sábado, 1 de febrero de 2020

Proxenetas y puteros, los grandes aliados de la desigualdad


Proxenetas y puteros, los grandes aliados de la desigualdad

"La prostitución es la consecuencia de la desigualdad entre hombres y mujeres, además de la forma más perversa de violencia de género", afirma Mabel Lozano
"La prostitución no es el resultado de la decisión de las mujeres, sino la imposición del machismo para que los hombres refuercen su masculinidad", señala Miguel Lorente
Feminismo
Nuria Coronado El domingo, 26 de enero de 2020

La prostitución es sinónimo de esclavitud sexual. Y es que, sin importar el lugar en el que se produzca, el destrozo que causa en los cuerpos y las vidas de las menores y las mujeres obligadas a venderse como esclavas sexuales es idéntico. La solución, tal y como destacan multitud de voces expertas, es abolirla y señalar a quienes causan tal destrucción.

Cuando la necesidad aprieta, la desigualdad se abre paso y ahoga a las mujeres, con una soga sostenida por la mano cómplice de la sociedad, a través de la prostitución. “El negocio de la explotación sexual se vale de una materia prima muy dolorosa.  Son las mujeres y las niñas, que son explotadas y exprimidas de manera salvaje hasta optimizar su rendimiento económico. Un negocio en el que la materia prima puede ser utilizada una y otra vez, maximizando el lucro. Y si se agota o no sirve, es desechada sin más trámite”, tal y como siempre explica la cineasta y activista Mabel Lozano.

Un triste ejemplo de esta miseria alimentada por el machismo está en Perú. Allí, con la ironía hasta en el nombre, en el conocido Kilómetro 106, hay una carretera que conduce al infierno en la tierra. Se trata del departamento amazónico de “Madre de Dios”.  Un lugar que, como tantos otros en el mundo, ofrece “una plusvalía de género” -tal y como explica la antropóloga Rita Segato- en la que los puteros campan a sus anchas.




La impunidad más absoluta
Lozano pudo ver esta miseria al grabar una parte de su documental “Chicas Nuevas 24 horas” en el que muestra el negocio que gira en torno a la esclavitud sexual en cinco países. “Al abrigo de un negocio de extracción minera ilegal se asienta un espacio de impunidad para la explotación de mujeres y particularmente de niñas y adolescentes que son previamente captadas en los pueblos y aldeas de la sierra. Y todo con la colaboración, silencio, complicidad o tolerancia, según el caso, de todo actor social imaginable”, contaba en su día la directora.

Una explotación sexual de la que también fue testigo la periodista y escritora Charo Izquierdo, quien acompañó a Lozano en dicho viaje para después poder escribir su novela Puta no soy. “Allí la prostitución se nutre de la desigualdad y de la indefensión de las mujeres y niñas pobres que nacen en situaciones de desventaja y que les hace ser las víctimas perfectas para las mafias que después las convierten en esclavas sexuales”, afirma la autora.

En Madre de Dios el sistema prostitucional se hace fuerte a costa de la debilidad de las menores y de las mujeres que son llevadas a esta zona minera donde los hombres, a pesar de tener salarios de explotados, no escatiman en gastar cuando se trata de pagar sus deseos sexuales. Es el ciclo perfecto de la economía neoliberal. “Es más perverso que esto. En las zonas de extracción minera informal, hombres muy jóvenes son víctimas de trata laboral. Para compensarles, distraerles y que sigan trabajando, el reclamo son las niñas y adolescentes que pueden comprar, dominar y oprimir. Por más pobre que sea un hombre siempre tiene dinero para comprar el cuerpo de una mujer. Por más explotado que esté un hombre, siempre hay una mujer o niña mucho más explotada y humillada que él”, recalca la cineasta.

Una explotación sexual que a la vez es estrategia para evitar la revuelta social. “La prostitución es la consecuencia de la desigualdad entre hombres y mujeres, además de la forma más perversa de violencia de género. La prostitución no tiene nada que ver con la sexualidad, sino con el dominio de los hombres sobre las mujeres. ¡Pobrecitos los hombres a los que hay que compensar con carne humana para que no se revelen! Debemos dejar de poner al hombre siempre como el sujeto político prioritario, el sujeto de poder, o de falta de este, desplazarle del centro del debate político y situar a las mujeres. Hacia donde debemos caminar juntas en este siglo para no ser explotadas, vendidas, mutiladas. En mi caso como activista después de más de 20 años me pregunto hacia donde tengo que migrar, a qué fronteras tengo que ir a caminar para ayudar y rescatar a mujeres explotadas ahora de una forma nueva y desconocida todavía”, añade la autora de El Proxeneta.

