnets en blanco. ¡Eso es gravísimo!. Hay otras 18 personas procesadas, entre ellas el jefe de la comisaría de San Miguel y otros dos policías, que advertían sobre la inminencia de allanamientos a los regentes de los prostíbulos y por ese “servicio” cobraban coimas. Además, las víctimas creían que el sindicato las estaba protegiendo. La causa fue a juicio oral en 2015.

La segunda fue contra T.S., junto a un cómplice “de ocupación militar”, en la modalidad de traslado y acogimiento mediante abuso de situación de vulnerabilidad. En 2015 le otorgaron la suspensión del juicio a prueba (probation) porque su víctima no se presentó cuando la convocaron al juzgado. Le impusieron multas y donaciones a una escuela. Está demostrado que se quedaba con más del 50% de cada pase, pero tanto ella como el sindicato afirman que la procesaron “porque su nombre figuraba en el contrato de alquiler”. Hoy tiene una nueva causa por facilitación de la prostitución, en la que se comprobó que estaba como encargada, se hacía cargo de la organización, el control y el acceso, y por la cual se le impuso prisión preventiva por riesgo de fuga. Según las condiciones del juicio a prueba, debería reanudarse también la causa por trata.

La última causa es la de M.L.V, procesada por trata de personas con fines de explotación sexual bajo la modalidad de captación y acogimiento, agravado por el engaño y abuso de la situación de vulnerabilidad de tres jóvenes. Logró un juicio abreviado tras intensa presión del municipio marplatense por cerrar la causa y amenazas contra sus víctimas, en especial la que se constituyó en querellante. Se declaró culpable de “facilitación de la prostitución” con una condena a cuatro años de prisión, evitando así que continúe la investigación, que debió haber incluido también la ruta del dinero. Su denunciante declaró que captaba jovencitas en situación de vulnerabilidad a través de la organización barrial “Descamisados”. Se quedaba con más del 50% de cada “pase” además de cobrarles alquiler y gastos y las mantenía en prostitución bajo amenaza. La hija de la víctima realizó un extenso relato de los padecimientos sufridos por su familia por parte de M., incluyendo que mandara a un matón a violar a su mamá con un arma en el prostíbulo.

No estamos hablando de “causas armadas”. Estamos hablando de pruebas fehacientes de trata de personas. El sindicato dice: “Trabajo sexual no es trata”, pero parece que son ellas mismas las que no saben (o no les interesa) diferenciarlo. Es obvio que apuntan a un público desinformado, que no conoce el funcionamiento de las causas por trata para explotación sexual y que aprovechan la credibilidad que les dan los medios para decir cualquier cosa. ¿Les parece que estas causas que describimos tienen que ver con un pánico moral, con un apoyo a la violencia institucional? ¡En todos estos casos fueron las propias víctimas las que denunciaron! M.L.V es madre de cinco hijes y no queremos que esas niñeces queden desprotegidas ¡en absoluto! Por supuesto que queremos para ella y sus hijes todas las garantías y protecciones que les correspondan. Nosotras no obligamos a su madre a delinquir y tampoco podemos tolerar que explote compañeras impunemente. Si todas estamos contra la trata y a favor de los derechos, no debería haber división entre nosotras en este aspecto… sin embargo, la hay.

Sexualidad, prostitución y víctimas
La nota describe un supuesto “imaginario militante abolicionista” y “retóricas anti-trata”, cuando lejos de ser un prejuicio o mero discurso es conocimiento que surge de estudios profundos sobre estos crímenes. No somos sólo las organizaciones abolicionistas las que los producimos, sino entidades reconocidas en su trabajo, como la Organización Internacional de Migraciones, la ex Unidad de Asistencia en Secuestros Extorsivos y Trata de Personas (UFASE), la Procuraduría contra la Trata y Explotación Sexual (PROTEX), El Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP) entre otros. Hablar de un “imaginario” es otra forma de desmerecer e invisibilizar nuestro trabajo, junto al de tantas otras organizaciones de justicia y derechos humanos.

Irónicamente, la nota habla por un lado de la criminalización de las trabajadoras, pero también de una “visión dicotómica entre explotadores varones e inocentes mujeres”, que se parece más bien a las caracterizaciones machistas sobre el feminismo. Como feministas comprendemos que hay una desigualdad de raíz entre varones y mujeres. Las causas de la prostitución podemos encontrarlas en la división sexual del trabajo, donde los varones acaparan mayoritariamente el trabajo bien remunerado y los espacios de toma de decisiones, dejando a las mujeres los trabajos precarios y no remunerados, incluyendo la crianza y los cuidados a personas de todas las edades. Esta diferencia explica el excedente de tiempo y de plata con que los varones —principales y casi exclusivos consumidores de prostitución— financian la explotación sexual, y la presencia mayoritaria y casi exclusiva de mujeres, travestis y niñas como producto de consumo. No nos imaginamos nada de esto: son realidades que vivimos y comprendemos todas las feministas. Pero algunas deciden ejercer un negacionismo selectivo sobre estos temas cuando se trata de la prostitución.

Nos dicen que “jerarquizamos la sexualidad” o que nos manejamos con moralismo al respecto. Sin embargo, es el patriarcado el que jerarquiza las sexualidades, en particular la de los varones, de lo cual resulta la extensión de la violencia sexual en nuestra sociedad. La anulación del deseo de las mujeres y travestis es un mandato patriarcal, no abolicionista. Por otra parte, es ridículo pretender que la sexualidad es igual que cualquier área de la vida, ¿o acaso te da lo mismo que te agarren de un hombro a que te agarren de una teta o de la concha? No es moralismo, es el derecho a nuestra intimidad e integridad sexual. Cualquier acto sexual —o para el caso, contacto no sexual— realizado sin deseo deja marcas en nuestro cuerpo y en nuestra psiquis. No hace falta estar secuestrada en un prostíbulo para sentir cada “pase” como una violación. No nos parece menos grave consentir al sexo sin deseo, “por interés” en el matrimonio que en la prostitución. Y no vamos a prohibir el matrimonio como no buscamos prohibir la prostitución, así como tampoco consideramos al matrimonio un trabajo que se pueda regular.

En este sentido, una de las entrevistadas afirma: “Cuántas veces hicimos favores a cambio de algo, eso también es trabajo sexual. Coger con un amigo para que te lleve a algún lugar, para que te dé ciertas drogas, te das cuenta de que lo hiciste siempre”. Estamos de acuerdo en que todas podemos encontrar en nuestra vida ocasiones en que tuvimos sexo sin deseo, sea o no a cambio de algo. Una de las primeras cosas que hablamos entre nosotras cuando empezamos a organizarnos fue que cuando llegábamos a nuestra casa después de un día de “pases”, nuestros maridos nos obligaban a tener relaciones sexuales. ¡Y hasta ese entonces, no lo comprendíamos como una violación! Pero lo es, y nadie debe sufrirla. Por eso decimos que el sistema prostituyente es más que la prostitución. Es la cultura de la violación en la que siempre se espera que cedamos, que consintamos, y si obtenemos algo a cambio tenemos que estar agradecidas. Incluso muchos abusadores de niñes “sobornan” a sus víctimas a cambio de violentarlas sexualmente. Desde niñas nos enseñan a prostituirnos, en el sentido figurado y en el literal ¡Eso es un problema que hay que afrontar! ¿O lo vamos a relativizar porque “a todas nos pasó”?

Detrás de esos discursos hay un negacionismo de la violencia sexual y sus efectos en nuestras vidas. Toda vez que accedemos al contacto sexual sin desearlo se produce una disociación: nuestra cabeza “se desconecta” del cuerpo para soportarlo. Es un mecanismo de supervivencia frente al estrés extremo, común en las víctimas de tortura y de violencia sexual. A veces lleva toda la vida poder volver a conectarnos con nuestro cuerpo y nuestras emociones. ¿Cómo va a ser eso una herramienta de trabajo? La comparación con la tortura no es traída de los pelos. La doctora Ingeborg Kraus es psicoterapeuta especialista en trauma, que antes de trabajar con víctimas de prostitución trabajó con víctimas de violación como arma de guerra. Ella expuso que las sobrevivientes de prostitución sufren de síndrome de estrés postraumático similar al de ex combatientes de guerra y sobrevivientes de tortura. Acá no hablamos de suposiciones ni prejuicios, sino de investigaciones por profesionales de la salud que siguen el método científico.

El artículo al que respondemos también cita una entrevista a Zaida Gatti, donde “admite” que de 7.000 mujeres rescatadas, sólo el 2% se reconoce como víctima. Sin embargo, no profundiza en las condiciones objetivas en las que se encuentran dichas víctimas. Nosotras sabemos cuánto cuesta reconocerse víctima, tanto en la prostitución como en todo tipo de violencia de género. ¡Especialmente después de habernos construido como “trabajadoras sexuales”! Dejar esa identidad fue doloroso, porque significó confrontar nuestras heridas y toda la violencia que habíamos sufrido. Pudimos hacerlo porque estábamos juntas, apoyándonos. Una mujer o travesti sola, que nunca experimentó su sexualidad libremente, consumida por la prostitución, sin haber sabido nunca que tiene derechos humanos ¿qué herramientas tiene para reconocerse víctima? Es muy común que tarden un tiempo de reconstrucción de su psiquis antes de poder confrontar sus experiencias, y es imposible realizar ese proceso estando en la prostitución. En las causas por trata, muchas víctimas son aleccionadas por sus proxenetas y tratantes para decir que son “trabajadoras sexuales”, pero luego de salir del sistema prostituyente cambian sus testimonios. Eso es porque pueden verse desde una nueva perspectiva, pero primero necesitaron salir del entorno de violencia.