Un sistema prostitucional planetario
Pero usar a las mujeres como esclavas sexuales y bonus para los hombres a los que la economía neoliberal precariza en sueldos y de la que ellos se redimen violando a las mujeres previo pago, no es solo propio del Perú. Los avernos del sistema prostitucional están repartidos a la vuelta de cualquier esquina.

Aquí, en esta Europa que se dice del siglo XXI, cada vez son más las empresas que ofrecen prostitutas como parte oculta del salario de los hombres. Están en ferias, en bonus o en vacaciones. “Lejos de haber avanzado en la igualdad se está perpetuando el consumo de prostitución hasta límites que nunca hubiéramos imaginado”, desgrana Charo Izquierdo. “Buscan en los prostíbulos relaciones de poder que perpetúan lo más sucio, desquiciante y perverso de la sociedad. Es puro maltrato a las mujeres”.

Por eso, las expertas que cuartopoder ha consultado para este reportaje coinciden en decir que el único camino para acabar con esta esclavitud sexual es con la abolición de la prostitución. “Estas mujeres no eligen libremente la situación por la que están pasando, es una grave vulneración de los derechos fundamentales y hay que verlo como tal. El hecho de que haya consentimiento por parte de algunas mujeres muchas veces conduce a confusión: el consentimiento es totalmente irrelevante porque hay engaño y coacción, y porque la finalidad principal es la explotación”, señala Rocío Mora, coordinadora de Apramp, la asociación de asistencia integral a las víctimas de explotación sexual y trata de seres humanos.

Y es que como esta reconocida activista dice, en la prostitución los únicos derechos que prevalecen son los de puteros y proxenetas. “La única ley que impera es la del mercado y la de lucrarse a través de un negocio que tiene máximos beneficios y mínimo riesgo. La prostitución no es una relación entre iguales, la demanda masculina de mujeres constituye el factor esencial del desarrollo y expansión de la prostitución, y el tráfico y la industria del sexo. Sin demanda, no habría ni trata ni prostitución. En nuestro país, el 33% de los hombres han consumido prostitución. Está aumentando a un ritmo alarmante el número de consumidores, traficantes y proxenetas, como de mujeres que vienen engañadas o presionadas por situaciones de extrema vulnerabilidad”, recalca Mora.



La dignidad no se negocia
Por eso mismo la responsable de Apramp no pierde la oportunidad para señalar que la legalización y despenalización de la prostitución lleva consigo el aumento de su industria y responde a la ley de mercado. “Sin demanda no hay oferta y si la demanda persiste entonces el producto son las personas, el cuerpo de las mujeres. Los derechos humanos, la dignidad de las personas no son negociables, y no pueden estar a merced del lucro indiscriminado de unos pocos, que comercian con el cuerpo de la mujer. En una sociedad democrática como la nuestra, es necesario velar por el acceso a los derechos de todas las personas, con independencia de sexo, origen, edad, etc.”, subraya.

Y es que sin importar el país en el que se produce la prostitución hay una sucesión de hechos que son comunes. “La mujer, que es la víctima se convierte en una presa fácil para los mercaderes del mundo de la prostitución. Se destruye parte de la sociedad por los intereses económicos de los más poderosos y nadie se siente responsable por ello. El negocio está servido: compran mujeres y niñas, las venden, las usan, las enferman, las asesinan ante la impasibilidad de países y gobiernos”, expresa Rosa Hermoso, psicóloga y directora del Centro de Atención a la Mujer Leonor Dávalos donde acuden mujeres prostituidas. “Los compradores colonizan el cuerpo de las mujeres para sentir que poseen una propiedad a su libre disposición”, añade.

Es más, tal y como bien define Miguel Lorente, médico forense y profesor titular de Medicina Legal en la Universidad de Granada, “la prostitución no es el resultado de la decisión de las mujeres, sino la imposición del machismo para que los hombres refuercen su masculinidad y sensación de poder a través del sexo. Beneficia a los hombres y al machismo y lo hace a costa de las mujeres y la igualdad. El machismo ha creado la idea de que los hombres son los putos amos y les da oportunidades para que se sientan así. Entrenan su machismo con la violencia de género y la prostitución”, finaliza.

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