No negamos que pueda haber algunas personas que no experimentan (o al menos, no de inmediato) los síntomas físicos y psíquicos de someter el cuerpo a la prostitución. En especial las que tienen el privilegio de hacerlo de vez en cuando. No queremos prohibirle a nadie que lo haga si le parece que eso está bien, que le hace bien, que le sirve para su vida. Pero de ahí a reglamentarlo como un trabajo hay un largo trecho. Curiosamente, ninguno de los proyectos presentados en la Argentina en relación al “trabajo sexual” incluye ninguna regulación explícita para los clientes. ¡Hasta el reglamento de Buenos Aires de 1875 exigía que los clientes no porten armas ni estén borrachos! Para entrar a una pileta municipal hay que revisarse, para mostrar que no tenemos caries, piojos ni hongos, y requiere una ducha previa. ¿Pero para penetrar el cuerpo de otra persona no? Ahí se ve la intención real de esos proyectos: garantizar la provisión de cuerpos y la impunidad para los prostituyentes.





El abolicionismo no es prohibicionismo: historia de la ley
El principal eje falso de la nota es la homologación entre abolicionismo y prohibicionismo, que puede ser habitual en el sentido común. En varios pasajes, tanto en las preguntas de la periodista como en las respuestas de las entrevistadas, se evidencia esta equiparación absolutamente errónea. La confusión entre prohibicionismo y abolicionismo en el imaginario colectivo no interiorizado en esta temática, es habitual y esperable. Pero resulta inadmisible en medios que se pretenden sólidos y confiables.

Vale entonces aclarar qué es el abolicionismo y qué es el prohibicionismo. Si bien hay abundante material disponible sobre el tema, podemos apuntar brevemente que el abolicionismo propone una visión de conjunto sobre la prostitución y la trata para explotación sexual como instituciones donde se articulan el patriarcado y el capitalismo. Estos fenómenos expresan como ningún otro la opresión y la violencia de género a través de la cosificación, mercantilización y enajenación de los cuerpos de las mujeres y cuerpos feminizados, dispuestos mayoritariamente para consumo de varones cis. Donde la sexualidad femenina y disidente no tiene cabida, porque queda anulada por el privilegio patriarcal del placer del varón cis.

El abolicionismo es feminismo, lucha por los derechos de las mujeres, y por lo tanto no persigue a las mujeres, trans o travestis en situación de prostitución. Muy por el contrario, el abolicionismo —y particularmente en la Argentina—  ha luchado por erradicar la persecución hacia nosotres. Ya mencionamos la derogación del artículo 68 del Código de Faltas de la provincia de Buenos Aires, que permitía arrestar a personas en situación de prostitución. Fuimos AMADH y la Campaña Abolicionista quienes presentamos el proyecto de derogación, y no las organizaciones pro-sindicalización del llamado “trabajo sexual”.

El prohibicionismo criminaliza la totalidad del sistema, es decir, persigue a las personas en situación de prostitución y a quienes demandan sus servicios. Nuestro país es abolicionista, desde que en 1936 se sancionó la Ley 12.331 que prohíbe el establecimiento de prostíbulos a nivel nacional, no así el ejercicio individual de la prostitución. Lo que significa que no es delito ejercer la prostitución pero sí beneficiarse de quienes están en esa situación. Esto sucede justamente en los prostíbulos y whiskerías, donde las mujeres y travestis no “trabajan” en forma independiente sino para otros. De ningún modo el abolicionismo creó legislación para criminalizar a las personas que ejercen la prostitución ni a quienes la demandan.

En 2008 se promulgó la Ley 26.364 para la Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas, en coherencia con el Convenio de la ONU para la Represión de la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena. Nuestra ley antitrata, si bien puede ser perfectible, no es de ningún modo una “mierda antitrata”, como se expresa en la nota. Esta expresión es insultante para las víctimas de trata y sus familias, quienes militaron junto a nosotras la modificación de 2012 a través de la ley 26.842. La trata de personas es un delito grave, y uno de los tres negocios ilegales más rentables del mundo junto al tráfico de armas y de drogas. Resulta en el secuestro y la desaparición de personas, la muerte de muchas de ellas, la extorsión, la captación engañosa, además de secuelas irreparables para las víctimas y sus familias.

El regulacionismo en nuestro país, lejos de combatir la trata y el proxenetismo, lejos de involucrarse en la derogación de las rémoras legales que persiguen a las prostitutas, se pronuncia por la derogación de la Ley de Trata. Recordemos que más allá de los escasos artículos que modifican el Código Penal, la ley estipula los derechos de las víctimas, que aún luchamos para que se cumplan en la práctica, además de mecanismos institucionales para la prevención y erradicación del delito, que resulta en múltiples violaciones de derechos humanos de mujeres, travestis, niñas, niños y adolescentes.

 La regulación: más poder a la policía y mayor clandestinidad
La idea de regularizar la prostitución como un trabajo, para que las mujeres y travestis (y excepcionalmente, otras identidades) puedan acceder a obra social y jubilación suena bien en la teoría. Pero llevada a la práctica, sus efectos han sido ampliamente contrarios a los objetivos declarados. Para empezar, toda regulación o reglamentación implica requisitos a cumplir, por lo tanto la contracara de toda normativización de la prostitución es la clandestinidad.

Los proyectos de ley presentados hasta ahora para legalizar la prostitución incluyen enumeraciones de derechos de las “trabajadoras sexuales”, derechos ya consagrados en la Constitución y los tratados de Derechos Humanos, pero no crean mecanismos que garanticen el ejercicio de esos derechos. Por el contrario, los mecanismos de control y las obligaciones son expresas y concretas. Como ya dijimos antes, no se establece ningún control ni requisito sobre los consumidores.

Entre las obligaciones que imponen los proyectos de ley, se encuentran cursos obligatorios para obtener la credencial habilitante, también obligatoria y puede ser requerida en cualquier momento por las autoridades policiales. Es decir, cualquier persona en prostitución que no pueda habilitarse o no sepa que debe hacerlo, quedará expuesta a la arbitrariedad de la policía. También establecen la libreta sanitaria, controles médicos obligatorios y un registro también obligatorio, todas medidas de protección para los consumidores. Desde el punto de vista de las trabajadoras, no establece ninguna medida de protección a su salud. Se las sigue considerando el foco de infección, cuando es claramente el prostituyente quien constituye el factor de riesgo para ellas. Tampoco se hace mención al peligro que significa para las personas en prostitución el contacto físico y la exposición a fluidos de forma constante.

Queda claro entonces que las personas en prostitución que no puedan cumplir los requisitos obligatorios, o que “trabajen” fuera de las zonas establecidas (“zonas rojas”) o locales habilitados, quedarán en una clandestinidad que hoy no padecen. Así lo alerta también Sabrinna Valisce, una de las impulsoras de la legalización en Nueva Zelanda (modelo elogiado por A.), que hoy denuncia que dicha ley empeoró las condiciones de las personas prostituídas. Al igual que sucedió en Alemania, donde todo el “comercio sexual” es legal, las tarifas fueron a la baja, y las exigencias y violencia de los prostituyentes fueron en alza. También las ganancias y el poder de los “empresarios del sexo”. Contra el sentido común que afirma que legalizar la prostitución haría más fácil perseguir la trata, el resultado en la práctica fue completamente opuesto.

Todos los derechos para todas
Por todas estas razones, vemos con preocupación el avance de un discurso que se presenta como una perspectiva de derechos, mientras alimenta la reproducción de un sistema de opresión y violencia hacia las mujeres y disidencias. Nos encontramos en un contexto en que la violencia hacia las mujeres y disidencias no cesa y se cobra víctimas cada día, dónde derechos básicos relacionados con nuestra salud y nuestra libertad de decidir —como el aborto legal—, aún no están garantizados, donde la desocupación y la precarización laboral nos perjudican especialmente. Resulta alarmante la banalización del impacto de la prostitución en nuestros cuerpos y mentes, ya que puede animar a personas en situaciones de vulnerabilidad a ingresar al sistema prostituyente, empeorando sus condiciones de vida y exponiéndolas a las redes de trata y explotación sexual.

Desde AMADH y otras organizaciones abolicionistas tenemos propuestas concretas hacia el colectivo de personas en prostitución, para erradicar su criminalización, para perseguir la trata, para ofrecer alternativas reales a la falta de trabajo. No son teorías ni suposiciones, son resultado del trabajo continuado y comprometido durante 25 años de quienes conocemos desde adentro el sistema prostituyente. No queremos rescatar víctimas, queremos prevenir que sean tratadas y explotadas en primer lugar. En especial las niñas, niños y adolescentes, que son las principales víctimas y las más cotizadas en el mercado de los cuerpos. Tenemos mucho por hacer y necesitamos de la colaboración de todes quienes levanten la bandera de los derechos humanos: nuestra bandera, la bandera de nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, las que nos enseñaron a luchar y nos abrieron sus puertas cuando a nadie le importaban los derechos de las putas.

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